19/2/11

Tríptico (19/2/2011)




Cierto día de verano estaba en la playa observando a dos chicas brincando en la arena. Estaban trabajando mucho construyendo un castillo de arena con torres, pasadizos ocultos y puentes. Cuando estaban acabando vino una ola destruyéndolo todo, reduciendo el castillo a un montón de arena y espuma. Pensé que después de tanto esfuerzo las chicas comenzarían a llorar. Pero en vez de eso corrieron por la playa riendo y jugando y comenzaron a construir otro castillo. Comprendí que había aprendido una gran lección. Gastamos mucho tiempo de nuestra vida construyendo alguna cosa, pero cuando más tarde llega una ola a destruir todo solo permanece...

Pase la semana dudando de la fluidez de comunicación con Patrick y Sandrine. Mi francés es solo útil cuando se trata de leer algo simple y no sabía cuanto español hablaban ellos. Invite a un par de amigos del club y finalmente el viernes a media tarde Javier Jorde, avisado por Patrick, me llamo para venir con nosotros. Las galerías que íbamos a revisar me habían parecido inexploradas cuando hace meses las localizamos por casualidad y, más aún, cuando Miguel y yo fuimos a echarles un detenido vistazo. En esa ocasión comprobamos la ausencia de huellas sobre el suelo arenoso y varias posibilidades de continuación claras como la luz del día.
            Nos reunimos Javier, Sandrine, Patrick y yo en la gasolinera de Ramales para subir por Soba, ya que la carretera de los Puertos del Asón esta cerrada por obras. Nos repartimos: Javier conmigo y Sandrine con Patrick en su pequeña furgoneta. Después de una breve consulta decidimos llevar cuatro o cinco cuerdas cortas, un equipo de instalar y, aparte, el moderno equipo de topo de Patrick. Llovía con intensidad.
            Inducidos por Patrick, que no tenía reparos en confesar sus viejas manías, apostamos por el aparcamiento del cruce con la carretera de La Sía. Es un poco más incómodo que el de arriba. El recorrido hasta las nuevas galerías nos iba a llevar unas tres horas. Como me esperaba, la forma de los franceses era excelente. Pase mucho calor yendo al ritmo que nos impusimos pero me mantuve en el punto adecuado. Javier, fuerte y ágil, llevaba demasiada ropa y sudaba en abundancia. Paramos apenas para beber un poco en dos ocasiones y en unas dos horas y media estábamos pasando la gatera de acceso al nuevo sector. Patrick no recordaba ni las pequeñas galerías anteriores, ni la gatera. Allí estaban ya las filigranas.
            Quedo bien claro, no más pasar la larga y triangular gatera, que estas galerías no estaban exploradas. Primero ascendimos a una sala llena de formaciones, principalmente estalagmitas y macarrones. Comimos un poco; Javier había olvidado su comida en el  coche y compartimos la mía. Sandrine, que no sabe soportar el hambre, saco unos bocadillos de pan integral con lechuga y queso. Francés el queso, como era de esperar. No tardamos nada en volver a sentirnos espoleados por la exploración.
            El sistema de Patrick para topografiar/explorar se podría describir como una rueda en avance. Complementado con un láser que hace todo en uno (rumbo, distancia y clino) se convierte en un método de trabajo excelente… Comenzamos la topografía desde el extremo más alto de la sala. Hicimos ésta, una capilla al fondo y una pequeña galería lateral cuajada de formaciones. Para avanzar tuvimos que romper algunas maravillosas y frágiles concreciones que me dolieron como si rompieran mis huesos. De alguna manera me sentía responsable -quizás culpable- de que el ser humano hubiese accedido a este santuario.

Miguel y yo habíamos dejado instalada una cuerda hasta un rellano cuajado de nidos de cristales. A partir de aquí aseguramos, en una corta escalada, a Javier. La resolvió con un paso atlético, en chimenea, protegido con un cintajo. Accedimos a otra sala más pequeña, pero igualmente repleta de formaciones... En este remoto lugar no encontramos continuación salvo por un pequeño conducto, totalmente concrecionado, que Javier valoró negativamente. No se atrevió a probarlo, pues el coste hubiera sido un tremendo destrozo.

