20/4/08

Torito Tarero (12 y 19/4/2008)


12/4
La red del Gándara de nuevo llamándonos con voz meliflua, insistente y seductora. ¿Acaso estamos dispuestos a cruzar el límite, la barrera, la frontera con tal de seguir los dictados de esa voz que clama ser conocida?  ¿Olvidamos tal vez como los instantes caen en un abismo oscuro, proyectivo y frío y como el tiempo pasa semejando un río sediento de otras aguas diferentes a si mismas? ¿No nos  conducen  esos hechos a juntarnos en grupos y a seguir la dictadura de búsquedas inagotables en los más remotos y pequeños rincones de la cueva más grande que hemos conocido en esta tierra del norte? ¿No son acaso la concatenación de una infinidad de factores entrecruzados como una telaraña infinita lo que nos hace estar hoy, aquí en Laredo, mirando las montañas a lo lejos, charlando de historias pasadas, despidiéndonos de Maite -la mujer de Miguel- por unas horas mientras Hugo -el joven amigo de Pepe- nos agradece con unos regalos cuidados y escogidos las invitaciones a participar en esas búsquedas subterráneas?
El coche de Pepe se esta deslizando con suavidad, y a veces no tan suave, hacia Ramales de la Victoria. De pronto recuerdo que la cafetería junto a la parada de taxis ofrece un chocolate delicioso que es posible acompañar de una largas corbatas mucho mejores que las de Unquera. Sé que hace mucho tiempo que no entro a la cafetería pero eso no me hace olvidar. ¿Por qué hemos tenido que parar a la altura de Rasines para poner aceite al motor? ¿No es una paradoja que en un trayecto de menos de 10 kilómetros el motor solicite aceite de esa manera tan acuciante, y más cuando ayer el coche vino sin ningún problema desde Madrid? Me intriga que un coche aparentemente impecable tenga este pequeño handicap tan escandaloso.





Al llegar al cruce que remite hacia Arredondo Pepe gira a la derecha y no a la izquierda como le había recomendado. Nos paramos a hablar unos instantes, pero la inmensa mayoría prefiere ir por el valle del Asón y ver la cascada. La fuerza de muchos años subiendo a lo largo del Asón se impone a la novedad de subir por Soba. ¿De quien aprendí lo ventajoso de subir por Soba hasta La Gándara? Pues de los espeleologos ramaliegos. Pero pensándolo un poco prefiero dejarme llevar.
El tiempo esta muy bueno. ¿No es cierto que Miguel y Pepe se irían a bajar un río en piragua si les dejásemos el más mínimo resquicio? Pero no tienen el equipo. Además ¿serán capaces de olvidarse de Hugo que ha venido con toda su ilusión para hacer espeleología en Cantabria? ¿serán capaces de olvidarse de mí, que no tengo predilección por los ríos? A pesar de todas esas incertidumbres que suelen amenazar la consecución de cualquier plan al poco rato estamos entrando en la cueva. ¿Por qué será que hoy me cuesta tanto meterme el arnés? Pepe dice que estoy engordando pero yo no lo admito porque sé que no es verdad. Simplemente el arnés tiene las cintas de las perneras mal puestas.
Desde la entrada hacemos sin pausa el camino hacia la Sala del Ángel. Las galerías que los franceses llaman El Delator se me hacen pesaditas, tengo calor y la postura me cansa. ¿Qué es lo que hace que la Sala del Ángel este siempre llena de neblina? Seguramente es la cascada pero es cierto que a veces la Sala esta diáfana y la cascada siempre está allí. Le hacemos un esforzado repaso a la Sala con visibilidad escasa. Hugo se la juega en una zona de pendientes patinosas. De nuevo conseguimos cero patatero en el juego de encontrar las continuaciones desde esta Sala. Si miráis el esquema que los espeleologos del SCD han publicado en la BCE 16 se intuye un galerión hacia el este, más ¿dónde se pilla esa galería?
Algo frustrados continuamos por la Galería de Cruzille hasta una zona en que unos balcones arenosos se asoman a un pozo. Bien abajo, se oye discurrir un río. Después de comer instalamos el pozo y nos movemos hacia el oeste por él. Curiosamente la dirección del agua no corresponde a lo que uno podría esperar. Va hacia el oeste, es decir hacia el interior de la red. Miguel intenta avanzar al nivel del río pero fracasa. Más arriba nos movemos por una zona de bloques embarrados algo penosa y nos preguntamos si aquello tiene algún futuro. A mi no me lo parece pero algo más allá se adelanta Pepe por una suave pendiente sembrada de bloques recubiertos de barro resbaladizo y ¡bingo! desembocamos en una sala de altura indefinida, casi 20 metros de ancha y grandes playas arenosa inclinadas. A partir de aquí el camino es franco y, después de un recorrido accidentado, accedemos a una gran galería con un río mucho mayor. Aguas abajo se hace necesario neopreno o bote. Aguas arriba avanzamos por playas y ancha galería hasta que un zona profunda y de longitud indefinida nos corta el paso en dirección suroeste. De nuevo solo es posible seguir con bote o neopreno.





