10/12/05

Triste Lobeto (10/12/2005) Mina Lobeto



Para el sábado 10 de diciembre del 2005 sugerí a Moisés que fuéramos a la Cueva de Mina Lobeto. Nos juntamos Julio, Moisés&Susana y yo. Flirtearon con la idea de unírsenos Alberto -desde Potes-, Amelia -que ya había intentado ir conmigo a la Mina Lobeto- y Manu que estaba con un catarrazo. En Monpía nos montamos en dos coches y en el desvío de Comillas seguimos en uno solo. La cueva esta cerca de Puente Arrudo. Justo cuando estábamos llegando llamo Alberto que acababa de despertarse. Demasiado precipitado para el. De todas formas Julio nos arrastro hasta un bar en Roiz para tomar café.  



Aparcamos en un ensanche, que hay justo en la desviación a Otero, de la carretera PuenteArrudo-Cabanzón. Se toma una buena pista, la única que parte de ese lugar, y se sigue hasta una tejabana que esta, en parte, cubierta de tierra. Siguiendo por la pista se atraviesa un arroyo  y se sube una cuesta hasta una bifurcación. Continuaremos por la izquierda, que es valle adentro. La pista atraviesa un eucaliptal y deja un desvío a la derecha, poco más allá del cual se llega a una curva que atraviesa el fondo del valle y desde donde veremos unos depósitos de agua a la izquierda. Tomamos, a la derecha, la vaguada semejante a una jungla y avanzando unos cincuenta metros encontraremos la entrada de la Mina Lobeto. En total se tardarán entre 20 y 30 minutos. 
            La galería minera de entrada se transita sin dificultades hasta un punto en que aparece un amplia gatera a la izquierda frente a otra galería a mano derecha. Introduciéndonos por la gatera se alcanza una galería natural ya en la Cueva de Mina Lobeto. Bajando por esta galería enseguida desembocamos en un cómodo meandro activo. Lo remontamos aguas arriba. Vamos observando ensanches y una zona superior fósil que tomamos de forma alternativa para avanzar. En ciertos tramos es obligado ir por arriba para no mojarse o para evitar zonas sifonadas. Durante un tramo la zona fósil se convierte en un laminador. Así alcanzamos un cul d’sac en donde el agua se embalsa y no hay continuación aparente. Buscamos por todos lados las formaciones verdes y azules de las que me habían hablado pero no las encontramos. Solo en algunas zonas se observa alguna chorrera verde pero nada especial. Creo que nos han engañado o que no hemos dado con lo que buscábamos. 


            De vuelta vamos mirando todos los rincones y las bifurcaciones. Una de ellas nos conduce a una galería activa en que se pueden observar ramas y troncos cada vez más abundantes. Cinco minutos después desembocamos en la base de una  sima que da al exterior y por el que penetra un torrente y la luz del bosque. Hay varios murciélagos hibernando por esta zona. Volvemos a la galería principal y nos paramos a comer un poco. El comentario llueve. No hemos encontrado las formaciones espectaculares que esperábamos.

 
           Poco antes de llegar a la galería de salida encontramos en el suelo del meandro un filón en que hay gruesos cristales maclados entre sí. Nos recuerdan las rosas del desierto. Río abajo decidimos visitar el tramo inferior del meandro. Se trata de una zona en que cada vez hay más aguas embalsadas y mas barro en las paredes hasta que la necesidad de meterse entero en el agua nos hace retroceder. Esta claro que se trata de un sifón de una resurgencia que hemos visto en el exterior. En las galerías mineras echamos un vistazo a lo que es transitable. La zona por la que continúa la mina hacia el interior tiene un charco profundo que cubre por encima de la caña de las botas de pocero. Nadie quiere mojarse.


            Salimos temprano y en un momento estamos en el coche. Todos tenemos planes para esta tarde. Espeleo light pero divertida.
 

26/11/05

Cuernoquemao I (26/11/2005) Luna Llena

Hace pocos días estuvimos en la torca de la Luna Llena Moisés, César, Susanna & me. Nos quedamos con la miel cerca de los labios. Y este sábado, 26/11/2005, pensábamos repetir en la torca los mismos actores. Sin embargo el viernes me entero de que César no viene -aún siendo el promotor de la fecha-  y, por otro lado, también me entero de que Manu se anima a venir. El tiempo es garrafal. Diluvia, nieva y la temperatura anda por 3º. Esto es así desde el viernes y todo el fin de semana promete continuar en la misma línea. A pesar de que todos los elementos nos aconsejan quedarnos en casita metidos en la piltra nosotros hacemos caso omiso y quedamos a las 10 en Monpía. Cuando llego Manu lleva esperando diez minutos en su furgoneta verde. A las 10 1/4 Manu y yo empezamos a sospechar de Moisés. A sospechar que no aparecerá. Pero si aparece. Y nos montamos todos en la furgoneta verde de Manu para ir hacia Toporías, en donde vamos a dejar el coche. Por el camino nos amenizan un par de granizadas y cuatro o cinco chubascos. A partir del Alto de Quijas la nieve salpica el paisaje.
Diletantes, andamos buscando un aparcamiento. Aún necesitamos convencernos de que vamos a subir a la Luna Llena.... Algunos tienen que cambiarse de indumentaria. Por suerte yo he venido listo para salir andando: llevo puestas, incluso, las botas de pocero. Pero para mejorar aún más mi situación me pongo el mono exterior, un anorak y me cubro con un paraguas. Moisés&Susanna  se han metido en una obra a cambiarse. Salen listos para la guerrilla. Manu se cambia dentro del coche. Se queja de lo fríos que estan los escarpines. Para mis adentros pienso que más fríos van a estar dentro de un rato. Manu y Moís se guarecen bajo paraguas y Susanna mucho más aguerrida y vital pasa de paraguas.
Durante la aproximación pisamos casi de continuo la nieve que ha engrosao uno o dos dedos. El frío se nos pasa andando. Nos cruzamos con una rebaño de vacas, estilo Tudanco, con hermosos cuernos de puntas blancas y remate negro que bajan rápido del monte. Se las ve lustrosas y ágiles. Moisés se dedica a sortear charcos para no inundar sus botas agujereadas. Los charcos tienen una fina capa de nieve por encima. La torca de la Luna Llena fuma. El penacho de aire caliente que sale forma una neblina. Moisés descubre a poca distancia de nuestra torca, a la misma mano de la pista y en lo más  denso del bosque otra fumata que forma nube. Acabamos de descubrir una nueva sima.  Manu y yo nos metemos debajo de un hermoso árbol a ponernos los arneses y dejamos los paraguas colgados de una rama mientras Moisés&Susanna se los ponen en la misma pista.
Entro a la sima el primero seguido de Manu, de Moisés y de Susanna. Al principio solo encuentro goteos insistentes que, para nuestra desgracia, enseguida van formando chorrillos, reguerillos, arroyuelos, para acabar siendo cataratas. La sima no esta húmeda sino mojada; totalmente mojada. En los tres primeros pozos nos escapamos del agua sorteando con habilidad los chorros; pero el cuarto pozo nos hunde en la miseria. Justo en la repisa que se toma para ir hacia la gatera y el pozo paralelo, justo en esa repisa cae una catarata que te da en los morros. Acabo alcanzando el inicio de la gatera estilo bacalao en remojo. Además durante las esperas se va incrementando la humedad a base de gotas en el pescuezo o chorrillos por el manguito del mono o sentadas en reguerillos acuosos. Para cuando vengo a darme cuenta ya estoy empezando a hartarme de la sima. Por lo menos nos queda Marlboro, el sabor de la aventura.
Al cabo de un rato interminable nos reunimos todos en la cabecera del Pozo Diaclasa y empezamos a preparar los instrumentos de desobstrucción ya que justo en el lugar de la acción va a ser bastante difícil hacerlo por la ausencia de repisas amplias. Conectamos el pack de baterías para taladrar e insertamos los terminales del cable. Verificamos que el invento funciona. Metemos en una saca todo esto y al lado el taladro. En otra saca llevamos el resto de instrumentos para ayudar a hacer agujeros... Dejamos la comida, el agua y todo lo prescindible, incluyendo la cámara digital, en la cómoda salita.
Moisés baja conmigo como ayudante de operaciones. Para abrir boca cuando conectamos la batería el taladro se queda en off.  Luchamos con la razón. Con lamentos de todo tipo sacamos las baterías que embalamos en la saca y, con mucho cuidado para que nada se despeñe por el estrecho pozo conjuramos un fallo de conexión. Las paredes del pozo que el primer día estaban secas hoy rezuman un barrillo pernicioso que se pega a todo lo que tocamos. Un patina de color mierda empieza a invadirlo todo de forma siniestra. Inspecciono la estrechez y elijo el punto más cómodo y ancho para mejorarlo arrancando un buen trozo de roca. No más comenzar a taladrar me doy cuenta de que esta vez no va a ser nada fácil acabar el agujero. El barrillo se introduce en el agujero haciendo que la resistencia bloquee la broca. Es necesario un movimiento de mete-saca para poder desalojar el polvo húmedo...Y luego soplar bien con el canutillo para limpiar mejor. Sin embargo el canutillo tiene la manía de obstruirse con los barrillos. Tras quince minutos de bregar conseguimos terminar el agujero. Conseguimos un desmoronamiento impecable.
              En cuanto bajo me meto por el estrechamiento que ha quedado “suficiente” pero algo incómodo; si las exploraciones se prolongan habrá que abrir un poco más. Moisés se reúne conmigo y me convierto en su ayudante para instalar la incómoda cabecera de lo que sigue. Metemos dos parabolts y dejamos el taladro y las baterías en una terracilla.. Moisés baja buscando el camino más ancho. El pozo me recuerda la estrechez de la Toño-Cañuela. Enseguida Mois me llama y nos reunimos en un amplio ensanche. Fraccionamos en un puente natural y Moisés sigue bajando hasta que el pozo desemboca en el techo de una amplia sala. Durante veinte o treinta minutos Mois burila para meter un spit que se hace el duro. La roca ha cambiado de nuevo de arenisca asquerosa a buena caliza.  Los de arriba gritan desesperados de frío y yo les grito desesperado que bajen. Pero la forma del pozo impide que nos entendamos. Solo se oye un farfullo ininteligible. Por fin Mois consigue acabar y bajamos expectantes los dos.   
La sala exhibe a media altura uno o dos laminadores arenosos que habrá que mirar. Enfrente de donde bajamos, y previo un pequeña resalte que habrá que escalar, confluyen distintos conductos que se ven amplios. Pero seguimos hacia el fondo del pozo e instalamos en un natural alcanzando un par de galerías que soplan débilmente y que necesitarían desobstrucciones para proseguir. Como sabemos que los de arriba estarán congelados decidimos empezar a subir aunque de buena gana nos quedaríamos ahora que tenemos los frutos del trabajo frente a nosotros.
El Pozo Diaclasa es laborioso pero se deja subir. Hay un  tramo en que mejor que jumarear es escalar asegurándose con el croll. Las paredes tienen abundantes salientes para poder ir apoyándose y se mueve  uno mejor libre de aparatos. Pronto descubrimos que Susanna y Manu han huido. De ser más inteligentes todos habríamos huido desde esta mañana. Mois y yo alcanzamos la gatera rastrera en donde comienza de nuevo el infierno de viento y agua. Espero mi turno hasta que Moisés completa su ascenso del cuarto pozo. Me grita un berrido inhumano y salgo disparao de mi escondite bajo la lluvia de la cascada. Me lanzo cuerda arriba y solo descanso en la cabecera del pozo, ya lejos del cruel chaparrón helado. El resto del ascenso lo realizo como un excombatiente  perdido en la llanura. Salgo un poco a rastras.
            Fuera nos espera la nieve, la noche y el frío que incrementan las sensaciones desagradables. Pero, todo hay que decirlo, nos sentimos satisfechos por los resultados del trabajo. Y nos damos todo el autobombo que nos merecemos. Bajamos directos al coche gracias a que Moisés se conoce esto a la perfección fruto de mil correrias entre Comillas y Cabezón. Borracheras épicas perdido en las pistas de la zona eludiendo los controles de alcoholemia. Y cuando llegamos encontramos a Susanna y Manu intentando calentarse dentro del coche. Susanna esta enfadada por no haber bajado a ver los nuevos mundos descubiertos. Manu solo piensa en huir del frío. Sentimos calor cuando nos quedamos en pelotas al cambiarnos. Y mucho más cuando nos ponemos la ropa seca. Paramos a tomar algo caliente en un bar llamado La Gándara. Nuestra sorpresa es luminosa cuando nos encontramos con Eduardo “Momy” y varios amigos de su banda, entre otros Joserra, que han venido a visitar la cueva de Udías. No podemos creernos la casualidad: Joserra fue el primer explorador de la torca de la Luna Llena. Charlamos un buen rato al calor del bar. Miro a mi alrededor y me encuentro con una colección de minerales y un acuario con dos pirañas. Curioso. La dueña del bar juega en un portátil acodada en la barra. De buena gana me quedaría charlando en este lugar. Pero nos vamos cada uno a nuestra casa. A tomar un buen baño de agua caliente.

