18/4/15

Mendukilo



           Espeleofoto tenía previsto para el dieciocho de abril una sesión en una cueva de Cantabria (a determinar en el último momento) En realidad se trataba de actuar como guía y ayudante. Como contrapartida podría aprender algo observando a los buenos fotógrafos. Pero los planes tuvieron que adaptarse al permiso de entrada en Mendukilo. A mi no me importo. Al contrario: podría conocer una cueva turística sin las restricciones de las pasarelas y visitar zonas que, usualmente, están fuera de los recorridos establecidos. El único inconveniente era que la cueva está al lado de Astitz, pueblo muy cercano a Irurzun, en la provincia de Navarra. La distancia al pueblo implicaba casi dos horas y media de coche. Y me iba a obligar, habida cuenta que la entrada a la cavidad estaba prevista entre diez y diez y media, a estar conduciendo antes de las siete y media de la mañana. La cosa se complico todavía más, si cabe, pues debía dar la charla de Conservación de Cavidades el viernes diecisiete como a las ocho de la tarde. Tenía la cabeza en varias cosas a la vez y quería acostarme pronto. Al final entre unas cosas otras dormí menos de cinco horas. Lo arregle con un café, no más empezar el viaje.
            Nos íbamos a encontrar en Arbulo muy cerca de Vitoria, salida 364 de la A1. La cita estaba bien establecida pues muchos venían de la provincia de Burgos, Laura venía de Oñate y yo de Santander. Los que venían del Este del País Vasco o de Navarra habían quedado con nosotros al lado de la cueva. Alrededor de las nueve ya me estaba dando un paseo por Arbulo. En realidad habíamos quedado a y media, pero las carreteras estaban vacías y las autovías permitían circular a una buena velocidad de crucero. A los cinco minutos llego Laura. Un whatsapp de los de Burgos nos informó de que iban retrasados. Laura y yo optamos por seguir hacia Astitz. Elegimos como mejor opción el coche de Laura, más nuevo que el mío. En realidad se lo sugerí así porque llevaba casi dos horas conduciendo y ella bastante menos. Pusimos el navegador del móvil para que nos guiase. Por el camino nos conocimos un poco. Ella de Salamanca, yo de Madrid; ella intentando aprender euskera, yo intentando aprender islandés; ella criando niños, yo con los niños criados.  La conversación giro alrededor de los idiomas y de los ocho apellidos vascos.