A la vuelta decidimos quitar las viejas cuerdas del pozo de 30 puestas desde las primeras exploraciones. En una cabecera ha partido un seno sobre el maillón y los otros no tienen buen aspecto. Además la camisa se ha hinchado y bajar es un suplicio. La próxima vez que vengamos pondremos un conjunto de cuerdas nuevas. A las diez y media estamos en los coches creando riqueza para la operadoras de móvil y poco después pidiendo cena en el bar Coventosa. No salimos de éste hasta pasada la una y llego a casa las dos y media. 

19/4
Una semana después convenzo a Manu y José para ir de nuevo a la red del Gándara. En realidad pensaba ir la pared de Zigal este fin de semana pero las predicciones dan lluvias con una probabilidad 100% en toda Cantabria. A pesar de esos oráculos el viernes no tiene aspecto de que vaya a llover mucho y las dudas persisten. Julio y Encarni hablan de un vivac en la Red del Gándara pero no hay coyuntura para realizarlo. Miguel al final no puede venir.
El sábado por la mañana el tiempo está de sur. Me corroe la duda de si hubiera sido factible ir a Liébana. Sin embargo en el cruce de La Sía sopla un viento fuerte y frío del sudoeste que no invita a nada. Un grupo de Madrid está preparándose para entrar. Son bastantes y, por las conversaciones que escucho, debe haber algunos principiantes. Amablemente nos invitan a ir delante pero les explicamos que nosotros no vamos a ir hacia dentro. Torito Tarero es una creación absoluta de Manu. No esta mediatizada por nada salvo por su manera de cantar. Decido que no hay nada mejor para definir la ruta que seguiremos hoy.

Nos moveremos hasta el pasamanos de la Galería de las Alizes para bajar el pozo que sale de ahí y visitar las galerías inferiores. Así que compartimos el camino con el grupo de Madrid unos 200 metros.  Instalo directamente a las fijaciones del pasamanos un ocho doble y enseguida fracciono en la primera chapa. Esta colocada in situ. Y todas las demás también. En una ancha repisa intermedia a unos -25 paramos los tres para  ver unos huesos de oso. Es difícil de entender que el oso llegase ahí. La cuerda de 53 que Manu ha sacado del club es insuficiente por poco y en el último fraccionamiento pongo una de 20 adicional.



Ya abajo nos engulle el ahínco y nos dedicamos a visitar todas las galeriones, galeriucas y gateras que encontramos. Al poco pasamos por detrás de una cascada que cae de una galería colgada. Más allá vuelvo a ver una bonita zona de excéntricas que había olvidado desde la primera vez que estuve aquí. Rebuscando por los bordes de las anchas galerías descubrimos una gatera muy trillada y que sopla. Nos metemos por ella y cuando llevamos un buen trecho de arrastradas y estrecheces nos damos cuenta que estamos en una ratonera, con viento pero sin paso. Algo frustrados y estresados volvemos a la gran galería de la que hemos partido. De nuevo probamos suerte con otra gatera también trillada y con soplo. ¡Y esta vez hay suerte! De pronto desembocamos en una amplia galería con señales de tener actividad acuática ocasional. Siguiéndola aguas abajo llegamos a un colapso de bloques que tras unas cuantas vueltas se resuelve por una galería superior. Esta desemboca al cabo de poco trecho en una sala enorme con inmensos bloques.