6/11/05

The Next Step (6/11/2005) Luna Llena

No fuimos ni el fin de semana anterior ni tampoco el penúltimo a hacer espeleo. Pero este  del 6/11/05 si vamos. El esperado César aparece por Cantabria matando muchos pájaros de un tiro. Entre otros visitar la torca de la Luna Llena para explorar la vía recientemente encontrada por el y Mois.   Por descontado Mois, enamorado de la zona de Udías,  es el principal promotor de esta salida. Y Susana tambien es embarcada en la movida.
La fría mañana del domingo esta despejada. Quizás 5ºC en algún momento. Quedo con César, Mois y Susana justo en Monpía a las ocho y cuarto de la mañana por eso de que hay que ir temprano para que César pueda volver al bonito infierno de Madrid a una hora razonable. Dentro del coche hace buena temperatura. La verdad es que se esta bastante bien. Sin embargo el exterior está frío y húmedo. Susana se queja un poco. Yo me quejaría más aún pero me contengo. Nos entretenemos preparándonos con parsimonia. Todos me vacilan con mi nuevo mono gris aspecto oso de peluche. La verdad es que miran con mucho interés. A veces dudo de las tendencias sexuales de mis colegas. Son muy raros. La única de la que me fío es de Susana.
He estado dos o tres veces en esta zona que se extiende por encima de la cueva de Udías. El interés de la torca de la Luna Llena es que puede conectar con una zona lejana a la entrada de la cueva de Udías. La profundidad estimada de la sima superaría, de conectar, los 200 metros. Es un agradable bocado para cualquier espeleólogo con el interés añadido de que se podría realizar una interesante travesía. Además es una zona que ya han trabajado antes, sin éxito, tres o cuatro grupos lo que arroja un aliciente más (o un desánimo mayor según la actitud del que mire).  
Normalmente para ir a la sima de la Luna Llena se transita por una pista que pasa por la entrada de una mina y por varios pozos mineros. Pero hoy,  en vez de seguir la pista, nos movemos por la ladera del polje hacia un bosque de eucaliptos en la cumbre de la colina. Moisés realiza el ascenso a toda pastilla, a pesar de ir lastrado con baterías de plomo y taladro (o es César el que va lastrado??), y los demás le seguimos como podemos por unas sendas mínimas entre brezos y prados. Yo llevo dos sacas una con el material de desobstrucción, que nadie quiere tocar (rrr sobre todo Moisés) y otra con cuerdas. Hay ganado pastando por todos lados. Al cabo de un rato  desembocamos en la pista que nos acerca con cuestas abajo/arriba y llaneando hasta la dolina de la torca. Moisés comparte un asa de mi segunda saca.


Nos preparamos en la pista a pocos metros de la zona de la entrada, que es un poco escasa para cuatro. Como las dimensiones de la torca no son excesivas me llevo, sólo, el invento de leds. Todo va un poco rápido, para mi gusto, pero bien. Cesar y Susana van a recoger algo de material en una torca que hay enfrente a 20 metros de la de la Luna Llena. Moisés se mete rápidamente a instalar los pozos y yo le sigo de cerca. Hay que llevar mucho cuidado con las piedras en la entrada de esta sima. Se las puedes tirar al de abajo y pueden enlazar un pozo con el siguiente. En el segundo pozo hay un desviador que debo retocar para que la distancia a un saliente sea más segura. Luego otro bonito pozo que se plantea, también en la cabecera, con un desviador demasiado largo que acorto para evitar un potente roce. Creo que va a ser muy incómodo salir de la cabecera en el ascenso porque el desviador está demasiado cerca. Por lo demás los pozos de la Luna Llena son limpios, acampanados y muy, muy bonitos. El cuarto tiene un meandrito que desemboca en un estrecho balcón asomado a un limpio pozo de caliza blanca. Es en una cornisa intermedia de este pozo en donde se asciende unos metros llegándose así a una gatera que nos conduce a un pozo paralelo en roca areniscosa (o quizás caliza de muy mala calidad). De la gatera hay que salir con cuerda y marcha atrás hacia la cabecera de un pocete que puede destreparse. Sin embargo es recomendable andar siempre con la cuerda pues la roca es muy quebradiza y las presas tienen la manía de romperse. Aquí dejamos la mayoría de lo que transportamos pues 10 metros más abajo esta el punto que deberemos desobstruir.


Me acompañan hasta el fondo del pocete César y Moís con todo lo necesario para taladrar: la Hilti de 36 V, tres baterías de 12 V que pesan como muertos y las brocas. Después de inspeccionar un rato la estrechez Mois me aconseja que liquide un saliente y deje un paso justo. Sin embargo taladrar en ese saliente tiene dos problemas importantes: uno es que habría que colocarse cabeza abajo en el pozo que forma la estrechez, ya que la broca tiene 40 cm y el lugar no permite un cuerpo humano y una taladradora. La segunda es que el saliente está plagado de cárcovas con lo que los agujeros del taladro terminarían saliendo al aire por otro lado perdiendo toda su eficacia. En vista de la situación decido taladrar algo más arriba con la esperanza de que todo funcione bien. Desgraciadamente los dos primeros agujeros taladran por completo la roca saliendo al aire por cárcavas al otro lado. César y yo nos miramos un poco desesperados. Pero con el tercero tengo éxito. Poco después podemos desmoronar un buen trozo de esta roca mediocre lo que nos permite pasar cómodamente la estrechez. Nos ponemos contentos como castañuelas. Al otro lado hay un amplio ensanche con una plataforma que da acceso a un pozo en forma de diaclasa.


