30/11/13

Carteles




            El mundo gira a pesar de todo. La basura y los diamantes van juntos. A la vez. Miro las nubes que se adensan y oscurecen. Un pálido reflejo nacarado suaviza los matices del gris. Me recuerdan los paisajes del centro de Islandia, entre el cielo y la tierra. Luego vuelvo a mirar el texto del cartel. Sigue lloviendo. Terminaré los carteles mañana martes y los plastificaré. Luego tendré que cortar el tablero plástico de celdillas para dar asiento a los carteles. Pero lo conseguiré. Si, el jueves lo tendré todo preparado. Incluida la batería, el taladro, los elementos de fijación, el material de balización, las estacas largas, el equipo fotográfico… la comida la prepararé el mismo viernes por la tarde.  
            He quedado con Miguel en casa de Chicha, en Gibaja. Con él estarán Zaca, Antonio, Tripi y Hugo. Me levanto temprano, a las siete, y salgo antes de y media. Estoy por la labor de hacer una incursión ágil. Escucho el nuevo disco de Björk. Me resulta extraño, como toda su música al principio. Luego me enamora. Pero éste me parece más raro todavía. Hay cambio de planes: Hugo no viene y, en cambio, si lo hacen Ángel y Carlos. Carlos es amigo de Miguel y médico como él. Mientras desayuno el tiempo discurre con calma. No tengo mucho apetito. Me siento un poco bajo a nivel físico. Parece que incubo un buen catarro. Mejor el silencio.
            Los preparativos se alargan y alcanzamos la boca de la cueva a las diez. El borde de un chubasco me roza levemente. Los compañeros, que llegan unos minutos después que yo, no tienen tanta suerte. Les cae un pequeño chaparrón encima. No es un asunto serio. Sólo una incómoda y vulgar mojadura que se les secará andando por la cueva. Cómo vamos un poco lentos pienso en adelantarme para instalar el Pozo de las Hadas. Así cuando lleguen no habrá esperas inútiles. Recorro el Delator a la máxima velocidad que me da el resuello. El estómago lleno de desayuno no me ayuda a ir agachado, en cuclillas y a rastras. Es como si tuviera sólo la mitad de mi capacidad torácica usual. Pero después de terminar la instalación del pozo todavía no hay nadie por allí. Descanso un poco mientras oigo bajar a Miguel.
            Llevo esperando un buen rato junto la cascada de la Sala del Ángel. Zaca, Tripi y yo decidimos adelantarnos para poder hacer el trabajo con calma. Miguel se queda con Antonio, Carlos y Ángel. A partir de este momento nos movemos a un ritmo eficaz. No vamos deprisa, pero tampoco despacio. La llegada a Anestesistas se produce suavemente, sin ningún ruido especial. La galería cambia de ser un montón de cascotes de arenisca a ser un hermoso arenal delicadamente nevado aquí y allá...
            El primer cartel queda instalado con la ayuda de un hito que le da la verticalidad adecuada. Luego vamos a colocar el del punto 5. De nuevo construimos un hermoso hito para mantener en posición su cartel. En el punto 2 dudo. ¿En qué posición debemos colocar el cartel? Pero queda tan perfecto como los otros. Es un buen lugar para sentarse a comer y descansar. Cuando estamos saliendo hacia el punto 4 oímos llegar al resto de los compañeros. Tras un corto intercambio nos vamos a colocar el último cartel. Mientras taladro la roca para colocarlo en la pared Zaca hace un intento de entrar en la zona de flores de aragonito. Pero no le va bien entrar con el mono exterior. Parece que se le va a romper. La taladradora se pone farruca un par de veces. El gatillo se atasca con el seguro, y sólo moviendo éste vuelve a funcionar. Mal que bien acabamos la instalación y me siento liberado de la tarea.
