30/1/16

Espejismo

Texto: Steingrimur Thorsteinsson




Tíbrá
Steingrimur Thorsteinsson  (1831/1913)

Sjáieg stjarnanna sæg glita bláhimins geim,
yfir grænskóg í náttdaggar þey,
ó, hve langar mig þá upp í alsælu heim
á hins eilífa kærleikans ey.

Því við sólnanna dansuppi' í himninum hátt,
giftir hana mér eilífðin löng,
sem hér niðri við jörð eg hef aldregi átt
nema í elskunnar draumum og söng.

 Espejismo
por Steingrimur Thorsteinsson

Veo miriadas de estrellas brillando en el azul espacio,
sobre el verde bosque, en el callado rocío nocturno
¡ah!, cómo desearía que trajeran la felicidad al mundo
desde su eterna isla de beatitud.

Así pues bailemos al sol, allá arriba en lo alto del cielo,
que me dio la larga eternidad,
ya que aquí abajo, en la tierra, nunca encontraré el camino
salvo soñando en el amor y cantando.



23/1/16

Fugacidad


Hace poco me llamo César con intención de volver a hacer espeleología. Aunque nunca hemos perdido el contacto han pasado unos diez años desde que salimos la última vez. Después de tanto tiempo teníamos mucho que contarnos. Rememorar vivencias y aventuras, es lo típico, pero también de nuestra cotidianidad. Después de devanarme los sesos durante una semana pensando en qué  actividad iba a realizar con César me incliné por lo necesario: ir a El Patio, restaurar el acceso a éste, hacer una visita general y disparar un par de fotos. Suficiente para un día tranquilo de reencuentro con el mundo subterráneo.
Desde Solares tomamos el camino de Alisas para alcanzar Soba y entrar en la cueva. Para volver pensamos que era mejor la ruta de Ramales. Así César puede podría revivir más paisajes. Paisajes que no recorre desde hace tanto tiempo. En el aparcamiento inferior nos encontramos a un grupo de unas veinte espeleólogos que iban a hacer una visita. Nos fuimos a tomar un café a La Gándara para dar tiempo a que todo se despejase un poco. Poco después estábamos repartiendo los numerosos bultos entre las dos sacas, la de César se la prestaba yo. Me confesó que él nunca había tenido saca pues siempre usaba una del club. La cuota daba derecho a ello.
Poco a poco nos acercamos, el tiempo discurría suavemente, hacia nuestro sector de exploración. Escalamos un resalte con un paso de hombros al más viejo estilo alpino. Algo más allá, en poco tiempo, volví a escalar la Chimenea del Patio. Gracias a que estaban todos los parabolts puestos la cosa se pudo hacer en poco tiempo. Lo que más trabajo me llevó fue volver a colocar las chapas junto a la ventana. Y luego recuperar esas chapas retorciéndose asomado a la ventana.  Para la escalada usé un trozo de cuerda dinámica y luego instalé una cuerda estática para subir con las sacas.
Primero visitamos la zona del Pequeño Patio. Hicimos un desparrame de flashes para conseguir iluminar la sala. Tenía en mente montar un stack para conseguir una foto enfocada uniformemente pero cuando miré las tomas en el ordenador dejaban mucho que desear. Los problemas consistían en: fallos en algún flash en algunas tomas, fallos en la posición de flashes creando sombras, falta de enfoque en algunos sectores del campo visual en todas las tomas, demasiada lejanía de la componente humana y encuadre no muy afortunado. Vamos una joya. De cualquier forma conseguí sacar de alguna toma un recorte mínimamente interesante.
Comimos algo más abajo de Los Caracoles, junto a la entrada de la Galería Nacho, en un rincón perfecto. Luego nos fuimos a ver el Camino al Mago y las pisolitas flotantes. Pero a pesar de que los macarrones están en su sitio, y de que las gotas sobresalen más o menos igual, las pisolitas flotantes ya no estaban donde deberían haber estado. Puede ser que aparezcan y desaparezcan según no se sabe que factores. Esto es fugacidad. Está claro que volverán a aparecer cuando se den los factores adecuados. Lo contrario sería muy poco probable: la coincidencia de que unos humanos accedan a El Patio y de que se produzca en ese lugar por una sola vez un fenómeno, como las pisolitas flotantes, que no hemos observado en ningún otro lugar.
Visitamos la bella Galería del Patio hasta los pozos Costroso y Decorado. Luego volvimos hasta el Pozo Tobogán. Lo bajamos con cuidado e instalamos un reluciente y nuevecito mosquetón de acero con rosca y un cordino de 2mm para la reinstalación. Hicimos la prueba del artilugio uniendo con fuertes imperdibles las dos cuerdas y protegiendo la unión con cinta americana. El invento funcionó.
Ya en el coche el asunto giró alrededor de la música y de la lengua islandesas. Curiosamente César empezó a leer, aunque no lo acabó, Gente Independiente de Halldór Laxness, libro que le había regalado su hermana. Ese mismo libro cayo en las manos de nuestro antiguo compañero de espeleo Senen. Poco después Senen visito Islandia y a la vuelta se puso a aprender islandés. Increíbles los recovecos y nuevos paisajes que nos ofrece la vida. De cualquier forma escuchar música islandesa bajando por el Valle de Soba, y por el de Rasines, fue un placer después de la jornada espeleológica. 

