12/3/06

Azares (12/3/2006) Gándara


Tras el éxito de la incursión a la Cueva del Cobre en otoño pasado con mis antiguos compañeros de la SEII de Madrid, Félix se animo a organizar otra excursión espeleológica. Le gusto lo que le hablé de la Red del Gándara. Con las dificultades de organizar a 10 personas -FelixI, FelixII, Zaca, Chicha, Antonio, Miguel, Micky, Ángel, Ángel Benito, Perico- se quedo el fin de semana del 10 al 12 de Marzo del 2006. El viernes por la tarde estuve esperando que Félix me llamase hasta que a las 9 le llamé yo. Se le había olvidado mi número en la oficina y de los dos coches que venían uno estaba en Burgos y el otro pasado Villarcayo. Rápidamente terminé de preparar todo y tome la carretera a La Gándara por Ramales y Soba. Había empezado a llover fuerte y con viento.
Cuando llegué ya estaba allí el coche de Zaca que había venido con tres compañeros más conduciendo él todo el camino. Se quejo amargamente de haber tenido que currárselo todo sin poder emborracharse ni ná. Mientras les ponía al tanto de novedades espeleológicas en Asón y en Cantabría aparecieron el resto de compañeros. Félix  venía conduciendo el otro coche. En total éramos, incluyéndome, 10 personas. Además al día siguiente aparecio a las 9 de la mañana Miguel, un médico al que le gustan las aventuras que vive en Balmaseda. Entre Felix, Chicha y Zaca fui sometido a un interrogatorio de información espeleológica y de detalles sobre la cueva.“El albergue El Carrascal  tiene una buena cocina, una amplio  sala, una sala de estar o comedor  y, como añadido, una suite nupcial -con jacuzzi incluido- que debe hacer furor en Soba”. Durante la noche mis sueños fueron amenizados por los silbidos del huracán exterior aderezados por tres tipos de ronquidos diferentes. A pesar de todo conseguí dormir placidamente a intervalos y me levante de buen humor.
Nada más asomar la nariz nos dimos cuenta de que llegar a la cueva, aunque esté a cinco minutos del coche, no iba a ser fácil. Algunos paisanos acostumbrados a ver llover en la Cornisa Cantábrica comenzaron a pensar que se avecinaba el Diluvio Universal. Jamás habían visto tanta agua salir por todas las surgencias del valle. La cascada del Asón se asemejaba a las cataratas de Niágara. Miguel fue a comprar sin éxito, debido -quizás- a que la tienda no estaba abierta por la pereza de las dependientas en un día así, bolsas de basura grandes para improvisar impermeables. Además habían algunos paraguas que funcionaban a intervalos cuando el viento lo permitía. Félix de la Llave opto directamente por no meterse en la cueva. 
Los preparativos, tediosos y pesados, se complicaron. Cada uno se busco un rincón por la casa para extender sus cosas. El problema principal fue ajustar los arneses y recordar como se colocaba cada aparato. Los carbureros, apagados quizás durante años, también requirieron la atención de un niño malcriado. Pronto se vio que el carburo escaseaba. Me dedique a recorrer los pequeños tumultos originados por cada espeleologo.  Chicha se acababa de comprar un nuevo croll que me mostró con satisfacción. Al viejo le quedaba 1mm. para cascar por el orificio inferior.  Félix se jacto de unos guantes de fregadero agujereados que, según el, eran buenísimos y que le habían durado años y años(¿?). Creo que a las once nos fuimos en dos coches, el de Miguel el médico y el de Zaca, a aparcar en el cruce del Puerto de la Sía. Como no tenía impermeable me puse una bolsa de basura agujereada para la ocasión.
Durante el ascenso el diluvio se convirtió en una lluvia normal que nos permitió respirar un poco. En cuanto llegué al agujero me metí pa dentro dejando mi bolsa de basura y un paraguas prestao por Miguel. Los demás hicieron lo mismo y nos pusimos a colocarnos los arneses para el pasamanos inminente. Caían chorros y goteos por doquier (en sitios que todas las demás veces he visto secos) dificultando encontrar un sitio cómodo en el que sentarse. Deje que los más ansiosos se alejaran hacia delante buscando el camino. Me preguntaban de vez en cuando para seguir adelantando. Pero yo tenía que velar por los que iban más despacio y controlar de vez en cuando el total. Empecé a sentir el placer de no correr y de poder observar las galerías iluminadas desde múltiples puntos como no las había visto antes.  No me podía creer las nuevas vistas que iba descubriendo. Y mis compañeros tampoco se podían creer lo magnífica que es la Red del Gándara. Además nunca había visto tanta agua caer por todos lados. Pero lo mejor estaba por llegar. 


