23/11/08

Cantábrico Oriental (22/11/2008)


      Hacía dos meses que insistían en hacer la travesía Cuivo-Mortero. Les dije que era más dura que la Rubicera–Mortero (para mí) y que tuvieran cuidado con el caudal de agua. Seguramente les traicionaban sus selectivos recuerdos de hace más de 20 años. Les propuse varias atractivas alternativas, entre otras la zona del Pozo del Oso en la Red del Gándara. Finalmente el tiempo otoñal se transformó en un clásico cantábrico. Más de quince días sin ver el sol y sin parar de llover. Mis amigos de ESPELEO50 solo se convencieron de no ir al Cuivo cuando miraron el afluente del Gándara que viene desde Astrana y comprobaron que andaba pasado de agua. Me alegre de que no fuesen. Desde luego yo no hubiera entrado en el Cuivo de ninguna manera. Últimamente no tengo ganas de mojarme.


        Pepe es pura acción. No le es posible parar. Chicha es  acción directa. Demoler la dificultad. Mariano se preocupa del bienestar de los demás. Antonio, Miky y Zaca son más jóvenes y no los conocí cuando salía a hacer espeleo con los del SEII. De Antonio diría que es medianamente reservado, y de Miky diría lo mismo. Zaca es un perfecto dinamizador de grupo. Se le nota su estirpe empresarial. A Andrés, FélixII y Milcopas no los conozco en absoluto. Miguel es un ser polifacético y siempre te tiene una sorpresa reservada. Hugo es cualquier aventura, cualquier propuesta que salte, sin miedo. Wili me sugiere un poeta, antes y ahora, no se si estaré equivocado. Ciertamente sensible. Y yo? Alguien a quien no le gusta dejarse ver pero con mucha marcha para algunas cosas.

      El sábado a las nueve y media estábamos todos en la casa rural del Carrascal, en La Gándara, preparándonos para entrar en la cueva. Llovía de forma intermitente con intensidad moderada. Charle un poco con Wili. Me sorprendió la primera impresión, una sensación de cercanía, como si le hubiese visto la última vez una semana antes y no hace más de veinte años. Los diez que íbamos a entrar nos metimos en tres coches, totalmente vestidos de espeleólogos –salvo el equipo vertical-, para acercamos hasta el cruce del puerto de La Sía. En la casa se quedaron Mariano, Wili y Félix.
      Me introduje directo en la cueva, dejando el paraguas en la entrada, sin ni siquiera encender el frontal. A escasos metros me encontré con un grupo de cinco o seis espeleólogos preparándose. Me preguntaron si íbamos al Pozo del Oso para ver si podían bajar con nosotros pero les desilusione diciéndoles que éramos diez y que, por las esperas, eso ya era demasiado.
       Instalamos a las fijaciones del pasamanos un ocho de doble seno y fraccionamos enseguida de saltar el borde de la plataforma. Unos 25 metros más abajo pasé un segundo fraccionamiento y oscile hasta la Repisa del Oso. Comencé a meter un spit en la mejor roca que encontré mientras esperaba a Pepe. Desde el último fraccionamiento colocamos una cuerda que enlazamos con los dos spits que metimos en la repisa. De esa forma se puede alcanzar de nuevo, con plena seguridad, la cuerda que baja desde el segundo fraccionamiento dejando la Repisa del Oso a un par de metros (este montaje ha quedado permanente). Mientras el resto del grupo se iba reuniendo en la repisa y comenzaban a hacer fotos al oso seguimos para abajo y terminamos de instalar el pozo. Un desviador y un último fraccionamiento exigieron algo más que la cuerda de 58 que portábamos. Recogiendo el sobrante de ésta, instalamos otra cuerda de unos 12 metros. Globalmente se hace necesaria, en este pozo, una cuerda de unos 65 metros para ir holgado.
       Zaca me presto su descensor ya que había olvidado el mío. Al Milcopas le aseguraron todo el descenso con una cuerda dinámica que luego se uso para transportar el dressler de abajo hacia arriba. Mientras todos iban llegando comenzamos a pasear  por la galería inspeccionando las cercanías. La cercana cascada, a mano izquierda, estaba tremenda. Nos dio tiempo a hacer todas las fotos que nos dio la gana y a darnos varias vueltas sin alejarnos demasiado.



      En cuanto empezamos a movernos llegamos a la cascada y nos volvimos a parar. Se impuso una insistente sesión de fotos para captar su transparencia. De los dos galeriones fósiles que continuaban la cavidad elegimos el de la derecha que nos llevo en sucesión a una zona de cristales blancos en las paredes, después a una de formaciones clásicas muy blancas, seguido de una zona de excéntricas y formaciones clásicas entre blancas y ocres, con dos pequeñas galerías muy coquetas, y, finalmente, a una zona de columnas y estalagmitas. Animé a Pepe a probar por una gatera sopladora que le llevo un buen rato pero sin éxito. Fue una vacilada por mi parte pues ya conocía el pelaje de la gatera. Pero Pepe nos demostró a todos lo entusiasmado que estaba.



     Después de pasar unos laminadores accedimos a una amplia galería con un lago redondón y profundo en su fondo. Se notaba su reciente creación por los espumarajos y la turbiedad. Tomamos a la derecha unas rampas arenosas con bloques y una galería con textura similar que nos llevó hasta una sala con más bloques y mucha arena. Allí comimos y actualizamos los equipos. Algunos también fumaron y todo se lleno de humo.
Poco después Hugo, en una galería adyacente, encontró, en el lecho de guijarros y cantos rodados que formaban el suelo, una piedra de arenisca rojiza con nódulos y nervaduras que le daban un interesante aspecto. El hallazgo nos estimulo a buscar más piedrecitas del mismo linaje. Al cabo de un rato había muchas en el muestrario; a mi me toco una con forma de menhir puntiagudo, elegante y discreta. Me la lleve en el bolsillo.
 

       Ascendiendo entre bloques casi hasta el techo de la galería y girando a la derecha por un paso entre coladas resbaladizas -asegurado por un pasamanos- pudimos entrar en una sala de grandes proporciones. Para seguir avanzando nos tuvimos que someter a una potente ducha helada que barría la superficie de las coladas. Con prudencia extremada por lo resbaladizo y abrupto se atravesaba en horizontal hasta una zona de grandes bloques y arenas. A partir de aquí un sendero poco determinado nos permitió ir bajando hasta un gran colector en crecida (espumarajos, turbiedad y orillas con forma no adaptada a la corriente...) que fuimos siguiendo río abajo.
      Finalmente el río ocupo toda la galería. Se podía observar su sifonamiento un poco mas allá. Desde luego faltaban unos cien metros para alcanzar el punto en que paramos la primera vez que estuve allí. El nivel podía haber subido entre 2 y 5 metros... Después de emitir algunas paparutxas el grueso del grupo salió de estampida hacia el Pozo del Oso mientras Hugo, Pepe, Miguel y yo hurgábamos en una galería colgada a un par de metros de altura. No observamos ninguna huella de los franceses. Alcanzamos en poco tiempo la base de un pozo amplio por el que bajaba una cascada. Un poco más allá una gatera semiobstruida daba paso a un meandrillo que se desplomaba por un pozo de 10 metros sobre un río en crecida. Por detrás de una colada, en la base del pozo, se accedía también a ese río. Hubiéramos podido seguir con cuerdas y con el río en estado normal, pero no pudo ser. Al volver a la gran Sala no encontré mi saca. Estaba inquietándome cuando Hugo me dijo que la traían ellos de la zona que habíamos explorado.
        A pesar de que nos llevaban media hora como mínimo, cuando llegamos al Pozo del Oso solo habían subido dos personas del primer grupo... Mientras esperábamos nos dedicamos a hacerles fotos a una raras estalactitas con formas de tentáculos de calamar y a caminar en círculo en la Sala en que caía la cascada.
Después de subir el pozo esperamos una hora mientras iban llegando compañeros. Luego decidimos bajar hasta La Gándara caminando bajo la lluvia. A las diez estábamos empezando a comer pinchos que iban preparando Mariano, Wili y Félix mientras bebiamos botellas de Ribera de Duero. Luego vinieron los espaguetis y la carne con más Ribera de Duero. A las 12 ½ Miguel y yo abandonamos a toda la tropa comenzando la velada. Una hora después llegaba a casa bajo chubascos helados.

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