Foto: Miguel F. Liria

17/1/16

Patio Aislado

Fotos: Miguel F. Liria
Texto: A. Gonalez-Corbalan


  No nos costo nada decidir adónde íbamos el domingo. Aunque con el frío que estaba haciendo no apetecía subir a Soba. Pero estaba muy claro que debíamos continuar los trabajos en El Patio. Reestructurar el sistema de acceso y balizar un corto tramo que faltaba se constituyeron en los objetivos principales.
  Miguel y yo nos reunimos en Ramales algo después de las nueve y media. La mujer de Miguel también apareció para visitar a unos amigos que viven cerca de Ramales. Quedamos en llamarla, cuando saliéramos de la cueva, para que recogiese a Miguel. Así que subimos en mi coche hablando de mil temas. Hacía bastante más de un mes que no practicábamos espeleología juntos.
Nos lo tomamos con mucha tranquilidad, al menos puedo asegurarlo por mi parte. Además llevaba una saca bastante pesada y no estaba dispuesto a sudar por ella. Así que matizaba cada movimiento necesario. Antes de llegar echamos un vistazo a la caída del Pozo Tobogán y a las grietas y galerías colgadas que serán los próximos objetivos de nuestras exploraciones. Al pasar por los resaltes y por la Chimenea del Patio recogimos todas las instalaciones: cuerdas, chapas y maillots. Nos serían de gran utilidad en las instalaciones que íbamos a realizar.
  La subida de la Chimenea del Patio me resulto bastante penosa debido a la saca que portaba. Nos reunimos de nuevo al otro lado de la ventana y transitamos las bellas galerías que ahora ya están balizadas.  Dejamos un depósito de material para realizar, más tarde, una pequeña balización pendiente en el Camino al Mago.
  Los gours del Pozo Tobogán estaban llenos de agua. Tuvimos que poner las cosas por aquí y por allá para que no se mojasen mientras nos prepararnos. Localizamos varios puentes  de roca con los que pudimos ahorrarnos bastantes chapas y mosquetones en la instalación del pasamanos. El primer pocete fue instalado con facilidad con un solo fraccionamiento. La pared es muy resbaladiza en ese lugar así que hay que poner atención para no darse un trompazo.
  Mientras empezaba a estudiar la complicada instalación del pozo final Miguel miro la pequeña galería por donde salta el arroyo. Y allí localizó un sitio mucho mejor para montar. Así que, bien contentos, nos trasladamos a la pequeña galería y en poco tiempo dejamos acabado el montaje. Sólo que hacía falta un buen mosquetón de acero, que no teníamos, y tuvimos que poner dos viejos mosquetones. Esto iba a ser un pequeño problema después.
  Lo siguiente fue terminar la instalación del pasamanos para acceder a la Galería Nacho. Allí comimos, justo en el mismo sitio que la otra vez para que las migas cayesen siempre en el mismo lugar. Yo me marché a realizar la balización y Miguel se quedo intentando desobstruir con su maza de Thor una gatera ascendente hacia el Pozo Reverberante.  Poco después, acabados ya los trabajos, nos encaminamos hacia la salida utilizando para ello la nueva instalación. Todo fue bien hasta que intentamos tender el hilo de pesca para recuperar el cabo. Aquello era muy lioso. Así que baje yo primero con un cabo y dejé a Miguel para que bajase después con el otro. Se monto un pequeño follón entre los hilos y la cuerda y los dos mosquetones. Pero finalmente Miguel llego abajo como estaba previsto. El asunto fue que al intentar recuperar la cuerda el lío que había hizo que se trabase la cuerda con el hilo. El resultado fue que se partió el hilo. En el fondo estaba cantado que eso iba a ocurrir, debido a que el hilo aguanta muy poca tensión. No está pensado para esos tirones.

  De manera que el Patio se quedo aislado. Ahora deberemos escalar, de una u otra forma por algún sitio, para acceder de nuevo al Patio. Pero no hay mal que por bien no venga. Mientras tanto haremos otras cosas. Celebramos nuestra mala suerte tomando grandes cervezas con pepinillos en Ramales. Poco después nos separábamos en Rasines.   


16/1/16

Zerene Stack



   Decidí ir el sábado a La Hoyuca para hacer unas fotos y volver a casa para la hora de comer. El domingo también tenía espeleo. Además quería ir el sábado por la tarde a la filmoteca con Marisa a ver Hrútar, la galardonada película islandesa. Así que cogí las dos maletas de material fotográfico y las metí en la saca de porteo. Para rellenar las rendijas que quedaban en la saca metí el trípode y el material de fortuna por si fallaba la iluminación (la Stenlight es casi imposible que falle).
   La carretera de Hoznayo a Riaño estaba de pena. No sabía lo que estaban haciendo pero aquello parecía más como si hubiera pasado un ejercito de tanques y excavadoras y seguidamente lo hubieran llenado de cráteres las explosiones de los morteros y las minas. Y me constaba que llevaba así varios meses… De cualquier forma conseguí llegar a Riaño en el Toyota.  El Renault Clio se había quedado en casa sin batería por el frío.
   El tiempo había mejorado algo la mañana del sábado. Crucé el prado un poco sesgado para evitar pisotear demasiado la hierba. El suelo estaba enfangado. Comprobé con alegría que la boca de la cueva es cada vez más grande y, por tanto, más cómoda. Pude evitar los chorreos que riegan la estrechez de entrada y encaramarme al corto laminador que hay más allá. No tenía muy claro que es lo que iba a fotografiar, así que deambulé durante un rato mirando el paisaje. Finalmente me incliné a realizar las fotos en el mismo lugar en el que, hace unos años, había hecho ya una. Tras la sala de la cascadita a la izquierda hay que subir un resalte y se llega a una zona de laminadores costrosos con muchas formaciones. Me quite la saca y dispuse su contenido lo más ordenada y cómodamente que permitía el terreno.
   Las fotos iban a ser en el mismo sitio que hace años. La diferencias consisten en que la cámara actual es mucho mejor y, además, los cinco potentes flashes llenan de luz las fotos (hay dos más que no caben en la maleta y que se quedan en casa).  Además, y eso es lo más novedoso, existen herramientas informáticas con las que es posible mejorar la calidad de la foto. La que me interesaba ese día es una que resuelve un importante problema que aparece en la fotografía subterránea. La profundidad de campo disminuye cuanto más abrimos el diafragma, enfocándose unas zonas y quedando desenfocadas otras. Si cerramos el diafragma tendremos que dar varios flashazos lo que conlleva un problema con los objetos o sujetos móviles. Aún cerrando el diafragma la profundidad de campo tiene sus limitaciones de enfoque nítido. Así pues es un compromiso difícil. La solución está en un conjunto de programas (Zerene Stack, Helicon Stack, etc) que permiten fusionar una serie de fotos (stack) tomando de cada una la zona que está mejor enfocada
    Durante un rato que se me hizo muy largo fui colocando los cinco flashes en posición. Dispuse los dos que permiten un control total de sus parámetros de disparo por radio en los puntos más lejanos. Entonces empecé una serie de pruebas para controlar la iluminación (ni tostado, ni oscuro). Cuando la cantidad de luz me pareció correcta fui haciendo una serie de fotos, todas iguales, cambiando sólo la distancia de enfoque. En total hice cinco aunque después me di cuenta que debía haber hecho, al menos, dos más. Esto hay que tenerlo muy claro: durante el procesamiento si una zona determinada no está enfocada en ninguna foto no lo estará en el producto final.
   Nada más acabar la serie fui recogiéndolo todo ordenadamente, empaque y me fui. A las dos estaba en casa duchándome y poco después comía plácidamente. Definitivamente un trabajo agradecido y liviano. 

