26/12/18

Solins & Carbi



Pedro estaba preocupado por el posible “efecto deslumbramiento” del prototipo del Carbi en el modo fluence. Su caso es un poco inusual. Increíblemente lleva más de cuatro años trabajando en el desarrollo de Carbi y nunca ha estado en una cueva probándolo. Tampoco ha estado en una cueva probando ninguna otra cosa, ni experimentando qué se siente en los mundos subterráneos. Dicho claramente: no sabe lo que es hacer espeleología. Por otra lado debería confesar que no tiene tiempo para ello. Hay que tener muy en cuenta para comprenderle que trabaja continuamente en multitud de proyectos de diseño de piezas para grandes empresas internacionales. Ese trabajo le absorbe por completo aunque, ciertamente, tiene importantes contrapartidas. El caso de Joaquín también sorprende ya que se trata de una persona que ha tenido energía para desarrollar y empujar con mucha fuerza en el proyecto Carbi. Y esto a pesar de soportar un exigente trabajo de mantenimiento en una planta de envasado industrial en Irlanda. Para acabar de hacer increíble esta historia no hay que olvidar que Pedro vive en China y Joaquín en Irlanda (los ingenieros e informáticos que han colaborado viven en otros países diferentes). Sin embargo hay un punto de contacto entre todo esto: Alguazas de Segura en Murcia. Sí, Joaquín y Pedro son de Alguazas y yo tengo parte de mis raíces en este curioso pueblo.
            Lo que  hicimos estas Navidades fue compatibilizar la interminable sucesión de eventos festivos y comilonas con un poco de ejercicio al aire libre. El 24 y el 25 era imposible sacar de casa a nadie. Pero el 26 por la mañana podíamos todos. Así que nos fuimos a una cueva cercana, bonita y cómoda: El Solins. Pedro, Joaquín, Marisa y yo. La marcha de aproximación es corta y fácil. Eso era compatible con la herida que me hice en el talón ayudando a mi primo a arrastrar una pesada máquina campo a través. Y compatible con gastar solo una mañana en la actividad.


 

Solo había dos Carbis : el de Joaquín y el mío. Las pruebas demostraron claramente que el tema del deslumbramiento no es más que un efecto similar al que se produjo con otras lámparas pioneras. La gente las mira por curiosidad y se deslumbra. Bien entendido que durante un desplazamiento los espeleólogos van en fila india y no se deslumbran unos a otros. El efecto deslumbramiento se produce en las paradas. Y aquí si se puede decir que si ponemos una intensidad alta en fluence puede molestar a otras personas que crucen la mirada. La solución es la misma que en cualquier otra lámpara: bajar la intensidad.
Por otra parte las pruebas de iluminación en salas fueron excelentes. Sobre todo el perfecto nivel de uniformidad de la luz. Esto permite que se use como un foco fotográfico para tomas de tipo reportaje en dimensiones reducidas o medias (entre 2 y 10 metros de diámetro). Hicimos varias fotos de esa manera y las usuales fotos con flashes para comparar. Y el resultado nos gusto.
          Por supuesto Pedro pudo tener su experiencia espeleológica con estrecheces, arrastradas y contorsiones. En contra de todo pronóstico le pareció una actividad interesante que podría volver a repetir. Pudimos llegar al primer conjunto de excéntricas y desde allí iniciamos el retorno. Salimos más rápido que entramos y a la hora de comer ya habíamos vuelto a Alguazas como era de esperar en fechas tan señaladas… (Pedro pasa escasos días en el pueblo ya que, como ya había dicho, vive en China)