La galería zigzageante nos hizo sudar a casi todos pero como ya la conocía dosifique el esfuerzo. “Perico ha conseguido adelgazar 15 kilos últimamente lo que es un logro impresionante”. Hicimos una parada a la salida de la zona en que se debe ir agachado. “A partir de este punto se puede transitar erguido aunque las continuas subidas y bajadas también se notan.” Poco a poco fuimos llegando al pozola gatera de acceso. No pensé que esa gatera fuera a dar problemas a nadie ya que he visto pasar a individuos grandes y corpulentos. Pero los dio. Zaca, que fue el segundo en meterse tras de mi, intento pasar dos veces y no lo consiguió. Decidió salir y no intentarlo más veces. FelixI, Miguel, Micky, Antonio, Chicha y Ángel Benito pasaron la gatera pero Perico y Ángel ni la intentaron. Decidieron salirse con Zaca. Me aseguraron que no tendrían problemas de pérdidas. Enseguida llegamos al pozo y de aquí a la Sala de la Cascada en un momento. y a
La cascada rugía y se había multiplicado, apareciendo nuevas cascadas por varios sitios a la izquierda de la bajada. Estuve echando un vistazo por la zona de la izquierda para ver si encontraba continuación por algún lado que no hubiera visto anteriormente pero no encontré nada. “Me intriga al mirar la topografía esquemática la cantidad de galerías que aparecen por esa zona. Quizás estén en niveles diferentes”.segunda cascada. Las excéntricas siguen, milagrosamente, todas en su sitio. De todas formas me puse en la zona de acceso avisando a todos los del grupo para que no tropezasen con ninguna. Estuvimos muy poco tiempo allí. La corriente mezclada con niebla y gotitas nos empapaba. Y nos fuimos rumbo al vivac de los franceses y a la
Al poco de andar por la galería fósil que va hacia el vivac Antonio dijo que tenía hambre, que estaba cansado y que lo mejor era volver (se había dejado fuera un medicamento que tenía que tomar como a las 8 de la tarde). El resto del grupo querían proseguir salvo Micky que se mostraba indeciso. Les expliqué que faltaban de 15 a 30 minutos para el vivac y otros quince o veinte para la segunda cascada. Comimos y después de una valoración Antonio y Micky decidieron continuar con el resto. Al cabo de quince minutos -menos- estábamos en el vivac. Antonio se alegro de haber continuado al darse cuenta de que en realidad era poco lo que faltaba. Estuvimos unos minutos actualizando los equipos y en seguida subimos el resalte de cinco metros que nos llevo a uno de los meandros más bonitos que conozco. Mientras iba andando empecé a escuchar un sonido grave, una especie de vibración. Tenía que ser la cascada pero aún faltaban 200 metros por la retorcida galería. Cierto que fue aumentando el volumen de la vibración y cuando estábamos llegando a la ventana del pozo me recordó la turbina de una central hidroeléctrica en pleno rendimiento. No había manera de ver nada por la cantidad de niebla y agua pulverizada y en segundos teníamos los monos empapados. Hablar, a gritos. Estuvimos poco tiempo allí y comenzamos el regreso.
Volvimos a parar en el vivac para atender a los sistemas de iluminación y, con ritmo, enfilamos hacia la galería fósil. A mitad de ésta, debido a la escasa iluminación que llevaba, Ángel Benito resbaló y se metió un gran batacazo. Un corte en un dedo y un golpe en las lumbares. Al principio no podía moverse pero se recupero y, con dolor continuo, siguió andando aunque algo más despacio. Miguel, que es médico, le recomendó que no parase, que siguiera poco a poco. Cerca de la Sala de la Cascada me di cuenta de que había luces de otro grupo. En el ascenso de la Sala de la Cascada hay unas rampas con pasamanos y allí alcanzamos a los del otro grupo que resulto ser toda la gente del cursillo de este año: César , Moisés, Pepe, Susana y todos los cursillistas. En total 14 personas que sumadas a las 7 que formaban nuestro grupo iban a hacer el ascenso del pozo muy lento. Cuando les contamos lo del golpe de Ángel Benito nos dejaron pasar a él y a mi para que no se perdiera en la vuelta. Fue, mirándolo por el lado positivo, una suerte que pudiéramos salir los primeros saltándonos la espera del otro grupo entero.