Siguiendo las zonas de huellas más marcadas vamos bajando por la sala hasta que comenzamos a escuchar un río bastante grande. Lleva un buen caudal y en sus orillas se alternan las playas y los bloques. Aguas abajo llegamos a un recodo con una zona de playas grande y muy llana. Por la derecha se le une otro río formando un cabo de arena. Aguas abajo el caudal es muy grande y la dirección –este muy marcado- indica que ese puede ser el colector principal del Gándara. Para seguir se necesitaría un bote o neopreno. Después de comer visitamos todavía una zona en la que se vislumbran algunas galerías altas con acceso complicado por los bloques. Después de echar un vistazo sin éxito volvemos hacia la gran sala por una pequeña galería paralela. Por un momento sufrimos un despiste para encontrar el camino.
            Ya fuera vemos que ha caído un buen aguacero. Pensamos que después de todo no ha estado tan mal el ir de cuevas este fin de semana. Y nos sentimos con regalo nuevo. En los coches -a las seis y media-  ya hay dos miembros del grupo de Madrid. A uno de ellos se le caído la suela de la bota cuando ya estaba bastante adentro. El otro, que es muy joven, resulta ser de la misma parte de Madrid que yo. Los dos somos vallecanos y mi antigua casa está muy cerca de la suya. Casualidades que la vida nos arroja sin mirar demasiado. 