8/12/18

Hemicordatas



Un día, de los pocos que estoy en Cantabria, pensé hacer espeleología. Teniendo presente el interés que tiene fotografiar detalladamente el Patrimonio Natural Subterráneo de Cantabria llamé a los amigos del CCES para hacer una sesión en Udías  durante el puente de la Inmaculada. Como no era posible organizarlo en “condiciones” quedé con los amigos del SCC para ir a una cueva. Así que, al día siguiente, me uní a Julio, Luci y Juanillo en Solares y nos encaminamos por el Puerto de Alisas hacia el Asón.
La cueva que habíamos elegido -antes de prepararnos paramos a tomar unos cafés- es poco visitada, no muy grande y bastante interesante. La aproximación es corta y un poco accidentada. Para entrar es necesario encaramarse por unas rocas resbalosas hasta un amplio vestíbulo que da paso a un par de galerías: una hacia derecha y otra hacia la izquierda.
             La ruta de la derecha discurría inicialmente por varios barrizales y estrecheces. El barro era profundo y las botas se hundían tanto que amenazaban con no volver a salir. Podía darse el caso de recuperar sólo un pie desnudo. Tuve suerte y el barro me devolvió las botas. Las estrecheces contenían más barro y agüilla -que nos dejaron mojados o empapados según la habilidad del espeleólogo-. Había varias salas con algunas formaciones y zonas con huesos de animales muy grandes y muy antiguos. En la actualidad esos animales no podrían llegar por las estrecheces. Sin embargo al no ser un Patrimonio protegido las osamentas han sido expoliadas y destrozadas. Recorrimos todo hasta el final actual, aunque podría continuarse con una corta desobstrucción. Volvimos sobre nuestros pasos hasta la entrada.



La ruta de la izquierda era más cómoda. Al principio estaba habitada por unas mariposas de color cobre que brillaban sobre la roca clara. Un pozo corto e incómodo nos dio acceso a galerías relativamente amplias y con formas hermosas. También nos ofreció un barrizal aunque, todo sea dicho, no tan terco como los anteriores. El perfil de la mayor parte del recorrido era meandriforme. Luego llegamos a un par de gateras cómodas y cortas. Luci y Julio tenían frío. El empape que habían adquirido en la parte anterior les pasaba factura ahora. Les propuse seguir un poco más allá de las gateras y luego volver.
Al otro lado de las estrecheces nos esperaban unas modestas formaciones muy particulares. Se trataba de un manojo de excéntricas cuya forma recuerda una especie marina llamada hemicordata. Ese ramillete era pequeño, espectacular y desafíaba a cualquiera que quisiera explicar como se había llegado a formar.
           De común acuerdo volvimos sobre nuestros pasos, desinstalamos el pozo y salimos al exterior. Hacía frío. Después de cambiarnos paramos en un parcelita de hierba soleada, a la que faltaban minutos para quedar en sombra, picamos un poco y luego seguimos hacia Solares. Atardecía con calma.  



6/10/18

Cambia el tiempo



Salimos de una claridad dominada por el cielo gris y ascendemos hasta sumergirnos en la niebla. Desde que tengo recuerdos la niebla evoca en mí el sentimiento de la inutilidad de la acción. La niebla atrae calma, pero hoy se ocupa de alimentar nuestras incertidumbres. Nuestro proyecto de visitar la Rubicera carece de sentido si el paisaje permanece oculto. Una alternativa es el bosque de hayas de Zucías para acercarnos a la Cueva del Lobo. Los bosques ennieblados cobran poder, una capacidad de transformar las formas. Los objetos y seres que nos resultan familiares se convierten en imágenes de ensueño. Unas veces amables duendes, o hadas, y otras amenazadores ogros. El oído se agudiza intentando paliar el corto alcance de la mirada. Cada sonido, cada murmullo, es más una sugerencia que un mero signo. El lenguaje de las palabras alcanza su verdadera condición: la irrelevancia. Y la cercanía a esa verdad me produce placer.
Al traspasar el puerto de Alisas dejamos las nieblas atrás. Nubecillas manchando el cielo azul, sol amaneciendo y una luz anaranjada resuelven la incertidumbre de a donde ir. Julio conduce con energía. Junto a él van María y Nano envueltos en la charla. Atrás Fernando guarda silencio mientras Azucena charla conmigo de política. Una charla disfrazada de trascendencia con un punto amargo. En Arredondo el deseo de tomar café nos obliga a cortar las charlas. Me resisto un poco, pero es una resistencia poco enérgica, de boquilla, y sucumbo al placer de tomar un cortado.
La senda que discurre cerca del borde del haza apenas es visible. Ahora hay menos ganado y menos ganaderos que antes en el valle del Asón. Muchas sendas van desapareciendo. Lo que no ha cambiado en muchos años es la hermosura de este valle. Fernando, salvo la escala,  lo compara con Ordesa. Ese aire de semejanza siempre lo he percibido. El día se plantea espléndido pero las predicciones no son buenas. Al mediodía está prevista la entrada de un frente con viento del norte y chubascos. Pero ahora disfrutamos de unos momentos perfectos.
            Desde el bosquecillo de hayas el itinerario se hace encantador. Cuestas y sudores se han acabado. Solo queda bajar los resaltes y estaremos en la boca. El primero solo requiere un poco de atención. En el segundo la instalación esta montada, lo que hace inútiles las cuerdas y mosquetones que hemos traído. El destrepe, seco y bien marcado, permite bajar sin peligro agarrándose a la cuerda por precaución. En la boca todo sigue igual.




