7/9/13

Trabajos

Fotos: Miguel F. Liria
Texto: Antonio González-Corbalán


Tenía una prisa especial.  No podía quitarme de la cabeza algunos lugares hermosos y, simultáneamente, frágiles. La sensación de urgencia por preservar y proteger. Me he sentido, a menudo, responsable de su conservación. En realidad la responsabilidad por la conservación de las cavidades es de todo el colectivo espeleológico. En muchos lugares de nuestro país, y en bastantes países desarrollados, se ha iniciado, en algunos casos hace ya muchos años, un proceso para tomar medidas de protección. Dichas medidas pasan necesariamente por la sensibilización del colectivo espeleológico. Sin embargo esta medida es del todo insuficiente. Por muy concienciados que se sientan los espeleólogos es muy difícil, si no imposible, que todos pisen por el mismo camino en una galería de suelos delicados y paredes llenas de formaciones. En primer lugar  porque si los suelos son cristalinos la huella es difícil de ver. Y lo más obvio: porque a cada persona le llama la atención un punto diferente al que deseará acercarse. Se hace necesario, si queremos mantener los suelos intactos, indicar de alguna manera el sendero. Existen varios procedimientos para conseguirlo. Uno de ellos sería poner indicadores como hitos o catadióptricos. Otro determinar un sendero mediante estacas e hilo. Un tercero pavimentar de alguna forma el sendero a seguir. El tercer sistema es el ideal pero su coste es elevado. Solo se utiliza en cavidades muy protegidas y en cuevas turísticas. El primer sistema es adecuado para zonas poco frágiles como caos de bloques o grandes galerías con suelos de grava, piedras y bloques, siempre y cuando no existan sobre las piedras o bloques zonas de cristalización, arenales o depósitos de ningún tipo. Sin embargo este sistema no funcionará correctamente ni a nivel práctico (no sería suficientemente preciso en un distanciado) ni tampoco a nivel estético (visual) sobre suelos de concreciones, suelos de tierra frágil o suelos arenosos del cualquier tipo (polvorientos, gravosos, cristalinos, etc.)  El sistema adoptado en casi todos los países en estos casos ha sido la balización de senderos mediante estacas e hilo. Evidentemente existen muchas posibilidades en cuanto a los materiales y colores a usar. Los que nos hemos preocupado por el tema hemos llegado a los siguientes criterios:
1)     los materiales deben ser estables y durables
2)     el impacto visual debe ser mínimo
3)     el coste de los materiales debe ser reducido
4)     los paquetes de materiales a transportar deben ser muy manejables (a veces hay que transportarlos a lugares remotos durante varios días de estancia en las cavidades)
5)     su colocación debe ser sencilla.  
De momento la mejor opción que hemos encontrado consiste en usar: estacas de fibra de vidrio blancas de 4mm de  e hilo de nylon (de pesca) de llamativo color, amarillo o verdoso.



         El hecho es que a finales de agosto me estaba acordando de una zona caliente por su belleza y rareza. En realidad me acorde mucho antes, todavía era julio, cuando vi el grado de conservación y los cuidados que prodigan los islandeses a sus delicados y maravillosos paisajes ¡no salirse de las sendas ni de las pistas! ¡prohibido el off-road! Paisajes infinitos, hasta donde alcanza la vista en el horizonte, sin una piedra fuera de su sitio, ni una huella, ni un poste, ni un nada… Verificar que existe un país en que una de las preocupaciones principales de los ciudadanos consiste en preservar el paisaje intacto. Eso es impactante. Es mi sueño hecho realidad. Una sensibilidad que le pertenece a todo un pueblo, a toda una nación, y no solo a un grupo marginal de individuos. Eso y el silencio.
Así que volvía con ganas de proteger, en la medida de mis posibilidades, las hermosas cuevas de Cantabria. En mi mente particular el caso más urgente era, y de momento es, una bellísima zona llamada Anestesistas. Remota y difícil de alcanzar, pero delicada a más no poder. Me ocupe de buscar compañeros para hacer el trabajo. Miguel se animó desde el primer momento. Tenía ganas de espeleología. La logística cuajo de la siguiente forma: a) entrar a las ocho de la mañana el sábado b) aproximación de entre tres y cuatro horas a la zona c) cuatro o cinco horas de trabajo d) volver a la superficie en unas cuatro horas. La estimación daba, en total, una jornada de unas 12 horas como mínimo. El jueves lo dedique a preparar todos los materiales. Tuve que ir a Maliaño, a conseguir estacas e hilo en el local que posee la FCE, y al local del club SCC, en Santander, para coger la taladradora Makita y las nuevas baterías. Eso me llevo gran parte de la tarde. Además, el viernes, tuve que supervisar la carga de las baterías durante varias horas. En resumen: una tarea.
El sábado llovía bastante. Con un pequeño retraso entrábamos, algo después de las ocho, en la Red del Gándara. Tardamos más de lo previsto en alcanzar la zona a balizar. Sencillamente no me acordaba de que galería debía tomar y, además había algo de sabia lentitud añadida. Quizás habían pasado cinco años desde la última vez que visité esa zona. A pesar de su enormidad, o quizás por ella, no recordaba con claridad el extraño paso de la cornisa. De hecho alcanzamos nuestro objetivo por una galería diferente a la que yo había recorrido la primera vez. 
El hecho es que habíamos tardado mas de cuatro horas. Nos pusimos a trabajar, pero el entusiasmo de Miguel por fotografiar, y verlo, todo no tenía límites. Y yo tenía que reflexionar sobre la balización.  Por donde y hasta donde. Los nidos de cristales tapizan todo el suelo hasta el punto en que no es posible pasar sin destrozar algo al pisarlo. La forma precisa en que se termine la balización de esa zona será compleja. Además requerirá de varios carteles explicativos para evitar que la gente intente cruzar las zonas frágiles deseando llegar a todos lados. Sitios que en todos los casos, sin excepción, se pueden alcanzar por otra ruta balizada sin destruir nada. Realmente mucho trabajo. Y cada vez que se vaya hasta allí serán necesarias, al menos, doce horas o un fin de semana.
Cuando llevábamos un cuarto de hora balizando se partió la broca. En vez de lloriquear terminamos de colocar el hilo en donde estaban puestas las estacas y balizamos una zona arenosa en la que no se requería broca para poner las estacas. El resto estuvo bien: pudimos hacernos una idea global de la zona y del trabajo a realizar. En realidad es la primera tarea que debe realizarse cuando se proyecta una balización.  Además Miguel pudo hacer todas las fotos que le dio la gana. Y si que las hizo.
Nos sobraban horas previstas. Durante la vuelta visitamos todas las ramificaciones importantes de las grandes galerías de la zona. Es difícil creer que no vaya a haber algo más en una zona tan rica en huecos. A las ocho salíamos de la cavidad. Había llovido bastante pero la tierra del sendero no parecía estar embarrada. Al poco, ya junto a los coches, nos cayo una fina pero densa llovizna. Mientras le mostraba a Miguel el Calendario 2014 nos tomamos una cervezas raqueras que me parecieron especialmente buenas. Quedamos emplazados para volver cuanto antes a balizar Anestesistas. Posiblemente el próximo fin de semana.