2/12/15

Másomenos



La Almagra es una cueva hipogénica muy cercana al Balneario de Fortuna.  La he visitado unas tres o cuatro veces con anterioridad a esta fecha del 2015. Aunque es de dimensiones modestas, tanto por su desarrollo como por sus volúmenes, es una cueva sumamente interesante por muchas razones. Las formas hipogénicas, habituales en las cuevas de Murcia, son muy diferentes a las formas cársticas. Históricamente la cueva fue una mina de un pigmento rojo usado en las alfarerías árabes locales durante la dominación musulmana (la palabra árabe magra significa tierra roja) Por otra parte se trata de una cueva desarrollada en un banco de  pudingas cementadas con calizas, bastante inusual en Murcia, lo que, añadido a su génesis hipogénica, da lugar a formas todavía más exóticas si cabe. Además la cueva tiene dos entradas entre las cuales puede realizarse una corta, pero interesante, travesía. Teniendo en cuenta las técnicas y la mentalidad actual la cueva podría proporcionar bastantes sorpresas si se fuerzan estrecheces. Hay que tener en cuenta que la fuente termal de los Baños de Fortuna se encuentra a menos de 500 metros en línea recta. El agua de dicha fuente, con su agresiva química, es un agente muy activo para generara cavidades hipogénicas. Más aún, aunque las cercanías a las dos entradas son cálidas y secas según nos vamos alejando de éstas se detecta una humedad y una temperatura crecientes.
Por todo lo expuesto la cueva me interesa bastante, pero lo que me llevo a una nueva visita fue hacer algunas fotos “fácilmente”. Cerca de la entrada, con rayo de luz en contraluz y muchos flashes. Lo que más me interesaba es la mezcla, en la misma foto, de luz natural con tono anaranjado y luz artificial de flash. La galería de entrada es de dimensiones reducidas lo que implicó el graduar la potencia de los flashes a la baja. Eso era pesado dado que tenía que ir uno por uno a realizar el ajuste manualmente. Con posterioridad me enteré de que existen varios modelos de Yongnuo (560 III y IV) que permiten una manipulación por radio de todas los parámetros de disparo.  Desde luego eso aumenta las posibilidades de trabajo a un nivel muy interesante. De cualquier forma me dediqué durante una hora y media a repetir las tomas hasta que fueron aceptables y a renglón seguido recogí todo y me fui directo a la piscina termal de Fortuna. Una tarde de lo más agradable a pesar de que había un perro muy pesado en el chalet junto al que aparqué. Me ladró continuamente mientras me preparaba y también cuando volví. El dueño del perro, que se asomó a ver que ocurría, me lanzo una mirada poco amigable pero la cosa no pasó a mayores. Se nota la tremenda desconfianza que impera por la zona debido, casi con seguridad, a los robos que se producen habitualmente en los chalets.

21/11/15

Fotografía



En una mañana tenía que recrearme.  No se trataba de una jornada completa. A las tres me había propuesto, voluntariamente, estar en casa. Y el deseo de hacer fotos con el nuevo equipo había crecido demasiado en los últimos meses como para ignorarlo. Mi amigo J.A. quería salir a una cueva. Le animé a que viniera a la cueva del Torno para hacer una foto y practicar espeleo durilla. O dicho de otra forma: pasar multitud de estrecheces y gateras trabajosas. Se lo pensó un poco porque había una atractiva salida programada a la travesía Torca Ancha/Torca Juñoso. Aunque demasiado multitudinaria para mi gusto: más de 10 espeleólogos.
La Cueva del Torno era una buena opción para probar la resistencia de las maletas estancas y la logística del equipo fotográfico. Las condiciones climatológicas de la cueva son bastante agresivas. De la mayor importancia era comprobar el alcance de los disparadores por radio en esas duras condiciones. Y ver si era posible controlar el toqueteo de la cámara sin dejarla hecha un cristo.
De cualquier forma el sábado, bastante temprano, J.A. y yo nos reunimos en Hoznayo. y quince minutos después estábamos aparcando frente a la valla del prado donde se encuentra la cueva. Se presentaba muy mal tiempo y no resultaba agradable salir del coche. Tuvimos suerte, pues apenas nos llovió durante la corta subida. La boca de la cavidad estaba embarrada pero, hábilmente, logramos pasar sin mancharnos apenas.
Una rápida progresión nos llevo hasta los aledaños de Skull Chamber. Desembalamos las dos maletas y pusimos en posición los cuatro flashes. Al verificar el disparo uno de los cuatro falló. Después de varias modificaciones descubrí que había insertado al revés el flash en la zapata del disparador.
Disparé dos veces los flashes en la primera toma. Eso provocó que el modelo (J.A.) se viese doble. En la siguiente toma disparé también dos veces los flashes pero hice que el modelo se escondiese en el segundo disparo. Esto provocó que su figura fuese un poco fantasmal (transparente) La solución es dar nada más un flashazo en la zona del modelo… bueno habrá que ir aprendiendo.
Recogimos rápido y comenzamos la vuelta. En el paso Andy’s Back J.A. se estresó ya que la saca que portaba se deslizó por el desfonde un tanto. Afortunadamente la saca estaba al alcance de la mano. La rápida sucesión de estrecheces y gateras nos hizo sudar de lo lindo pero a la una y media estábamos en el coche. El tiempo consistía fundamentalmente en aguaceros y granizadas intermitentes. Sin embargo pudimos cambiarnos sin lluvia.
Previo paso por Hoznayo y por un centro comercial a las tres me encontraba en casa duchado y con todos los trastos en orden...




