22/10/17

Videomensaje


La idea de realizar un vídeo con las fotos surgió de Hilario. A mi no se me hubiera ocurrido porque amo demasiado la letra escrita. Pero cuando me lo dijo, durante la fiesta de aniversario del SCC de finales de agosto, me resultó de lo más obvio. Un soporte de comunicación que puede ser muy contundente si se sabe usar. Para transmitir ideas nuevas es superior al formato escrito en el sentido de que permite llegar a muchas más personas. Ver un vídeo de tres minutos cuesta mucho menos que leer un texto que pretenda transmitir lo mismo. Menos tiempo y menos esfuerzo. En ese vídeo se trataría de enviar un mensaje proteccionista con el apoyo de las fotos.  
Para realizar el vídeo pensé de inmediato en A. Dólera. Es espeleólogo, es un profesional consolidado de la imagen y es un gran amigo. Además el mismo A. Dólera me había sugerido, hace ya tiempo, la idea de hacer un vídeo para apoyar el mensaje de las fotografías. El único problema era que la agenda de A. Dólera es compacta e impredecible. Pero a finales de septiembre llegamos un acuerdo sobre las fechas. Haríamos una sesión en la última quincena de octubre. Quedaba por resolver con quién haríamos la sesión y en qué cueva.
La primera propuesta fue hacerlo en las cuevas de Sant Josep de Castellón con una amiga de A. Dólera  llamada Esther y que es música. Pero Esther tenía una agenda que nos hubiera llevado a editar el vídeo a mediados de noviembre. Teniendo en cuenta mis propias necesidades pensé hacer una sesión en Cantabria con Irene, una amiga violinista.
A A. Dólera la idea de pasar un par de días en el norte visitando alguna cueva le gusto. Y a Irene la idea de posar le encantó. Fijamos una sesión para el 22 de octubre. Un conocido me proporcionó el contacto de un músico flautista, Juan Saiz, que tocaba y grababa en cuevas. Pensé que podía ser interesante juntar a ambos músicos en la misma sesión. Violín y flauta. No obstante cuadrar en esa fecha a todos me pareció un suceso poco probable.
          Mientras tanto fui una tarde a la Cueva del Narizón para revisar sus escenarios. Aunque la cueva tiene varias salas medianas bien decoradas me pareció un poco complicada para Irene. Pero lo peor eran los alrededores para las tomas con el dron: un polígono industrial.  Llegó la respuesta positiva de Juan –y la de Irene-, llegó la idea de realizar el video en el marco incomparable de La Puntida y llegó A. Dólera procedente del sur. 



El domingo 22 por la mañana unas nubes oscuras amenazaban con descargar lluvia. Pero en Ajanedo el tiempo se mantuvo estable. Solo cayeron unas pocas gotas. Esto nos permitió realizar un vuelo del dron del que obtuvimos unas hermosas visiones del valle del Miera. Además realizamos tomas de video subiendo por el bosque, en la boca de La Puntida y cuando se estaba preparando la sesión.
La idea era realizar una sesión fotográfica en las salas más decoradas de La Puntida. Sin embargo hubo que cambiar de planes. A Irene el ambiente subterráneo -y el tránsito por zonas de bloques con pequeñas trepadas y destrepes- le afecto sobremanera. Cuando comprobé que la localización proyectada no era alcanzable hice un intento de sustituirla por las pequeñas galerías de la derecha en donde hay también buenas localizaciones. Pero el paso entre grandes bloques o el deslizarse entre dos bloques no era posible tampoco para Irene. Finalmente nos conformamos con la zona plana final a la derecha de la sala de entrada.
En sí la sesión fue sencilla y rápida. Disposición de flashes en X + flashes de paisaje en dos posiciones.  Usé el 55mm para todos los disparos. Finalmente fui tomando las tomas de paisaje. A la salida A. Dólera hizo una entrevista a Juan para incluirla en el vídeo.
            El tiempo había mejorado cuando salimos de la cueva. Invitaba a quedarse por allí el resto de la tarde. Nos fuimos a tomar algo y a comentar las vicisitudes al mesón de San Roque.  Las croquetas que preparan son excelentes. Y en general todo lo que cocinan está superior.
          A finales de la tarde A. Dólera y yo tuvimos tiempo todavía de hacerle una entrevista a Ramón Bohigas. Y al dia siguiente, lunes, los entrevistados fuimos Adrián y yo mismo. Con todo ese material había de sobra para sacar adelante un vídeo de tres o cuatro minutos y otro con entrevistas de más largo. Quizás hasta veinte minutos. Suficiente para enmarcar y lanzar el mensaje proteccionista y de conservación del Patrimonio Subterráneo…

