18/6/06

Lobos (11/6/2006) Falsas Esperanzas/Carrio

I.
                El viernes 9/06/2006 vino, en un vuelo a Parayas desde Madrid, Félix, mi antiguo colega del SEII, para ayudar a localizar la sima de las Falsas Esperanzas en el laberíntico lapiaz de Peñas Rocías. Una sima que, inicialmente, localizaron los franceses, posteriormente los del SEII, que descendieron en ella mas de 300 metros,  y que, finalmente, se perdió por más de 25 años. Y sigue perdida de momento.
El sábado 10 por la mañana pasamos por Ramales en donde nos juntamos con Ángel, P.Merino, P.Hierro y Alfredo BK. Nos marchamos para arriba en un día algo más fresco que los vecinos días. La lluvia ligera del día anterior y la brisa nos ayudaron a caminar. Hicimos una parada para coger agua en Fuente Fría y esperar a los dos Pedros que desaparecían y aparecían siguiendo una extraña ley. En el entreacto Ángel se enzarzo a limpiar el grifo de la fuente. P.Hierro le apoyo con decisión. Finalmente P. Hierro consiguió que el agua corriese en abundancia y acuso a todos los universitarios de ser una pandilla de inútiles.
La conversación se centró entorno al conjunto de cavidades y simas que proliferan por este lapiaz y su posible importancia para localizar el río subterráneo colector de este sector del Macizo de Mortillano. Me maravillo la memoria y el entusiasmo que exhibió Félix y también la de Ángel. De camino hacia el lapiaz de Peñas Rocías pasamos por  la misteriosa cueva H44. Los que saben me dijeron que la cavidad consiste en una galería meandrosa y descendente. Exhalaba un potente flujo de aire frío. Esto me resulto extraño ya que la boca actuaba, ese día, como boca inferior. Y me generó suficiente curiosidad como para querer entrar este verano.
Siguiendo por el frondoso hayedo cruzamos el vallecito hacia el noroeste y nos encalomamos a un espolón rocoso desde el que se dominaba el bosque donde debería estar la torca de Falsas Esperanzas. Nos repartimos el pastel en bandas a cota fija. A cada uno le toco un pedazo sino malo aún peor. Tras los primeros pasos por las agujas del lapiaz llegué a un punto en que no podía mantener mi cota. O subía o bajaba. Opté por subir con lo que me tropecé con Alfredo. Seguimos subiendo juntos hasta llegar a una gran dolina en la que observamos nieve y ninguna continuación posible. Atravesamos una franja herbosa hasta colocarnos bajo uno de los mazos de la cresta Rocías/Mortillano. Una cuevecita en la misma base de la pared nos llamo la atención. La breve galería de entrada nos llevo al borde de un pozo de unos 80 metros, como mínimo, en el que estuvimos a punto de caernos por falta de luz. Nos paro el sonido reverberante. Estilo entrada de Cueto. Sorprendidos, buscamos señales de un descenso y las encontramos: tres spits en el borde del techo justo encima del pozo.
Nos enfrentábamos a un importante problema: volver a juntarnos con el grupo que se encontraba hurgando más abajo. A voces conseguimos comunicarnos con Félix y con Ángel. De Merino y Hierro no quedaba ni rastro. Fuimos bajando por un complicado e irreal terreno lleno de agujeros y de agujas. A veces pasábamos por puentes naturales formados por una losa colocada por la naturaleza entre dos torres y otras veces destrepábamos por paredes para volver a trepar de inmediato. Así entramos en un bosque de hayas en que el terreno se suavizó. Bajo un haya centenaria me encontré una hermosa sima. Contactamos con Félix y con Ángel al que acompañé hasta la nueva sima. La zona en que Félix había depositado sus esperanzas no dio frutos. Comimos. Y hablamos por teléfono con Merino y Hierro que habían abandonado la búsqueda y huido hacia la Fuente Fría.
Tras la comida Félix, que exhibía una férrea moral,  nos arrastro a nuevas incursiones cuesta arriba y cuesta abajo para seguir buscando. Descubrí otra nueva sima que fue archivada religiosamente, como la anterior, en el GPS de Ángel pero de las Falsas Esperanzas ninguna señal. Finalmente tras una breve junta general empezamos a bajar hacia Fuente Fría por un camino “bueno”. Menos mal. Todos tuvimos arañazos, magulladuras, picaduras y ortigamientos. Ángel metió la pata en un agujero y se dio un corte en la pantorrilla. Al cabo de un rato alcanzamos la pista y pude volver a caminar placidamente hasta los coches, en donde esperaban, más plácidos aún, Hierro y Merino. Bajamos a La Gándara a tomar cervezas.  

