22/4/07

Mutación (22/4/2007) Hoyo Salcedillo

 

I

El agua, al principio, consistió en una botella de aquarius de limón. Nos la acabamos entre los cuatro antes de entrar a Hoyo Salcedillo. Sudamos mucho a la subida. Era la tarde del viernes y estaba nublado. Más tarde bebimos poco y simplemente agua. Poco antes de llegar a la sala del Ibis Rojo rellenamos todas las botellas en el río Javanaise. Nos duro para cocinar, beber por la noche y desayunar. Y durante el resto del sábado solo bebimos agua del río Javanaise. Con isostar y sin isostar. Aunque a veces dudábamos de su calidad. En una ocasión vimos espumarajos en el río. A la vuelta apenas bebimos agua y antes del último resalte de subida en vez de beber agua me comí una manzana grande, de color rojo oscuro, que tenía reservada y que compartí con Miguel.  Por suerte los otros compañeros ya habían ascendido y no vieron la hermosa manzana. Seguramente se habrían abalanzado sobre ésta. Era realmente apetitosa. No permitáis que se os seque el espíritu. Bebed más agua.

II

El combustible principal de las montañas y de las cuevas es la fe. El precio de referencia del barril de fe es indeterminado. El abandono de los lastres para flotar con libertad puede ser parte del precio. Una montaña puede moverse a otra posición cualquiera con una fe refinada. La cueva de Hoyo Salcedillo fue explorada del 88 al 94 por franceses del SCD dotados de una sobredosis de fe; luego la fe puede hacer maravillas. El Hoyo Salcedillo es una cueva que no regala ni un centímetro. Los franceses tuvieron mucha suerte de ir encontrando los pasos clave para poder continuar adelante. Lo que más ilusión les hacía era conseguir  dar con una conexión a Cueva Fresca, pero se quedaron muy lejos. Dos kilómetros en línea recta a la zona del Cañón Rojo de la Fresca. Sin embargo sus últimos descubrimientos, como la Red de las Nieves Eternas, fueron fascinantes.  Según sus crónicas visitaron una sala de la que literalmente tuvieron que salirse corriendo por que la nevada de copos de un mineral esponjoso, desprendido del techo al entrar ellos, les impedían operar. 

III

            José estaba muy serio cuando llego al Ibis Rojo. Habíamos hecho trizas todos los horarios. De tres horas aproximadas que tarde la última vez pasamos a cinco horas y cuarto en esta ocasión. Las causas: el peso de las sacas (comida, infiernillos, saco de plumas, carburo, alguna cuerda y ropa), las esperas en las cuerdas y el cansancio acumulado durante la semana. Además los carbureros se portaron fatal y hubo que parar muchas veces a actualizarlos. En definitiva, eran las dos de la mañana del sábado cuando nos instalamos en el vivac. Y las tres cuando nos ensacamos. Habíamos comido y bebido caliente en abundancia. Utilizamos tres colchonetas que ya estaban allí, abandonadas por los franceses pero en buen estado, y otra que llevo José y que al tener un pinchazo le estuvo martirizando toda la noche. Miguel había traído otra colchoneta más corta pero José –curtido en batallas montañeras- no se animó a salir del saco para cogerla. Ni Miguel ni Manu durmieron a pierna suelta, dieron muchas vueltas, y yo aunque no di vueltas solo dormí cinco horas que fueron poco después de la paliza del día anterior. A las ocho y pico ya estaba despierto. Todo seguía igual. El sonido del río Javanaise, amortiguado por la profundidad, no había variado. Nos costo salir de los cálidos sacos. Sin embargo pensaba que iba a hacer más frío del que realmente hacía. Manu se enzarzo en la limpieza de su carburero mientras tanto desayunábamos los demás. Se le oía maldecir continuamente. Preparé unos tallarines liofilizados que me costo trabajo acabar. Las dos raciones que contenía el sobre casi me revientan. Había café y leche condensada a discreción.