            Nos juntamos con el resto del grupo en el punto 3. Inicio una sesión fotográfica con ayuda de las luces frontales de los compañeros. Desde el extremo de la galería hago algunas tomas con contraluces y luces rasantes. Luego me dedico a los detalles de las pequeñas galerías. En conjunto necesitaría varias horas para quedar satisfecho. Pero tampoco es despreciable el número de tomas que hago. Todo el grupo se dedica con afán al video y la fotografía durante un largo rato.
            Comemos en el punto 2. Hay un caldo muy rico que han traído en un termo. No sé si es obra de Zaca o de Antonio, pero es un buen invento. En cuanto acaba la comida empieza la inquietud. Hay que salir. Me tomo con mucha calma los movimientos. No quiero cansarme. Algo más allá Zaca y Miguel se desvían para ir a visitar una zona que Miguel no conoce aún. El resto sigue su camino hacia el exterior sin prisa pero sin pausa. Como tengo que reparar algunos detalles de las balizaciones encabezo la subida del Pozo de las Hadas. Las combas están algo cortas. Ángel y Carlos pasan un poco de apuro en uno de los fraccionamientos. Para las próximas ocasiones debo tener más en cuenta el chicleo de las cuerdas en  la medida de las combas.
            No tardo mucho en colocar las sujeciones del hilo y un par de tarjetas de aviso. Una vez pasado el Delator dormito un rato saboreando el descanso, pero el frío me pone en acción de nuevo. Encuentro mi camino realizando unas cuantas fotos, con trípode y unas linternas de apoyo lumínico. Son linternas baratas que compré en una web china. La luz que arrojan es potente, pero el ángulo es muy reducido, y poco uniforme la densidad lumínica. No dan buen resultado en general. Lo más importante sería tener un superficie iluminada uniformemente, a ser posible con un ángulo mayor de 90º. Tendré que buscar el material adecuado.
            La salida se realiza ordenadamente, en fila, sin mayor complicación. No llueve pero hace unos deliciosos 4ºC ambientales. Las corrientes de aire de la cueva están un poco locas hoy. Por la mañana salía aire y ahora, que hace más frío, el aire entra. Cosas interesantes.
Bajamos hacia Gibaja. Pero antes Zaca me regala un cuerda gorda y nueva. Es poco útil para montar pozos, pero ideal para pasamanos. Y también un cable de acero inoxidable, excelente para lo mismo. Son unos magníficos regalos para la revisión de instalaciones que se avecina.
Uno de los momentos mejores de la jornada es dejarse llevar por el coche, arrebujado y caliente, en el asiento trasero. Desconecto de intereses. El grupo se aproxima hacia una noche hedonista en casa de Chicha y yo, en otro lugar diferente, también: es el cumpleaños de mi hijo Eduardo.    