La luz del Carbi es especialmente buena cuando los colores del entorno subterráneo son claros. Las zonas de colores cálidos absorben mucho más porcentaje de luz si llevas temperatura de color diurna. Este factor no debería ser descartado a la hora de escoger las cúpulas del Carbi. Dependiendo de la cavidad a visitar es más conveniente una temperatura de color u otra. 
Para hacer fotos rápidas distribuyo tres flashes entre Julio, Nano y Fernando. Sacar los flashes, posicionarlos, sacar la cámara y disparar: en total entre dos y cinco minutos por foto. Es un tiempo asumible por los hiperactivos espeleos sin que entren en modo desesperación.
Las únicas dificultades destacables que encontramos son la estrechez entre bloques y una cuerdecita a pelo. Ciertamente la estrechez cada vez es menos estrecha gracias a los trabajos de algunos hacendosos espeleólogos. El itinerario está señalizado en dirección “entrar” con catadióptricos. Pero en cierto punto los catadióptricos divergen de la ruta que yo recuerdo para llegar a la Sala de la  Teta. Sea como fuere mis recuerdos están frescos y llegamos sin dificultades a la Teta. Desde allí visitamos un par de lugares interesantes y luego comemos.
La vuelta al exterior se me hace más bien corta. Fuera nos espera un vendaval sazonado con aguaceros de forma intermitente. Ha cambiado el tiempo. Eso nos pone las pilas a todos. Ascendemos el resalte bastante rápido, aunque hay que esperar un poco a Azucena. Teniendo en cuenta su falta de experiencia en espeleología lo hace todo muy bien. Para volver al aparcamiento elegimos el camino más cómodo. Éste discurre por una buena senda hasta una cabaña solitaria y luego baja por una pisteja hasta las praderías. Al final hay que saltar un par de vallas y descender por el bosquecillo de robles unos metros. Nada especial.
Julio quiere pasar Alisas antes de relajarse tomando cervezas. Paramos en el bar de la bolera de La Cavada. Allí las charlas llegan a su punto máximo, después del vendaval la sensación de relajación es insuperable…
Desde el punto de vista puramente mental explorar una gran cavidad es muy parecido a investigar un problema científico. La perseverancia es el ingrediente clave que manejas hasta conseguir encajar las piezas del puzle. Y hablando de otro tema: quizás dentro de poco hagamos la travesía de la Rubicera. Y algunas otras travesías.

        

