24/6/23

Pardillos

Texto: Antonio

Fotos: Guillermo



En contra de todo pronóstico, nadie podía ir de cuevas, quedé el sábado con Guillermo para echar la mañana en el Coverón. A las tres, como muy tarde, teníamos que estar limpios y en casa. Nos daba tiempo a modificar la manera de bajar el primer pozo de Cueva Llueva, tras las gateras de entrada, para hacer más cómodo el proceso. 

La idea era poner una cuerda al final del pasamanos. Desde allí al suelo no habrá más de 7 metros. Además el comienzo es una pared vertical, plana y sólida. Aunque es cierto que luego se forma un techo perfecto. Pero desde luego es mucho más cómodo que la instalación que hemos usado últimamente. Además íbamos a dejar fija la cuerda.

A las diez preparamos todo en San Pantaleón: unos bolts del 8 con chapas, unos mosquetones, un trozo de cuerda de 25 metros, el taladro con sus complementos y la maza. En la subida quedamos atrapados por un rebaño de vacas. Tuvimos que volver hasta San Pantaleón para ir por otra carreterilla que también va hacia el puerto de Fuente las Varas, y que termina uniéndose a la principal. Hacía ya mucho calor cuando salimos del coche en dirección a la boca, pero fue refrescando al bajar la depresión en que está el Coverón. Un bufido de aire fresco saliente por la boca se encargaba de la climatización de todo el entorno...

Nos pusimos los arneses una vez atravesadas las gateras. Ordené los trastos de equipar, crucé el pasamanos y me puse manos a la obra. Guillermo trajo la cuerda. Una galería coqueta quedaba a nuestras espaldas a la espera de que acabásemos el trabajo. No nos dignamos mirar la topo porque todo era evidente... cosas de pardillos.





Uní la cuerda al tinglado principal, puse un bolt y un gran lazo a un sólido saliente y dejé caer la cuerda. A menos de dos metros puse un fraccionamiento, un poco antes del techo, y deje una comba (algo escasa) para ayudar a pasarlo. Aterricé en el borde de un gran bloque plano (los restos del techo) y bajé un pelín más a un lugar cómodo.

Mientras Guillermo bajaba me puse a echar un vistazo por los rincones. Cual no fue mi sorpresa cuando me encontré una cuerda colgando de una pequeña galería, a unos cinco metros de altura, en una zona en que el volumen de la cavidad se abría. De pronto caí en la cuenta de que la galería por visitar arriba era la misma que la que estaba viendo desde el otro extremo. Y que ya había una instalación para bajar  de forma cómoda. Volví y le comuniqué a Guillermo la noticia. Miramos la topo que llevaba en el móvil y todas las piezas encajaron. 

Estaba claro como el cristal. Si hubiésemos mirado con atención e interpretado correctamente la topo no hubiésemos venido a instalar una bajada. Recogimos todo lo que habíamos puesto, menos los bolts, fuimos a visitar la pequeña galería, bebimos agua, metimos todos los trastos en las sacas y nos fuimos hacia la entrada de la cueva. Había grandes acumulaciones de gordos mosquitos en las paredes de las gateras... 

El bufido se había convertido en vendaval. La temperatura exterior había escalado hasta casi los 30ºC y el coche parecía un hornito. En San Pantaleón nos bebimos una cervezas heladas y disfrutamos del frescor natural de una casa antigua. Quedó claro que éramos unos pardillos, pero también que nos lo habíamos pasado genial. Volveremos al Coverón pero ahora con más comodidad...       

 





 

17/6/23

Tormenta de Verano


Lancé una propuesta en el chat para ir a la Cueva del Hoyo Salcedillo, cercana a la aldea de Valdició. Valdició es una localidad del municipio de Soba. Está situada en un valle de montaña que vierte sus aguas al río Miera, a unos 680 metros de altitud, y a una distancia de unos 40 kms. de la capital municipal, Veguilla. En el año 2008 la localidad contaba con 107 habitantes. El poblamiento es netamente disperso, característico de la comarca pasiega. En sus proximidades se encuentra un destacado bosque de hayas conocido como Hayal de la Fernosa.

A lo largo de finales de mayo y de las dos primeras semanas de junio nadie podía ir cuevas, al menos a esta cueva, pero el 17 de junio se dieron las condiciones adecuadas para que fraguase una visita. Guillermo quedó conmigo en Solares y desde allí fuimos juntos, valle de Miera arriba, hasta la aldea. Mi intención era aparcar al lado de la casa de la explotación ganadera de Enrique, pero han mejorado la pista que sube al depósito. Así que seguí conduciendo por la empinada pista asfaltada hasta la meseta intermedia y, aún más, hasta unas remotas cabañas que habita una manada de burros a los que les encanta rebuznar. Abandonamos el coche en la meseta y nos ahorramos la mitad de subida hasta la boca de la cueva.

El tiempo estaba cálido, húmedo, casi podríamos decir que tropical. Las plantas hablaban entre sí de lo bien que les estaba yendo. Vinieron unos perros, tipo caza, con antena y collar eléctrico. Los collares emitían sonidos agudos y chirridos. Un humano parecía controlarles en la lejanía. Tal vez un adiestrador. Al pasar cerca, el humano nos interrogó sobre qué hacíamos y adonde íbamos. Le saludé amablemente, sin bajar el ritmo de subida y sin contestar esas preguntas tan directas, tal vez por su tono demandante, aunque Guillermo sí charló con él sobre la cueva. La cueva nos esperaba más arriba, el ambiente tropical se hacía sentir. Fuimos subiendo por las praderas y en un momento dado llegamos a la pequeña planicie donde se ubica la boca.