21/10/17

Breve



Contacté con Miguel el jueves 19. Me dijo que iba a Udías con Nacho y Manu. Tenían intención de explorar unas nuevas galerías en una zona no demasiado remota. Yo tenía que estar pronto en casa para recibir a un amigo que venía del Sur. Y ellos no tenían prisa. Era un poco difícil compaginar ambas cosas. Quede con ellos para acompañarles en el trayecto facilón. Y luego me saldría haciendo fotos. O lo que se me ocurriese en el momento.
Antes de ir Bustablado desayunamos en un bar de carretera llamado Los Abetos. Aunque aparentaba ser un bar corriente los pinchos que ofrecían sobre el mostrador se revelaron como pequeñas joyas culinarias. Pedí uno que presentaba una combinación de salsa, calamar y vegetales de ensueño… allí no parecía haber prisa por nada. Mientras disfrutaban de un desayuno imperial saqué la cámara y me puse a retratarlos. Al cabo de un rato interminable de charlas variopintas nos marchamos por la puerta en dirección a Bustablado.
De un  zulo cavernario, al que llaman almacén de material, Manu sacó un montón de trastos destinados a seguir con las exploraciones espeleológicas en Udías. Los metió en su furgoneta, se montaron él y Nacho en ella y yo les seguí en mi coche acompañado por Miguel. No tardamos casi nada en llegar a Sel del Haya.
Los preparativos con calma suelen dar muy buenos resultados. El día se presentaba inmejorable para disfrutar al aire libre. No había ninguna premura por entrar en el oscuro agujero minero. Al menos por mi parte. Reconozco que le tengo cierta inquina a la Cueva-Mina de Udías. He de admitir que posee rincones de una singularidad y belleza excepcionales, pero la necesidad de recorrer largos tramos de mina, zonas de barro pegajoso y sectores de río contaminado me predisponen negativamente. No es una cueva que me resulte energéticamente rentable. Al menos a mí.
Sólo tuvimos que caminar cincuenta metros desde la entrada. Cuatro seres blancos, aliens en un mundo de sombras, nos esperaban en el camino. Pasamos a su lado con un cuidado exquisito. Fotografiarlos con calma suponía un tiempo. Mejor hacerlo al salir: pues ahora no quería interferir en el ritmo de los exploradores.
Las galerías seguían iguales que en mi recuerdo. Nada parecía haber cambiado sustancialmente. ¿O tal vez eran mis recuerdos los que se adaptaban a lo que veía? Por que ¿dónde moran nuestros recuerdos cuando no son recordados? ¿Acaso en un conjunto de neuronas? ¿O quizás en una configuración de actividad neuronal? De cualquiera de las maneras en que ese enigma se intente responder la respuesta nos conduce a nuevas y más difíciles preguntas. Después de eso llegamos al lugar donde los caminos cómodos se acababan para Miguel, Nacho y Manu. Iban a explorar. Les hice un par de fotos y me despedí de ellos.
Volvía solo hacia la luz. Nunca he sentido temor en las cuevas. Me producen un sentimiento de ser acogido y protegido. Es algo casi onírico. Por eso practico -a veces- la espeleología sin compañeros humanos. Me acompañan los otros compañeros que pueblan la mente en número ilimitado.
Llegue a mi cita con los aliens. Allí estaban sin más. No necesitaban la luz. Coloqué la cámara sobre la saca y, para iluminarlos lateralmente, pose un flash a cinco metros. Luego mire. En la lejanía estaba la puerta. La luz del día, filtrada por la vegetación, era verde. Los barrotes dibujaban sobre esa luz una señal. Enfoque la cámara de nuevo e hice una foto.
          El día estaba radiante. Mientras me alejaba me detuve mentalmente. Aquello era aún más claro. No encontré ningún obstáculo nuevo después de eso…




