8/5/05

Estrellas&Ángeles (8/5/2005) Sopladoras-Agua

            Me despierto con una sensación deprimente. Hoy todos mis sueños se parecen a pesadillas. O todas las pesadillas se parecen a mis sueños. La lógica conmutativa se apodera de la mente humana. Me preparo en un momento y me apuro en llegar a Solares. Antes de ir a la estación paso por la Caja y le pido al cajero mecánico un poco de dinero. Me escupe con desgana unos euros de esos que sirven pa comprar cosas (cada vez menos cosas). Cuando me presento, a las nueve y media, en la estación ya han llegado -contradiciendo mis premoniciones- Amelia, Moisés, Eva, Susana y Noelia. Poco después llegan, también, Sergio y Chema. Moisés recibe una llamada de Julio comunicándole que viene de camino a toda velocidad. ¿Cómo es que no me habéis despertado? le pregunta. La fiesta acabo tarde y ostentó abundancia de alcohol y humo. Pero Moisés, Eva y Susana madrugaron -les motiva eso de las Sopladoras/Agua- y llegaron bien. Me tomo un café y miro el reloj. Llevamos 20 minutos de retraso. Quedamos en que Julio venga directamente al aparcamiento de la iglesia de Asón.
            Vienen conmigo Noelia y Eva, van con Moisés Amelia y Susana y en el coche de Chema va Sergio. Mientras cruzamos el puerto de Alisas Noelia muestra su negativa y desconfiada actitud hacia los humanos en general. La carretera consigue marearla lo que contribuye a potenciar su actitud. Cuando llegamos a Arredondo todo el mundo se arroja de los coches. Algunos piden en el bar bocadillos de tortilla de patatas para llevarlos a la excursión, otros charlan de forma distendida o tensa, según se vea, y Susana, de puro mareo, queda tirada en una acera como una mendiga. Poco después de todo esto conseguimos llegar a la Iglesia. Aparco a la sombra de una casona y comienzo a prepararme con lentitud. He puesto a propósito la reductora para no tener que esperar demasiado tiempo. Antes de que estemos preparados llega Julio con su descapotable Mazda y acaba de prepararse antes que el grupo general. Como se esta poniendo pesada la cosa empiezo a animar el ambiente a base de ¡ale, ale!; ¡come on, come on!; ¡venga, venga! El carburero de Noelia se niega a abrirse y cuando lo conseguimos se niega a vaciarse. Metemos una palanca para romper la costra de hidróxido cálcico y casi completamos la limpieza. Dejamos una parte por desesperación. Es muy aleccionador e ilustrativo el proceso del carburero de Noelia. Decidimos llevarnos una cuerda de 60 en vez de dos cuerdas más cortas. Lo ideal sería llevar dos de 30 para el único rappel largo del barranco Huerto del Rey.
            La subida es una subida que sube sin parar. Sólo al principio nos deslizamos, llaneando, entre prados, paisanos y cabañas. Pero en cuanto el sendero penetra en el barranco de Rolacías se empina de forma pertinaz. Hace calor. Sudamos. Resoplamos. Pero muchos no paran de hablar. Aunque se ahogan no paran. Finalmente, durante un breve lapso, callamos todos por fin y podemos caminar en silencio. En el puente del Chumino hacemos una breve parada técnica para beber agua y disfrutar de la sombra. Continuamos enseguida cruzando los prados del Chumino que, entre cabañas, nos llevan al límite de las propiedades junto al bosque de avellanos. Los aludes de nieve han arrastrado árboles y rocas que han desfigurado la tenue traza que existía en el bosque. El sendero, apenas perceptible, ha quedado borrado por completo este año en algunos tramos. Poco más arriba el camino se aclara y se encarama por una estrecha vira para precipitarse, al poco, hacia el cruce del torrente de la Cuesta del Avellano aguas abajo de la Cascada del mismo nombre. Luego asciende, entre avellanos juveniles, por la ladera derecha hasta alcanzar la cota de la Cascada y, finalmente, tuerce directo hacia la plataforma donde comienza la caída de ésta. Allí nos remojamos un poco y cinco minutos después estamos bajo la triple boca de las Sopladoras. Hemos tardado una hora y tres cuartos. No está nada mal.
            Lo primero, y mejor, que hacemos es comer. Aunque antes de comer me pongo los arreos y me encaramo a la boca central de las Sopladoras por el resalte, instalando una cuerda para evitar una caída tonta cuando suba el personal. Ya arriba, en compañía de Eva y Amelia, me instalo cómodamente y como. Lo primero es una manzana cuya monda arrojo a los comensales, que devoran con avidez abajo, con la fortuna de dar justo en el centro del casco de Moisés. Me promete no olvidarlo y vengarse en el momento que menos me lo espere. Le creo. A continuación me debato entre el descarado aprovechamiento del ofrecimiento de Eva o una comedida y educada actitud para no merendarme la mitad de su bocadillo de tortilla de patatas con cebolla que está que te cagas. Finalmente me como un puñao de garbanzos tostaos por eso de la comida sana.