La cueva del Hoyo Salcedillo constituye verdaderamente el extremo aguas arriba de una gigantesca red que con toda probabilidad desembocaría en el Valle del Asón, a través de Cueva Fresca. La entrada se abre en el fondo de una depresión encaramada que alguna vez estuvo ocupada por un glaciar cuya morrena, sobre el pueblo de Valdició, es aún muy visible (meseta intermedia). En cuanto a las cavidades de Picón del Fraile o Lunada, se ubican en la base de una pequeña barra caliza incluida en una alternancia de calizas y areniscas propicia para la formación de cuevas. El buzamiento y la fracturación hacen el resto y generalmente se forman hermosos conductos que se hunden plácidamente bajo la montaña... La galería de entrada es cómoda pero las proporciones disminuyen rápidamente al dividirse en dos conductos superpuestos. Se accede a ellos por una cornisa que da a un pozo ciego de unos diez metros de profundidad. A unos 200 metros de la entrada se encuentran un resalte de 6 metros. En la parte inferior una cornisa, Vire des Sexistes, se une a la galería del Utrillo, un gigantesco túnel que finalmente da la verdadera medida de la cavidad. Tras los derrumbes de grandes bloques/losas el suelo da acceso a un cañón que se contempla en toda su altura, 25 metros. A unos 450 m de la entrada, un tortuoso descenso entre bloques constituye el acceso principal a las redes activas (Rivière de la Dispendieuse, de la Queue de Cheval).

La historia de mi relación con Hoyo Salcedillo es larga y emocionante. Mi primera vez fue en febrero de 2001 con Moisés y nos pareció una cueva complicada, avanzando hasta donde las galerías se hacen grandes y caóticas. En marzo del 2001 fui con César, Mar y Paco y avanzamos hasta Utrillo peleando luego por encontrar la bajada al Rivière de la Dispendieuse sin encontrarla. En junio del 2001 fui con Guillermo, encontramos el acceso al Rivière de la Dispendieuse y avanzamos bastante por él. En noviembre del 2002 fui con Moisés y avanzamos por el Rivière de la Dispendieuse un tramo pero no alcanzamos a salir a la zona fósil porque la cosa estaba muy acuática e incluso perdí el reloj en una cascada. Volví en solitario y luego con Gelo en agosto del 2003 y avanzamos hasta el comienzo del río de la Javanesa o poco más. En octubre de 2003 un frustrado ascenso a la Sima del Carrio, por el frío y la nieve, nos llevó a una corta incursión en que no pasamos del primer pozo (las paredes estaban chapadas de hielo transparente y los carbureros dejaron de funcionar). En mayo del 2005 el Cura y yo avanzamos bastante y subimos el Pozo Muralla llegando a 50 metros de la sala del Ibis Rojo y quedando atascados en los grandes desfondes sin seguro que son su puerta. En junio de 2005 fui con Manu y Alfredo BK, instalamos un pasamanos y llegamos algo más allá del Ibis Rojo, hasta la Galería del Gluón. En septiembre del 2005 en una salida memorable Manu, Moisés y yo llegamos más allá del Ibis Rojo hasta la belleza de la Galería Léo. En abril del 2007 en una salida inolvidable Manu, Chechu, Miguel y yo vivaqueamos en el Ibis Rojo y avanzamos por el río de la Javanesa hasta cerca del Carrefour de Ixe teniendo que volver por una caída en el río de Miguel. Finalmente en mayo del 2012 fui con Manu, Fonso, Adrián y Jara a la bella red SARP, relativamente cerca de la entrada.



El 17 de junio del 2023 nuestro objetivo consistía en recorrer una parte de la red de entrada, principalmente la Galería de Utrillo, haciendo fotos y reconociendo una cueva que tenía casi olvidada. Y recorrer las otras galerías de la red de entrada que no hemos visitado aún. Por suerte me acordaba bastante bien y avanzamos sin contratiempos hasta la zona en que la galería de Utrillo gira al sudeste. Allí nos "perdimos" ante un pozo por la derecha y un laminador por la izquierda. En el entreacto volvimos un tramo, comimos un poco y visitamos el sector inicial de la Galería des Loges. Quedamos gratamente sorprendidos. Luego volvimos a Utrillo y encontramos el paso que permite seguir hacia el SE. Cierto que hay indicios de que no todo está bien mirado ya que hay un soplo bien notable. De vuelta ya comimos algo más, y comenzamos con las fotos formales, con todo lo que conlleva desplegar cinco flashes y prepararlo todo. Cada foto puede llevar casi una hora. En total paramos en cuatro sitios para hacer fotos. Mientras tanto Guillermo fue tomando vídeos y fotos con un móvil que reserva para ello. Estas fotos no demoran casi nada. 

A las siete y media salíamos por la boca: directamente de una nevera a dos grados a un ambiente tropical. Se me empañaron las gafas y por el camino de bajada, entre nieblas y claros, admiramos un paisaje grandioso amenazado por oscuras nubes de tormenta. Amagó la lluvia varias veces y tronó. En la lejanía los burros contestaban a los truenos. Los rebuznos llenaban de melodías el valle. Alrededor de las ocho llegábamos al coche. Un total de unas diez horas de perfecta actividad. La cueva de Hoyo Salcedillo nos volvió a parecer lo mismo que las veces anteriores: complicada pero digna de visitar, con muchas zonas por conocer, grandes bellezas que admirar y potenciales descubrimientos. Mi impresión es que aquellos que quieran explorarla tendrán grandes sorpresas y satisfacciones...        

  


 

FOTOS (Antonio y Guillermo)