27/7/25

Melanterita


 
 
 
               No hubo oportunidad mejor que el domingo, día veintisiete de julio del dos mil veinticinco, para conocer personalmente a Conchi y sus amigos. Juan, de cerca de Antequera, Rosi, de Málaga, y Antonio, de Almería. El Hogar del Pensionista de Portman tiene un típico bar de pueblo con muchas cosas que comer y un trato cercano y amable. Allí les conocí personalmente, tomamos algo y charlamos de todo un poco.

              Desde hacia meses mi objetivo era visitar, conocer, los Mocos Verdes. Pero en el entreacto habían sido descubiertos, en otra mina, una Sala Verde y muchos más “mocos verdes”. Una de los centenares  -o miles?- de minas anónimas que existen en la Sierra Minera. Llamémosla, por usar algún nombre, la Mina Verde. Nos fuimos hacia allá en sólo dos coches, el de Conchi y el de Juan, una gran furgoneta.

              El sol de justicia aconsejaba con fuerza permanecer siempre a la sombra. Pero la marcha de aproximación hasta la pequeña, y casi oculta boca, no fue demasiado larga por suerte. Una rampa-pasillo bastante empinada nos llevo hasta una galería amplia pero incómoda y con muchos bloques en el suelo. Es obvio que los mineros no usaron esta entrada para transportar mineral al exterior, ni tampoco como acceso cómodo. Es posible que lo usaran para drenar el agua mediante tubos y bombas.  Al cabo de un rato fuimos a desembocar en una amplia sala, confluencia de varias galerías mineras. El agua que rezumaba, tal vez de un acuífero o de las filtraciones, se acumulaba en algunas zonas. Los minerales saturaban tanto estos laguillos que los cristales de minerales metálicos flotaban.

              Las sesiones fotográficas empezaron a dominar el desarrollo de la excursión subterránea. La estrella que posaba era principalmente Rosi y en mucha menor medida todos los demás también salían en las fotos. Lo que sí es cierto es que había tres fotógrafos… las cosas son así. Nuestro enrevesado camino camino estuvo jalonado por objetos mineros, puertas, tolvas, rampas, pasarelas, ventanas, bancos, herramientas, vagonetas, estacas de hierro y otras cosas similares cuyas utilidades eran bastante evidentes o bastante oscuras dependiendo del caso. Luego llegamos a unos mocos verdes sobre el suelo. Allí estuvimos mucho tiempo dándole al gatillo de las cámaras y los móviles. También había abundante epsomita por paredes, suelo y techo.

 

 
              El mineral que forma los mocos verdes, tanto estalactitas como estalagmitas, no es carbonato cálcico con impurezas que den color verde. Por el contrario, es melanterita. Se trata de un mineral secundario resultado de la oxidación de sulfuros de hierro (piritas), formándose, en condiciones específicas, por precipitación meteórica en disoluciones que empapan rocas ricas en sulfuros de hierro, especialmente en presencia de pizarras alumínicas y carbón. El resultado es un sulfato de hierro hidratado de colores verde intenso, verde pálido, amarillo y blanco y cuya fórmula es FeSO4·7H2O. Es inestable en condiciones atmosféricas normales, lo que quiere decir que si extraemos de los lugares dónde se encuentran los cristales de melanterita estos perderán sus colores y su lustre en poco tiempo y se descompondrán siguiendo reacciones inversas similares a las de formación (a menos que se reproduzcan las condiciones de existencia en una urna sellada). Es también destacable que su formación en minas y yacimientos es muy rápida, años o décadas.  

              Las dos horas siguientes nos las pasamos dando vueltas, volviendo a los mismos lugares una y otra vez buscando en el laberinto minero la salita verde que Conchi había descubierto hace poco. El problema consistía en que Antonio, Rosi y Conchi habían estado en esa sala y cada cual tenía recuerdos y perspectivas diferentes. Yo no tenía nada que aportar a esa búsqueda y Juan, el malagueño, tampoco, pero el hecho de que tres personas tuvieran recuerdos selectivos diferentes no ayudaba en nada. Con la confusión no había manera. Finalmente conseguimos calmar el torbellino, y quedarnos todos quietos. Entonces Conchi se fue, ella sola, a buscar o, mejor dicho, reproducir la ruta de sus recuerdos sin interferencias.  Al cabo de un buen rato volvió con la buena noticia de que la había encontrado. Con alegría fuimos todos hacia allá, pero, para simplificar la vuelta a nuestra segura posición actual, decidimos ir poniendo señales catadióptricas bien claras.

 

 
               La Sala Verde es pequeña y tiene muchas formaciones verdes, amarillas, negras, marrones principalmente de melanterita. En la salita se dan las condiciones ambientales para que se forme y persista. Estuvimos largo tiempo haciendo fotos, era compulsivo, tratábamos de captar la belleza del lugar. Finalmente llegamos al punto de saturación fotográfica y nos fuimos, visitando algunas zonas notables, hacia la salida de la mina sin percances ni confusiones. Tardamos mucho menos que en entrar.