       Patrick me había pedido que bautizara los lugares del nuevo sector. Me vino la inspiración al caminar un rato: Sala de los Sonámbulos y Galería de los Sueños. Volviendo sobre nuestros pasos instalamos un pasamanos por la parte alta de la Galería de los Sueños para avanzar en sentido contrario. La galería tiene forma de T. Quince metros la I y diez la   Un resalte, último punto que visitamos Miguel y yo, nos obligo a meter una fijación para evitar un fuerte roce. Unos cincuenta metros más adelante subimos por una empinada rampa de colada y nos introdujimos, por un estrecho buzón, en una sala bastante mayor que la de los Sonámbulos, con infinidad de concreciones similares a las anteriormente vistas, aunque, como bonus complementario, muchas llegaban a ser columnas. Una galería volvía paralela desde el norte de la sala y otra iba hacia el sur. En realidad podía ser considerada la misma galería con un ensanche. La sala fue nombrada como El Jardín de las Delicias y la galería que, digamos, atraviesa esa sala girando hacia el sur como la Galería de El Bosco


La Galería del Bosco nos llevo rápidamente, atravesando bosques de estalagmitas, a una sala con una cascada desde un nivel superior, pozos y dos galerías. Debido a la hora y a la falta de material esas galerías no fueron tocadas. Sin embargo la continuación por un largo tramo de el Bosco nos llevo entre más concreciones y suelos crujientes hasta un final evidente por la unión del suelo con el techo. Se imponía empezar la vuelta. Eran más de las siete y llevábamos desde las diez y media de la mañana en danza. Las instalaciones básicas para volver a explorar fueron dejadas in situ.
Nos tomamos la vuelta con calma creciente según íbamos dejando atrás dificultades. Además, fuimos topografiando hasta enlazar con el resto de la topo en un punto de referencia conocido. Esto hizo que fuéramos más despacio al principio, pero también nos permitió descansar. Paramos dos o tres veces a beber líquidos y comer tentempiés. De vez en cuando olíamos a tabaco. Ya cerca de la salida alcanzamos a un numeroso grupo de Madrid. Con mucho tacto, concienciar y no condenar, Javier les llamo la atención por los desechos de carburo que habíamos observado. Con buen talante se disculparon por el desliz y nos mostraron las bolsas de desechos de carburo que sacaban.
       Eran más de las once y los franceses declinaron la posibilidad de cenar con nosotros en un restaurante. Estaban deseando retirarse a su cabaña de Socueva. Javier y yo paramos en Ramales a tomar una cerveza con aperitivos y a seguir celebrando nuestra, casi excesiva, buena suerte. Durante todo el tiempo hablábamos de viajes, de nuestra suerte y de nuevas aventuras. Si Dieu le veut


12/2/11

Uranio (12/2/2011)


Un poco por encima de las vicisitudes de la semana, de si va a hacer o no buen tiempo, de las dudas acerca del club y el cursillo, de quien va venirse de cuevas y de donde vamos a ir -Gándara o Vallina- , un poco por encima de tu propia desgana por cualquier cosa en las tardes de los viernes, un poco por compasión hacia uno mismo. Para todo eso el remedio es una dosis de Uranio.
Pelos y Fonso quedan conmigo en la FEVE de Solares. Reconvenimos a Pelos para que no llegue tarde a la cita. Pelos hace una promesa formal de no llegar tarde.  Por supuesto llega tarde, pero obtenemos una mejora relativa: menos de diez minutos cuando suelen ser más de quince... Como estoy de mal humor, algo difuso cuando menos, amenazo con no esperarle la próxima vez.
La idea es visitar la zona remota de Vallina, más allá de Río Grande hacia la Senda de los Elefantes. Sin embargo he notado ciertas dudas en Fonso y cierta falta de ímpetu en mí mismo.  A Fonso no le apetece demasiado lo de estar mojado durante horas, y se augura a sí mismo un resfriado de varios días... A mi me apetece no ir demasiado deprisa para poder hacer experimentos fotográficos. Todo esto nos aconseja cambiar a un objetivo más modesto: la Galería de Germán. Además, no debemos olvidar que es la primera cueva que van a visitar Pelos y Fonso aparte de las de su cursillo y del Sistema de Udías en el que han puesto toda su energía durante un año.
          En realidad la Galería de Germán no es más que la zona final del sector que estuvimos visitando la última vez, hace bien poco, en Vallina. A dicho sector se accede por Shatter Passage pero para la Galería de Germán necesitaremos recorrer un conducto que los ingleses nombran como Barney Rubble’s Uranium Mine. El nombre no induce a pensar nada bueno y en la topo es fácil darse cuenta que esa galería no pinta demasiado amplia... pero al otro lado parece que hay galerías “gansas”.