En cuanto bajan Susana y Moisés nos ponemos a estudiar la instalación. En vistas de la escasez de chapas y mosquetones montamos en un gran puente de roca natural. A unos 10 metros Moisés mete un parabolt para fraccionar pero no continúa bajando la taladradora Hilti ya que el cable que une el taladro a las baterías se ha acabado. Por supuesto las baterías pesan demasiado para utilizarlas en la instalación de un pozo y la batería propia del taladro no se ha traído. Poco a poco perdemos de vista a Moisés. Al cabo de unos minutos nos informa a gritos de que la diaclasa se estrecha tanto que habría que desobstruir. Después de varios diálogos a gritos para decidir las acciones a realizar nos inclinamos por no hacer la desobstrucción hoy para poder salir a una hora razonable. Lo que si hacemos, hago, es bajar a efectuar una primera inspección de  la estrechez. Calculo que Mois habrá bajado, al menos, unos veinte metros que añadidos a los más de diez que ya se han bajado hasta aquí hace que nos pongamos en un descenso total de entre 30 y 40 metros.
Hasta donde se encuentra Moisés el pozo es muy cómodo, pero un metro más abajo la diaclasa cambia; de llevar una inclinación de unos pocos grados pasa  a estrecharse y a ponerse vertical. En el punto de cambio el paso es crítico para luego volver a ensancharse un poco. Sin embargo la textura de las paredes es muy irregular y pinchosa lo que hace más difícil aun la progresión. Después de estudiar un rato el lugar decido intentar pasar sin el equipo vertical. La cosa carece de peligro pues justo tras el paso crítico, dos metros más abajo hay una repisa. Cuelgo todo de un mosquetón anclado a la cuerda y me meto por la fisura haciendo contorsiones. Tras un breve forcejeo paso las caderas y el pecho y me quedo empotrado por el casco. Haciendo movimientos mínimos voy desempotrándome y por fin destrepo a la terracilla. Me asomo a la diaclasa y arrojo varias piedras que me auguran una larguísima bajada emparedao. Sin embargo observo que hay ensanches. Bajar es perfectamente posible, quizás algo incómodo. Lo más difícil será volver a ascender. El retorno por la estrechez me resulta mucho más fácil que la bajada. Cuando le contamos a César y a Susana todo esto César pone cara de desánimo. Se había hecho la ilusión de que la progresión iba a ser fácil a partir de aquí. Esta cansado de que todas las exploraciones que iniciamos nos lleven a estrecheces y complicaciones sin final. Moisés también se desanima un poco. Durante un rato nos dedicamos a buscar un gafe. Todo apunta a Moisés. Desde que él llego a explorar con nosotros, todo lo que encontramos es estrecho. Bueno, parece que habrá que aceptar nuestro destino.


El ascenso se hace rápido y sin complicaciones. Como esperaba, el desviador de la cabecera del tercer pozo se pone un poco recalcitrante. Cuando salgo me dedico  a hacer fotos a César esperando que ponga cara de buen ánimo pero, como el mismo me indica, es imposible. Sin embargo Susana se muere de risa durante un rato. Es la más animada del grupo. Menos mal. Sin embargo antes de llegar al coche estamos haciendo planes para ver cuando volvemos. Son cosas de espeleólogos.

16/10/05

Algo Más (16/10/2005)

Dylan escala desde hace muchos años y yo también escalo, aunque no a menudo.  Aris acaba de comenzar a escalar. Dylan y yo llegamos a ir juntos al Alpamayo en La Cordillera Blanca de Perú. Estos últimos meses Dylan, Aris y yo hemos escalado unas cuantas veces juntos. Les hablé de espeleo y al mostrar interés prometí llevarlos de experiencia espeleológica. Primero hicimos una práctica de verticales con fraccionamientos en la entrada de Cuevamur  y este domingo 16/10/05 quedamos para visitar las excéntricas de la Red del Gándara. Una actividad muy completa y con premio.
En Ramales nos juntamos en un solo coche para subir por Soba hasta el cruce de La Sía. Como hace tres semanas que hicieron la práctica tengo que supervisar todos los asuntos. Por suerte los tres llevamos iluminación moderna por leds y, aunque los carbureros nos torturen como siempre, tendremos luz de sobra. Cuando ya estamos acabando de prepararnos aparece un numeroso grupo del Club Katiuska de Madrid. A la mitad los conozco. Nos cruzamos en la travesía de la Piedra de San Martín. Lo único que van a hacer es averiguar donde esta la boca de la Red del Gándara. Charlamos un poco con ellos de la experiencia en la Piedra de San Martín y del recorrido básico de la Red del Gándara. Nos movemos y en algo más de cinco minutos nos estamos colocando los arneses para entrar.
A Dylan todo se le hace incómodo. Un poco más allá del pasamanos  se reconcilia con la oscuridad, la humedad, las rocas resbaladizas y todos los trastos comunes en la espeleología. Avanzamos despacio por la cantidad de fotos que Aris va haciendo. Como niños en una juguetería, a cada paso encuentran algo que mirar y una fotografía más. Al cabo de un rato les digo que tienen que reservar fotos para la zona de las excéntricas. Paramos, justo en el comienzo de la Galería Zigzageante, para mejorar el funcionamiento del carburero de Dylan. Aligeramos la marcha. Durante un cuarto de hora tenemos que ir doblados o agachados o a rastras hasta que emergemos en una zona de formaciones blancas entre arena cristalina, blanca también. Todo es blanco: las estalactitas, las estalagmitas y las columnas. Nos sentamos brevemente y reanudamos la marcha por la galería que ahora se muestra más generosa con nuestras espaldas. De repente, tras  unos bloques, el conducto se precipita en un desfonde que impide seguir hacia delante. Es el pozo de acceso al meandro que lleva hasta la Sala de la Cascada. De cualquier forma les indico por donde hay que seguir: el pozo no se baja por esta zona sino que primero hay que atravesar, a la derecha, una estrecha fisura descendente y un par de gaterillas entre dos pequeñas salas. Dylan no pone buena cara, pero cuando me ve bajar la fisura sin ningún problema se anima. Aris parece disfrutar con las nuevas situaciones. Una vez en el otro lado de este pasaje se vuelven unos metros para acceder al pozo por otra zona más segura y estable.
Al borde del pozo les hago un repaso de los aparatos y de cómo montarse el dressler. Como me preocupa su novatez, les espero en la plataforma intermedia para supervisar el paso del fraccionamiento. Todo va bien salvo la primera cuerda que se ha hinchado de tanto utilizarla y que habría que ir pensando en cambiar. Aterrizamos sin novedad en la base del meandro. Antes de entrar en la Sala de la Cascada bajamos tres resaltes más. Hay neblina en la Sala. Cuando tratamos de ver las paredes lejanas y el techo solo vemos el reflejo de nuestras luces en las gotitas en suspensión. Han puesto algunos catadióptricos e hitos en la Sala (y en varios puntos anteriores) lo que ayuda un poco en el recorrido. Cuando nos acercamos a las excéntricas les prevengo de que tienen que ir con exquisito cuidado. Varias veces le rezo a la Virgen para que no hagan ningún movimiento intempestivo. Me pregunto si tantas fotos como se están haciendo en las excéntricas terminarán deteriorando los filamentos cristalinos de algunas de ellas. ¿El carbonato cálcico es excitable por la luz del flash? Terminará descomponiéndo o alterando la red cristalina? De cualquier forma Aris hace un montón de fotos.
Nos vamos a comer tortilla un poco más allá del grupo de excéntricas en una zona donde no hay corriente apenas. Tenemos dos alternativas: seguir hasta el bivouac de los franceses o comenzar a salir. Aris seguiría más adentro pero Dylan prefiere comenzar a salir ya. Como hay una galería que me ha llamado la atención otras veces apoyo salir y de vuelta dar un corto paseo por esa galería: conocer algo más de la inmensa Red del Gándara.
En el pozo largo sube primero Aris y en cuanto pasa la repisa donde hay piedras se pone a subir Dylan. Se queja un poco del esfuerzo que conllevan los jumars. Pero poco a poco le coge el truco. En cuanto supera la plataforma intermedia empiezo a subir yo. Me quedo esperando al borde de la repisa, en el fraccionamiento, y una piedra que cae se pierde por mi izquierda rozando más abajo la cuerda. Alcanzando el final del pozo en vez de  ir hacia la salida nos dedicamos a la galería que prolonga este pozo a nivel superior. Se trata de una amplio conducto. Al principio se intuyen un par de desfondamientos que se pasan sin dificultades. Luego hay varios resaltes con trepadas divertidas. Encontramos varias galerías laterales que llevan a zonas concreccionadas y, por resaltes, a niveles superiores . Necesitarían algún seguro para  escalarse. Finalmente encontramos un nuevo desfondamiento en una zona de grandes bloques geométricos y por su lado izquierdo alcanzamos un meandro que se desfonda y que se estrecha progresivamente. Es posible progresar a una altura media poniendo un pie en cada pared; la altura que se coge es algo excesiva para ir sin seguros. Nos retiramos hurgando en todos los rincones que podemos.
Ya de vuelta volvemos a pasar la estrecha fisura, ahora ascendente, que da cierto trabajo. Según Aris no tendría problemas para volver desde aquí a la salida. Le veo muy seguro e interesado en esto del underground. Recorremos la Galería Zigzageante de un tirón con una parada inicial para actualizar los carbureros: sobre todo agua. Y nos tomamos con calma la vuelta por las grandes galerías hacia la salida. Mas o menos a las seis y pico estamos emergiendo como bebés recién nacidos. La tarde es nítida y esplendorosa. Bajamos sin pausa hasta el coche y en un momento nos hemos cambiado.
          Para bajar elijo el Valle del Asón con intención de que lo conozcan un poco. Les impacta el paisaje. Las paredes, los bosques, las hazas y todo el ambiente del valle invita a soñar en actividades en la Naturaleza. A Dylan le llaman la atención, sobre todo, las hermosas paredes de todos los tamaños y tipo de roca que hay por doquier. Un paraíso de la escalada por descubrir. Y un paraíso de la espeleología medio descubierto. ¿qué ocultará todavía el subsuelo de estas montañas? Creo que aquí hay espeleo para nuestros biznietos...si es que queda alguien que practique la exploración dentro de unos años. Nos deslizamos suavemente valle abajo, pasado Arredondo, hasta Ramales en donde me encuentro con Pedro Merino y unos compañeros del AER. Dios los cría y ellos se juntan. Pedro me recrimina la presencia de mi coche en la plaza de Ramales todo el día, ¿qué estaré haciendo todo el día por su pueblo? Nos tomamos, en el café de la plaza, un chocolate con corbatas que nos produce un orgasmo.