6/4/08

Queper (del 8/12/2007 al 5/4/2008) Cueva de Sobrelinde


Queper o no queper, esta es la cuestión. Marrulleramente, arteramente y maquiavélicamente hoy 5 de abril por fin hemos conseguido reventar la gatera que se nos estaba subiendo a la chepa. Han sido necesarios cinco asaltos para acabar esta guerra.
La primera vez (8/12/2007) que Julio, Manu y yo llegamos a Sobrelinde fue gracias a un pastor de la zona que ya había hablado una vez, anteriormente, con Julio. El pastor nos contó que en días fríos la sima arrojaba un penacho de  vapor  condensado muy llamativo. Y también la típica historia de un perro que se cayó y que, maltrecho, salió varios días después por otro agujero del valle. Además hace tiempo en una ocasión -contó- bajaron con una cuerda a un muchacho para ayudar a sacar a una res pero tuvieron que sacar al muchacho aterrorizado por que la sima “se lo aspiraba”. La cosa nos pareció prometedora aunque el día estuviese gris y deprimente.
La segunda vez Julio y Manu bajaron el pozo de entrada, 15 metros, accediendo a una amplia sala e hicieron un reconocimiento en el que descubrieron una estrecha gatera sopladora. Además constataron que la sima era un mortero cuyo contenido consistía en multitud de sacos de huesos de reses  y algún que otro perro. La nota vital la daba una colonia de murciélago en un rincón elevado.
La tercera vez (9/2/2008) nos acercamos los tres con material de desobstrucción. Después de realizar con gran esfuerzo cuatro agujeros de 40 cms. de profundidad por 0.8 cm. de diámetro para cuatro disparos de microcargas, y de quitar los escombros que resultaron como efecto, conseguimos ampliar el hueco y avanzar. Pero la gatera continuaba y las baterías se habían acabado.
La cuarta vez (16/2/2008) a los tres sufridores habituales se unió Juan Colina. Uno de los spits de la cabecera de sima saltó (reventó la roca) y tuvimos que reasegurar en una raíz, añadiendo después otro spit. Con nuestras locas charlas Julio y Manu habían empezado a hacerse grandes ilusiones sobre la sima. Juan estaba lleno de curiosidad. Para mí la gatera constituía un trabajo de desobstrucción con un perfil diferente al habitual debido a la naturaleza de la roca: colada con un alto porcentaje de cárcavas. Esta cualidad esponjosa hacía que la fuerza expansiva se perdiese en las oquedades. Debido a esto en esta ocasión solo una de las microcargas fue efectiva. Esto hizo que pensáramos en cambiar de estrategia. Decidimos volver con un generador eléctrico y un martillo demoledor de dimensiones modestas. Sin embargo esto llevaba una logística pesada que era necesario preparar.
Al principio tanteamos la posibilidad de alquilar todo lo necesario durante un fin de semana. Pero los generadores de los alquileres de máquinas eran excesivamente pesados. Manu tenía un generador pequeño y ligero de potencia insuficiente para un martillo demoledor. Por suerte en la reunión del viernes  4 de Abril Fernando nos ofreció un pequeño generador -unos 20 kilos- de suficiente potencia, más o menos 1200 vatios. Por otra parte Eric nos presto el más ligero de los martillos demoledores de su empresa. Juan se ofreció a subirlo todo en su todo terreno por la pista del eucaliptal y como último y magnífico fichaje se vino Miguel -de Balmaseda-. Así pues el sábado 5 de abril nos encontramos todos en la estación de FEVE del Astillero, lugar habitual para ir hacia la zona de Puente Viesgo.
Una vez depositado todo el material en el prado al final de la pista Juan se quedo abajo -estaba lesionado en una pierna- y los demás hicimos dos viajes hasta la sima. Uno con sacas y objetos diversos y el otro con el generador, haciendo para éste viaje dos equipos que se fueron relevando: Manu y Julio—Antonio y Miguel. Aunque el tiempo estaba excelente y hacía calor no tuvimos gran problema en subir el trasto.
                Enseguida instalamos la sima y desplegamos la alargadera de 50 metros de cable. Miguel bajó a echar un vistazo a la estrechez. No quepíamos los dos en el punto de trabajo. Un rato después comencé a trabajar. El generador estaba funcionando en el exterior al cuidado de Manu. Termine un agujero sobre un bloque empotrado para reducirlo a trozos más pequeños con una microcarga pero como había traspasado algunas cárcavas comencé otro agujero nuevo. Cuando llevaba 10 cms. del nuevo agujero la herramienta soltó unos cuantos chispazos, un tufillo a quemado y dejo de ir a las revoluciones requeridas. De golpe nuestras expectativas estaban amenazadas de frustración total y debíamos replantear la batalla. Tuvimos una reunión fuera de la sima. La decisión fue que, mientras yo me quedaba abajo intentando sacar provecho de los agujeros que ya estaban hechos, Manu y Julio intentarían alquilar otro martillo y Miguel subiría las baterías para seguir trabajando como las veces anteriores –con el Hilti de baterías-.
                Tuve suerte y el bloque fue reducido a pequeños trozos manejables. Miguel me ayudo a extraerlos de la gatera. Al poco volvieron Manu y Julio pues ya era demasiado tarde -en sábado- para que los alquileres estuviesen abiertos. Los siguientes disparos -en contra de lo esperado- tuvieron éxito y dieron lugar a un largo trabajo de desgajar y arrojar por el hueco. Después de una penúltima microcarga sobre una verruga de roca que fracasó en su cometido, la última si lo tuvo y nada más verlo me pareció que ya se podía pasar. Incluso llegue a recoger todo el despliegue.
                Sin embargo después de hacer una primera instalación para descender el pozo -al que daba acceso la gatera- cuando ya estaba metido dentro me di cuenta que la verruga de roca que sobresalía no permitía el paso de ninguna manera. Quizás hubiera sido posible pasar hacia abajo forzando pero a la vuelta estaríamos con los pies en el vacío –para ser exactos en el pedal- y tratando de salir hacia arriba. No me pareció razonable intentarlo en esas condiciones.
                Comenzamos un batalla contra la verruga a la desesperada. Sucesiones de pequeños taladros en el pedúnculo seguidas de sesiones de mazazos desaforados y motorizados por la obsesión de queper por el agujero. En el asalto que le correspondió a Miguel la verruga cedió y fue reducida a escombros. Por fin pudimos instalar el pocete. Un natural, un puente, un parabolt en la roca mediocre y un desviador. Baje el primero, honor que nos disputamos todos menos Miguel. Eran más de las 7 de la tarde. Mientras bajaban todos los compañeros eché un vistazo y vi que seguía otro pozo mayor –de unos 15 metros- Lo instalamos a una gruesa estalagmita con columna añadida. A los pocos metros metimos un desviador.
          El fondo del pozo, tapizado de rocas pequeñas y medianas no mostraba continuación. Por los laterales una galería estrecha se iba cerrando totalmente y algo más arriba también se cerraba otro pasaje. En todo lo que miramos no vimos continuación evidente ni soplo de viento –presente, sin embargo, en todo momento en la gatera- así que comenzamos el ascenso. Decidimos dejar todo instalado par echar otro vistazo más detenido y recogimos todo el despliegue. A las 10 y media estábamos por los coches tranquilizando -los que la tuvieran- a la esposa o novia según quién. Y al filo de las 11 y media, ya en Astillero, nos pareció demasiado tarde para pedir cena en un restaurante. Cada cual cogió el rumbo de su casita...