14/10/17

Lláneces




El viernes trece de octubre me pase por el local del club para ver si hacíamos espeleo. Estaba flirteando con la opción de ir a la travesía Rubicera-Mortero. Pero yo sabía que para realizar esa actividad se necesita gente bastante motivada. En mi humilde opinión no es una actividad espeleológica dura pero puede resultar muy cansada si se tiene poca técnica o una forma física escasa. En realidad una de las veces que realicé la travesía iba con gente de escasa experiencia y no muy hábil. En total 10 personas. Tardamos 11 horas. No estuvo nada mal.
La opción a la que todos se apuntaban sin dudar era la del Hoyo de Lláneces. El fin de semana anterior lo habíamos sustituido por La Puntida  y había algún descontento que quería desquitarse. A mi también me apetecía Lláneces. Quedamos en La Cavada el sábado a las nueve.
Casualmente, mientras andaba por la Cavada, me cruce con Jaime&María. Iban a escalar al Mazuco. Últimamente siempre voy a contrapelo de los amigos con los que escalo e incluso de los amigos con los que hago espeleología de forma esporádica. Pero siempre, de una manera o de otra, volvemos a coincidir para compartir algo juntos. 
Poco después los seis que íbamos a Lláneces ocupamos por completo la furgoneta de Julio: Nano, Ana, Luci, María, Julio y yo. En Arredondo paramos a desayunar en un bar. Esto parece ser una constante en las actividades del SCC. Parar a desayunar pero también a conseguir el almuerzo que va a tomarse en la cueva. Sin duda es una fase preliminar esencial. No creo que nadie en el club se plantee ir a una cueva sin parar a desayunar. El desayuno es la comida más importante del día. Al menos eso dicen.
La búsqueda de Lláneces fue laboriosa. Primero nos confundimos de carretera. En vez de coger la que sube desde detrás de la iglesia tomamos la que va a lo largo del Asón río abajo. Después no identificábamos el punto de parking que otras veces habíamos usado. Yo recordaba un transformador, pero en realidad era una cabaña. Finalmente gracias GoogleMaps, y a un paseo que me di a lo largo de la carretera, pudimos dar con el sendero. En menos de diez minutos llegábamos desde el parking a la boca de la cueva salvando dos vallas de alambre.
Encontramos unas instalaciones para los pozos de calidad inmejorable: Argollas de acero inoxidable sobre anclajes químicos. Todo cómodo y simple. Primer pozo con una cuerda de 20. Segundo pozo bastaría una de 15. Tercer pozo-rampa con una de 30 y último salto con una de 20. En realidad el pozo-rampa se puede destrepar en parte, sin mucho riesgo, y así sólo se necesitaría una cuerda de menos de 15 en la zona de abajo. Durante la bajada de los pozos realizamos dos fotos con flashes.



Ya abajo hicimos una foto en el salto final y luego otra en el paisaje de formaciones. El almuerzo sucedió sin que yo me enterase demasiado. Después  avanzamos por el ramal oeste. No encontré la zona que recordaba haber visitado con Miguel pero me sorprendió una desobstrucción en marcha al fondo de la galería. Despojados de todos los trastos pasamos Ana, Nano y yo una gatera sopladora encontrando nuevas galerías al otro lado. Avanzamos bastante, hasta otra desobstrucción en marcha por la que se escapaba la corriente de aire.
A la vuelta fuimos revisando los bordes de la galería para intentar encontrar, sin éxito, lo que mis recuerdos me dictaban. Al poco Luci y Ana empezaron a hablar de salir ya porque ellas “iban a ir despacio”. Pero yo quería visitar el ramal este y hacer una foto. Mientras ellas comenzaban su ascenso, Julio, Nano, María y yo nos dimos una vuelta hacia el este y preparamos una foto bajo los hermosos pendants de esas galerías. A la vuelta, mientras algunos iban subiendo, hicimos otra foto, idea de Nano, en la que el protagonismo lo llevaba la sombra de un ser humano sobre una pared cargada de excéntricas.
Nano fue desinstalando y recogiendo cuerdas que fueron pasando a los que iban delante. En muy poco tiempo estábamos todos bajo el tremendo solazo, cambiándonos a ropa limpia, junto a los coches. Y unos minutos después aterrizábamos en Arredondo. Al bajarme del coche un perro grandón y negro me gruñó. Luego resulto ser el perro maleducado del bar al que entramos. La elección del bar fue debida al buen corazón de Julio: los otros bares están llenos de clientes y ese tenía muy pocos, ¡hay que darles de comer a todos! Una verdad que, en el fondo, nos benefició. Era un sitio tranquilo junto al río con muchos árboles. Allí, aparte de comer y de beber, volví a la carga con las expectativas de actividad en las próximas semanas. Quizás Wonderland, quizás El Patio, quizás La Rubicera, quizás, quizás…


