Fotos: Ant On Ío & Guillermo
Textos: Ant On Ío
Me uní con César y Mateo en Solares y unos minutos después con Guillermo en el Alto de Fuente las Varas. El tiempo estaba lloviznoso pero se mantenía sin lluvia. Incluso se vislumbraban claros. Al final de Matienzo, en el último rincón aparcamos el coche y cogimos una pista que se transformó en senda herbosa y luego en vaguada arbórea para acabar como revoltijo de zarzas, tojos, helechos y hierba gigante. Así se llega al Torcón. La instalación del pozo primero es bizarra: tronco caído, avellano endeble y parabolt de 8mm roñoso para terminar por una corta estrechez, siempre a expensas de que los bloques y el barro de la rampa no lo vuelvan a taponar (mejor que no sea mientras estás dentro de la cavidad...). Cosa que ha sucedido varias veces y que han resuelto con decisión desobstructiva el equipo de espeleólogos ingleses que explora en Matienzo (una parte del grupo vive en el polje y le gusta ese tipo de tareas).
Las galerías de la zona de entrada de Calleja Rebollo son amplias y hermosonas. Luego se sube un pocete de siete metros, apareciendo enseguida grupos compactos de formaciones gravitatorias y una serie de pequeños desfondes. Por una pequeña galería secundaria se alcanza un pozo lleno de grandes puentes de roca que se desciende con facilidad. Abajo tomamos una rampa ascendente para alcanzar una ventana sobre NE Chamber. Traíamos material para dejar una buena y segura instalación en el corto pozo de diez metros a la sala. Lo primero que hicimos, antes de comenzar su visita detallada, fue almorzar. En la sobremesa Guillermo le echó un vistazo a una atractiva galería, a un par de metros de donde estábamos. Resultó ser una alternativa perfecta al último pozo ya que eliminaba el uso de ese tramo de cuerda.
Mateo se movió por las cuerdas supervisado, pero su técnica resultó ser muy buena, sólo le hace falta un poco de práctica para subir mejor que los veteranos. De todas formas el pozo de los puentes de roca se hace pesado por la falta de espacio para moverse, cómodamente con la saca, en algunos puntos. El resto de la cavidad -hasta el pozo de salida- la recorrimos sin nada destacable. La estrechez de dicho pozo la gestionamos con las sacas colgando y ayudadas un poco desde abajo. El tramo estrecho es corto. La rampa estaba embarrada por la lluvia y los patinazos eran casi inevitables. Afuera llovía chirimiri y toda la vegetación estaba empapada. Pudimos seguir seguir sin problemas la trocha que habíamos marcado en la maleza al pasar por la mañana y llegar al coche sin contratiempos salvo la mojadura y el sudor tropical.
En total habíamos pasado unas ocho horas para toda la actividad y casi siete horas en la cueva. No cabe duda de que merece la pena el Calleja Rebollo. Para celebrar la excursión paramos en Casa Germán a tomar algo. Seguramente volveremos por Matienzo dentro de poco, hay demasiada espeleo esperándonos...