24/11/13

Tontos

Texto: Antonio G. Corbalán
Fotos: Miguel F. Liria


Tonto/Falto o escaso de entendimiento o razón.
Hacerse el tonto/Aparentar que no advierte algo de lo que no le conviene darse por enterado.

            Me vi con Miguel a las diez en Ramales. Había sido una semana invernal/infernal. Y estaba siendo un día invernal. Cuanto más al este peor era el tiempo. Me habría quedado en casa bien calentito. Pero sublimé mis tendencias hedonistas y me monté en el coche. Había quedado, y los trabajos que íbamos a realizar eran urgentes. Lo que nos había pasado a nosotros podía pasarle a otros. Y, quizás, no tener buena suerte.
El remate de la balización en la Sala del Mago había sido un objetivo incumplido el fin de semana anterior. Encontramos una de las cuerdas de acceso a la Sala en un estado lamentable. A más de cinco metros de altura, la camisa de la cuerda estaba destruida por completo debido a un roce. Sin embargo a simple vista, desde abajo, era difícil de ver porque el color de la cuerda se había igualado con el de la pared. Miguel ascendió varios metros hasta que advirtió el estado de la cuerda y luego se bajó a toda velocidad. Lo que nos preguntábamos, una y otra vez, es cómo los últimos espeleólogos que la habían utilizado no dejaron un nudo para evitar el roce o, al menos, un claro aviso de que la cuerda estaba deteriorada. Sin embargo el simple hecho de hacer un nudo hubiera facilitado totalmente la substitución de la cuerda. Solamente un grupo de tontos pueden dejar una cuerda en ése estado sin hacer nada. Podría haberse herido o matado alguien.
Mientras nos preparábamos, y subíamos hacia la boca, las lloviznas nos molestaron de forma intermitente. Los brezos, tojos y roblecillos nos dejaban un buen empape. Como la subida es corta no daba para empaparse totalmente, y además luego, en la cueva, caminando todo se seca.  La corriente aspirante de la entrada era fuerte. En el exterior se notaba bastante más frío que dentro. Nada más entrar se mezclaban aire -muy frío- del exterior con aire -muy húmedo- del interior, formando una neblina de condensación que unos metros más allá, en cuanto te alejabas un poco de la entrada, desaparecía. De hecho la cueva resultaba bastante confortable en comparación con el exterior.
Portábamos un par de sacas. Eran algo pesadas para ser una incursión a un punto tan cercano. Cuerdas, taladradora, baterías, equipo de balización, equipo fotográfico, etc. Acceder a la cabecera de la cuerda medio rota exigía el tránsito, bastante arriesgado, de una cornisa. Ésta vez volvíamos con material variado. De hecho iba a probar los roscapiedras por primera vez. Puesto que nunca había metido un roscapiedras decidí hacer una prueba antes de empezar la escalada. Primero hice un agujero de diámetro 6 mm. Pero no pude introducir el roscapiedras. Giraba sin entrar; incluso le di un par de martillazos suaves, a ver si empezaba a morder, pero no funciono. A continuación probé con una broca de 8 mm. Pero resultaba demasiado holgado para el roscapiedras. Estaba claro que el agujero debía de ser de 6 o 7 mm. Y también era evidente que éste asunto requería algún aprendizaje. Por la cuenta que nos traía opté por los clásicos parabolts de 8 mm. 
Para comenzar la travesía de la cornisa primero hacía falta trepar una chimenea fácil, pero estrecha, de unos diez metros. Subió Miguel primero y le envié las sacas con una cuerda. Luego subí yo. Instalamos una reunión desde dos parabolts, me ordené el material lo mejor que pude y comencé la travesía. Por una repisilla arenosa avancé unos cuantos metros y a su final coloqué un seguro. Luego subí con buenas posiciones para pies hasta otra repisilla arenosa y coloque otro seguro.  A partir de aquí la cosa se ponía un poco más fina, pues había que ir en adherencia y no estaba nada claro el nivel de adherencia. Había una pátina barrosa pero seca. Lo mismo pisaba y me deslizaba hacia abajo... Además estaba impresionado, pues los exploradores del SCD pasaron hasta más allá de donde yo estaba sin ningún seguro…  Con un poco de decisión subí en diagonal poniendo los pies en adherencia hasta que alcancé una presa para la mano con la que conseguí estabilidad. Allí me encontré con un spit sin chapa. Bravos los exploradores del SCD. Metí un nuevo seguro y con un par de pasos llegué a otra repisilla arenosa que seguí hasta la plataforma final. Desde ese punto había un corto destrepe -un poco tonto- para alcanzar la cabecera. Así que opté por volver y descolgarme directamente hasta dicha cabecera. Asegurando  Miguel pasó con todo el peso, recogiendo todas las chapas salvo la última.
Después de unos breves preparativos, y de agenciarme la afilada navaja de Miguel, me dispuse a cambiar la cuerda y a meter un fraccionamiento adicional dejando así una instalación apta para tontos. Me costo un buen rato encontrar la solución. La roca en el primer tornillo es poco fiable y la chapa baila sobre la rosca. Opté por meter un reaseguro al lado y un fraccionamiento tres o cuatro metros más abajo.
En el siguiente resalte, de unos cinco metros, la cuerda tenía una flor importante. Faltaba bien poco para que cascase. Y es que tal y como está hecha la instalación tiene mala solución. Como el último  pozo estaba muy regado decidí dejar los apaños de éste último para otro día. Me dediqué a arreglar la instalación del resalte y Miguel se fue a dar un paseo, con ducha incluida, por la Sala del Mago.
A la vuelta, ya debían ser las tres, nos encontramos con un grupo de chicas espeleólogas. Cinco chicas y un chico. Habían entrado muy tarde porque no encontraban la boca. Y ahora estaban practicando la orientación en la cavidad. Con topo y brújula. Esa es la manera de conseguir ser autónomo en una cavidad. Coges la topo y te pones como meta llegar a cierto lugar. Al cabo de un tiempo acabas yendo a cualquier sitio. Eso sí: el aprendizaje requiere paciencia y tesón.
A la salida, y mientras nos cambiábamos, nos llovizno débilmente. Estábamos contentos del trabajo que habíamos realizado. Y para el próximo fin de semana, si no mejora el tiempo francamente, preveo que de nuevo iremos la hermosa Red del Gándara.