1/10/05

Reencuentro (1/10/2005) Cueva del Cobre

Hace unos días me llego un mail de Félix Martínez, uno de mis antiguos camaradas del SEII. Están proyectando una estancia en una casa rural en Barruelo de Santullán para practicar espeleo en el norte de Palencia. La idea es visitar el sábado la Cueva del Cobre y el domingo la Cueva de Basconcillos. Al principio no tengo claro si podré ir. Pero todos los obstáculos que podrían haber impedido la salida finalmente se desmoronan. Quedo con ellos el sábado 1/10/05 en Sta. María de Redondo a las once y media. El viernes, 30/09/05, me subo a Liébana y escalo con Alberto unas cuantas vías en Pendes. Duermo en Cahecho y el sábado poco después de las 10 me reúno de nuevo con Alberto en la venta de Vieda para cruzar el Puerto de Pidrasluengas. Había dos o tres interesados más en visitar la Cueva del Cobre con nosotros pero al final no pueden venir.
A pesar de que las previsiones son pluviosas el tiempo, hoy sábado, está incluso mejor que ayer. No hay ni una nube a la vista. La subida al puerto esta preciosa y la bajada por la vertiente palentina anda a pocos de sequía pero verdea ya algo más. Unos pocos kilómetros tras pasar el puerto de Piedrasluengas tomamos un desvío a la izquierda en que señala a Santa Maria de Redondo y a la Fuente del Cobre. El valle se hace amplio y encantador. Pasamos otra aldea antes de llegar a Santa María. En una elevación a la derecha de la carretera observo dos antenas que me parecen de móviles. Creo que tendremos cobertura. Cuando llegamos me pongo a buscar a Félix y a sus compañeros. Pero no les encontramos. Intento llamar a Félix pero ni Movistar ni Amena tienen cobertura. Mientras llegan cambiamos a un aparcamiento con menos mierda de vaca y menos polvo. Veo pasar unos coches con gente que me suena. Avanzo hasta donde han aparcado y consigo reconocer en el grupo a Félix y a su hermano Juan. Creo que hace más de veinte años que no les veo y a algunos del grupo no les conozco ya. El reencuentro más bien parece una presentación de gente desconocida. De Zaca, Perico y A.Benito no puedo acordarme. Pero es seguro que salí con ellos. Además ha venido la sobrina de Félix, embarazada de cuatro meses, y su compañero. Ambos son escaladores pero también practican espeleo.
Mientras caminamos por la pista, valle adentro, Félix, Á.Benito y yo nos ponemos al día de dedicaciones e intereses. Félix sale muy poco de espeleo en parte por que tiene una hija pequeña y por falta de motivación también. Y los demás por unas razones o por otras tampoco salen gran cosa. El que más me sorprende es A.Benito que se muestra como un viajero empedernido. China, Malasia, Papúa Nueva Guinea, desiertos de China y de África...y contando mil batallas las casi dos horas de camino a la Fuente del Cobre parecen dos minutos. Por el camino nos sorprende la multitud de personas que se han animado a hacer esta excursión. Familias enteras forman un rosario a lo largo del camino. La última parte de la aproximación vamos protegidos del solazo por la sombra del bosque de abedules. Pese al calorazo nos golpea el aire frío que vomita la Cueva del Cobre. El contraste. Nos apartamos a los laterales para prepararnos. Aquí compruebo la buena suerte que tienen Félix y Zaca: todavía poseen un carburero de inyección directa krakatoa en buenas condiciones que les permite ver cuando y todo lo que quieren. En cuanto aprietan la válvula se inyecta agua en el depósito de carburo y la respuesta de la luz es prácticamente instantánea. El krakatoa de Zaca esta realmente bien conservado y con mejoras importantes. Los preparativos siguen a buen ritmo. Percibo cierta ansiedad en los espeleólogos que practican espeleo raramente.
El arroyo que sale de la cueva es mortecino. No parece el nacimiento de un gran río, como se supone que es el Pisuerga. Mas allá de la entrada rápidamente llegamos al final de la zona que conozco. Hay una galería lateral fósil en plan meandrito divertida de recorrer. Pero enseguida volvemos a la vía principal. El río lleva poca agua y no hay ninguna dificultad en seguir su cauce todo el tiempo. Pero para mayor comodidad llevo puestos unos escarpines de neopreno y unas botas de monte. Zaca, Félix y yo vamos rápido hacia dentro y paramos de vez en cuando para esperar a los demás. En una de las veces que nos separamos nos quedamos en avance solo cinco: Alberto, Zaca, Félix, A.Benito y yo. Creo que el resto se vuelven hacia la entrada. La tónica dominante es el avance sin obstáculos bien por guijarros y cantos rodados, bien por roca lisa por la que corre el arroyo limpiamente formando meandros. Me encuentro con tres espeos que vuelven todos vestidos igual, con un jersey azul que lleva una inscripción de un grupo de rescate. Me cuentan que hay que mojarse un poco más adelante. Nos frenan un par de zonas en que hay que hacer equilibrios para no mojarse los pies. Y algún sitio en que hay que agacharse. Luego, ya casi al final del río, un paso bajo con abundante agua y viento obliga a mojarse hasta el culo. El agua está realmente muy fría y hay varias remojadas más que nos llevan hasta una bóveda sifonante. Volviendo un poco atrás encontramos a la izquierda un meandro sin río que nos va llevando en varias remontadas hacia el final de la cueva. Según Zaca es aquí donde esta el sentido del nombre de la cueva: parece que hay una colada de carbonato de cobre azul. Los dos primeros resaltes los subimos con un puño para todos y un poco de inventiva. Pero el tercero es de unos 10 metros y más vertical. Decidimos no arriesgar nada. La vuelta se hace rápido salvo una corta parada para tomar un poco de comida.
Cuando salimos nos damos cuenta que el tiempo ha cambiado. Hace frío y las nubes se arrastran por las cumbres hacia el valle. A mitad de bajada alcanzamos a Perico y Juan. Félix me cuenta cómo comenzaron las exploraciones en La Calaca de Soba: un paisano de la zona les había robado parte del material que habían dejado tras un fin semana. La siguiente vez que fueron decidieron dejar el material abajo de ese agujero que había junto al sendero, y ese agujero resulto ser una interesante cueva: La Calaca. Poco después, durante una incursión exploratoria a La Calaca, Félix se fue tras unas piedras a mear y así descubrió la continuación hacia el Mortero del Crucero. Todo casualidades. El tiempo pasa volando y nos despedimos de mis antiguos compañeros de espeleo ya casi de noche. Se agradece entrar de nuevo en el coche para calentarse un poco. Es como si hubiera llegado el invierno de golpe. Nos vamos hacia Liébana donde llueve con abundancia. Eso es bueno.