               A las seis, más o menos, andábamos buscando un bar en Portman para tomar unas raciones. Era domingo por la tarde y todo estaba cerrado. Nos fuimos a La Unión, donde sí encontramos un bar abierto. Nos sentamos disfrutando de la sensación de haber visitado lugares tan increíbles como un sueño infantil. Y además de la comida y la bebida, tuvimos charla. Hablamos de temas tan divertidos como las mujeres en la espeleología, las relaciones entre hombres y mujeres que comparten aficiones deportivas o de naturaleza, la dinámica de las familias modernas, el estar solo, acompañado o absolutamente en soledad… y cosas similarmente jugosas y/o jocosas. Allí mismo nos despedimos esperando vernos en otras aventuras subterráneas. 


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13/7/25

Calleja Rebollo

 Fotos: Ant On Ío  &  Guillermo

Textos: Ant On Ío

 
                 Calleja Rebollo es un nombre rotundo, con fuertes raíces ancestrales en la zona, con una sonoridad magnífica, y, por supuesto, imposible de olvidar. Es un nombre feliz para una cueva hermosa: y eso mismo es lo que la hace tan atractiva. Organizarse para ir en grupo es siempre lo mismo, un auténtico tostón. Cada vez añoro más los tiempos de sólo el teléfono fijo. Opino, con cierto fundamento, que el progreso moderno, tal como lo conciben quienes toman decisiones en el mundo mundial, no es un verdadero progreso. Dejo de serlo, pero no sabría precisar cuanto tiempo llevamos a la deriva. El hecho es que el 13 de julio pudimos cuadrarlo todo para ir a la cueva.

                  Me uní con César y Mateo en Solares y unos minutos después con Guillermo en el Alto de Fuente las Varas. El tiempo estaba lloviznoso pero se mantenía sin lluvia. Incluso se vislumbraban claros. Al final de Matienzo, en el último rincón aparcamos el coche y cogimos una pista que se transformó en senda herbosa y luego en vaguada arbórea para acabar como revoltijo de zarzas, tojos, helechos y hierba gigante. Así se llega al Torcón. La instalación del pozo primero es bizarra: tronco caído, avellano endeble y parabolt de 8mm roñoso para terminar por una corta estrechez, siempre a expensas de que los bloques y el barro de la rampa no lo vuelvan a taponar (mejor que no sea mientras estás dentro de la cavidad...). Cosa que ha sucedido varias veces y que han resuelto con decisión desobstructiva el equipo de espeleólogos ingleses que explora en Matienzo (una parte del grupo vive en el polje y le gusta ese tipo de tareas).

                  Las galerías de la zona de entrada de Calleja Rebollo son amplias y hermosonas. Luego se sube un pocete de siete metros, apareciendo enseguida grupos compactos de formaciones gravitatorias y una serie de pequeños desfondes. Por una pequeña galería secundaria se alcanza un pozo lleno de grandes puentes de roca que se desciende con facilidad. Abajo tomamos una rampa ascendente para alcanzar una ventana sobre NE Chamber. Traíamos material para dejar una buena y segura instalación en el corto pozo de diez metros a la sala. Lo primero que hicimos, antes de comenzar su visita detallada, fue almorzar. En la sobremesa Guillermo le echó un vistazo a una atractiva galería, a un par de metros de donde estábamos. Resultó ser una alternativa perfecta al último pozo ya que eliminaba el uso de ese tramo de cuerda.

 

 
 

 
               Fuimos visitando toda la sala, con sus capillas y ramificaciones, de forma detallada y girando en sentido antihorario por su borde. Formaciones de todo tipo, incluyendo algunas excéntricas, se van sucediendo al caminar. Es necesario ir con precauciones en algunos sitios, cerca del borde de la sala. Capillas, diaclasas, grietas, laminadores, gours, coladas y volcanes. De todo ello hicimos algunas fotos.

                  Mateo se movió por las cuerdas supervisado, pero su técnica resultó ser muy buena, sólo le hace falta un poco de práctica para subir mejor que los veteranos. De todas formas el pozo de los puentes de roca se hace pesado por la falta de espacio para moverse, cómodamente con la saca, en algunos puntos. El resto de la cavidad -hasta el pozo de salida- la recorrimos sin nada destacable. La estrechez de dicho pozo la gestionamos con las sacas colgando y ayudadas un poco desde abajo. El tramo estrecho es corto. La rampa estaba embarrada por la lluvia y los patinazos eran casi inevitables. Afuera llovía chirimiri y toda la vegetación estaba empapada. Pudimos seguir seguir sin problemas la trocha que habíamos marcado en la maleza al pasar por la mañana y llegar al coche sin contratiempos salvo la mojadura y el sudor tropical.

                  En total habíamos pasado unas ocho horas para toda la actividad y casi siete horas en la cueva. No cabe duda de que merece la pena el Calleja Rebollo. Para celebrar la excursión paramos en Casa Germán a tomar algo. Seguramente volveremos por Matienzo dentro de poco, hay demasiada espeleo esperándonos...