Después del pozo, en donde nos cayeron un montón de piedras pequeñas que nos dieron en el casco, continuamos con calma y tranquilidad, pero sin parar, hacia el exterior. Creo que a las nueve estábamos fuera. Había luna y nubes que la ocultaban y se abrían a veces. Tuvimos la suerte de que Zaca se acercase con su furgoneta para ver si había salido alguien. Nada más llegar al albergue nos dimos una gran cena. Calculé que unas tres horas de espera, más o menos, iban a ser necesarias; y así fue pues FélixI, que fue el primero en aparecer, creo que lo hizo como a las doce y media o una. En general llegaron bastante cansados. Yo había cenado tanto que apenas pude dormir dando vueltas en la cama. Además el número de ronquidos diferentes aumento esa segunda noche.
A la mañana siguiente aunque llovía no era un diluvio. Desayuné y charlando un poco de todo nos despedimos. FelixI me prometió venir en Junio para ayudarme a localizar la Sima de las Falsas Esperanzas“Esta sima se encuentra en Peñas Rocías cerca de La Mole y me parece que la gente del AER no la ha mirado ya que no recuerdo que la hallan nombrado en ningún informe (lo mismo me equivoco). Para la campaña de verano...”. Quedamos en repetir salida espeleológica sin esperar mucho tiempo. De todas las cuevas de las que hablamos la que más sonó fue la travesía Rubicera-Mortero. “Esperemos que no ocurran tantos azares como en esta...” que, según él, debería ser revisada con atención.