24/9/05

Leo Eroticus (24/9/2005) Hoyo Salcedillo

No hay ningún obstáculo mental ni físico para ir a Hoyo Salcedillo. Este fin de semana, 24/9/2005, todo va sobre ruedas. Vamos sobre las ruedas de mi coche Mois, Manu y yo. Tenemos predicciones de frente gallego y lluvias pero amanece despejado. Hemos quedado a las 8 en la estación de tren de Solares. A Manu, que es el único que se ha atrevido a ir por la reunión, le encargo que saque una morcilla de carburo y una cuerda de 30. Le veo animado. Nos trae también, a Mois y a mi,  un recado: a Isidoro se le está acabando la paciencia; tenemos que devolver todo el material del club que está en nuestro poder (Que yo recuerde entregue todo el material que tenía antes del verano). Pero nunca se sabe. El tema de la organización del material y del funcionamiento del club está en el ambiente. Mois, que es hombre visceral, se deja llevar por la colérica pasión. Los demás practicamos la flema inglesa. Rodamos con suavidad cuesta arriba por Mirones; Valle del Miera; Valdicio. Me siento a cambiarme de ropa en la trasera del coche y Esteban se acerca a saludarnos. Charlamos un poco de todo, la sequía, el forraje, la alimentación de las vacas, la escasez de tiempo libre de los ganaderos...Este año ha vuelto a subir con su mujer a la cabaña del barranco de la Sota. Han pasado del 15 de junio al 15 de julio. Se les murió una vaca que enterraron en el prado. No le pregunto por los arándanos que tapizan la zona. Me imagino que la sequía no los ha dejado prosperar demasiado. Cuando intento abrir el tapón del depósito del agua del carburero veo que está encasquillao. Parece un estado universal. Estar encasquillao. Estar rallao. Esteban saca unas tenazas. El tapón cede al primer intento. Hoy voy a probar suerte con el ALP de acero inoxidable. Además estreno linterna frontal casera fabricada con diez leds. Cinco son ultrabright blancoazulados y los otros cinco blancos sunligth. De esa forma se consigue una luz de un tono más similar a la roca de las cavidades. Parece que hay más luz.
En un momento subimos el cuestón hasta la boca del Hoyo Salcedillo. En otro momento nos preparamos como espeleólogos. En otro instante estamos caminando hacia el interior de la cueva y nos topamos con la primera cuerda. Me quedo gratamente sorprendido de la potencia de mi nuevo invento casero de leds. Ilumina casi como un foco. Vamos a todo trapo. Esto es una pista americana de entrenamiento. En el acceso al Arroyo de la Dispendiuse abandono mi carburero ALP harto de que me dé problemas. O no cae bien el agua, o se sale o se suelta el tubo y se apaga. Avanzamos que da gusto. En unas dos horas estamos bajo el Passe Muraille. Algo más de dos horas y media y en el Ibis Rojo. Es la una y cuarto. Nos preguntamos si seguimos o nos paramos a comer junto al vivàc. Por consenso decidimos seguir hacia la Galería Lèo.
Estamos algo excitados por la perspectiva de encontrar el arbusto de excéntricas. Se trata de un grupo de excéntricas -pueden verse en una foto de un artículo de Subterránea sobre esta cueva- que surgen de un suelo arenoso con aspecto de ramitas blancas de un arbusto. Mois se lanza hacia delante en plan marine en desembarco de Normandía por la Galería del Gluón. Unos trescientos metros después de salir del Ibis Rojo se alcanza un cruce de galerías. Casi en sentido contrario al de venida se sigue por una galería que al principio no es muy clara. Es el comienzo de la Lèo? Se suceden una serie de amplias salas con cornisas arenosas y desfondamientos. Una de ellas tiene un pasamanos. Un rato después el techo de la galería se une con el suelo cortándonos el paso. Una corta búsqueda por la izquierda nos lleva a una pequeña galería que continúa hasta precipitarse en un pozo de unos 35 metros. Me lanzo lleno de curiosidad y aterrizo en un meandro de dos metros de anchura media y, en su mayor parte, de unos treinta de altura. Es la galería Lèo? Ahora avanzamos asombrados y contentos. No hay dificultades en el camino, llano y en suave declive. Al principio la decoración de las paredes del meandro nos llama la atención para más tarde entusiasmarnos. El recubrimiento de flores de agujas de aragonito es general durante centenares de metros. Recuerda el Callejón de las Flores de la Destapada. Muy a menudo aparecen murales de excéntricas blancas u oscuras. Hay varios paneles de un blanco inmaculado formados por manitas y deditos de diferentes tamaños que desean tocarnos al pasar. Pero el que más comentarios produce es el panel Eroticus. Es un muestrario de penes, cipotes y pollas de todos los tamaños y en todas las posiciones. Lo único extraño es que todas son de un blanco inmaculado. Es una pena que no estén aquí las churris del club para disfrutar del espectáculo visual. Pero la próxima vez que vengamos seguro que nos acompañan.
Unos trescientos metros más allá desembocamos en un ensanche que al principio confundimos con el Cañón Jaune. Nos paramos a comer y a actualizar los equipos. Como los leds no requieren actualización me adelanto con topo y brújula para conseguir nuestra posición. Descubro con facilidad que estamos en un recodo en que la galería Lèo se ensancha para luego lanzarse en un tramo amplio y rectilíneo de unos 50 metros a desembocar en el Cañón Jaune. A la vuelta encuentro a mis dos compañeros ultimando los detalles de sus carbureros. Decidimos que por hoy ha sido suficiente con llegar aquí. No estamos interesados en salir demasiado tarde. Durante el retorno debatimos sobre cómo visitar ésta cueva más a fondo. Una propuesta consiste en entrar directos a montar un vivac en el Ibis Rojo un viernes por la tarde. El sábado temprano se puede ir hasta la punta de exploración y, según Mois, salir el mismo sábado por la noche. Una alternativa a este plan consistiría en dedicar todo el sábado a visitar la zona punta, sin prisas, más allá del Carrefour d’Ixe y volver a dormir al Ibis Rojo. El domingo por la mañana, tempranito, se saldría de la cueva. Sea como fuere todos estamos con ganas de volver y se volverá este otoño.
          Cuando estamos en el último resalte de subida Manu echa en falta su puño Petzl y tengo que bajarle el mío por la cuerda. Seguramente lo perdió en la arrastrada de los laminadores. El descenso, aún de día, se resuelve sin novedad. La tarde está pacífica. En casa de Esteban no parece haber nadie. Han dejado a un perro joven atado y ladra como un idiota. Trato de calmarle con silbos dulces pero siempre vuelve a encanarse con sus ridículos ladridos. Al pasar por las escuelas de Valdicio descubrimos, con envidia, a un grupo numeroso de vecinos preparándose una barbacoa al atardecer. Se nos despierta una hambre feroz. 

9/9/05

Pequeña Gran Cueva (9/9/2005) Hoyuca

           Hoy viernes 9 de Septiembre voy a la reunión del club para contactar con Moisés y darle la taladradora Maquita a Juan. Llego media hora tarde, está lloviendo y no veo a nadie. Me meto en el coche a esperar y al cabo de un rato se adivina a Manu por la puerta del Polideportivo. Toco el claxon un par de veces y se acerca. Charlamos en el interior del coche de coches, cuevas y huertos. Cuando ya hemos abandonado toda idea de que aparezcan más socios del club llega Manrique con su furgoneta y al vernos se une a nuestra reunión. Como no hay una perspectiva de meteo demasiado halagüeña quedamos para hablar el sábado por la noche. Ambos se han mostrado interesados en Hoyo Salcedillo.
            El sábado llueve de forma intermitente y cuando hablamos no vemos claro lo de Hoyo Salcedillo. Decidimos ir a la Hoyuca cuya aproximación es de 2 minutos. Seguramente Manu no vendrá. El domingo amanece lluvioso. Manrique me llama ya algo tarde y ambos estamos con ánimo otoñal. Se viene por mi casa y desde aquí partimos hacia Riaño vía Hoznayo. Nos cambiamos entre el cielo abierto y el interior de la furgoneta. Los chubascos cantábricos han reaparecido de nuevo. Le planteo a Manrique dos alternativas: bien darnos un paseo por la red de entrada de la Hoyuca para luego ponernos el neopreno y seguir hacia dentro o lanzarnos directamente a alcanzar  el Astradome, vía Gorilla’s Walk, con un neopreno puesto desde el mismo coche. Manrique prefiere la segunda opción y yo también. Me ilusiona volver al Astradome. Y me ilusiona más aún alcanzar en próximas incursiones Armagedon y Rocky Horror. Pero de momento seremos más modestos.
            Aunque esta lloviendo muy en serio, en cuanto alcanzamos el porche de la cueva nos sorprende la sequedad de la tierra. La pendiente que conduce a la pequeña boca, que suele estar formada por barrillo, hoy es tierra seca y agrietada. Y las pequeñas salas y galerías de la red de entrada no tienen goteos ni charcos. Elegimos la ruta clásica hacia el primer río. Al poco llegamos al arroyo gateroso que otras veces lleva bastante agua. Esta vez no lleva ni una gota. Solo le queda la humedad.  Nos arrastramos por un laminador que nos empareda entre gravas (del arroyo húmedo) y techo. Entre la charla que mantenemos se me desliza el mote que yo le doy a esta cueva: “la universidad de las gateras”. Creo intuir que Manrique tuerce el gesto y pone cara de asustarse. A continuación viene una sucesión de gaterillas y salas con galerías tipo pasillo humano. Es un encanto de sitio. Manrique comprende que la sensación de ratonera puede hacerse importante en los confines de esta cueva. Y todavía está por llegar lo más interesante.
            Un paso entre bloques y un arroyo rastrero nos depositan en una playa de un recodo del primer río. Aguas arriba el río sifona conectando con el primer tramo de este río. Este punto es el comienzo de Gorilla’s Walk . Al principio todo es un poco confuso por los grandes bloques planos que dividen la galería en niveles y calles. Pero al cabo de 200 metros o menos solo queda el río que inunda el laminador. La altura oscila entre “de ir doblado” a “ir gateando”. Lo prolongado de este tramo (según calculo en la topo Gorilla’s Walk  debe andar por el km. de recorrido) hace que los músculos de la espalda y de las piernas se resientan. Pero si se toma con calma, descansando y sentándose a menudo, es llevadero y bonito. Hay formaciones semiinundadas y zonas profundas y transparentes con el techo perfectamente plano. Cuando debemos haber superado la mitad y hemos dejado atrás un afluente por la dch. Manrique me insinúa que se siente cansado. Como yo tengo el ánimo otoñal enseguida me adhiero a la idea de volver hacia la salida.
            Observo que Manrique está más ágil y veloz ahora que estamos volviendo que cuando entrábamos. Al entrar tenía que esperarle brevemente y ahora me pisa los talones. Dudo de que sea consciente de su cambio de velocidad. Rápidamente dejamos atrás la entrada a Quadraphenia y nos ponemos en la amplia galería zigzageante que nos lleva a la red de salida. Siempre me encanta el tamaño y el suelo arenoso de esta galería. En uno de los últimos recodos se puede elegir otra ruta hacia la salida por la red de entrada y la elijo para mostrarle a Manrique la variedad de la cueva.
              Nos metemos hacia la izquierda en un gran recodo a la derecha. Enseguida se llega a un meandrito ascendente que, tras una corta zona horizontal, tiene que escalarse. La escalada es divertida y fácil. Así se alcanza un tubo de ¾ de metro de diámetro que en breve se despeña en otro meandrillo. Este es más delicado. Hay que destreparlo con cuidado en vertical. Hay buenas presas para los pies y puedes empotrarte sin problemas. De hecho hay un spit arriba. Pero no es necesario si ya conoces el sitio. El meandrillo se prolonga en una galería horizontal que tiene varias ramas interesantes. Pero conservando la dirección se llega a una ventanita que si se salta te deposita en la salita de la entrada donde ya se ve la luz del día y hay caquitas de zorro. En unos cuantos agaterados pasos más estas saliendo.
            El día resplandece de forma espectacular. Los colores están nítidos y el cielo es profundo. La lluvia y el frente se han llevado todo el polvo. Solo quedan aire y nubes. Nos vamos a mi casa e invito a Manrique a comer una comida que cocino sobre la marcha. 