16/11/13

Multitudes

Texto: Antonio G. Corbalán
Fotos: Miguel F. Liria



     Aquel día había nevado. Mavil tomo la sabia decisión de evacuar, sin esperar a vernos, su campamento en Soba y coger rumbo al Sur. El deseo de conocer las cuevas de Cantabria sólo le dio ímpetu para cinco días. Pero con el invierno cantábrico no se puede jugar impunemente. Así las cosas llamé a Miguel y acordamos una incursión leve en la Red del Gándara. Había que acabar algunas tareas de balización y revisar algunos desperfectos en las zonas ya instaladas. Pero fundamentalmente teníamos que realizar algunas instalaciones nuevas, balizaciones urgentes por su cercanía a la entrada de la cavidad. Me hubiera gustado contar con un grupo más nutrido de colaboradores pero las circunstancias no lo permitieron.
            Eran casi las once cuando llegamos a la desviación del Portillo de la Sía. La carretera estaba bloqueada por un rebaño de vacas. Dos chicas jóvenes, con aspecto saludable y enérgico controlaban el rebaño. Iban a pie y portaban flexibles varas de avellano extremadamente disuasorias para los bóvidos. Al fijarme en el ganado me sorprendió el evidente cruce de razas que pintaba en su piel: vacas rubias, al 50% o más, con tudancas. Algunas portaban los típicos anteojos de esa raza. Me apeno que no fuesen 100% tudancas. Me gustan las tudancas: ágiles como cabras. Pare el motor para saborear el espectáculo. Era evidente que la amenaza de las nieves tempranas les había obligado a hacer ese trabajo el sábado por la mañana. El telón se cerro con dos adolescentes a caballo. Seguramente eran los hermanos pequeños de las chicas.
            Unos doscientos metros carretera arriba accedimos al aparcamiento acostumbrado. Un enjambre de espeleólogos rodeaban los tres coches aparcados. Sin dudar ni un instante dimos la vuelta para dejar el coche más abajo, junto a la curva de la desviación. En cinco minutos estábamos listos  y andando. Camino de la cueva nos mezclamos con un pequeño grupo de británicos. Uno de ellos comentó que iban hacia la Sala del Ángel. A pocos metros de la entrada nos sobrepasaron casi todos. Teníamos que revisar las fijaciones del hilo a las varillas.
No tardamos mucho en reparar todas las instalaciones hasta el Delator. Sólo faltaban algunas fijaciones que habían saltado, con toda probabilidad, por la fuerza producida al formar el hilo ángulo obtuso en un plano vertical y no estar bien afianzado. De cualquier forma una revisión anual o bianual sería suficiente para las instalaciones más transitadas. Realmente es muy raro que alguien tropiece y rompa una varilla y mucho menos el hilo. Que yo recuerde solo he visto, en los más de tres kilómetros que están balizados en las cavidades cántabras, una varilla rota por un tropezón.
El objetivo principal consistía en terminar la balización en la Sala del Mago. Desgraciadamente encontramos una de las cuerdas de acceso a la Sala del Mago en un estado lamentable. A unos cinco metros de altura la camisa estaba destruida por completo debido a un roce. El alma era perfectamente visible a lo largo de cinco centímetros al menos. Intentamos acceder a la cabecera escalando en chimenea hasta una cornisa. Pero la cornisa se cortaba exigiendo un paso arriesgado. La seguridad requería colocar alguna fijación y el uso de cuerda de escalada. Es digno de destacarse que la realización, por parte de los últimos usuarios, de un sencillo nudo hubiera facilitado el ascenso y sustitución de las cuerdas.
La balización de una desviación de la Sala del Fisc exigió poco esfuerzo mental y físico.  Justo después de acabar fuimos a visitar una zona cercana, que no conocíamos ni Miguel ni yo. Encontramos, más allá de unas gateras, una sala con un pozo y unos aportes cuyas posibilidades de prolongarse resultaban obvias. Hará falta material y esperar una época de menos lluvias para poder mirarlas.
Mientras Miguel iba de visita a la zona superior del Jacuzzi, comencé la colocación de varillas en la Galería preliminar a la Sala del Fisc. Ésta zona, que en un primer análisis no parecía requerir balización se ha mostrado interesante al mirar con más detalle. Corales y riachuelos salpican el suelo y, tanto en su comienzo como en su final, es necesario indicar sin ambigüedades donde se debe pisar (para no pisotear todo) Mientras terminábamos este trabajo pasaron de vuelta los británicos. No habían conseguido llegar a la Sala del Ángel por falta de cuerda en los pozos.
Salimos relativamente pronto y descansados. Dedicamos un rato, sobre el plano, a estudiar las posibilidades de continuación pero, mientras elucubrábamos, cayeron varias cervezas en el Restaurante de Casatablas. Lo que está claro es que se presenta un conjunto de atractivos proyectos espeleológicos para el próximo año. Y la necesidad ineludible de balizar las zonas sensibles de las cuevas transitadas por multitudes.