5/3/06

Fortuna (5/3/2006) Luna Llena

El  sábado 4/03/06 me acerqué con Marisa a la cantera de Escobedo donde estaban iniciando sus prácticas de vertical los aprendices del cursillo de espeleo. Soplo surada todo el sábado y al cabo de un rato de llegar a Escobedo la amenaza de lluvia se convirtió en realidad. Llovió un corto aguacero que hizo recoger todos los tinglados e instalaciones con rapidez: al poco nos reunimos en un bar cercano. Allí tratamos de organizar la salida del domingo a la Torca de la Luna Llena. César tuvo que posponer su decisión, acerca de ir a la torca, preocupado por el frente frío que se avecinaba. Moisés quería entrar muy temprano a la torca para salir pronto. A finales de la tarde Cesar nos mando un mensaje para decirnos que se iba a Madrid de inmediato. Yo quede con Moisés, Susana y el Cura en Monpía a las 8. De hecho para Moisés era una hora tardía.
La mañana del domingo se presento desapacible, muy fría y con nevadas locales por debajo de 400 metros. La temperatura rondaba los 5ºC. Recogí al Cura en Eroski y nos reunimos todos en Monpía. Nos fuimos en dos coches en previsión de que el Cura y yo nos quedásemos hasta más tarde explorando o topografiando en la cueva. En el aparcamiento nos cayo un aguacero con algo de granizo que nos obligo a refugiarnos en los coches durante unos minutos. Me desanimé. Seguramente fue el hecho de que siempre que he ido a la torca de la Luna Llena ha sido con frío, lluvia, nieve o similares. Pero gracias al ánimo -o locura- de los demás compañeros me deje arrastrar de nuevo hacia la torca.
Me puse sobre el mono interior dos forros polares y lleve el paraguas. Todos llevábamos paraguas. Andando tranquilos en una media hora a tres cuartos estábamos en la boca. Me sorprendió gratamente el aire relativamente caliente que salía. Terminando de prepararnos dejamos la ropa de abrigo en una saca colgada de un pasamanos y me metí para abajo. El Cura sería el segundo seguido de Moisés para supervisarle y de Susana para cerrar el grupo. “Los pasamanos que se instalaron hace poco evitan la rampa de entrada donde están las piedras sueltas. Así se puede entrar uno detrás de otro, en serie, sin problemas”. Al llegar a la plataforma del primer pozo recogí una cuerda de color fosforito de unos 40 mts. la metí en la saca y seguí para abajo. “Los desviadores y péndulos evitan las piedras, los goteos, los chorrillos y hacen muy amena la bajada. Se disfruta de los aéreos pozos”. Deje de oir las voces de mis compañeros. Al cabo de unos minutos llegue a la gatera sopladora. Trincada en largo deje deslizarse la saca por delante y me metí con los pies primero, boca abajo y con el Dressler sin mosquetón de frenado para agilizar la salida a la cabecera del pocete siguiente. Unos quince metros después alcancé el pozo Graff y poco después la estrechez. Pasé, como siempre, algo justo y el resto de la bajada la realicé sin problemas. Aterrizado en la Sala Triangular me dediqué a iniciar el carburero que durante toda la bajada había llevado guardado en la saca y a comer algunas chucherías.
Al cabo de una hora de espera oyendo los chorrillos de agua llenar un bidón de plástico escuché voces procedentes del pozo Graff. Media hora después Moisés, ya cerca de la Sala Triangular, me anunció a gritos que el Cura no había podido pasar la estrechez.  Me sugirió que le pasara las llaves del coche y que se subiera el solo. Pero pensándolo bien no me pareció buena idea dejar a alguien subir casi toda la torca solo y andar por las pistas despistantes hasta el coche. Así que con cierta pena inicie el ascenso nada más llegar Susanna a la Sala Triangular.
El Cura había intentado dos veces pasar la estrechez y no lo había conseguido. En el segundo intento consiguió pasar el culo y las caderas pero se quedo atrapado por el pecho. Quizás expirando todo el aire hubiera pasado pero la situación vertical y el pensamiento de que luego tendría que subir por el mismo sitio le disuadió de hacerlo.         
La subida se hizo amena y tranquila. “Los fraccionamientos y las limpias remontadas posibilitan el ir cerca de y poder hablar con los compañeros”. Al poco rato salíamos al fresco. Como llovía, aunque de forma ligera, nos dejamos todo el equipo puesto para que se fuera lavando. A base de divertidas charlas pudimos llegar a los coches en un momento. Solo nos interrumpió un cazador que había soltado a sus perros para que se entrenasen persiguiendo jabalíes. Como contrapartida de mi desilusión el Cura me invito a una comida en un bar cercano de nombre “La Gándara”. El ambiente, el calorcito y la comida eran acogedores. Cuando ya llevábamos un rato de sobremesa sonó el móvil. Moisés me comunico que habían conectado con la cueva de Udías y que habían salido por la mina de Udías. Al poco se presentaron resplandecientes, contentos a reventar y con manchas de barro por la cara Moisés y Susanna. Moisés nos contó sin aliento que al final de la galería explorada en la incursión anterior el desfonde que habían vislumbrado, de unos 40 metros, les condujo a un rellano casi acabada la cuerda en donde, después de mirar por varias continuaciones posibles pero difíciles, en el último momento se fijó en una apertura. En unos metros esta apertura les llevo a una descarburada. Y de inmediato se dio cuenta de que se trataba de una zona conocida por él de la cueva de Udías. En una hora, más o menos, estaban fuera. Al poco, con las llamadas de Moisés, lo sabían César, Juan, Vanesa y Julio. Vanesa y Julio se presentaron en el bar al cabo de unos minutos. Moisés siguió con su sonrisa y con sus manchas de barro en la cara como las señales de su total satisfacción y Susana fue a lavarse. Delicioso. 
Esta claro que comienza una nueva etapa en las exploraciones de la torca de la Luna Llena. Ya no habrá necesidad de entrar por la torca. A Susanna le pareció que la anterior etapa era más divertida que la cómoda y nueva.