14/8/05

Aniversario (14/8/2005) Piedra de San Martín


     A primeros de verano recibí una invitación por parte de César para realizar las travesías del Alba y de la Piedra de San Martín con amigos suyos del grupo de Geológicas de Madrid. A la del Alba no pude ir. La de la Piedra estaba proyectada para el puente de la Virgen de Agosto, del 12, viernes, al 15, lunes, que se prometía una riada de coches por todo el País. El viernes 12 por la mañana me puse en marcha. Antes de salir tuve que bregar varias horas para cambiar los viejos correajes de mi casco por otros nuevos. Los remaches estaban tan bien puestos que no tuve más remedio que serrar algunos. Con la mala hostia que se me levanto casi me corto un dedo. Por fin a las 12 estaba saliendo de casa. Me pasé por Raos para cargar el depósito a tope y tome rumbo a Bilbao. César me telefoneó cuando estaba avistando Laredo y les comenté la posibilidad de unirnos con Pep y un par de amigos suyos que ya habían hecho la travesía dos veces para ir más seguros en la ruta. Lo malo es que este grupo de Pep solo podía hacerla el domingo. Cuando estaba en el peaje de Murgia volvimos a hablar por teléfono: de lo de entrar el domingo nada, por el tema de volver descansados el lunes; de lo de alojarnos en Sta. Engracia no, por razones de dependencia de otros miembros del grupo; y de lo de dormir a la salida de la travesía en Sta Engracia que lo iba a mirar. En el embalse de Yesa me pare a refrescarme y a probar un flotador tortugita que me había comprado por 1€ en Pamplona. Pensaba utilizarlo en el paso acuático del Túnel del Viento. Durante la tarde, ya en el camping, me llamo Pep para intentar coordinar  a los dos grupos pero no se concretó nada. Mientras Daniel y Juanvi instalaban la sima de la Tete Sauvage hasta –180, César fue a confirmar en Sta. Engracia nuestros planes y a buscar algún alojamiento. Todos los grupos que realizan algunas de las travesías de la Piedra de San Martín, a parte de pedir el permiso, dan la hora y fecha de entrada en el Sistema y fichan en el albergue de Sta. Engracia a la salida de la travesía para controlar que todo ha ido bien. Si a las xx horas de la entrada no han salido se debe poner en marcha un dispositivo de rescate. 

 
      El camping Asolaze, a unos 6 kms. de Isaba, esta en un bosque de pinos encantador, tiene bungalows de cuatro o seis personas, un hermoso alberge, rocódromo, bar-restaurante, una tiendecilla, una empresa de deportes de aventura y, lo más importante, está lleno de tías buenas. Elucubro sobre la causa de que casi todas las tías del camping estén buenas. Será porque casi todo el mundo que se hospeda aquí se dedica a deportes de aventura y eso da una media de edad joven y una media de gordura escasa.

 
      Como a las nueve empieza a llegar gente del grupo de Geológicas. A César lo veo un rato después. Me comunica que no ha encontrado alojamiento en Sta. Engracia para quedarnos al salir de la travesía. Por tanto al salir habrá que conducir todo el Puerto de la Piedra de San Martín de vuelta. Nos presentamos todos; finalmente somos seis los participantes en la travesía: César, Dani, Suso, Juanvi, Cipri y yo. Hay mucha más gente del grupo que van a hacer otras actividades. Algunos descenso de barrancos, otros visitar la Sala Verna por el túnel de la EDF y unos pocos bajar alguna sima del Sistema, creo que la SC3 Beffroi. Nos dedicamos hasta las 12 de la noche a los preparativos. Comida, bolsas estancas para ropa y comida en las zonas acuáticas, neoprenos, guantes, carburo (tres morcillas grandes o dos grandes y una mediana?) y, cuestión principal, las cuerdas. Después de una larga charla sobre este tema llegamos al acuerdo de llevar dos cuerdas de 55 y una de 20. Más tarde llegan algunos miembros del grupo que nos van a ayudar con los coches. La idea es subir con los coches de César y Cipri hasta la estación de esquí de Arette donde se pueden dejar los coches a diez minutos de la sima; posteriormente irán tres conductores en otro coche a trasladar los coches hasta la pista que baja desde la Garganta de Arphidia hacia Sta. Engracia. Todo está organizado. OK. Nos vamos a dormir. El jaleo del bar de abajo no me deja dormir como yo quisiera y hay ruidos e inquietud por todas partes. Por fin me duermo. César tiene que huir de la habitación por los ruidos y se monta un vivac. Al cabo de un rato los ladridos de un perro en una tienda de campaña vecina le torturan de forma inexplicable. Poco después da un bote sobresaltado por una sombra que pasa a su lado: el puercoespín causante de los ladridos del perro.


            Tras la desventurada noche llega el día. Después de desayunar montamos las sacas en los coches y partimos. Hace un día brillante y espléndido que invita a vivir. Subiendo por uno de los caminos de la estación de esquí de Arette aparcamos los coches en una pradera. Juanvi y yo nos adelantamos hasta la boca de la Tête Sauvage. Le cuesta encontrarla a pesar de haber estado la tarde anterior. De la chimenea de madera de la Tête Sauvage no queda nada. El agujero de entrada es ridículo teniendo en cuenta las dimensiones del Sistema que oculta debajo. En primer lugar entra Dani seguido por mi. En el segundo resalte la cuerda no corre en mi descensor, la saca se me traba entre la pared y las pértigas y me quedo atorado mentalmente. Maldiciendo y resoplando consigo ordenar todo y seguir hacia abajo. La instalación de cuerdas interfiere con las pértigas y teniendo en cuenta que los pozos no son anchos proporcionan una continua sensación de incomodidad. Las pértigas están constituidas por un grueso tubo central y tubos más finos cruzados al central formando peldaños. Se instalaron para agilizar el descenso de la sima. Actualmente están deteriorados los anclajes y los peldaños.  Sin embargo si equipamos  con cuerdas el descenso se complica por la interferencia de las pértigas. La única solución es bajar con paciencia. En cuanto acabamos la parte previamente instalada el día anterior comenzamos a equipar con cuerda en doble. Las fijaciones químicas con argollas de acero inoxidable son excelentes aunque se echan en falta cortos pasamanos de acceso a muchas de las instalaciones. Todo va sobre ruedas hasta el pozo de 92. Aquí casi damos alcance a 4 madrileños del grupo Katiuska. El pozo de 92 está instalado para tiradas de 25 metros. En la primera tirada la cantidad de salientes de roca hace problemática la recuperación. Los dos tinglados siguientes son insufribles para un grupo de 4 personas, con más para uno de 6 como el nuestro. El problema estriba en que todo el tinglado está montado verticalmente por lo que los espeleólogos colgados vienen a formar un racimo en que operar es difícil. Decidimos bajar de 3 en 3 utilizando cada grupo una cuerda de 55. Así César, Cipri y yo aterrizamos en la base del pozo de 92 poco antes que el resto de nuestros compañeros. Y nos enfrentamos a un problema psicológico: el Respiradero. Una bóveda baja obliga a agacharse sobre un charco profundo que canaliza una heladora corriente de aire. La manera de mojarse lo mínimo es pasar como un gato erizado con las patas tiesas. Una vez superado este desagradable paso te sientes mucho mejor. Se trata de una “puerta de entrada al Sistema”.