30/9/18

Carbi


Fotos: Miguel F. Liria
Texto: A. González-Corbalán


El domingo quedé con Miguel para visitar una entrada a la Red del Gándara poco conocida. Desde febrero no  habíamos practicado espeleología juntos. Y casualmente en la misma cueva a la que ahora íbamos.
Me reuní con Miguel en Ramales y partimos de inmediato. A las cinco teníamos que estar saliendo. Tanto él como yo teníamos compromisos ajenos a la espeleología.
El tiempo era espléndido. Sin embargo la temperatura del aire que expele la boca era la misma ahora que en febrero. Pero la cantidad de agua recorriendo la cavidad era menor. Eso no impidió que nos mojásemos bastante al contactar con las embarradas y húmedas paredes -la entrada tiene abundantes estrecheces-.
            Tenía entre manos hacerle más pruebas al Carbi. Duración de las baterías, manipulación del interruptor, uso de los dos tipos de luz, alcance de cada tipo, etc. La cueva resultó perfecta para ello.
            Desde el punto más lejano que alcancé durante la incursión anterior, a primeros de febrero, tuvimos que continuar por gateras. Nos llevaron a una zona de galerías amplias. La zona presenta decoraciones de sobria belleza. Los suelos están casi intactos. Pisábamos justo por el mismo sendero que unas pocas huellas indicaban. A veces dudábamos. Pusimos varios catadióptricos cilíndricos para indicar donde pisar.
            Nuestra tendencia fue reconocer las galerías que nos llevaran más al oeste y al norte. Algunas mostraban un gran parecido a galerías del Gándara. Largas y rectilíneas fracturas -profundas, estrechas y, a menudo, interrumpidas por grandes bloques como cuchillas-. Llegamos a un punto lejano en que, para continuar, hubiéramos tenido que trepar y retorcernos. Iniciamos la vuelta. Paramos a mear en un rincón y alejándonos unos veinte metros comimos sentados sobre unas piedras planas. Reflexionamos sobre la posible ubicación de una conexión con la red principal. El modo contemplativo permite llegar a intuiciones iluminadoras.
          Las estrecheces de la entrada se presentaban más trabajosas al salir que al entrar. Serían las cinco cuando llegamos al aparcamiento. El tiempo seguía siendo espléndido. Teníamos hambre y estábamos algo cansados. Paramos en un bar de Ramales. Todo estuvo muy bueno, pero aún seguía con hambre cuando me marché a casa. Miguel también se marcho a su casa. 


22/9/18

Impuestos



Hace seis meses y medio que no entraba en una cueva. Aunque, para ser franco, he de confesar que sí he entrado dos veces. Una a primeros de agosto a la Cueva del Solins (Murcia) para probar el prototipo Carbi que Joaquín me ha confiado. Y otra, con Marisa, a las Minas de Colon (Cartagena) para llevar a Iris a una “cueva”. Muchos pensarán que seis meses son bastante tiempo. Pero no echaba de menos la espeleología. La principal razón quizás estribe en la pesada atmósfera de confrontación que el colectivo de espeleólogos respira en Cantabria desde hace años. Esto contribuye a hacer poco atractivo acercarse porque uno tiene que oír, o ver, muchos rollos absurdos. En gran parte son historias que se han repetido, vuelta a lo mismo o similar, a lo largo de décadas. Para mí que el problema no es objetivo sino más bien educativo, de forma de ser, y tal vez de enfoque. Dicho de otra manera: los problemas no derivarían de las situaciones conflictivas en sí mismas, siempre las habrá, sino de la actitud poco conciliadora que los espeleólogos utilizan para relacionarse entre sí. Poco conciliadora significa que se destacan los intereses en conflicto y no los intereses comunes que hacen conveniente llegar a acuerdos. Estas dinámicas se parecen sospechosamente a las observadas a otros niveles: política, mundo laboral, asociación de vecinos, municipio, club de espeleología… Y esto me refuerza en la hipótesis de que no se trata de las situaciones objetivas en sí, sino más bien del enfoque personal que se adopta en las relaciones sociales. Esas actitudes derivan principalmente de aspectos culturales y familiares propios de nuestro país.  
Sea como fuere al volver a Cantabria me surgió de nuevo el deseo de entrar en alguna cueva y, sobre todo, de contactar con mis compañeros de espeleo. El viernes 21 estaba indeciso entre no hacer nada, ir a escalar un rato, salir de espeleo-turismo o ir con Adrián, Sergio y Manu a mirar una sima en las faldas del Porracolina. Las circunstancias hicieron que prevaleciese éste último plan, el más aventurero. Quedé con Sergio y Manu en Solares. Habían desayunado allí mismo en un bar. Me monté con ellos en una nueva furgoneta blanca y reluciente que tiene Sergio y nos dirigimos plácidamente, con varios acelerones, al camping de San Roque. Allí habíamos quedado con los restantes espeleólogos: Adrián, Ciano, Agustín y Manolo.
Me echo un cable Ciano con las botas. Al cogerlas me había confundido, tomando ambas del mismo pie, una mía y la otra de Marisa. Ciano me presto una bota y unas plantillas para ajustar y, la verdad, la bota prestada me ajustaba mejor que la mía. Subí cojeando un poco la empinada y soleada cuesta a la sima PO113. Un movimiento de rotación intempestivo me había tocado levemente la rodilla izquierda hacía ahora algo más de una semana. Sergio me prestó una rodillera. El último repecho se hizo pesado por la insolación.  
Fui haciendo fotos con el objetivo 55mm hasta la boca misma. Deje la cámara en un rincón del primer pozo pero Sergio me presto su Sony RX100 para hacer algunas fotos más en plena cueva. Menos de 100 metros de buenas instalaciones nos llevaron a una estrechez en la que va a ser preciso trabajar un poco más para permitir cómodamente el paso. Allí permanecimos un par de horas hasta que las circunstancias nos aconsejaron terminar el trabajo en otra ocasión.
Subí todo lo rápido que pude la sima para realizar la bajada hacia los coches suavemente sin quedarme atrás del todo. Mi idea era ir despacio, pensando en los movimientos, para no forzar la articulación. Pero a pesar del cuidado que puse no pude evitar que empeorase su estado. Mientras yo bajaba directamente al aparcamiento todos los demás fueron a mirar otro agujero en dirección a la Len. Por lo visto quitando algunas piedras el agujero promete. Para mi sorpresa Sergio consiguió que su mando a distancia abriese la furgoneta a casi un kilómetro de distancia visual. Aproveche para ponerme ropa cómoda y escuchar la música de Hjaltalín. Poco después comenzaron a llegar todos. Adrián quito el CD para escuchar la otra música: la del valle. Campanos de ganado y murmullos del viento que pacifican el espíritu.
Mientras me bebía un par de 942 los demás tomaron Alhambras o Estrellas. Cada uno con su placer. Adrián me pidió cinco euros para contribuir a los gastos de material de las exploraciones. Al principio me lo tome como un chiste divertido. En más de cuarenta años de práctica era la primera vez que me pedían pagar un impuesto por acompañar a explorar a un grupo de espeleos. Pero luego me di cuenta de que iban muy en serio. Y para evitar que me llamasen rácano, aunque desde el punto de vista ideológico no terminé de verlo claro, contribuí a la causa de la exploración. Fue todo un placer.

