14/10/16

Pandy



Quede con Encarna el viernes a las tres en Solares. Así le daba tiempo a recoger a María. Me pregunto si podía venir Daniela con su madre Asun. De esa forma serían dos y estarían más entretenidas. No me importo. Al contrario, pensé que podrían producirse buenas imágenes al jugar entre ambas. Y también con Pandy y Foxy.
Asun se retraso un poco pero como yo no tenía prisa me importo poco. Aunque llegué a pensar que no vendría. Pasadas las tres y media nos montamos los cinco en mi coche. Atrás colocamos las sillitas infantiles para coche más simples y facilonas que he visto. Aunque, por lo que me contaron, según la ley los niños deben pesar más de 20 kilos para que puedan usarse esas sillitas facilonas. De cualquier forma el tramo de carretera era corto, cinco kilómetros, y muy tranquilo. Allí, en La Cavada cerca de la carretera a Rucandio, aparcamos en una desviación que lleva a hasta unas casas en las que comienza la pista de hierba que lleva a la cueva.
Los preparativos fueron escasos: ponerse las botas de goma. Yo lleve la saca de fotografía, Encarna una bolsa (y a Pandy de vez en cuando) y Asun otra bolsa con más ropajes. Como ya les había avisado nos encontramos con un par de tramos de barro en que tuvimos que ayudar algo a Daniela y María. Lo que no me esperaba era que el río que sale del sistema de la Cueva del Canónigo estuviese crecido. Tuvimos que cruzar en brazos a las niñas y Asun paso en zapatillas mojándose los pies. En realidad había llovido los días anteriores, pero no demasiado. Lo más extraordinario fue encontrarse con la entrada de la Cueva del Canónigo inundada por el río. La cueva actúa como trop-plein de la surgencia principal pero yo no lo sabía. El día que fui a investigarla estaba seca por completo.
Pensé que la cosa se iba a acabar allí mismo dado que las madres suelen ser extremadamente prudentes. Pero no contaba con que Encarna es más echada pa alante de lo que puede esperarse de una temerosa madre española. Se vino conmigo cueva adelante por el río hasta una zona que dejaba de ser activa. Exactamente la salita en que yo pensaba hacer las fotos. Vimos que el tramo inundado era corto, fácil y sin problemas (si se calzaba botas de goma). Dicho y hecho: volvimos a por María y Daniela que fueron transportadas a cuchos. Hubo que avisar a las nenas para que no se dieran coscorrones con el techo en algunos sitios. Más divertido que cualquier otra cosa. El resto del equipaje paso también sin problemas incluido Pandy. Y allí nos asentamos para prepara las tomas.
Al comienzo la novedad hizo que las nenas se entretuvieran, pero entre poner los flashes y hacer que todo funcionase tardé una media hora. El tiempo que necesita una niña de cuatro años, para empezar a impacientarse. La impaciencia se convirtió en quiero irme justo cuando empezaba a hacer las tomas interesantes. Pero he aquí a las madres que todo lo resuelven. Y entonces empezaron los cuentos y la sugerencias que “dile al oído tu secreto…”, “coge a Pandy en brazos…”, “poneos de espaldas una contra otra…”, … Sin las madres las fotos no hubieran sido posibles.
Hubo cambio de trajes y cambio de tercio. Los vestidos eran bonitos y encima de las niñas más todavía. Finalmente las madres estaban más entusiasmadas que yo mismo. María empezó a decir que tenía frío. Tuve que convencer a Encarna de que mejor hacíamos caso a las niñas para que les siguiera gustando entrar en cuevas y hacer cosas algo aventureras.  Así que las animé a cambiarlas e irse a la otra salida de la cueva. Esa salida da a unos prados junto a Rucandio y el paisaje que se ve desde la boca es encantador. En cuanto recogí y empaqueté el material me acerque a donde estaban. Las niñas recogían flores y hacían ramitos. Eran felices.
               La travesía entre bocas nos llevo unos diez minutos. Luego hubo que atravesar los dos ríos y los barrizales. Pero ya daba un poco igual mancharse. La tarde estaba espléndida y todos de buen humor. La actividad de la Cueva del Canónigo quedo señalada como ideal para niños. Durante la vuelta a Solares las niñas chillaban como solo las niñas pueden chillar. Pero la cosa estaba hecha.




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