6/4/08

Queper (del 8/12/2007 al 5/4/2008) Cueva de Sobrelinde


Queper o no queper, esta es la cuestión. Marrulleramente, arteramente y maquiavélicamente hoy 5 de abril por fin hemos conseguido reventar la gatera que se nos estaba subiendo a la chepa. Han sido necesarios cinco asaltos para acabar esta guerra.
La primera vez (8/12/2007) que Julio, Manu y yo llegamos a Sobrelinde fue gracias a un pastor de la zona que ya había hablado una vez, anteriormente, con Julio. El pastor nos contó que en días fríos la sima arrojaba un penacho de  vapor  condensado muy llamativo. Y también la típica historia de un perro que se cayó y que, maltrecho, salió varios días después por otro agujero del valle. Además hace tiempo en una ocasión -contó- bajaron con una cuerda a un muchacho para ayudar a sacar a una res pero tuvieron que sacar al muchacho aterrorizado por que la sima “se lo aspiraba”. La cosa nos pareció prometedora aunque el día estuviese gris y deprimente.
La segunda vez Julio y Manu bajaron el pozo de entrada, 15 metros, accediendo a una amplia sala e hicieron un reconocimiento en el que descubrieron una estrecha gatera sopladora. Además constataron que la sima era un mortero cuyo contenido consistía en multitud de sacos de huesos de reses  y algún que otro perro. La nota vital la daba una colonia de murciélago en un rincón elevado.
La tercera vez (9/2/2008) nos acercamos los tres con material de desobstrucción. Después de realizar con gran esfuerzo cuatro agujeros de 40 cms. de profundidad por 0.8 cm. de diámetro para cuatro disparos de microcargas, y de quitar los escombros que resultaron como efecto, conseguimos ampliar el hueco y avanzar. Pero la gatera continuaba y las baterías se habían acabado.
La cuarta vez (16/2/2008) a los tres sufridores habituales se unió Juan Colina. Uno de los spits de la cabecera de sima saltó (reventó la roca) y tuvimos que reasegurar en una raíz, añadiendo después otro spit. Con nuestras locas charlas Julio y Manu habían empezado a hacerse grandes ilusiones sobre la sima. Juan estaba lleno de curiosidad. Para mí la gatera constituía un trabajo de desobstrucción con un perfil diferente al habitual debido a la naturaleza de la roca: colada con un alto porcentaje de cárcavas. Esta cualidad esponjosa hacía que la fuerza expansiva se perdiese en las oquedades. Debido a esto en esta ocasión solo una de las microcargas fue efectiva. Esto hizo que pensáramos en cambiar de estrategia. Decidimos volver con un generador eléctrico y un martillo demoledor de dimensiones modestas. Sin embargo esto llevaba una logística pesada que era necesario preparar.
Al principio tanteamos la posibilidad de alquilar todo lo necesario durante un fin de semana. Pero los generadores de los alquileres de máquinas eran excesivamente pesados. Manu tenía un generador pequeño y ligero de potencia insuficiente para un martillo demoledor. Por suerte en la reunión del viernes  4 de Abril Fernando nos ofreció un pequeño generador -unos 20 kilos- de suficiente potencia, más o menos 1200 vatios. Por otra parte Eric nos presto el más ligero de los martillos demoledores de su empresa. Juan se ofreció a subirlo todo en su todo terreno por la pista del eucaliptal y como último y magnífico fichaje se vino Miguel -de Balmaseda-. Así pues el sábado 5 de abril nos encontramos todos en la estación de FEVE del Astillero, lugar habitual para ir hacia la zona de Puente Viesgo.
Una vez depositado todo el material en el prado al final de la pista Juan se quedo abajo -estaba lesionado en una pierna- y los demás hicimos dos viajes hasta la sima. Uno con sacas y objetos diversos y el otro con el generador, haciendo para éste viaje dos equipos que se fueron relevando: Manu y Julio—Antonio y Miguel. Aunque el tiempo estaba excelente y hacía calor no tuvimos gran problema en subir el trasto.
                Enseguida instalamos la sima y desplegamos la alargadera de 50 metros de cable. Miguel bajó a echar un vistazo a la estrechez. No quepíamos los dos en el punto de trabajo. Un rato después comencé a trabajar. El generador estaba funcionando en el exterior al cuidado de Manu. Termine un agujero sobre un bloque empotrado para reducirlo a trozos más pequeños con una microcarga pero como había traspasado algunas cárcavas comencé otro agujero nuevo. Cuando llevaba 10 cms. del nuevo agujero la herramienta soltó unos cuantos chispazos, un tufillo a quemado y dejo de ir a las revoluciones requeridas. De golpe nuestras expectativas estaban amenazadas de frustración total y debíamos replantear la batalla. Tuvimos una reunión fuera de la sima. La decisión fue que, mientras yo me quedaba abajo intentando sacar provecho de los agujeros que ya estaban hechos, Manu y Julio intentarían alquilar otro martillo y Miguel subiría las baterías para seguir trabajando como las veces anteriores –con el Hilti de baterías-.
                Tuve suerte y el bloque fue reducido a pequeños trozos manejables. Miguel me ayudo a extraerlos de la gatera. Al poco volvieron Manu y Julio pues ya era demasiado tarde -en sábado- para que los alquileres estuviesen abiertos. Los siguientes disparos -en contra de lo esperado- tuvieron éxito y dieron lugar a un largo trabajo de desgajar y arrojar por el hueco. Después de una penúltima microcarga sobre una verruga de roca que fracasó en su cometido, la última si lo tuvo y nada más verlo me pareció que ya se podía pasar. Incluso llegue a recoger todo el despliegue.
                Sin embargo después de hacer una primera instalación para descender el pozo -al que daba acceso la gatera- cuando ya estaba metido dentro me di cuenta que la verruga de roca que sobresalía no permitía el paso de ninguna manera. Quizás hubiera sido posible pasar hacia abajo forzando pero a la vuelta estaríamos con los pies en el vacío –para ser exactos en el pedal- y tratando de salir hacia arriba. No me pareció razonable intentarlo en esas condiciones.
                Comenzamos un batalla contra la verruga a la desesperada. Sucesiones de pequeños taladros en el pedúnculo seguidas de sesiones de mazazos desaforados y motorizados por la obsesión de queper por el agujero. En el asalto que le correspondió a Miguel la verruga cedió y fue reducida a escombros. Por fin pudimos instalar el pocete. Un natural, un puente, un parabolt en la roca mediocre y un desviador. Baje el primero, honor que nos disputamos todos menos Miguel. Eran más de las 7 de la tarde. Mientras bajaban todos los compañeros eché un vistazo y vi que seguía otro pozo mayor –de unos 15 metros- Lo instalamos a una gruesa estalagmita con columna añadida. A los pocos metros metimos un desviador.
          El fondo del pozo, tapizado de rocas pequeñas y medianas no mostraba continuación. Por los laterales una galería estrecha se iba cerrando totalmente y algo más arriba también se cerraba otro pasaje. En todo lo que miramos no vimos continuación evidente ni soplo de viento –presente, sin embargo, en todo momento en la gatera- así que comenzamos el ascenso. Decidimos dejar todo instalado par echar otro vistazo más detenido y recogimos todo el despliegue. A las 10 y media estábamos por los coches tranquilizando -los que la tuvieran- a la esposa o novia según quién. Y al filo de las 11 y media, ya en Astillero, nos pareció demasiado tarde para pedir cena en un restaurante. Cada cual cogió el rumbo de su casita... 

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