20/11/15

BL2



Había quedado con Sergio para volver a la desobstrucción de la BL2 el viernes 20 de noviembre del 2015 pero él no pudo. De todas formas yo estaba muy animado. Sabía, además, que se aproximaba un drástico cambio de tiempo y que posiblemente no podría hacerse nada allí en varios meses. Así que no fue nada raro que tomase el camino del Valle del Miera y fuera conduciendo suavemente hasta el Puerto  de La Lunada.
La idea que perseguía ese día era aterrazar con tablas y estacas la zona arcillosa par evitar su desplome en las próximas lluvias. Hacerlo en pequeño nos permitiría testar las posibilidades de extender el método a toda la excavación. Esta vez subí el coche justo hasta el lado de la dolina. Durante un par de horas trabajé en el agujero. Clavando estacas de hierro con un mazo y colocando tablas de castaño, desechadas de un entarimado, de forma transversal a la pendiente.
 El arranque de la taladradora iba bien pero no tenía suficiente gasolina en el depósito para taladrar en posición vertical. Decidí dejar el tema de taladrar para la siguiente ocasión pues quería llegar pronto a casa. De todas formas intenté una última operación para conseguir sacar los dos pesados bloques que impiden continuar hacia abajo. La idea consistía en pasar una cinta, escarbando un poco la tierra por debajo, alrededor del bloque y tirar desde arriba. No me costo mucho el posicionar correctamente la cinta. De hecho quedo en una posición óptima para tirar desde arriba sin que el bloque se desestabilizase al subir. Pero el bloque no se movió ni un milímetro de su posición. Sencillamente pesaba demasiado.
Recogí todos los trastos, dejando las tablas de castaño para su posterior uso en el apuntalamiento, de forma ordenada y los transporté hasta el coche situado a cien metros de allí. Bajé con mucha suavidad la pista y con mucho cuidado el Puerto. Eché en falta unos cuantos quitamiedos más en esta estrecha y peligrosa carretera. Y alas cuatro estaba en casa.



7/11/15

Motivo

Fotos: Miguel F. Liria
Texto A. Gonzalez-Corbalán




Por fin volvíamos a El Patio. Las incógnitas, y las escaladas por hacer, nos hacían soñar/dream/draumur. Una mímica mental repetida y ensayada hasta la saciedad. Un paso más para cuajar una forma, para fijar un mapa en la mente/mind/hugur, para desarrollar una imagen del mundo. Pero antes debíamos subir la cuesta.
Hacía un calor veraniego. Estábamos a casi 20ºC en una mañana de un día de noviembre del año 2015 en la ladera norte de una montaña de la Cordillera Cantábrica. Hice calma con las piedras de la subida. Astillas de calma en chorros de luz. Y luego vino el fresco de dentro. La ropa no se hacía necesaria fuera, pero tampoco dentro. Había una cueva que estaba seca. El mundo estaba seco. Mi mente estaba seca. Tus pensamientos -los tuyos- también estaban secos.
Subimos. Había cuerdas de subida. Había cuerdas de bajada. Había caminos que caminar. Había pensamientos que pensar. No había nada que objetar.
Recorrimos, acompañados de nuestros modernos artilugios, las galerías nuevas de una vieja cueva. Apuntamos en un cuaderno los números que las pantallas de los artilugios nos dictaron. Y añadimos bosquejos de lo que nuestros ojos nos mostraban. Más allá de ello estaba el marco del mundo. Y más allá del marco estaba la luz. Y más allá de la luz estaba la mirada. Y más allá de la mirada Él que miraba. Un reflejo en el espejo.  
Me mire a mí mismo en el espejo a lo largo de incontables instantes del devenir. Y siempre estaba allí El mismo que miraba. Luego subí a un nuevo sitio. Pero yo no era nuevo ni antiguo. Era el mismo y diferente siempre. La Galería Nacho cayo en el terreno de lo antiguo. Ya la conocíamos. Estaba allí -cayendo hacia el lugar del que procedíamos ahora-. Una conexión se cerraba. Una forma se fijaba.








Pero había más. El frío hacía más real nuestra pequeña historia. El peligro de caer,  de sentir el dolor de un cuerpo chocando contra la roca, nos despertaba. Cúpulas y ventanas eran los nombres de las formas que descubríamos. Gateras, estrecheces y pozos reverberantes ascendentes. Las formas no estaban ahí aún. Luego vinimos nosotros a lo largo de senderos que conducían, sin ir a ningún lado, yendo a este. Y ellas aparecieron.  Tras ello vino el nombre.
Lo recogimos todo. Cuando salimos amaneció, aunque luego fue que atardecía. El tiempo había transcurrido a fuerza de pura subjetividad, existir lo llaman. El número de hambres transcurridas mostraban un intervalo de horas. Allí fue mismamente donde tomamos las cervezas. Allí fue mismamente donde hablamos de los proyectos. Nuevas ilusiones parecían surgir y desaparecer parecían otras. Pero las apariencias nos engañaban.
Transcurrieron los días. Las formas se asomaron a la pantalla del ordenador sólo para que yo pudiese verlas. Los números dictaban, las máquinas hacían su trabajo, mis ojos miraban. Las incógnitas desechadas mostraron otro rostro. El mundo que surgía y el imaginado no coincidían. Lo sorprendente se acerco con pasos sigilosos y nos acertó de lleno con su disparo.  La bolsa de color azul claro, como el cielo tibetano, solo contenía abultadas ilusiones. Pero las ilusiones iban a ser, siendo lo que eran, todo lo que era imprescindible ser: motor/motivo/emoción.