8/10/17

Un poquito de espeleo



El viernes seis de octubre me pase por el local del club para confirmar el préstamo de los cascos con iluminación led. Los necesitaba para la foto del sábado. Y de paso quedamos para visitar el Hoyo de Lláneces el domingo. En total íbamos a ser cinco: Nano, Lucy, Julio, Juan(el joven) y yo. Quedamos a las diez de la mañana en La Cavada.
Por la noche, ya con la almohada, pensé que era un poco tarde, las diez, para ir a Lláneces, una sima, ya que yo debía estar a media tarde en casa y las cosas nunca van como esperas en espeleología. Al despertar se me ocurrió proponerles ir a La Puntida. Era una cueva de la que ya  habíamos estado hablando, estaba en la lista de cuevas a visitar y desde luego era muy interesante. Bonitos formaciones en mucho sitios, grandes salas y mucho donde hurgar. No me olvidaba de que en anteriores visitas percibí en varios sitios corriente de aire.
No me costó demasiado convencerles de la propuesta aunque Lici protesto un poco ya que ella tenía ilusión por Lláneces. En Liérganes paramos a desayunar. Se trataba del segundo desayuno de Nano pero del primero de Julio. Luego paramos a comprar pan y almendrados. Cuando llegamos a Ajanedo eran las doce casi. Entre los preparativos y las movidas del reparto de flashes para las fotos se nos hicieron las tantas. Pero finalmente subimos la cuesta entre hayas y alcanzamos la enorme boca.
Primero fuimos a visitar las salas finales todo al fondo. Hermosos sitios. Hicimos dos fotos. En una los protagonistas eran Luci y Juan y en la otra Nano y Julio. La técnica fue cámara a mano alzada y y flashes en la mano de los espeleos. En menos de diez minutos se resuelve una foto. Después fuimos a ver un pasaje entre bloques y una continuación que me había llamado la atención en una ocasión anterior. Lo que encontramos fue un sendero trillado, con hitos, que, aparentemente, volvía hacia la sala de entrada.
Regresando hacia la salida nos desviamos a la izquierda a una zona de galerías concrecionadas. Un pocete de cinco metros por el corría una fuerte corriente me llamo la atención como en veces anteriores. Montamos el pocete con dos cordinos anclados a puentes de roca naturales y descendimos Nano y yo. Parece que los demás no se animaron. Recorrimos muchos metros de galerías, con y sin corriente, durante unos tres cuartos de hora y volvimos hacia la salida sólo por no preocupar a los compañeros. Realmente nos quedo muchísismo por mirar.
En la cabecera del pocete un leyenda en el barro ponía FUERA. Enseguida estuvimos con ellos. Y enseguida estuvimos comiendo en un banco de Ajanedo las cositas que habíamos llevado. El tiempo estaba maravilloso, la compañía era agradable y teníamos tiempo para disfrutar. Aunque me supo un poco a escaso el tiempo que anduvimos cueveando…






7/10/17

El Equipo (de Rugby)


Primera parte (primeros del 2017)

Un día, hace meses ya, fui a visitar a mis antiguos compañeros de trabajo. Les enseñé algunas de las fotos que estaba haciendo en cuevas. Creo que fue a Otilia, o tal vez fuese a mí, a quien se le ocurrió la idea de hacer una foto en una cueva del equipo, infantil o junior, del Racing. Esto era posible dado que Otilia mantiene una vinculación importante con dicho equipo. Ella es, además, profesora de Educación Física y por lo tanto sintoniza con facilidad con los chicos del equipo y con los entrenadores. Me gusto la idea. Consideré que difundir una foto como esa era una manera muy eficaz de llevar a los jóvenes el mensaje de que el Patrimonio Natural Subterráneo merece algún interés. O al menos de que aquí, en Cantabria, hay muchas cuevas y muy bonitas. Sin embargo era una idea difícil de realizar. Además de la aprobación de los padres (y de los chicos) era necesario el visto bueno del Jefe de Prensa y de la Dirección del Racing. Debido a la cantidad de compromisos y condicionantes de un club como el Racing los permisos para ir a hacer la foto no iban a ser pan comido.    
           Algo después, en primavera, volví a hablar con Otilia. Ella había hecho gestiones sobre el tema pero las cosas se retrasaban y no había respuesta concreta. Quizás en mayo/junio se podría. Si embargo los días pasaban y no había movimientos. Le sugerí ir a hablar yo mismo con el Jefe de Prensa y explicarle el proyecto. Pero eran fechas  complicadas para conseguir una entrevista. Así pues las cosas, y en parte por mis propios compromisos, las circunstancias aconsejaron posponer el tema a septiembre. De todas maneras intente dos gestiones para conseguir un equipo. Una fue el femenino de balonmano de Castro y otro el de remo de Maliaño. Las cosas no funcionaron.