 


3/3/18

Shinto



Tomado de Wikipedia:
El término Shinto se refiere a las actividades desarrolladas por los japoneses para venerar a todas las deidades del cielo y la tierra; su origen se remonta a los comienzos del Japón. Es considerada la religión originaria de Japón,3_ un culto popular que puede describirse como una forma sofisticada de animismo naturalista con veneración a los antepasados, profundamente identificada con la cultura japonesa.
        En un principio, esta religión étnica, indígena no tenía nombre hasta la introducción del budismo en Japón (durante el siglo VI) desde China a través de Corea. Una de las denominaciones que recibió el budismo fue Butsudo, que significa "la Vía del Buda". A fin de poder diferenciar el budismo de la religión nativa, ésta pronto llegó a ser conocida por el nombre de shinto. Este nombre, Shin-to, procede de una antigua palabra china que significa El camino de los Dioses. Los japoneses escogieron utilizar un nombre chino para su religión porque en ese tiempo (hace más de un milenio), el chino era la única lengua que tenía escritura en Japón, ya que no se había desarrollado aún la escritura de su propio idioma. La frase que significa Shinto en japonés es Kami no michi
 
 



Noelia se dejó convencer con mucha facilidad para hacer la foto de los Tres Monos. La idea me había surgido antes pero cuando la vi, hacía unas semanas, vestida de su elegante abrigo llegué a la conclusión de que había que hacerle una sesión de fotos. Y los monos sintoístas me rondaban la cabeza.
Quedamos en nuestra casa de Setien y fuimos en mi coche hasta Ajanedo. Marisa y Pablo vinieron de ayudantes. La sala seleccionada no fue la final sino la antefinal. Tiene bonitas formaciones y el suelo bastante limpio.
Poner los flashes fue un poco complicado. Y cambiarlos de sitio para armonizar las tres tomas más complicado. Pero al final la cosa salió más o menos bien. Aunque no del todo como a mí me gustaría.
La idea de los Tres Monos es un hilo que puede derivar en “Lugares Sagrados” desde un punto de vista que se recrea en cada paisaje aunque el punto mágico, los Tres Monos, se repite y a la vez es diferente… Pero no solo hay monos sintoístas, hay muchas fórmulas, ritos e imaginarios que podrían retratarse en un marco subterráneo. Por eso esta historia continuará de alguna manera que no puedo prever…
          Al recoger los flashes Marisa se pego una dolorosa culada en el coxis. Le costo salir de la cueva pero más o menos lo conseguimos. El tiempo estaba soleado e invitador. Nos fuimos al Mesón del Camping de San Roque a tomar cerveza 942 y algo sabroso para acompañar.