            Cerca de Astitz el paisaje consiste en montañas suaves cubiertas de bosques. Pasamos por un pueblo llamado Madotz. Cuando estábamos decidiendo si parábamos en Astitz o seguíamos hasta la cueva llegaron los de Burgos. Y a renglón seguido un whatsapp de Sergio comunicando que se retrasaría aún más. Le habían robado del interior del coche unas cuantas cosas esa noche y se disponía a denunciarlo. Sea como fuere nos reunimos en el Centro de Interpretación de la Cueva de Mendukilo (la Cuadra del Monte) Allí se formo lo que podríamos denominar como “animada charla de reencuentro”. Como es usual, recordar los nombres de todos los presentes fue un triunfo. El plan consistía en lo siguiente: primero hacer fotos con los niños -dos niñas y un niño- en la zona de pasarelas turísticas. Luego hacer fotos en una sala de gours fuera ya de pasarelas. Y finalmente ir a la Sala del Guerrero para una última sesión.
            Durante la primera fase nos entremezclamos con varios grupos de visitantes con su guía correspondiente. Todo el mundo se autosilenciaba para que los turistas pudieran escuchar a la guía. Luego continuábamos con el batiburrillo que conlleva la realización de una foto. Se necesitan varios ayudantes para los flashes. También teníamos, al inicio, tres niños que luego se convirtieron en sólo dos actuando como modelos. Los padres de los niños servían como asistentes de las stars. Al finalizar la sesión de las pasarelas decidimos comer. Dijimos: mejor fuera que dentro, más confortable. Pero pronto descubrimos que estaba echada la llave de la verja y que, por tanto, estábamos encerrados. Para un adulto de complexión normal no era posible pasar entre los barrotes. Para las niñas fue un asunto trivial. Al cabo de diez minutos volvieron diciendo que no había nadie en el Centro de Interpretación. Era una broma psicológicamente muy bien montada. Digna de unas niñas.
            La comida transcurrió confortablemente en el edificio acristalado. El tiempo estaba algo desapacible. Lloviznaba de forma intermitente y hacía bastante fresco. Las dos chicas que trabajan allí, las guías de la cueva, entablaron una animada conversación con Sergio y Rupo. Me pareció que cuajaba algún proyecto de colaboración. La charla se animo bastante. Antes de volver a las sesiones de fotos nos despedimos de  las niñas y de sus padres. Habían sido las estrellas de las fotos hasta el momento pero ahora íbamos a necesitar otras u otros modelos.
            La sesión en la sala de los Gours o Laguitos tuvo encanto. Dos equipos se repartieron el campo. Cada equipo realizó unas pocas imágenes –dos o tres- pero cada imagen necesito entre diez y veinte capturas. Así es la cosa. Lo normal es que cada imagen, entre unas pruebas y otras, se lleve como una hora. El trabajo del fotógrafo se parece bastante, en esta modalidad subterránea, al de un director de cine. Los ayudantes con los flashes deben hacer acopio de paciencia mientras reciben instrucciones de qué dirección debe iluminarse, y de donde hay que colocarse. Y en el caso de la/el modelo de cómo y donde colocarse y de que expresar. Lo normal es que cada uno se busque sus propias distracciones mientras tanto. Pueden ser puramente mentales, pero a mí me dio por hacer fotos instantáneas. Dicho de otra manera: sin ningún preámbulo de iluminación, ni preparativo alguno. Siendo así me centré más en retratar a los personajes del drama que en la dificultosa tarea de iluminar y capturar el paisaje. En un momento dado pude, me animaron a ello, dirigir la realización de una imagen pero no tenía nada claro en donde debía poner los flashes. Ese día no estaba inspirado para eso.




          El traslado hacia la zona del Guerrero fue algo accidentado. Nadie se acordaba con precisión. Después de errar unos minutos -más o menos bien- encontramos el paso. Primero: un destrepe resbaladizo con ayuda de una cuerda; segundo: una gatera incómoda pero corta; tercero: otro destrepe con cuerda; y cuarto: una larga rampa que podía subirse por la izquierda sin cuerda y por la derecha con cuerda. Sergio fue por una ruta alternativa, sin gatera pero con un resalte delicado. A estas alturas me encontraba saturado o quizás más bien cansado. Me pareció que la sesión de fotos en el Guerrero fue un tanto confusa. Todos disparaban desde el mismo ángulo. Algunos que unos minutos antes no pensaban hacer más fotos al final también las hicieron. ¿Acaso no es la pasión de Espeleofoto? Comenté con Rupo el calendario para hacer alguna sesión en Cantabria. Debido a su viaje a Río Secreto -en Mejico- hasta mediados de Mayo será imposible. Luego ya se verá. La agenda de Espeleofoto es muy compacta.
Pasaban de las ocho cuando salimos al aire libre. Había refrescado notablemente. Laura  y yo partimos después de ordenar un poco y despedirnos. El resto se quedaron a tomar una cerveza pero no debieron estar mucho tiempo. En realidad Laura debía volver a su casa cuanto antes y yo estaba con ganas de terminar el viaje, tomar algo caliente y dormir. Me pesaba la falta de sueño. Como a las diez y media estábamos en Arbulo. Pensaba parar a cenar algo -por no hacerlo demasiado tarde- pero finalmente no me apeteció ninguna de las áreas de servicio de la autovía. Una hora y media después llegaba a casa.




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