29/10/15

Visita



Al principio pensé volver a El Patio con Jose Ángel. Mi amigo estaba ilusionado por estrenar la parte del equipo que se había comprado unos pocos días atrás. Sin embargo el trabajo que tenía proyectado hacer en El Patio incluía hacer un par de escaladas. Y pensé que, desde el punto de vista de un principiante, no era una actividad demasiado adecuada para coger confianza en uno mismo y, simultáneamente, ver algo bonito. Mejor, pensé para mis adentros, una visita a un sitio interesante que incluyese algo de cuerda. Lo más sencillo de organizar que se me ocurrió fue ir a la Sala de los Cristales de Cuevamur.
Quede en Hoznayo con J.A. a las nueve y media del jueves. En menos de tres cuartos de hora estábamos en el aparcamiento de las Cuevas Covalanas y diez minutos después entrábamos por la portezuela de Cuevamur. A J.A. se le notaba muy atento para aprender a partir de lo que íbamos haciendo, si bien es verdad que a veces se olvidaba de algún detalle y había que supervisarle. Me esforcé por transmitirle la importancia de la autonomía cuando estás en una cavidad con pozos. En general las instalaciones de Cuevamur son muy buenas aunque habría que mejorar alguna para hacerla más cómoda. La del comienzo de la Gran Sala se merece un cabo de pasamanos para acceder a la cuerda de bajada.
En muy poco tiempo llegamos a la Sala de los Cristales. La visitamos exhaustivamente incluyendo todos sus ramales. Me sorprende que esta cavidad no tenga un proyecto de visita turística y protección total. En realidad la Sala de los Cristales es absolutamente única debido a que se juntan en ella tres tipos completamente diferentes de excéntricas, formaciones clásicas y profusión de aragonito tapizando amplias zonas. Su riqueza es deslumbrante. La visita podría incluir tanto la travesía clásica como, posiblemente, el asomarse a la gran Pared del Eco por algún túnel habilitado para ello.
A J.A. le encanto la visita. Como a las dos y pico estábamos de vuelta en el coche. El exceso de ocupaciones domésticas hizo que nos encamináramos directamente a Hoznayo, no hubo cervezas,  y cada uno se fue a su casa. En un futuro cercano seguiremos saliendo para hacer espeleo.





24/10/15

Hormiguero




Tenía que volver a El Patio para tomar los últimos datos que necesitamos para la memoria  anual.  Mejor dicho, para comenzar a realizarla. Eso daba mucha pereza. Aunque si no lo hacía uno de esos días luego, debido a múltiples compromisos, se me iba a poner bastante más difícil. Claro está que también la podía dejar sin finalizar para la memoria anual. Es decir que solo faltarían un par de flecos para redondear la topo. Pero me gustaba mucho más darla por acabada salvo las incógnitas remanentes que persistieran.  Sin embargo para el Patio necesitaba un compañero. No pude encontrar a nadie disponible, alguno por no estar localizable, y me incliné por terminar un trabajo bastante necesario: la revisión de la balización en Cuevamur.
Cuevamur es una cavidad muy visitada. Y la Sala de los Cristales una verdadera Galería de Arte subterráneo que se debe cuidar. Aunque está balizada desde hace más de un año el paso de los espeleólogos y las propias imperfecciones del sistema obligan a una revisión periódica de toda la instalación. Había comenzado la revisión el día 6 de este mismo mes. Aunque la revisión estaba bastante avanzada, la parte que quedaba por revisar era un poco más laboriosa por la incomodidad del terreno.
Bastante tarde, bien pasadas las 10 de la mañana, llegué al aparcamiento de las Cuevas Covalanas.  Para mi sorpresa no cabía ni un coche más. Estaba tan lleno que habían empezado a usar aparcamientos de la carretera general y la propia entrada al aparcamiento. Me vino bien lo pequeño que es el Renault Clío.  Encajé el coche al final de la fila de la derecha donde comienza la cuesta para subir a las Covalanas. Había mucha gente.
Un minuto después de empezar a subir percibí en la ladera por la que zigzaguea la pista un tumulto de gente con varias taladradoras funcionando y mazas martilleando. Me pareció que eran unos veinte espeleólogos, más o menos. Se oían voces por todos lados. Cuando dejé de ver a ese grupo, al dar la curva para ir a Cuevamur, observe un gran gentío en el Gran Hall de la cueva, en total más de veinte. Ya allí reconocí a algunos espeleólogos conocidos. Hablamos brevemente de balización y de la necesidad de llevar a la gente joven a las cuevas. Pisándome los talones en la subida venía un grupo enorme de espeleólogos, serían unos veinte. Aceleré el paso pues si entraban a la vez, o antes, que yo me iban a enlentecer todos los movimientos. Pero antes de adentrarme en la zona de oscuridad eché un último vistazo al Hall. Entre unos allí habían entre 40 y 50 personas. Y si sumábamos los de la ladera hacían como 60 o 70 personas. Di gracias a mi duende porque no iban a entrar a la cueva en sí misma.
En breve llegué al final de los pasamanos de la Gran Sala. Allí me despojé de parte del equipo vertical y continué por las gateras hasta la Sala de los Cristales. La revisión del ramal derecho me llevo bastante tiempo debido a las posiciones incómodas de trabajo. Parte de la balización discurre por laminadores que obligan a ir a gatas o arrastrándose. La otra zona que quedaba era más cómoda: la galería rectilínea que une la Sala de los Cristales con la Gatera de los Retales. Me di bastante prisa y concluí pronto la tarea. El funcionamiento de los topes de plástico no es el correcto debido a que los 4mm del tubito son un poco más que los 4mm de las varillas. Habría que darle algo que los pegase o, al menos, que los ajustase mejor. Durante los últimos minutos de  trabajo escuche unas voces en la lejanía de la sala. Pero luego no vi -ni oí- nada más.
Al volver a la Gran Sala me encontré con un grupo en el que reconocí a una espeleóloga. Era de las que había conocido en Mendukilo. Me dio un abrazo de parte de Alejandro. Y yo le envié otro de mi parte. En total eran unos 11 o 12 que junto con los 60 o 70 del exterior hacían un total cercano a 80 personas en la zona. Al salir cobré conciencia de la clase de hormiguero en que se había convertido Cuevamur al tener que pedir paso para poder salir del Hall. Horrorizado por la situación me precipité camino abajo a coger mi coche y huir de allí lo más rápido que pudiera. Di gracias a Dios por haberme inspirado el balizar esta cavidad. Aunque no todos los que estaban por allí iban a entrar, para mi quedo claro que esta es una cavidad pero que muy visitada. A pesar de que la balización existente en Cuevamur es una protección muy parcial de la cavidad, esto es mejor que no proteger nada.
Pienso que, quizás, una cavidad con una Sala tan especial como la de los Cristales podría hacerse turísticamente visitable. Eso garantizaría su protección total. Y redundaría en beneficio del municipio. Claro está que ese tipo de proyectos deben ser realizados por expertos con un nivel de sensibilidad alto, ya que si no se hacen así el resultado puede llegar a ser un auténtico bodrio visual. Desde luego reconozco que las inversiones necesarias para habilitar la visita turística a través de las complejidades deCuevamur -y sus alrededores- no serían precisamente reducidas…         