 Segunda parte (septiembre y octubre del 2017)

            A finales de agosto reanudé mis contactos con Otilia. Me dijo que los permisos estaban conseguidos salvo el visto bueno de la Dirección. Durante la segunda quincena de septiembre permanecí a la espera y mientras tanto realicé dos salidas a la Cueva del Escalón para preparar la sesión. En una primera salida con Marisa localicé tres buenas zonas para la foto e hice varias tomas de prueba. En una segunda salida, yendo yo solo, tomé varias fotos de la zona de entrada para componerlas en un collage. Esto proporcionaría el paisaje de fondo de la foto con el equipo.
            La falta de respuesta por parte del Racing me empujo a buscar otros equipos. Fue a través de mi amigo Chus como conseguí contactar con un entrenador –Pedro- y con el director –Miguel- del Club de Fútbol Los Ríos. Sin embargo conociendo ya las dificultades que conlleva mover a un equipo de chicos junior no abandoné las búsqueda de otros posibles equipos.
Una noche que andaba por la Plaza Porticada visitando los stands de la Noche de la Investigación Científica me encontré con dos compañeras de espeleología, arqueólogas en activo, que andaban en el stand de esa disciplina. Les enseñé algunas fotos y Ana, una de ellas, me recordó que pertenecía al equipo femenino de rugby de la Universidad de Cantabria. Bingo!! ella quería ayudarme a hacer la foto y vendría con todas las compañeras que pudiesen. Hay que tener en cuenta que un equipo de rugby pone en el campo de juego a catorce jugadoras. Después de varios días, tras hablar con sus compañeras, consiguió que cuajase una cita para la foto con seis o siete jugadoras. El sábado ocho de octubre iríamos por la tarde a hacer la foto.
A las cuatro y media del sábado me reuní en Solares con Ana y María, arqueólogas ambas, Mary, profesora de francés, Lara, Valva, enfermera, y Egatia. Nos arreglamos en dos coches, el mío y el Prius de Lara. Cuando llegamos a Val de Asón la sombra de las montañas caía sobre la ladera Oriental de Peña Lavalle. Mejor que mejor para caminar. Las chicas del rugby tenían un espíritu positivo y colaborador y en poco tiempo todos estuvimos listos. Cuando les dije que al entrar en la cueva había algo de barro se rieron de mí. En el rugby se revuelcan en el barro.
Mientras colocaba los flashes en posición Ana fue a dar una vuelta por la cueva con las chicas. Para las tomas use un 55mm que, aunque no daba un campo suficiente para el paisaje, proporcionaba una nitidez perfecta. El paisaje ya estaba conseguido anteriormente. En media hora hicimos veinte fotos en todas las poses posibles. Incluidos varios lanzamientos del balón apepinado. Les propuse hacer varias tomas en otra localización más al interior. Una salita con el techo cuajado de formaciones y como telón de fondo la oscuridad de la lejanía. En cinco minutos estábamos en posición. Se trataba de un sitio más fácil que el anterior. Hicimos otras veinte tomas, recogimos todos los trastos y fuimos saliendo.
         Anochecía cuando llegamos al exterior. A Egatia, que cojeaba un poquito, hubo que ayudarla varias veces. Por el camino de vuelta paramos a visitar Coventosa. Siempre motiva llevar a gente no iniciada en la espeleo a una boca como la de Coventosa. Es un sitio perfecto para contar historias y batallas de espeleología. Siempre conviene echar el anzuelo a ver si a alguien le atrae el mundo subterráneo. En Arredondo, ante unas cervezas les continué contando bellas historias de espeleología. Aparentemente ninguna de ellas, salvo Ana, decidió ir más allá en estas cosas. Pero nunca se sabe…