            La Sala Cosyns es pequeña pero coqueta. Esta recorrida por un pequeño arroyo: el Bassaburuko Leizea. Junto a éste tomamos un refrigerio y actualizamos nuestros equipos. Desde aquí hasta la Sala Monique se suceden los pasos divertidos y decorados para eludir los sifones y las aguas profundas. Las dimensiones de la cavidad son cómodas aunque modestas. En la Sala Monique alcanzamos a los componentes del grupo anterior con los que charlamos un rato mientras nos ponemos los trajes de neopreno. Todos estamos de buen humor. El horario que llevamos es bueno. Y además comienza una zona divertida. Bajamos directamente hacia un lago por una estrecha fisura. El lago se elude por un pasamanos en que acabas mojándote hasta la cintura. El agua está más que fresca. Atravesamos la Sala Susse haciendo equilibrios y trepando sobre algunos bloques y desembocamos en el comienzo del Gran Cañón. Este tramo es bello y cómodo. Caminamos, chapoteando sobre gravas, en una galería que oscila de tres a diez metros de ancha y cuarenta de alta en gran parte del recorrido. Nos hacemos fotos en que el problema principal es la neblina que creamos a nuestro alrededor. Algunos caos de bloques obligan a pensar para proseguir y se pasa una zona de aguas más profundas, como por el pecho, en que el cañón tiene solo un metro de ancho. Así llegamos a un resalte, el Embarcadero, que marca el final del cañón  y por el que se accede a una galería superior, Galería de las Marmitas. Juanvi se adelanta y se confunde en la continuación (hay dos cuerdas) aunque de inmediato rectificamos y seguimos hacia la Gran Cornisa, bonito paso que domina la Galería de las Marmitas inundada. Aquí hay un vivac no recomendable por la fuerte corriente de viento que barre esta repisa horizontal. Al poco alcanzamos el Shunt de la Hidalga. Es un paso raro, raro tanto por el nombre como en sí mismo. Se trata de una estrecha chimenea por la que nos elevamos, ayudados por una cuerda, a un nivel superior por el que se continua. Una fuerte cuesta abajo seguida de otra fuerte cuesta arriba indica que en el fondo del valle debe irse hacia un lago. Este lago tiene un pasamanos para librar una zona profunda pero en uno de sus tramos las cuerdas están jodidas. Juanvi y yo pasamos haciendo equilibrios y escalando en travesía para no colgarnos pero Cipri y Dani se caen de golpe sobre este tramo. En contra de nuestras expectativas la cuerda no se rompe. De nuevo todos reagrupados,  contentos y divertidos alcanzamos la Sala Principe de Viana y por una gaterilla que sopla de forma endiablada el ramal más corto del Túnel del Viento. “Solo” 50 metros de inundación total. Cada uno saca su invento para navegar. Dani tiene un delfín verde. Yo tengo una tortugita negra. Y el resto tienen un bote hinchable playero. Pero nada más empezar a inflarlo el inflador sufre un desperfecto. Son dignos de verse los caretos del personal. A pesar de ello consiguen inflar el bote. 



            En cuanto llego al otro lado del Túnel del Viento busco una zona sin corrientes de aire y encuentro una en que hay varios vivacs. Me pongo a cambiarme de ropa. Al poco estoy seco y caliente. Como el sitio no es muy grande se forma un pequeño tumulto con todo extendido. Comida, ropa, equipos , inventos para navegar...Nos hacemos unos cuantos cafés con leche condensada para reanimarnos. Lo más difícil es colocarse de nuevo el mono exterior mojado. Creo que son como las 9 de la noche. Pero aquí nos pasamos un montón de tiempo. Y comenzamos de nuevo la marcha. La principal dificultad ahora son las continuas subidas y bajadas en las grandes salas que se avecinan. Particularmente recuerdo la Sala de la Navarra como una lucha a brazo partido trepando enormes bloques. Hay que tener en cuenta que el tamaño de estas salas es descomunal. Vienen a ser como la Olivier Guillaume de la Cañuela. Pero no hay una, sino seis salas seguidas a lo que hay que añadir las galerías que las unen, que también son descomunales. Como suplemento extra tenemos que en muchas zonas los bloques están recubiertos de un película que resbala como el jabón. Todo esto contribuye a hacer de esta zona la más cansada de la travesía a lo que debemos añadir el cansancio acumulado en las horas anteriores. Otro problema de esta zona, y muy serio, seria seguir la ruta correcta si no hubiera indicaciones. Gracias al destino la señalización es excelente. Así pasamos de la Sala de la Navarra a la Lepineux, en cuyo techo intuimos la desembocadura de la Sima de San Martín, y en cuyo fondo hay restos de antiguos vivacs, un casco partido y trozos de una camilla. Unas inscripciones recuerdan la muerte de Marcel Loubens el 14 de agosto de 1952 dos días después de la rotura del arnés que le unía al cable de un torno, en la sima de San Martín. Murió aquí, justamente en este vivac, y cuando nosotros pasábamos era su aniversario. “En este lugar paso Marcel Loubens las últimas horas de su valerosa vida entregada por la ciencia”. Nos deja una fuerte impresión todo esto.
       De ésta sala pasamos a la Casteret y de ésta a la Loubens y de ésta a una maravillosa galería con formaciones y trozos cómodos llamada El Metro; de éste pasamos a la Sala Queffelec y de ésta a la Adelie y de ésta a la Chevalier. Esto se ha convertido en una prueba de resistencia; economizo energía. Algunos andan dormidos. A mitad de la Chevalier encontramos colgando del techo, en medio de la sala, una cuerda ¿de donde vendrá? Poco después, a unos 200 metros de la Verna, nos confundimos subiendo una cuesta a la derecha que tiene indicaciones y una cuerda pero que no conduce a ningún lado. Es la puntilla. Rectificamos y, siguiendo el río, desembocamos en la Sala Verna. Un último resalte, que equipamos con cuerda por el cansancio y que podríamos haber eludido por un agujero entre los bloques, nos ponen en las terrazas de la sala. Por fin encontramos un cómodo sendero que nos lleva a la entrada del túnel EDF. No es posible “ver” la sala con la iluminación que llevamos ni tampoco hacer fotos. Nos deslizamos por el embarrado túnel y olemos el bosque a las 3 de la mañana del domingo. Total: 17 horas. Para ser seis no esta mal.
         Caminar por el bosque sería un placer y si lo comparamos con los caos de bloques de las salas es un alivio. Pero estamos cansados y dormidos y nos cuesta llegar hasta los coches. Los encontramos en una curva de la pista bien aparcados. Allí nos cambiamos de ropa, comemos algo e, incluso, César duerme un rato. En la puerta del albergue de Sta. Engracia paramos a dejar una nota. César no encuentra ni papel ni bolígrafo. La subida al puerto está con niebla pero al cruzar a España el cielo se preña de estrellas. Paramos un par de veces para que Juanvi vomite el aquarius y las barritas energéticas. Casi a las 6 de la mañana nos metemos en el camping. Me monto una cama en la parte de atrás del coche para no armar follón en los dormitorios. A las 10 de la mañana me despierta el calor. A lo largo del domingo me duermo dos siestas de 4 horas cada una.   

29/7/05

Espeleo en Menorca (7/2005) Es Pont d'en Gil

 
Me voy a Menorca con Marisa de vacaciones una semana. Llevo el equipo de buceo y una linterna de leds. Si los Centros de Buceo de la isla lo tienen en oferta iré a visitar cuevas submarinas. He oído hablar de algunas muy guapas e interesantes. Por ejemplo La Catedral. Y aunque inicialmente me confundo también he visto reseñas de la cueva del Pont d’en Gil en el nº20 de la revista de buceo Apnea de primeros de los 90. Esta es una cueva submarina que se descubrió en 1952 de forma casual y esta considerada como una bellísima inmersión en el mundillo del buceo recreativo. El segundo día de vacaciones me acerco a un centro de buceo en Cala en Forcat, al lado de donde nos hospedamos, y pido información. La suerte me acompaña y una de las inmersiones ofrecidas es la cueva del Pont d’en Gil. Al día siguiente van a ir allí y me apunto. 

Un esquema, no fiel, de la cueva es el que podeis ver aquí: 




y unas fotos:

                            

                                 

       
Si estáis interesados en el tema podéis informaros más en:
 http://www.divingmenorca.com/          o      Es Pont d'en Gil      o

            Un par de días después fui a la Cova Gran, inmersión organizada por el centro de buceo que hay en Cala Galdana. Es bonito el azul de la luz que entra y la cámara aérea. También visitamos una cueva terrestre de amplia boca llamada Cova des Coloms. Está en un lugar muy hermoso cerca de Es Mitjorn Gran pero la gran sala de entrada está muy deteriorada por las pintadas. Finalmente obtuve información de un instructor de buceo acerca de una cueva terrestre, también cercana a Es Mitjorn Gran, de 4 km topografiados con dos sifones de apenas 6 o 7 metros que promete ser muy interesante. El ha entrado con una botellita de unos 5 litros. Me promete llevarme cuando vuelva. Creo que la espeleo de Menorca tiene posibilidades muy lúdicas que merecen la pena. 