El camino directo hacia la Mina de Uranio pasa al lado del Dragón. Hacemos lecturas frecuentes de la topo con la esperanza de que mis compañeros se memoricen el camino. Siempre conviene que sean varios los que sepan salir. Máxime cuando los pocos que saben que venimos de cuevas a Vallina creen que estamos en otro sector. No hay que olvidar que Vallina es el paradigma de cueva con plano laberíntico. El mejor camino hacia nuestro objetivo pasa un poco al sur de Shatter Passage, cosa que descubrimos casualmente hace unos días cuando estábamos volviendo hacia la salida. Hemos puesto todo nuestro empeño en no confundirnos. La Mina ya esta ante nosotros y no parece muy amplia...
        Con el vistazo que le echo a la topo exagero la longitud de la Mina de Uranio: unos cuatrocientos metros. En realidad son un poco menos de doscientos cincuenta. Pero lo que importa es la “calidad” y no el número de metros. Como el 30% -o más- de esos doscientos cincuenta metros se hacen reptando y el resto no tiene ninguna zona cómoda. Solo hay dos o tres cubiles en donde te puedes poner de pie. En fin, se trata de la gatera más larga que yo haya pasado nunca aunque desde luego no tiene zonas “críticas”. Bueno en realidad hay una zona en la que reptas con un brazo por delante, y tienes que empujar un poco, pero está dentro de lo razonable. El problema no es ningún paso local sino el pasaje globalmente mirado. Comparado con esta supergatera mastadóntica el Delator del Gándara, por ejemplo, es un paseo dominical por un parque urbano.



Al principio Pelos y Fonso iban de buen humor, pero como a los dos tercios de la gatera preguntaron que cuanto faltaba y observe que ya no me vacilaban tanto como al principio. La galería en la que emergimos era gansa pero no demasiado. Y fue entonces cuando los dos empezaron a añorar su querida Torca Urbió. Desde luego era mucho más bonita que lo que habían visto de Vallina... La fijación en la cueva materna y la sobredosis de Uranio empezaba a hacer su efecto. Como esos hombres que ocultan en su inconsciente una vara de medir a las mujeres formada por la imagen de su madre, estos lechones de espeleólogo miden aún cualquier cueva con la vara de la primera cueva que han conocido...
       Avanzamos un poco por la gansita galería hasta una corta y jodida gatera con cara de pocos amigos, formada en la escombrera de una gran sala, por la que desembocamos en dicha sala. La sala tiene un cráter enorme que la ocupa casi por completo salvo unas escasas plataformas por las que se bordea el pozo central con sumo cuidado. Me recuerda, salvando la diferencia de escala, la zona del Gran Pozo en el Gándara. Poco después la galería se hace más baja, ancha y arenosa invitando a descansar y comer. Algo más allá en una de formaciones masivas se bordea otro pozo con mucha precaución por lo resbaladizo de la roca. Finalmente alcanzamos una zona de desfondamientos en la que es necesario instalar un pasamanos. Los spits están puestos pero no llevamos ni chapas, ni cuerdas, ni mosquetones. Hemos llegado hasta donde podíamos llegar hoy. Comemos y, mientras Fonso y Pelos sestean en una zona acogedora de la galería, preparo algunas fotos con trípode y exposiciones múltiples.



La realidad se impone. Ahora tendremos que volver por la gatera. Comienzo delante para que Pelos no se nos escape reptando  a toda pastilla. El insiste en ir delante y finalmente se nos escapa mientras hago una foto en un ensanche. No le volveremos a ver, ni a oír hasta que salgamos por el otro lado. Mientras tanto también dejo de oír a Fonso detrás de mí y me paro a esperarle. Al cabo de un rato aparece y me cuenta que en plena reptada se le ha agarrotado un músculo de la pierna y ha tenido que pararse. Continuamos juntos para darnos ánimos. Al otro lado Pelos dormita mientras espera...
Antes de salir visitamos, mediante una corta desviación, una sala en la que abundan los corales en forma de seta de árbol. Se nota que quieren ver algo bonito para compensar la movida de la Mina de Uranio... Al volver les paso la topografía de la cueva a mis compañeros y les pido que nos guíen hasta la salida. Antes de las seis estamos en la calle.


        En contra de la mayoría me congratulo de la joya que hemos descubierto con la Mina de Uranio. Es un gran entrenamiento físico pero sobre todo no tiene precio como entrenamiento psicológico. Toda la pesadez de tu mente se evapora en el crisol de la Mina de Uranio. Además no hay que descartar que al final tengamos algo interesante o hermoso al otro lado del pasamanos que no pudimos cruzar. En mi opinión las bellezas de las cuevas tienen como valor añadido la dificultad de llegar a ellas. Y, en general, un espeleólogo joven y explorador debería estar dispuesto a cualquier movida. Todo es cuestión de logística y organización. Mientras conduzco con mucha calma por el puerto de Alisas una balada de John Coltrane pone el contrapunto al atardecer...