27/1/18

Mal momento




Volver al Gándara era la idea. Volver a hacer con Miguel un poco de espeleo. Volver a zonas poco conocidas. Decidimos visitar de nuevo un agujerillo cercano a la entrada en el que habíamos estado hace más de cinco años.
Al principio íbamos a ir sólo Miguel y yo pero se nos sumaron dos amigos suyos: Jón, bombero de profesión, y Arkaitz, de profesión maestro. Quedamos en Ramales bastante tarde. Aunque el tiempo era muy amenazador y frío nos respeto durante los preparativos. Lo que no nos respetó en forma alguna fue el prado estercolado en el que se encuentra la entrada de la sima, el barro acumulado en las rampas de entrada, la corriente heladora procedente del exterior y las pequeñas duchas y esconrrentías que dominaban el panorama. Por lo demás el itinerario era evidente.
            Más tarde nos encontramos una zona estrecha, bastante larga, que parecía difícil de pasar. Me preocupaban las tres sacas con cuerdas, material fotográfico y material para balizar. Esto último por si veíamos alguna zona frágil en que fuese conveniente delimitar un sendero. Hay que recordar que en los suelos de las cavernas hay mucha información científica (polen fósil, restos óseos, formaciones arcillosas, restos arqueológicos…) que puede ser esencial para la investigación. De cualquier forma la poca experiencia de los amigos de Miguel unido las dificultades de la zona y a la pesadez de las sacas no me daban muy buena onda.
          Sea como fuere conseguimos pasar las estrecheces, Miguel nos animaba bastante, y accedimos a una zona de galerías medianas. Aunque estábamos bastante mojados en esa zona no se percibía ya ninguna corriente de aire. Avanzando hacia el oeste, más o menos, pronto alcanzamos una zona estrecha llena de barro y agua que dadas las circunstancias decidimos dejar para otra ocasión. En dirección opuesta encontramos algunas interesantes galerías. Desgraciadamente para seguir había que pasar por debajo de una ducha helada. Miguel proponía continuar y yo salir tranquilamente. Una alternativa era que Jón y yo saliésemos mientras Miguel y Arkaitz echaban un vistazo. Sin embargo prevaleció salir cuanto antes.
            Por desgracia las estrecheces, que al entrar pillaban de bajada, al salir pillaban de subida.  Esto nos entretuvo varias horas ya que las sacas se convirtieron en un problema añadido nada despreciable. Además la mojadura y el frío fue aumentando de tono por las esperas y el contacto con las paredes. En definitiva algo bastante desagradable.
            A las seis, más o menos, estábamos de nuevo cambiándonos en el coche y a las siete nos precipitamos sobre los radiadores del bar Coventosa, ansiosos por recuperar algo del calor corporal que habíamos perdido a lo largo de la jornada. Comimos una comilona. En particular mi merienda-cena consistió en cocido montañes, chuletas de cordero y martinis. Me quedé con hambre. Luego volvimos, ya más calientes, a meternos al coche. En cuanto a la charla que mantuvimos solo decir que la cuestión principal consistía en averiguar si Jón y Arkaitz volverían a hacer espeleo (con o sin nosotros). Según Jón él va a volver a ese agujerillo. Según Arkaitz él prefiere hacer espeleo más divertida. Según Miguel y yo creo que volveremos a ese agujero cuando el tiempo acompañe…     
  