25/7/05

3D (23-24-25/7/2005) Fuenfría

   

         Una crónica de speleo es poco más que eso. Podemos hablar del paisaje que rodea las cuevas, de lo que dijeron, sintieron o pensaron los speos y podemos callar todo eso, o parte de ello, por distintas razones. Luego lo podemos guardar cuidadosamente en la urna de las imágenes olvidadas.
            Un día, viernes 22 de julio, caluroso y brumoso. Me esfuerzo en preparar todo lo necesario, incluida comida poco grasienta, para subir tres días al campamento de speleo de la Fuente Fría organizado por el AER del 22 al 30 de julio. Se me va desmoronando la tarde del viernes entre preparativos y llamadas telefónicas. Oscurece cuando salgo hacia Soba y son las doce al llegar al aparcamiento. Estoy somnoliento y con poco ánimo para ir solo. Tras dudar un rato extiendo la colchoneta y el saco. Cuando llevo una hora dentro del saco oigo venir un coche. Gelo, Dani y Carolina se disponen a subir. Me animo a ir con ellos. Vamos charlando. Le pregunto a Dani que le ha hecho a P.Merino para que le maltrate tanto en sus crónicas. Dani le quita hierro al asunto. Un mar de nubes sobre Soba y llenando Cellagua refleja la luz de la Luna. Rara visión. Más o menos a las dos de la mañana monto mi tienda Trak bajo el mismo haya que el año pasado y me acuesto.
            El sábado me voy con P.Merino, Wichi y Pep a la desobstrucción del Mortero del Crucero. El campamento minero posee comodidades insospechadas, como una tienda fabricada con mantas térmicas que le dan al lugar un aspecto de misión espacial en la Luna. Tras ocho horas de trabajo mantenido en que sacamos varios metros cúbicos de rocas y machacamos la endeble linea eléctrica varias veces vislumbramos un hueco suficiente para revolverse al otro lado de la Trinchera. Volvemos contentos con las perspectivas pero en el campamento la burla, la chanza y la ironía es la respuesta a nuestra esperanza. Veinticinco días de trabajo, a ocho horas diarias, repartidos entre tres años son los responsables de que nadie se tome en serio el final de la desobstrucción. A pesar de las buenas perspectivas no quiero dedicar los tres días que voy a estar en el campamento al Mortero del Crucero. Me apetece ir a La Mole al día siguiente. El año pasado me quede sin bajar el Pozo Buldo.



            El domingo me voy con Cristóbal a La Mole. Nadie, salvo nosotros dos, parece querer ir. Pero cuando ya estamos andando se apunta Luis también. Mejor tres que dos. Cristóbal y Luis caminan rápido y yo sudo tras ellos. Tardamos media hora en alcanzar la boca de La Mole (¿?). Voy un poco renqueante en los pozos y las estrecheces iniciales pero me pongo las pilas en cuanto llego al Gran Pozo. Luis y Cristóbal se pierden en las profundidades del Pozo Buldo mientras yo me lo tomo con calma. Pierdo la cuenta de los fraccionamientos de este pozo de 300 metros. Solo la última tirada chiclea en serio (son más de 50 metros). Los demás trozos no pasan de 40 en general. Me gusta el pozo. Lo bajo bien atento remirando cada operación y revisando cada fijación. Unos 100 metros antes del aterrizaje ya oigo el murmullo de sus voces. Pocos minutos después desemboco en el balcón que da acceso a una galería “tamaño Asón” llena de bloques. Rápidamente nos ponemos en marcha hacia el sector Este en el que hay una serie de pozos, laterales a la gran galería, de los que se han explorado solamente los tres primeros. Después de pasar un par de montañas de bloques la galería se convierte en algo más fino y elegante. El borde del primer pozo a explorar es un plataforma plana y amplia sobreelevada unos cinco metros por encima del fondo de la galería. Cristóbal prepara con rapidez la cabecera y baja seguido de Luis. Mientras, me dedico a reconocer la zona. Localizo el siguiente pozo a explorar y subo a mirar algunas zonas que me llaman la atención. El primer pozo da unos 40 metros y no hay continuación. Nos trasladamos a una cómoda planicie, cabecera del segundo pozo a explorar, y Cristóbal se pone a buscar una manera de instalar. No es fácil por lo descompuesto y terroso de las rampas iniciales. Fijamos la cuerda a un gran bloque y Cristóbal mete un spit en una zona de techo que esta justo en el borde. El comienzo del descenso es patético. Todo se desmorona. Por las piedras que hemos tirado se detecta un pozo mayor que el anterior. Mientras bregan con la instalación me voy a conocer algo más de la galería este. Encuentro muchas formaciones, otro pozo a explorar y una rampa que conduce a una galería lateral. Cuando vuelvo Cristóbal está sobre un bloque saliente en la pendiente y cuando va a terminar la instalación se rompe el spitero. Mala suerte. Sube y nos ponemos a comer. Cristóbal propone ir a conocer la galería Este y a mirar una escalada. Como pienso que iré lento en el pozo Buldo decido volver, darme un corto paseo por el sector Oeste y comenzar la subida. Al principio veo claro el camino de vuelta pero llego a una triple desviación en que dos de los ramales exhiben llamativos hitos. Recorro un tramo de uno y de otro, pero como no me suena ninguno de los dos decido volver a un punto clave y esperar tranquilamente que vuelvan mis compañeros. Si a la ida hubiera ido más despacio y mirando me acordaría. Me jode desperdiciar este tiempo que podría utilizar para subir con tranquilidad. No me gustan que me esperen ni impedir que otros vayan a su ritmo. Mientras tanto, alucino con la sensación de aislamiento que se siente en el fondo de esta sima. Bueno, una hora después vuelven y, tras unos minutos, volvemos al pozo Buldo tomando el ramal de más a la derecha. El hito del ramal de la izquierda debe ser un error. Los dos ramales de la izquierda forman un bucle. Si hubiera tenido la topo lo habría visto claro. Mientras mis compañeros toman un café yo comienzo la subida. Pillo un ritmo y no se me da mal. El patín me cansa la pierna derecha. En contra de mis premoniciones lo peor de la subida no es el pozo Buldo sino las estrecheces y las rampas que vienen a continuación, más por la saca, que se engancha en todos lados, que por la dificultad intrínseca. Cristóbal y Luis me adelantan en las estrecheces. Cuando salgo hay niebla y llovizna. Seguimos con cuidado los indicadores de plástico para no extraviarnos -como les paso el verano pasado a Wichi y Pep-. Llego un poco cansado y algo silencioso al campamento. Les pregunto a  los del Mortero del Crucero por la desobstrucción pero me responden vagamente. Parece que no se acaba. Al poco Pep se acerca  sigilosamente a mí y me comunica que han pasado la desobstrucción y que se abren galerías amplias al otro lado. Me dice que no han continuado por el humo acumulado (¿?). Me pone contento esta noticia. 


             Al día siguiente, lunes, a pesar de tener mojado el mono interior, me preparo pronto para ir al Mortero del Crucero. Cuando vengo a darme cuenta Cristóbal me comunica que ya hay ocho personas para ir al Mortero del Crucero y que son demasiados. La noticia del final de la desobstrucción se ha corrido de forma sigilosa entre los speos del campamento. Le pregunto a Wichi que es el organizador. Al final uno de los que iban a ir se raja por tener todo el equipo mojado y contándome a mi vamos siete personas: Wichi, P.Merino, Belén, Pep, Cristóbal, Turry y yo. Cristóbal va como una bala hacia delante para alcanzar los pozos que sospecha que enlazan con Cellagua. Y va cargado de cuerdas. Yo me quedo de los últimos con P.Merino y Belén. Al cabo de un rato alcanzamos al Turry en las rampas. Ha tenido la mala fortuna de que su saca se deslizase por una fisura impenetrable en el suelo y se encuentra fuera del alcance de la mano. Intentamos pescarla durante un rato pero lo dejamos. Es un consuelo saber que no contiene nada especial, un poco de comida y carburo. Los demás speos están esperando al otro lado de la Trinchera. 15 metros de túnel horadado en un cutre laminador. Allí nos distribuimos: Cristóbal, Pep, Turry y P.Merino (que esta solo disponible para explorar) seguirán por la vereda alante para descubrir y encontrar. Wichi, yo y Belen vamos a topografiar y a fotografiar. Me siento bien haciendo la topo. Lo miras todo con tranquilidad. 



Las tiradas son largas. Muchas a tope de cinta métrica, 25 metros. Hay galerías rectilíneas, perfectas como el pasillo de una casa y muy largas. Magnífico. Luego se ensancha y el río forma pequeñas marmitas. Tras un recodo de 90º a la izquierda dejamos la galería del río y seguimos por una amplia y cómoda galería arenosa. Al final, cuando vamos a comenzar a descender hacia el nivel del río, nos encontramos a los exploradores con unos caretos descorazonadores. Se han topado con una zona caótica que les ha impedido continuar de momento y, además, algunos están empapados de arrastrarse por zonas acuáticas. Nos detenemos todos en la galería arenosa y comemos. Wichi comienza a hacer fotos. Lleva un sistema de células fotoeléctricas muy eficaz. Tras la comida se produce una situación confusa en que todos hacemos lo que nos da la gana. Exploramos varias escaladas y ramales con escasos resultados y mientras el grueso de la tropa empieza a salir, Pep, Wichi y yo nos dedicamos a hacer fotos tranquilamente. Al llegar a la Trinchera dejamos la actividad fotografica y nos movemos rápido hacia la salida. Hacemos una parada en donde el Turry perdio la saca y Wichi, tras probar varios sistemas, termina pescando la saca. Bravo!! Salimos de la sima a una tarde neblinosa y nos vamos hacia el campamento. Nos encontramos a Cristóbal que se baja. Todavía tiene tiempo de reprenderme por llevar una de mis sacas, vacía,  atada como un perro para que el rocío la limpie un poco.



Mucha gente se baja hoy lunes, que es festivo. Poco después Pep y yo, también, vamos recogiendo todo para bajarnos esta noche. Bajar en su Terrano es más difícil y duro que hacer espeleo. Esa noche acabamos bebiéndonos dos botellas de sidra para regar una buena cena que nos prepara Marisa en casa.