Un día, de los pocos que estoy en Cantabria, pensé hacer
espeleología. Teniendo presente el interés que tiene fotografiar detalladamente
el Patrimonio Natural Subterráneo de Cantabria llamé a los amigos del CCES para
hacer una sesión en Udías durante el puente de la Inmaculada. Como
no era posible organizarlo en “condiciones” quedé con los amigos del SCC para
ir a una cueva. Así que, al día siguiente, me uní a Julio, Luci
y Juanillo en Solares y nos encaminamos por el Puerto de Alisas hacia el Asón.
La cueva que habíamos elegido -antes de prepararnos
paramos a tomar unos cafés- es poco visitada, no muy grande y bastante
interesante. La aproximación es corta y un poco accidentada. Para entrar es necesario
encaramarse por unas rocas resbalosas hasta un amplio vestíbulo que da paso a
un par de galerías: una hacia derecha y otra hacia la izquierda.
La ruta de la derecha discurría inicialmente por
varios barrizales y estrecheces. El barro era profundo y las botas se hundían
tanto que amenazaban con no volver a salir. Podía darse el caso de recuperar sólo
un pie desnudo. Tuve suerte y el barro me devolvió las botas. Las estrecheces
contenían más barro y agüilla -que nos dejaron mojados o empapados según la
habilidad del espeleólogo-. Había varias salas con algunas formaciones y zonas con
huesos de animales muy grandes y muy antiguos. En la actualidad esos animales
no podrían llegar por las estrecheces. Sin embargo al no ser un Patrimonio
protegido las osamentas han sido expoliadas y destrozadas. Recorrimos todo hasta
el final actual, aunque podría continuarse con una corta desobstrucción. Volvimos
sobre nuestros pasos hasta la entrada.
La ruta de la izquierda era más cómoda. Al
principio estaba habitada por unas mariposas de color cobre que brillaban sobre
la roca clara. Un pozo corto e incómodo nos dio acceso a galerías relativamente
amplias y con formas hermosas. También nos ofreció un barrizal aunque, todo sea
dicho, no tan terco como los anteriores. El perfil de la mayor parte del
recorrido era meandriforme. Luego llegamos a un par
de gateras cómodas y cortas. Luci y Julio tenían
frío. El empape que habían adquirido en la parte anterior les pasaba factura
ahora. Les propuse seguir un poco más allá de las gateras y luego volver.
Al otro lado de las estrecheces nos esperaban unas modestas formaciones muy particulares. Se trataba de un manojo de excéntricas
cuya forma recuerda una especie marina llamada hemicordata.
Ese ramillete era pequeño, espectacular y desafíaba a
cualquiera que quisiera explicar como se había llegado a formar.
De común acuerdo volvimos sobre nuestros pasos,
desinstalamos el pozo y salimos al exterior. Hacía frío. Después de cambiarnos
paramos en un parcelita de hierba soleada, a la que faltaban minutos para
quedar en sombra, picamos un poco y luego seguimos hacia Solares. Atardecía con
calma.
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