II.
                El domingo 11/06/2006 tras los sucesos del sábado y una cena pampera con efluvios alcohólicos nos decidimos por una bucólica excursión a Zucía con visita a la Cueva del Lobo. A media mañana aparcamos en el comienzo de la pista a Zucía.  Había un perrillo ladrador  y  gente en la cabaña cercana al bosque. Félix, Marisa y yo nos entretuvimos hablando de lugares en donde vivir, lugares en donde comprar una vivienda para estar tranquilo y lugares en donde invertir en una vivienda. También hablamos de formas de energía y del ruido de los aerogeneradores. Insufrible. Toda la zona esta inundada del ruido de los molinos de La Sía. Antes había silencio. Solo silencio. Pero incluso en el bosque el ruido se percibía hasta cruzar el colladín de bajada al Lobo. Pobres duendes y hadas del bosque de hayas.
La llegada a la cueva se anuncio por el vendaval helado en la ladera y la tremenda acumulación de hojas secas de haya.  Utilizamos luces de leds, algo insuficientes para el tamaño de las galerías pero muy cómodas y simples. Anduvimos por la galería del Flysch y las salas medianas hasta la Sala de la Cabra y la gatera de conexión con el meandro Apricot. Luego anduvimos por las galerías que conectan con el Valturón aunque no dimos con el punto exacto en que desemboca el estrecho meandro que proviene de esa sima.
A la salida Félix se mostró contento de haber conocido esta cueva. A pesar de haber venido durante varios años todos los fines de semana y de haber realizado varias campañas de verano, Félix apenas conoce otras cuevas de Soba salvo Garma Ciega/Cellagua y las simas de los alrededores de Garma Ciega y Fuente Fría. Es sorprendente que deban pasar 25 años para conocer un poco esto.


III.
                El domingo 18/06/2006 me levante a las diez y media con una obsesión: recuperar todas las cuerdas que tengo aún en el Carrio para poder utilizarlas en la pared de Zigal.  Marisa estaba decidida a acompañarme y llamo a Aurelio (Yanqui), nuestro antiguo colega escalador, para animarle a venir de excursión. No tuvo que animarle, estaba esperando nuestra llamada de forma inconsciente. Pensaba que había dejado la cuerda del tramo inferior del  primer pozo del Carrio recogida en la cabecera. Así que metí dos cuerdas (30+6), suficientes para equipar el primer tramo de rampa y el salto que le sigue, seis mosquetones, llaves de parabolts/spits y chapas; además mi casco con leds y linternas de reserva. Y nos juntamos en Solares en un día relativamente caluroso pero con nubes.
                La fronda del valle del Miera, las paredes, los argayos y todos los detalles estaban en su sitio. Aurelio no paro de contarnos cosas hasta la casa de Esteban en Valdició.  No había nadie en la casa. Repartí un poco los trastos y partimos. No paramos hasta la sima a pesar de Aurelio.
 Al poco de pasar la planicie morrénica  Marisa y Aurelio, que iban un poco a la zaga, se tropezaron con dos víboras. En esta ladera ya hemos visto muchas veces víboras. Por suerte no me las tropecé yo, que iba con sandalias. Aurelio se dedico a hostigar a la más grande con una vara a la que el ofidio lanzó un mordisco. Cosas de Aurelio. Un poco más arriba del Hoyo Salcedillo comenzó la niebla que no nos abandono ya en la subida. De vez en cuando se habría algún claro fugaz.
Aun a pesar de casi dos años puestas, las chapas se mostraban como nuevas e instale en ellas sin prejuicios. Un minuto más tarde, al alcanzar la cabecera del tramo inferior, me lleve el chasco: la cuerda se había retirado en su día y yo lo había olvidado por completo. Me consolé pensando que iba a salir al calorcito de nuevo. Cinco minutos después me dediqué a sestear  un par de horas sobre la hierba. La próxima vez que pasen dos años leeré los diarios. Deje en depósito las dos cuerdas para volver en breve. El descenso a Valdició transcurrió entre niebla hasta casi el depósito. La casa de Esteban seguía aparentemente sin nadie pero se veían varias puertas abiertas.