23/10/15

Nuevas Ilusiones




Tarde en volver. La última vez fue en el 9 de mayo del 2015. Pero ¿por qué volví con ilusión allí de nuevo? Es muy sencillo de comprender. En primer lugar Patrick me había dado una información sumamente importante. La primera vez que me fije en La Bloquera esbozamos dos posibilidades:
1)    lo que había debajo se encaminaba, conducido por encima del estrato de arenisca, hacia el Sistema del Lobo al que venía a alcanzar en el Eurotúnel según nuestras simples estimaciones.
2)    lo que había debajo atravesaba, o estaba ya en superficie por debajo, del estrato de arenisca y aterrizaba tras varios centenares de metros verticales en la Red del Gándara.
Nuestra visita al Eurotúnel en junio de 2014 estuvo enmarcada en el marco de la elucidación de hipótesis relativas al camino que tomaría La Bloquera. Mi idea inicial es que la hipótesis más probable era 1). Y la visita al Eurotúnel nos enfrió bastante. El sitio era feo y difícil. Sin embargo Patrick me aseguró que La Bloquera ya estaba por debajo del estrato. Eso cambiaba del todo las perspectivas.
En segundo lugar, pero no menos importante, la posibilidad de uso de un potente taladro de gasolina habría mucho las posibilidades trabajo. Y era además el bautismo de fuego para ese cacharro con el que deseábamos trabajar en nuestras exploraciones del Gándara.
En esta ocasión me acompaño Sergio. Su tarea principal iba a consistir en asesorar y realizar un apuntalamiento adecuado para que no volviese a ocurrirnos lo de La Bloquera 1. Aunque esta Bloquera 2 tiene más roca sólida que la otra no podemos olvidarnos de la fracturación generalizada de la roca por efectos de las heladas. Y puede resultar muy amenazador el tener encima un castillo de naipes formado por bloques tamaño mesa camilla.
Dado el buen estado de la pista pudimos subir hasta la última curva antes del collado con el Clío. Desde allí, en menos de diez minutos, subimos todas las herramientas y trastos necesarios hasta la Bloquera 2.  Lo primero que hicimos fue ir sacando toda la tierra y los bloques que se movían del borde. Tras un par de horas llego el momento de taladrar para sacar un par de bloques grandes. Pero el taladro no arrancó pese a todo el empeño que puso Sergio, quien llego a desmontar varias veces la bujía y los tubos de alimentación. Desanimados comimos un poco y decidimos seguir sacando tierra y piedras del otro borde. La tarea se reveló finalmente como muy adecuada.  El grado de seguridad que tiene ahora el agujero es más alto y el trabajo será mucho más cómodo. Bajo nuestros pies parece abrirse una especie de meandro bastante más sólido que lo anterior.
El día nos había sonreído sutilmente. Quizás la próxima vez podamos llegar a ver cavidad auténtica.




18/10/15

Patios y patios

Texto: A. Gonzalez-Corbalán
Fotos: M. Fernández Liria




12/10/2015

Tarde más de un mes en conseguir un compañero. Un compañero para topografiar y seguir explorando en el Patio. En realidad al final conseguí dos compañeros. Para el día 11, domingo, había quedado con J. Ángel y “medio” quedado con Miguel. Al final las cosas no cuadraron como debían. Intente volver a quedar para el día siguiente, 12 de Octubre. Finalmente sólo vino Miguel. Nos vimos en Ramales a las nueve y media.
Amenazaba llovizna cuando entramos. Miguel se llevo un paraguas, por si acaso a la salida diluviaba. Mientras íbamos revisando la balización cercana a la entrada se me ocurrió un sistema que mejora la fijación de los tapones a las varillas: una vez ubicada la varilla se mete un tapón varios centímetros por debajo de la punta; luego se inserta el hilo dando varias vueltas y se remata con un nuevo tapón. El hilo queda estabilizado en un sándwich formado por dos tapones.

Así, revisando, con mucha tranquilidad, fuimos acercándonos a la zona de exploración. La Chimenea del Patio estaba seca. Comenzamos tomando datos, con el nuevo disto, desde la ventana hacia la derecha (Pequeño Patio) Cuando llegamos a las grandes coladas de color cremoso nos pusimos escarpines. A la vuelta pegue un largo patinazo sobre una de lashermosas coladas. Esquié sobre escarpines como pude y me faltó muy poco para caer. Afortunadamente una varilla me ayudo a frenar definitivamente el patinazo.
De la ventana hacia la izquierda había mucho más trabajo. Fuimos rápido hasta la Zona de Los Caracoles. Luego empezaron las desviaciones y el lío. La Galería Nacho, el Camino del mago, y sus varias desviaciones, y la galería del Patio Grande. Lo más sorprendente fue que la galería Nacho ostentaba un soplo saliente más que notable.
Más allá del Pozo Costroso el trabajo se complicó por lo delicado de los suelos y por la necesidad de explorar alguna, en apariencia, prometedora ramificación. Finalmente dimos por cerrado el trabajo en el Pozo Decorado por falta de tiempo, de ganas y de taladradora.
Las ganas de mirar todas las posibles continuaciones se habían multiplicado y deseábamos volver cuanto antes al Patio. Lo celebramos en un bar de Ramales.