IV
            Las instalaciones de los franceses en Hoyo Salcedillo dejan mucho que desear. Las cuerdas suelen ser cortas, y en algunos sitios en que convendrían ni siquiera están colocadas.  Particularmente llamativas son las instalaciones del Pozo Muralla en el que hay que escalar tres metros en oposición para alcanzar la cuerda y salir de un fraccionamiento también escalando. A la bajada tuvimos algún problemilla –batacazo- con el final de cuerda en este pozo. Nos encontramos también dos resaltes, aguas abajo del río Javanaise, uno de los cuales no tenía cuerda siendo obligado destreparlo o equiparlo por cuenta propia, y otro en el que había una cuerda que colgaba cinco metros por encima del aterrizaje. Además encontramos dos pasamanos y uno de ellos requería una escalada para alcanzar el comienzo.  En general nos dimos cuenta de que los franceses o bien estaban muy escasos de material o bien eran muy gallos; o ambas cosas a la vez. En algunos resaltes, a lo largo del río Queue de Cheval,  tampoco encontramos las instalaciones adecuadas, aunque solo se hubieran necesitado menos de 20 metros de cuerdas para equiparlos todos. Y, por otra parte, los anclajes, que en su mayoría llevan en posición más de 13 años, presentan un aspecto totalmente sospechoso y cutre. En concreto los de bajada del Ibis Rojo al río Javanaise  estaban en un estado patético. Me sentí muy inquieto al colgarme de ellos. 

V
            La mayor parte del río Javanaise es un cañón amplio; sin embargo la naturaleza friable de la arenisca en que está reexcavado genera grandes acumulaciones de bloques que hacen dificultosa la marcha. Muy a menudo hay que buscar la ruta entre éstos, subiendo y bajando desde el cauce de un río que se presenta medio obstruido. Hay una sala muy amplia en la que fue particularmente complicado decidir por donde continuar. Cuando se alcanza la confluencia con el afluente Kazed las dimensiones del cañón aumentan y el tránsito es mucho más cómodo. Sin embargo durante todo el tiempo tuvimos que tener mucho cuidado con la resbaladiza arenisca ennegrecida y pulida. A causa de esto, de la poco confortable noche y del impresionante ambiente de Hoyo Salcedillo el avance fue lento e inseguro. La cueva no regalaba nada. A finales de la mañana estábamos enzarzados en dos resaltes que tuvimos que medio instalar. Pero algo más allá llegamos a una zona estrecha e inundada para la que no estábamos preparados ni material ni psicológicamente. Miguel trato de forzar los pasos, pero se cayo al agua y tuvo un remojón hasta la cintura. Sin embargo investigando más a fondo encontramos un paso superior fósil, reseñado por los exploradores, que implicaba dos pasamanos y un pozo. Esta zona presentó un buen repertorio de formaciones algunas de ellas notables. Como ejemplo basta hablar de una gran estalagmita cónica, blanca, de unos seis metros de altura y dos de base. Sin embargo este sector, de tránsito muy agradecido, desemboco rápidamente en una galería pequeña llena de las habituales dificultades de la cueva: bloques, subidas y bajadas. En este momento valoramos entre los cuatro la posibilidad de empezar la vuelta. Había algunos que preferían salir el mismo sábado por la noche. Y yo no estaba en esos momentos dispuesto a animar a nadie. Necesitaba que alguien me animase a mí. Así que comenzamos la vuelta hacia el Ibis Rojo que completamos en menos tiempo que la ida debido al conocimiento de los pasos y a las señalizaciones que habíamos dejado. Se nos fue un buen rato recogiendo en el vivac pero las sacas -a la vuelta- pesaban menos. Pudimos ir ligeramente más deprisa que el día anterior. Algo angustiosa resulto la expectativa del laminador entre la Queue de Cheval y la Dispendieuse sobre todo por las gordas sacas.
            Mis sondeos acerca de sí mis compañeros volverían a Hoyo Salcedillo en este plan recibieron respuestas ambiguas e incluso yo mismo me replanteé la logística de esta cueva. Sin embargo la obsesión por llegar a la punta de exploración y a la Red de las Nieves Eternas sigue ejerciendo una fascinación total sobre mi. Creo que volveré... pero tendré que realizar algún cambio.. alguna mutación...

No hay comentarios: