1/2/14

Planificación



              A lo largo del viernes conseguí preparar dos equipos completos para balizar. De las taladradoras no me fiaba, pero no había donde elegir. Tuve que apañar un enchufe para la UNEO aunque en realidad el problema estaba en el contacto, dentro de la maquina. Entre unas cosas y otras el viernes se evaporo sin más.
A las siete y media del sábado me reuní con Nacho en Solares. Mientras desayunábamos en Ramales llego Miguel. Pasadas las ocho y media aparqué junto a la casa rural de la Gándara. Allí Hugo y su novia, Pepe, Zaca, Chicha, Miqui, Tripi y Gonzalo estaban acabando de desayunar y ultimando cosas. Nacho se percató de que el equipo personal  que había sacado del club estaba incompleto. Si no hubiera sido por el préstamo que le hizo Hugo se habría quedado sin poder entrar en la cueva.
El tiempo era muy malo, llovía, hacía bastante frío y soplaba viento. En un momento de calma, con Nacho y Zaca, inicié el acercamiento a la boca. Había formado dos equipos: Nacho, Zaca, Pepe y Tripi vendrían conmigo a balizar la Proue y una zona, algo más lejana, de desecaciones poligonales. Miguel encabezaría otro equipo formado por Gonzalo, Chicha y Miqui encargándose de balizar Anémonas. Me adelante con Nacho para ir equipando el Pozo de las Hadas.
El equipo de la Proue avanzó a buen ritmo, salvo una pausa para reorganizar el croll de Nacho, hasta alcanzar la zona de balización. Mientras Zaca me ayudaba a comenzar la balización Pepe, Nacho y Tripi, aburridos por la espera, se fueron a reconocer la galería. Desgraciadamente la taladradora UNEO falló y tuvimos que dejar el trabajo a su comienzo. La pérdida de tiempo y de recursos humanos que suponía esto me puso de muy mal humor, un mal humor que descargué, en parte, con mis compañeros. Pero el problema no lo habían generado ellos. Ni nadie en particular.
Después de reflexionar unos instantes tomé la opción de seguir adelante hacia la segunda zona que tenía proyectado balizar. Tuve que convencer a mis compañeros de que intentar desmontar y arreglar el taladro no merecía la pena. A pesar de todo el avance me sirvió de algo. Pude reconocer el terreno a balizar en la Proue. Eso me dio una visión global. El trabajo va a ser bastante fácil.
El recorrido nos llevo hasta un pequeño pozo ascendente en el que recordaba haber dejado una cuerda instalada. La cuerda no estaba porque la habían retirado o porque yo mismo no la había dejado puesta. No conseguí acordarme. Después de echar un breve vistazo decidí que era posible escalar el pozo sin arriesgar demasiado. Use un par de puentes de roca naturales para asegurar el avance. Los pasos finales me parecieron un poco más delicados. Había algunas fracturas evidentes y los pies debían colocarse en presas pequeñas. Acabé la escalada sin más contratiempos, use un anclaje de spit, que ya estaba colocado, para fijar la cuerda y la reaseguré a un saliente. En un par de minutos estábamos todos arriba.
Las grandes galerías que se abrían a derecha e izquierda estaban bastante por encima de la Proue y quizás por encima de Anestesistas. Para mi son las galerías del quinto nivel. A unos metros de distancia de la cabecera del pequeño pozo el suelo está formado por tierra y barro seco, ambos fósiles. Bonitos cambios de color y desecaciones poligonales lo decoran con delicadeza.  Probé a clavar las varillas de balizado con éxito. Únicamente hubo que cuidar la posición para que las varillas penetrasen lo suficiente. En menos de una hora habíamos acabado el trabajo. Me quedé más en calma, con la sensación de que no habíamos perdido el tiempo, ni los esfuerzos, en llegar hasta allí ese día.
El tránsito por las grandes galerías se me estaba haciendo muy largo. No recordaba tanta distancia. Unos cinco años habían pasado, suaves, desde mi última visita. Llegamos a una especie de encrucijada que me hizo dudar más todavía. Finalmente saqué la brújula de Zaca y la miré. La dirección que tomaba la galería era totalmente acorde con mis expectativas de llegar a la zona de Anémonas.  Quince minutos después estábamos en el cruce. Allí nos dispusimos a comer. Me comí con poca gana las empanadillas frías. Lo mejor de todo fue el caldo que traía Pepe. Detrás de mí se abría la gatera de acceso a la bonita galería que íbamos a visitar. Me extrañó que no hubiéramos encontrado todavía al grupo de Miguel.
En contra de nuestras expectativas Miguel, con su grupo, estaba balizando. Aunque estuvimos comiendo a unos cincuenta metros de ellos no nos habíamos oído unos a otros. La galería es de reducidas dimensiones y sinuosa. Eso explicaría la pérdida de ruidos (a pesar de lo numeroso del grupo) En el momento del encuentro el grupo de Miguel se afanaba en la tarea. Ellos también habían tenido problemas con el taladro pero consiguieron que siguiese funcionando. Como éramos muchos para estar todos juntos en una galería tan reducida me separé un poco y me concentré en hacer fotos. Usé el cutre trípode que suelo llevar y una linterna Ledlenser para intentar captar la belleza del lugar.
La vuelta la hicimos por un camino algo más corto, pero con un pozo adicional.  Zaca me acompaño a recoger algún material que habíamos dejado en la Proue. Más tarde, en la Sala del Ángel, paramos realizar una foto. Hubiera requerido más tiempo de exposición pero algo se ve. Finalmente después de catorce horas de actividad llegamos a la boca. El ambiente era muy frío, las escorrentías sobre las rocas formaban hielo transparente, el suelo estaba tapizado de granizo y las estrellas titilaban de frío en el firmamento. La cabaña nos esperaba cálida y acogedora. Un buen fuego en la chimenea,  deliciosa comida y frescas cervezas. Después de  compartir un rato con todos los presentes Miguel, Nacho y yo partimos valle abajo. A las tres de la mañana estaba cada uno en su casa. 



3 comentarios:

Anónimo dijo...

saludos a los que conozco y a los que no también.

zape

zaca dijo...

Y las cervezas que?





Ant On Io dijo...

Las cervezas estaban frescas dice el texto...