18/10/2015

            Después de sopesar las predicciones meteorológicas quedé con Miguel el domingo 18 para continuar explorando. J. Ángel se había animado a venir aunque al final no pudo. Por el contrario me encontré con la sorpresa de Sheila, una espeleóloga del Burnía con ganas de conocer otras zonas. A las diez de la mañana nos encontramos los tres en el parking cercano a la cueva. Los preparativos fueron un poco confusos debido a la duplicación de objetos -chapas, taladro…- y a la multiplicidad de objetivos: topografíar, explorar pozos, salir rapelando en doble, balizar, visitar una zona que lleva llamando la atención de Miguel desde hace meses, etc., etc., etc. En el proceso de selección de material elegimos la taladradora de Miguel cosa que, más tarde, sentiremos haber hecho.
Tras los largos preparativos la aproximación a la cueva se nos hace realmente corta. Mientras Miguel le explica a Sheila, a medida que avanzamos, parte de la historia de lo que va observando yo me dedico a dejarme caer en mis pensamientos.  A vagar en el vacío lleno de formas al que solemos llamar mi mente. A veces me cuesta seguir la rápida conversación entre ellos dos en la que intercambian, sin fin y entremezclándose, palabras.
Ascendemos por la chimenea hasta la ventana y tomamos el camino directo al Pozo Decorado. Solo paramos para colocar un pasamanos que haga cómodo el pasaje de la Dolina de Barro y otro que haga seguro el flanqueo del Pozo Costroso. Durante la colocación del primer, y único, parabolt del pasamanos percibo la poca alegría del taladro. Parece que las baterías son un tanto cochambrosas. Antes de llegar a la exploración del pozo acordamos balizar el corto recorrido que va del Pozo Costroso al Pozo Decorado. Se trata de suelos-filigrana y ya hemos pasado un par de veces sin marcar con detalle el recorrido. Es hora de hacerlo. En menos de media hora acabamos la balización. Recordemos la lección: la conservación de lo explorado tiene prioridad sobre la velocidad de exploración. Es  una lección que debemos practicar en nuestra exploración cotidiana si queremos llegar a transmitírsela a los demás exploradores.
Por fin hemos llegado los tres al Pozo  Decorado. Me preparo con todo la parafernalia necesaria para un pozo largo. Ya en el primer parabolt noto el renqueo de la segunda batería. Veremos cuantos mete…. En aras de la economía meto solo un parabolt en la cabecera. No es muy preocupante porque el pozo es tan estrecho y tiene tantas formaciones que puedes bajar destrepando. De hecho monto un fraccionamiento en una columna cinco metros más abajo. El pozo se va estrechando progresivamente y parece no tener continuación. A pesar de ello bajo hasta el fondo. Pero las cosas no son lo que parecen; resulta que si existe continuación, aunque estrecha y con necesidad de una pequeña desobstrucción. Mas aún: se nota un débil soplo procedente de la estrechez. En realidad la estrechez es muy corta pero incómoda. Con el aparataje que llevo encima es del todo imposible que pueda pasar o pensar en trabajar. Lo mejor es, si se decide su desobstrucción, bajar destrepando, y asegurado, con una cinta como arnés. Llevar más cosas sería muy poco práctico. Y como única herramienta una maza. Recogemos toda la instalación pues, de momento, no estamos por la labor. Si la topo no nos confirma que estamos sobre una galería conocida y somos incapaces de identificar el final del pozo en dicha galería, sería el momento de volver a explorar el Pozo Decorado.
A continuación nos metemos a explorar el Pozo Tobogán. Montamos la cabecera en un natural y luego consigo meter un parabolt para fraccionar. Una caída en volado de menos de diez metros nos pone en una bonita galería con tres bifurcaciones que se acaban en pocos metros. La galería en sí misma da a un balcón y se precipita a un amplio espacio que intuimos conocido. El suelo está a unos 10 metros pero me he quedado sin batería y no podemos terminar la instalación. Pendiente queda la exploración de una atractiva chimenea que da al pozo y, por supuesto, su topografía. De vuelta aparece otra posible continuación a partir de una pequeña galería colgada sobre la Rampa de los Huesos.
Aunque Miguel insiste en visitar las galerías zigzagueantes -le llaman la atención desde hace tiempo- no encuentra eco ni en mí, ni en Sheila. Después de una tranquila parada para merendar pan con chocolate continuamos hacia la salida. A las seis estamos charlando junto a los coches. Un cachorro de mastín se une a nuestra tertulia y recibe, a Sheila le encantan los perros, abundantes sobras de comida. Falta poco para que lo meta en el coche y se lo lleve a casa. Le haría compañia a su otro perro pastor alemán…   





6/10/15

Planeta Subterráneo



Durante un siglo hemos disfrutado despreocupadamente de las maravillas del mundo subterráneo. Un planeta diferente en nuestro propio planeta. Un planeta para explorar y descubrir; para el disfrute de aquellos a los que nos gusta enfrentarnos a lo desconocido. El deterioro de ese mundo ha sido evidente a lo largo de décadas, como cualquier espeleólogo veterano puede atestiguar. Desgraciadamente la verdad puede llegar a ser insoportable: los espeleólogos (hablando en general, no particularizando) somos responsables, directamente o indirectamente, de la destrucción (parcial) del terreno que nos nutre de ilusión. Directamente cuando por dejadez, falta de atención o negligencia destruimos parte del patrimonio subterráneo. Indirectamente cuando los exploradores, aún cuidadosos en sus comportamientos, abrimos a todos el conocimiento de las maravillas subterráneas haciendo posible la visita de otros que no serán tan cuidadosos en los suyos.  
La importancia que el Planeta Subterráneo tiene para la Humanidad no deriva únicamente de su enorme belleza geológica. Tampoco de que cada cavidad sea un ecosistema único y singular.  Es su importancia científica la que se está poniendo cada día más de relieve: la del Patrimonio Cultural (pinturas y restos) para la comprensión del psiquismo humano, la importancia de los fósiles humanos para el conocimiento de nuestro pasado como especie, de los restos no humanos para la Paleontología, la importancia de los registros geológicos en forma de cristalizaciones, de sedimentos o de formaciones rocosas para el conocimiento del pasado (clima, especies arbóreas, procesos geológicos, …) Esto nos obliga a reconocer que en cualquier cavidad los elementos que conforman sedimentos, suelos, formaciones -en realidad toda la cavidad en sí misma- son objeto de Conservación. Entiendo por Conservación el conjunto de acciones y protocolos que intentan minimizar el impacto de los humanos sobre la cavidad: paisaje y ecosistema. Claramente la mejor Conservación sería no visitar nunca las cavidades. Pero al fin y al cabo somos humanos que humanizamos todo. No podemos negarnos, ni negar a los demás, el entrar en las cavidades. Pero tenemos que hacerlo con un cierto protocolo, de una manera autocontrolada (en el mejor de los casos) o controlada objetivamente (en el peor de los casos) Estos son los temas que deberemos desarrollar en los próximos años. Tenemos que dejar un legado, una herencia, que permita avanzar en la conservación y no en la destrucción.
El martes, temprano pues quería volver pronto, me fui revisar la balización de Cuevamur. No me acompañaba nadie. Esto podría ser considerado por muchos espeleólogos como un inconveniente, pero el trabajo que debía realizar era muy sencillo -más tranquilo y reflexivo que activo y trabajoso- y, en realidad,  no necesitaba a nadie que me ayudase. En primer lugar había que volver a poner taponcillos en aquellas varillas de las que faltasen, fijando el hilo de nuevo (el método de fijación deberá mejorarse pues el actual somete al cierre a una tensión que hace saltar espontáneamente en muchas ocasiones dicho cierre) Por otra parte unas pocas varillas habían saltado por la tensión del hilo y un porcentaje bajísimo se habían roto por algún tropezón. Era necesario reponerlas. Hablando en general, la reposición y mantenimiento de las balizaciones es un trabajo muy sencillo que tendrá que realizarse de forma periódica. El periodo se debería determinar específicamente en cada zona en función del tráfico de personas en dicha zona cómo factor principal determinante. El deterioro, y por tanto la necesidad de mantenimiento, no puede ser la misma en una zona remota del Gándara que en Cuevamur.
El trabajo avanzó, sin prisas pero sin pausa, por las galerías de acceso a la Sala de los Cristales. Ya en la Sala hubo que añadir algunas varillas en ciertas zonas, fijar las que habían saltado y colocar nuevos taponcillos en su caso. Había observado una zona en que el deterioro era especialmente abundante. La razón era lo poco natural del trazado del sendero, junto con lo poco apropiado de la textura del suelo para fijar varillas. Decidí cambiar el trazado. Esto mejoró el paisaje por el que discurre el recorrido y subsidiariamente, al ser arcillosa la textura del suelo, hizo óptima la fijación de las varillas.
Aunque podía haber seguido trabajando varias horas más hasta acabar la revisión por completo tenía que salir pronto por compromisos personales. A las dos estaba de nuevo en el aparcamiento de las Covalanas junto a mi coche. Cuando entre en la cueva hacía un día de viento sur, de colores nítidos y preciosos, pero ahora llovía copiosamente. En cinco minutos me cambié y me puse al volante. A las tres estaba en mi casa.