20/1/18

Cueva Equis


Ese día estuve indeciso y remolón al despertar. A mi parecer habían quedado muy temprano para la actividad prevista. Una cueva de unas dos o tres horas y a quince minutos andando desde el coche. Para luego, a las tres de la tarde, ir a comer en un restaurante situado justo al lado del aparcamiento. Y yo me preguntaba que para qué era necesario quedar a las ocho y media. Sumando tres horas de cueva y una hora de preparativos y caminatas daban cuatro horas. Con tal de estar a las diez en la Molinuca nos iba a dar tiempo de sobra. Así que me lo tomé con mucha calma. Llegamos tarde a la primera cita, ocho y media, y a la segunda también, nueve en la Casa Azul. Y llegamos tarde a los preparativos. Menos mal que Paco se apiadó de nosotros y nos esperó con un grupito del SCC, Julio, Lucy, Nano, … para indicarnos por dónde se iba a la cueva.
El día estaba primaveral en las cercanías de Panes, Valle del Cares. Pero todavía hacía un poco de fresco que invitaba a caminar. Con la presión de que todos nos tuvieran que esperar, ser los últimos, en menos de cinco minutos Marisa y yo estábamos ya en marcha. Una cómoda pista hormigonada nos condujo directamente hacia la Sierra de Cuera. La pendiente era fuerte pero pocos minutos después nos encontrábamos en la boca de la cueva. Aproveché la ocasión para disparar varias fotos a traición en el tumulto que se había formado en la boca.
El tránsito dentro de la cueva era cómodo con pequeñas dificultades puntuales. Las salas, medianas más bien, se sucedían unas a otras. María no recordaba bien la ruta principal de visita. La desorganización y la dispersión fueron creciendo hasta ser la tónica dominante. Pero eso tenía muchas ventajas, entre otras la de poder sentarte relajadamente a mirar. Mientras la mayoría rebuscaba o visitaba algo interesante me dediqué a hacer fotos, más bien retratos espeleológicos.
           En un momento dado me entro la vagancia. Me quedé solo, en la inopia, escuchando a todo el grupo en la lejanía. Cuando ya apenas les escuchaba me entro el temor de perderles y de perderme. Me puse en modo rápido y les di alcance en una amplia sala. Se disponían a almorzar. Un buen tiempo para sacar la cámara y dispararles a traición. Casi siempre es a traición cuando salen las mejores fotos-retrato.


En otro tumulto que se formo en la parte alta de la sala se desprendió un bloque que rozo a Julio. Le dolía la pierna. Además Juan, el nuevo, tenía un problema en el pie debido a una rotura de la que estaba en recuperación. Con Lucy, Fernando y su compañera decidimos salir mientras el resto del grupo visitaba otra sala. Durante el trayecto de vuelta estaba bastante despistado. Me entretuve haciendo chistes sobre la pérdida en el laberinto subterráneo. Pero no paso más de media hora y estábamos fuera. Nada mas llegar al aparcamiento llego el grupo que se había quedado.
La comida no estaba preparada y aprovechamos para comenzar a beber cerveza. A las tres seguíamos esperando y a las tres y media también. Se ve que el restaurante solo nos tenía a nosotros por comensales. Cerca de las cuatro menos cuarto nuestra hambre había crecido peligrosamente. Nos metimos en tumulto al comedor y la mayoría comenzó a comer trozos de pan y s beber vino. Por suerte llegaron los primeros: risoto o fabes. Luego llegaron los segundos: filetón o revuelto. Luego llegaron los terceros:  picón con membrillo u otras cosas menos notables. Y luego café  con memeces para podernos levantar.
Jimmy nos quería llevar a una mina a unos tres kms. desde allí. Nos dijo que tenía formaciones notables. Fuimos en los coches hasta un aparcamiento cercano. Yo no tenía intenciones de entrar pero Lucy me ofreció botas y frontal, y fui a ver que había. No me arrepentí. Un conjunto de notables formaciones verde-azuladas en ambiente minero.
Cuando salimos se produjo la dispersión. Unos volvieron a sus casas y otros se fueron a Liébana. Una interesante salida y una excelente comida a un precio inmejorable: 12€.  


