24/8/24

Catedral

 

 
 

La cosa es ir a las  cuevas, sí, porque son lugares sagrados, mágicos, llenos de poder o como quiera que se describa lo que se siente allí o el mundo interior en el que uno entra. No voy para hacer deporte, ni para divertirme, ni para explorar, ni para hacer fotos, ni para investigar los minerales, las formaciones, el bioma, la geología, los registros climáticos, los restos fósiles, los arqueológicos o el arte rupestre. Por más que en las cuevas haga todas esas cosas por ninguna de esas cosas voy. Al entrar en una cueva el espíritu entra en resonancia, la cueva es una puerta al interior de la Tierra pero a la vez a tu dimensión interior. Eso me empuja a volver de forma insistente a las cuevas.

La C6, Cope 6, o Catedral de Cope es una cueva que se abre en el acantilado este del Cabo Cope, en las cercanías de Calabardina, pedanía del municipio de Águilas. Había estado hace tres años en ese bonito lugar y tenía los recuerdos frescos. Esta vez quedamos en la Torre de Cope a las 10 de la mañana. Vinieron Vir, sus hijos Gabriel y Alexandra, su marido Anatole, que se quedo por las playas, Jorge, que también estuvo en el 2021, y Lola, de Fortuna. Para evitar el sol me puse el mono de tela ligera durante la marcha de acercamiento. Tuvimos la inmensa suerte de ver un gran camaleón al lado del sendero gracias al ojo de Vir. Encontramos instalados los cortos tramos de pasamanos justo antes de llegar a la boca. Gabriel llevaba un equipo que le resultaba algo pequeño lo cual, si se junta con el calor imperante, le produjo algunos problemas que fueron resolviéndose sin más.

            En la boca estaba Pedro, un guía que trabaja en la Azohía, esperando a que subiesen desde el mar un grupo de clientes piragüistas. Dentro, pero ya cerca de la salida, volvía un trío, padre, madre e hijo, que dejamos salir, antes de empezar a instalar, para evitar interferencias. Actualmente la instalación está enormemente facilitada por las fijaciones químicas de acero inoxidable que evitan el uso de chapas y tuercas, pero también por la más que correcta posición de los cáncamos. En pocos minutos estábamos en la Sala de la Catedral.
 
 
 

En esa sala, y en la siguiente a la que se accede bajando un poco entre unas columnas, hicimos fotos lo miramos todo, vimos algunos murciélagos y nos asombramos de lo bonita que es la cueva a pesar de lo transitada  y tocada que está la cavidad. Luego bajamos al lago por un destrepe entre bloques y Vir, Alexandra y yo nos bañamos mientras los demás sólo nos miraban y haan fotos. El agua estaba un poco fresca pero a partir de medio metro de profundidad era caliente. El lugar invitaba a quedarse.

          La salida fue bien y resultó rápida, el grupo de piraguistas aún estaba en el nivel inferior de la Sala Central. Ya fuera hubo que poner uno de los tramos de pasamanos para poder volver al sendero de acceso. El resto fue coser y cantar amenizados por el calor de la siesta murciana. Al llegar estallo una tormenta con un sólo trueno y cinco minutos de gotas gordas que nos mojaron para nuestro placer. Después de la confusa recogida de trastos nos acercamos a un bar de Calabardina en el que la gente agonizaba de hartazgo entre arroces y ensaladas mientras a nosotros sólo nos permitieron tomar unas bebidas. Era el agosto de un sábado en pleno Agosto.