     
No me dejo afectar por el desánimo. La situación política y las marejadas en el mundo de la espeleología pasarán, pero lo que no pasará es la necesidad de conservar las cavidades que se van descubriendo y explorando. A veces me pregunto por qué tengo la manía de sentirme satisfecho cuando la gente no opina como yo. Me ocurre algo raro: cuando las cosas se ponen en contra mía me siento más alimentado. Saco más energía de la oposición que del apoyo. Reconozco que la oposición hace brillar con más intensidad la fuerza interior que nos habita. Sobre todo cuando tu corazón siente que estas haciendo lo correcto.

8/8/15

Yndislegur

Texto: A. Gonzalez-Corbalán
Fotos: M. F. Liria



          Yndislegur significa maravilloso en islandés. En contra de lo que pueda parecer es uno de los idiomas más dulces que he escuchado. Una lengua para la poesía. Es por eso que de vez en cuando me gusta escribir alguna de sus palabras. Es como un dulce entre tanta amargura.
Hacía menos de una semana todavía estaba en Islandia. Había vuelto de esas tierras de hielo y fuego con un sabor de boca agridulce. Los últimos acontecimientos en Santander -de los cuales me había ido enterando por los emails-, la proliferación del turismo masivo everywhere, las noticias nacionales e internacionales y la falta de silencio verdadero en mi entorno inmediato habían conseguido  impregnarme de un tono gruñón, nihilista y misántropo. El resultado estaba siendo una intolerancia, casi diría alergia,  a la especie Homo Sapiens. Un profundo aburrimiento por los afanes, deseos y aspiraciones de todo el género humano. Pero ¿y qué me queda entonces? ¿Acaso no soy uno más de ese humano género? Podría aferrarme a la monotonía tranquilizadora de la cotidianeidad. O suicidarme. Lo primero conmigo no funciona. Lo segundo es sólo acelerar lo inevitable y recortar una película que puede dar muchas sorpresas divertidas todavía. ¿Qué más podría darme motivos para existir? Me queda la búsqueda de la verdadera naturaleza. Me queda la gracia divina allí donde sopla. Me queda la belleza.
         El sábado me encontré con Nacho a las nueve y media de la mañana en Solares y media hora después con Miguel en Ramales. Una hora después entrábamos en una Cueva. Nuestra intención era explorar, balizar y topografiar una Zona. El equipo de topografía se había quedado en casa, olvidado en un estante. Así que íbamos a dedicarnos a balizar, siempre debe ser lo prioritario, y luego a explorar. De camino instalaríamos algunos elementos de seguridad en el avance. Esa es la segunda tarea en orden de prioridad: la primera es preservar la cueva lo más parecida posible a como fue descubierta; la segunda es mantener con vida a los exploradores y visitantes. Sólo la tercera es, en sí, la tarea de explorar. Una tarea, por lo demás, totalmente vana como el resto de los quehaceres humanos. Vana no significa que no sea divertida. Como echar un buen polvo.



 Una subzona, explorada por Nacho y dos amigas hacía tres días, fue balizada a conciencia. De camino hacia otra subzona, la más caliente, colocamos una cuerdecita para asegurar el descenso de un resalte y otra cuerda en un pasamanos quitamiedos. Finalmente exploramos un pozo de cuarenta (que conectó con una zona ya conocida), una galería con gours y coladas cristalinas, y un laminador con una chimenea ascendente obstruída por piedras inestables. Como tarea para el futuro inmediato: varias cosas necesitarán balizarse, algunas otras mirarse más a fondo y toda la totalidad topografiarse ha de.
De camino a casa paramos en Ramales. Nunca me había sentido tan ajeno al ambiente de ese pueblo. Para mí que sólo el diez por ciento de la gente que habitaba sus calles ese día eran autóctonos. Los otros eran extranjeros de Bilbao. Eso no fue ningún obstáculo para tomar unas cervezas frías en vaso grande de sidra. Y tampoco para charlar amigablemente con los amigos amigables.