10/11/13

Arroz




                 El arroz cocido es totalmente comestible.  Pero si está duro puede resultar muy difícil de masticar. Así es la vida: unas veces masticamos durezas y otras veces un aromático y buen arroz. Sin embargo el arroz es el mismo siempre: su naturaleza es idéntica. Todo depende de cómo lo tratemos. Si lo cocinamos con esmero puede dar como resultado un plato delicioso, pero si no lo cocinamos puede partirnos una muela…
            Las personas son como el arroz. Si las tratamos bien y con un punto de creatividad pueden llegar a ser amigos excelentes. Si las maltratamos es posible que acaben partiéndonos la cara. Sin embargo la esencia de esas personas es, día a día, siempre la misma. Un buen día comprendes que no hay gente mala, ni gente buena. Los comportamientos dependen de una constelación de circunstancias y de un cúmulo de factores internos. La mayoría de nosotros solo creemos elegir nuestros comportamientos. Nos parece que somos libres cuando hacemos lo que nos da la gana. Sin embargo deberíamos reflexionar cuidadosamente para verificar si esto es así.
            Aquel día se me acumulaban éstas y otras reflexiones parecidas. Me encontré con Miguel en la estación FEVE del Astillero. Para flexibilizar las horas de vuelta decidimos llevar los dos coches hasta Mompía. Así, si Miguel decidía quedarse hasta más tarde, no tendría ningún problema. Volvería a Mompía con Sergio y Adrián. La intención de Manu era haber venido. Sin embargo los sucesos de la tarde anterior no le dejaron ganas de hacer espeleo el sábado. Así pues nos fuimos en dos coches: en uno de ellos irían Adrián y Sergio y en el otro nosotros dos. En el aparcamiento de Sel del Haya nos encontramos con Luis. En total cinco personas. O cinco granos de arroz. O cinco esferas de percepción. O cinco individualidades. O cinco nadas transitando por el vacío universal.
            Realmente no tenía ganas de andar por una mina. Ni tampoco por el cauce barroso de un río. Es un paisaje subterráneo que me produce disgusto o al menos una sensación de no haber tocado la naturaleza. El momento peor fue el cruce de la absurda tirolina que se ha instalado en cierto punto. Una tirolina. Seguro que existen un buen puñado de alternativas cómodas, pero a algunos parece que les sienta mejor un parque de atracciones que una buena instalación para avanzar con seguridad. Nos paramos en un punto anodino para efectuar una escalada. Mediante este paso accedimos a uno de los pisos superiores de Udías. Otro resalte nos envío a través de una chimenea a un piso todavía más alto. Mientras Sergio, Adrián y Luis continuaban explorando la zona Miguel y yo fuimos a balizar un conjunto notable de gours someros, pisolitas y estalactitas/estalagmitas. Al cabo de un tiempo indeterminado, nadie había llevado reloj, se me acabaron las estacas cortas y consideramos finalizado lo que podía hacerse en esa jornada. Acompañado de Sergio, Luis y Adrián comí un bocado y dispare unas cuantas fotografías. En ese momento di por acabada la estancia.
            Como Luis también quería salir pronto nos hicimos compañía hasta llegar a los coches. Tuvimos tiempo de comentar cuales eran las opciones que se presentaban en la panorámica del Club. Sólo el tiempo nos dibujará el paisaje posterior a esta crisis. Esperemos que las decisiones que se tomen sean las mejores para todos.