            Nada más entrar la galería desemboca en una más amplia, igual que las galerías de las otras dos bocas, y ésta enseguida gira a la derecha adentrándose en la montaña. Al poco, cuando acabo de pasar un pequeño caos de bloques, el grupo se detiene. Tras un largo rato en que la mayor parte del grupo no aparece, aunque se les oye cerca, ni responde, a pesar de los gritos que les damos preguntando que pasa, por fin volvemos a verlos después de que hallan resuelto un problema con el carburero de Noelia. El pobre carburero de Noelia. A-me-li-a, A-me-li-a, A-me-li-a, A-me-li-a, No-e-li-a,  No-e-li-a, No-e-li-a, No-e-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, E-va-li-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a, Su-sa-na-a: esto es un tren de estrellas cuya locomotora es el género femenino. El tren se abre paso por el túnel sin prisa pero sin pausa. En los destrepes Susana se mueve con una agilidad asombrosa a pesar de que está manca. Y Eva parece levitar. Hasta que llegamos a las marmitas y topamos con la pequeña tirolina. Los cortos resaltes resbaladizos iniciales se bajan bien y la tirolina se deja montar por todos los expedicionarios. Pero justo después de la tirolina hay una marmita que obliga a transitar en oposición a pesar de que la anchura es un poco excesiva. Los primeros transeúntes pasamos con cuidado pero Amelia y Eva -y no sé quienes más- se quedan atrancadas porque no les da la patita para llegar a una repisilla al otro lado de la marmita. Entonces Moisés sale en su ayuda y pone su propia pierna para que sirva de peldaño. Gracias al ángel  Moisés nadie cae al agua. El personal comienza a sentirse bien y a divertirse con esta travesía. La continuación es por una galería fósil que en esta ocasión presenta algunos charcos. Seguramente es por las grandes nevadas y las lluvias de este invierno pasado y parte de la primavera corriente. Al final de esta meandrosa galería, en una zona en que se va estrechando, hay que efectuar una simpática trepada. Ésta conduce a una serie de conductos agaterados y con fuerte corriente de aire que nos permiten alcanzar de nuevo el río por un resbaladizo tobogán. Me deslizo de primero por el tobogán y estoy a punto de llevarme un trompazo contra los guijarros del río. Me pongo de parapeto y freno la caída de cada expedicionario. Los hay pesados, pesadísimos y también los hay ligeros.
            El carácter de la cavidad cambia en este punto. Se convierte en un galerión, no desmesurado pero si amplio, como el túnel de una carretera o el túnel del metro de Bilbao o de Barcelona o de Madrid. Se anda cómodamente por Los Meandros y, a veces, varios caminos son posibles. Realmente estos meandros son un modelo de galería. Eses verticales y horizontales. Muchas SSSS’s. Hay un enorme bloque que ha colapsado cayendo sobre el suelo de cantos rodados en el lecho del río y creando dos pasillos a sus lados. Desembocamos en una enorme galería bautizada como Los Bulevares. Los Bulevares tienen el tamaño de la Gran Vía de Madrid en algunos sitios. Los bloques, los cantos rodados y, en general, todas las superficies están muy resbaladizas en esta zona. A veces, dentro del galerión, se forma una subgalería, como un tubo dentro de otro tubo, que permite transitar más fácilmente. A mitad de Los Bulevares el carburero insiste en darme el coñazo. En realidad desde que jubilé mi krakatoa todos los carbureros que he utilizado me producen una gran insatisfacción. Mi krakatoa era maravilloso y ninguno podrá igualarlo. Deberíamos hacer un esfuerzo y volver a fabricar carbureros de inyección directa. De cualquier forma, hacemos un alto para que todo el mundo pueda actualizar el funcionamiento de su carburero y mientras tanto construimos un hermoso hito para dejar fé. Los Bulevares dan paso a una zona más estrecha con marmitas y puentes muy entretenida y bonita. Sobre un gran puente, al que se accede por una cornisilla, nos hacemos una foto colectiva. Aguas abajo la galería se hace más modesta y su techo desciende. Hay una pequeña laguna, de paso obligado, en que el agua nos llega por el culo más o menos. La gente rebuzna un poco por la frialdad de las aguas pero enseguida nos olvidamos de esto. Aunque algunos pringaos no se olvidan tan pronto porque llevan ropa de algodón o similares. Un error en las cuevas. 
         Después de algunas curvas más, desembocamos en la enorme Sala Final. A lo lejos, vemos la luz del día iluminando la rampa de bloques que forma la entrada. Las distancias engañan y todavía necesitamos andar un ratito para llegar a la salida. Hemos tardado 4 horas en hacer, bastante tranquilos, la travesía y a las seis estamos fuera ya. Los ráppeles del barranco Huerto del Rey necesitan cordinos nuevos; Susana no puede manejarse y Moisés la va descendiendo en los tres rápeles que hacemos. Con todo esto se nos va haciendo tarde.  El paisaje es espectacular y la primavera le sienta bien. Son las nueve cuando alcanzamos los coches. En el bar Coventosa de Asón la cerveza no es la bebida de la mayoría del grupo. Algunas se toman un bombón helado mientras otros se fuman un purito. Y luego escuchamos a la Barbería del Sur y a Kiko Veneno en el coche mientras rulamos hacia Solares.

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