23/11/25

600 pesetas

 
Fotos: Guillermo y Antonio
Texto: Antonio
 
 
 
         No hubo oportunidad mejor que el domingo, día veintitrés de noviembre del dos mil veinticinco, para invitar a Pablo a la incursión espeleológica que habíamos organizado Guillermo y yo al sector Nospoentra del Sistema de Vallina. Pablo, sobrino mío que vive en Bilbao, había mostrado desde hacía muchos años su interés por visitar alguna cueva. Sin embargo, por unas razones u otras, no cuadraba la oportunidad. Casi siempre visitamos cuevas que -en mayor o menor medida- requieren el uso equipos de progresión en cuerdas. Y eso es así porque en realidad hay muy pocas cuevas que no necesiten el uso de cuerdas. Vallina es un gran sistema que también las requiere, pero para el amplísimo sector elegido, entrando por Nospoentra, no se necesitan. Guillermo había elegido esa actividad pensando en su hermano, aunque al final Blas no vino en esta ocasión. Pero el sábado me acordé de Pablo y de una conversación que mantuvimos sobre el tema de las cuevas hacía bien poco, en algún momento del verano pasado. Le invité y le cuadro.  

              Subo el puerto de Alisas bajo un manto gris -pero sin lluvia- para encontrarme a las diez con Pablo y Guillermo en la plaza de Arredondo. La conexión entre ambos es inmediata. Bilbao y su entorno urbano es mucho compartir, en el carácter de Guillermo hay tonos que, aunque sutiles, no pueden ocultar su aroma vizcaíno, aunque su auténtica patria sea Laredo. Pablo es lo que un vasco de ocho apellidos llamaría maketo, un inmigrante procedente de otra región que no habla vasco. Pero Bilbao atrae a muchos jóvenes. Y como toda ciudad grande hace que sus habitantes añoren muy a menudo "salir".

 
 

 
          La pista que lleva a Vallina se toma a la derecha, poco después de pasar la desviación a Bustablado, subiendo hacia Alisas. Hay en la primera curva a la izquierda una amplia zona llana en la que caben cuatro coches sin problema. Al principio tengo muy claro hacia donde vamos, pero los cambios en la vegetación hacen que luego sea necesario usar el un indicador en el móvil para encontrar la boca. Han crecido las encinas y los arbustos mucho después de la última vez que estuve ahí, el veinticinco de mayo de 2012.

 

              A partir de la entrada de la cueva todo fue sobre ruedas. Pablo pudo verificar la gran utilidad de una topografía subterránea. Íbamos aclarando los puntos clave del recorrido, visualizándolos en la topo, como por ejemplo "El Dragón" o el comienzo de "Road to Nowhere". Me acordaba a grandes rasgos del itinerario, pero han transcurrido más de trece años desde la última vez que entré. En varios pasos encontramos instalaciones muy bien puestas que no existían en el 2012 y que simplificaban mucho el tránsito. Algunas cuerdas fijas, una tirolina y escalones de acero inoxidable fijados con resina epoxi.

 

 
 
                La cueva cambia por  completo de aspecto al llegar a "Road to the Glory", casi como si fuese una cueva diferente. Amplias galerías de andar cómodo y horizontes lejanos. En poco tiempo alcanzamos uno de los objetivos, los pozos de conexión con "Rio Rioja". Desde este punto volvimos sobre nuestros pasos y anduvimos por unas gateras pensando que conducían hacia "Six Hundred pesetas". Enseguida vimos que el rumbo era erróneo. Volviendo a "FN Junction" nos paramos a descansar y comer. Tenía seis empanadillas excelentes que nos repartimos a partes iguales.

 

              Tomando la galería correcta hacia "Six Hundred pesetas" avanzamos reptando penosamente sobre gordos guijarros soldados entre sí.  Con algo de paciencia pudimos ponernos de pie y caminar al otro lado del pasaje. Sin más problemas recorrimos la entretenida galería de las pesetas hasta su final. Aquí decidimos comenzar la vuelta al exterior. No se nos hizo ni demasiado larga ni demasiado pesada. Salimos a media tarde y sobre las cinco estábamos en los coches. El cielo seguía plomizo pero sin llover. Poco después fuimos al único bar de Arredondo que estaba abierto. A estas alturas de la evolución social y económica de nuestro país eso de  tomar unas bebidas con unos pinchos se ha convertido en un "objetivo difícil" en muchos pueblos pequeños. Pablo nos dejo claro que le había gustado la experiencia y no descartó volver a hacer espeleo. Los tres celebramos que fuese así.      

 



 

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