2/1/18

Crónica del Tesoro


Un día cualquiera de las Navidades me di cuenta. ¡Hacía tanto tiempo que no iba de visita a una cueva sin intenciones de trabajar haciendo fotos! Estaba olvidando lo que significa estar con los amigos disfrutando -sin pretensiones- de la belleza y metiéndome por todos los recovecos a ver que es lo que encuentro. El día dos de enero tenía la posibilidad de unirme a otro evento navideño. Ir todos, hijos, nietas, a Alicante y comer con unos familiares a los que vemos poco. También tenía la posibilidad de unirme a Mavil en Sorbas y practicar espeleología lúdica e idílica. Me debatí débilmente entre ambos planes. Me sentía culpable por no ir a comer en familia pero, por otra parte, veía más saludable irme a una cueva y arrastrarme plácidamente como un animal.
El martes dos, algo ventoso, frío y claro, salí de Alguazas como a las ocho y media de la mañana tome la A-7 en dirección a Almería y me dispuse a viajar tranquilamente hasta Sorbas. Introduje un disco de Brian Eno en el CD. Además, con ánimo de depurar comilonas, decidí desayunar poco y basar en algunas frutas la comida mañanera. Por el camino tuvimos una corta retención por un accidente. Pero por lo demás todo me sonreía. Bastante antes de la hora prevista ya estaba cerca del punto de reunión. Me paré un par de veces y disfrute de la claridad del día.
Mavil ya estaba en el aparcamiento de la Cuevas de Sorbas cuando llegué a las diez y media. El momento se presentaba feliz. Debido a la carga de vitualla y trastos la furgoneta de Mavil solo admitía al conductor como pasajero. La aproximación a la Cueva del Tesoro comenzaba en un lugar cercano. Esos factores nos indujeron a ir en los dos coches.
Después de un buen trozo de carretera nos metimos a la derecha por una pista. Al principio la pista era estrecha y aceptable, pero luego se ponía peor. Al final la cosa no estaba tan cerca como pintaba al principio. Lo que si estaba cerca era la Cueva del Tesoro andando desde los coches. Un llanura de suelos cuajados de pequeños cristales de yeso, salpicada de vegetación desértica, daba acceso a una ligera depresión en la que se observaban varias simitas, dolinas y bocas. La más cómoda de todas ellas era la Cueva del Tesoro.
           Inmediatamente a la boca comenzamos a recorrer en suave descenso un estrecho y sinuoso meandro que permitía circular de perfil. Las paredes del meandro estaban formadas por cristalotes de yeso, pulidos por el paso del agua. Una belleza exótica. Pasamos varios desfondes equipados con cuerdecitas quitamiedos y finalmente el meandro acabó en un pequeño resalte. Una cuerda con nudos ayudaba a descender sin complicaciones menos de cinco metros.


               Foto: Felix Martínez


Desembocamos en una zona de anchas galerías en la que la continuación del meandro se tallaba sobre una amplia plataforma. Siguiendo la topo con cuidado visitamos un triángulo de galerías con formaciones hermosas y localizamos la que nos iba a permitir continuar hacia la Surgencia. En ese punto dejamos  las sacas y volvimos sobre nuestros pasos para visitar la zona más bonita de la cavidad: la galería de los Cristales y la de los Espejos.
Los cristales de la Galería de los Cristales son grandotes. Están parcialmente erosionados por el agua así que se forma un conjunto de superficies planas y alabeadas con un atractivo aspecto. Unos cuantos instrumentos científicos salpican la zona. En dirección contraria, sur, fuimos a dar a otra zona de cristales espectaculares, los Espejos, que poco después terminaba en un sifón. A veces el sifón permite el paso y cortocircuita el recorrido que se hace por las galerías superiores. Pero sinceramente creo que merece la pena visitarlo todo. Tanto si el sifón permite el paso como si no lo hace.
De vuelta en las zona superior continuamos por una cómoda galería. En un lateral visualizamos la Sima Principal. Las paredes tienen tantos cristales de yeso que sería posible subir escalando sin grandes complicaciones. Algo más allá la Galería del Cántaro nos condujo a dos pozos cortos que necesitaron el uso de arnés y descensor. Y aterrizamos en la Sala de los Bloques. Al mirar la topo parece obvio que se debe seguir hacia el sur para llegar a la Surgencia. Pero no es así. Se debe ir hacia el norte y descender al fondo de la sala por donde discurre el cauce seco del riachuelo. Siguiendo ese cauce, y moviéndose entre grandes bloques, se vislumbra la luz del exterior y se alcanza la salida sin más problemas.
Para la vuelta debe seguirse una senda hacia el oeste hasta que ésta asciende por una zona débil de la muralla que nos domina por el norte. Se llega así de nuevo a la meseta superior. Tomando la dirección noreste enseguida se otean los coches. Una travesía verdaderamente lúdica.
           Eran las dos teníamos hambre y el tiempo invitaba. Nos fuimos a Sorbas y en un agradable restaurante comimos verduras y carne a la plancha. Una delicia. Y además cerveza.