Cueva del Torno
Un día del pasado Junio las circunstancias nos obligaron a cambiar el plan de visitar Vallina Remota por el más modesto de la Cueva del Torno. En esa ocasión Pelos y yo descubrimos -mientras hurgábamos en las galerías que se aproximan a Cueva Riaño recientemente descubiertas por los británicos- una galería superior con formaciones blancas. Le comuniqué a Peter Smith nuestro pequeño descubrimiento y quedamos para, en algún momento del verano, explorarla con detenimiento.
El primer fin de semana de Septiembre, exactamente el domingo 4/9/2011, en la plaza de Solórzano me encontré con Peter para realizar la proyectada visita al Torno. Debatimos dos posibilidades para aproximarnos hasta Torno Chamber. Una por la zona fósil y otra directamente por el río. Escogimos la última, pensando que la cantidad de agua sería mínima y que mojarse un poco tampoco tendría importancia. Por el camino Peter me mostró un bypass, en la zona del meandro desfondado, que ahorra bastante esfuerzo. En una hora, más o menos, nos encontrábamos bajo la galería vislumbrada por Pelos y yo.
Dejé la saca en la base de la trepada -justo en la amplia galería meandrosa por la que habíamos venido- para evitar engorros en las estrecheces. Peter no llevaba saca. Buscando eludir lo peor de la trepada intenté, primero, subir por un camino alternativo que se revelo muy problemático: un gran bloque que teníamos que sortear escalando por su izquierda se movió al tocarlo. Decidimos que era mejor usar lo malo conocido que lo peor por conocer.
El tránsito por la nueva zona nos llevo primero a una pequeña sala con concreciones blancas. La tónica dominante de la nueva galería consistía en grandes bloques recubiertos de una capa de tierra sedimentada. Se trataba de una sucesión de ensanches -llamémoslas salas- interceptadas por pasos más estrechos y/o con cierta complicación. Finalmente todas las posibles prolongaciones se colmataban por sedimentos. Varios pozos evidentes quedaron sin poder bajarse. Sin embargo al volver, en un recodo, observamos una bajada hacia el nivel inferior.Destrepando con cuidado entre corales y formaciones alcanzamos la continuación de la galería principal más allá de los derrumbes.
Por supuesto esta galería si que estaba explorada. No había dificultades ni desviaciones hasta una pequeña trepada equipada con una cuerda con nudos. A la derecha abandonamos alguna posibilidad de continuación, pero nosotros seguimos por el camino más transitado y evidente. Desembocando en una amplia sala comprobamos varias posibles continuaciones hasta que dimos con la que parecía mejor: un pequeño pozo que no pudimos bajar por no llevar equipo vertical.
Agujero Soplador
Hace como un año algunos integrantes de Espeleo50 alquilaron una casa en Soba. Durante su estancia descubrieron en mitad de un prado un agujero que exhalaba un fuerte soplo helado. Les quedo la curiosidad de echarle un vistazo, ya que el escandaloso soplo auguraba algo importante bajo tierra. Mi amigo Miguel era el más curioso de todos y un día de la primavera pasada fuimos a Soba con intenciones de entrar en el agujero. El propietario del prado nos dijo que nunca nadie había entrado a ese agujero. Parecía una perita en dulce. Sin embargo ese mismo día descubrimos dos cosas:
1) El agujero era bastante estrecho y se convertía mediante un incómodo paso en un pozo.
2) Había cuerdas en el pozo
¿de quien serían las cuerdas? ¿cuánto tiempo llevarían allí?
El segundo fin de semana de Septiembre (domingo 11/9/2011) me reuní con Miguel en Solares para entrar en el dichoso agujero a satisfacer nuestra insaciable curiosidad. A las nueve ya estábamos aparcando en las cercanías. Nos llevo poco tiempo prepararnos y aproximarnos. Equivocadamente dejamos en la entrada una saca con cuerdas y algún material de instalación. Pasada las primeras estrecheces un pozo de apenas diez metros -destrepables con cierto riesgo- daba paso a una pequeña sala llena de derrumbes. La cuerda se colaba por el fondo de la sala entre una zona sólida y una rampa con bastantes derrubios que amenazaban taponar el paso. En previsión de problemas procedimos a retirar abundantes piedras, calzamos un gran bloque que se movía y fraccionamos la cuerda mediante un cordino a un puente natural. Miguel tuvo que volver a por la saca.
Un pozo ramposo bastante corto nos depositó en otra salita. La misma cuerda de antes volvía a colarse por el fondo entre piedras. Esta vez se trataba solo de una gatera seguida por una rampa y enseguida se llegaba a un ensanche del que solo podía salirse por la cabecera de otro pozo. Este nuevo pozo, por fin, se veía limpio e invitador. Estábamos en ascuas.
Dos fraccionamientos nos llevaron a un hundimiento. Se salía de éste por una ventana que daba a un pozo paralelo con forma de diaclasa. El fondo estaba tapizado de tierra y por un lateral se había hecho un duro trabajo de desobstrucción que produjo una gatera modélica. Parecía que casi toda la corriente se encarrilaba por la gatera. Pero yo hubiera jurado que no toda. Al otro lado nos esperaba un chimenea adiaclasada con varios puntos interesantes.
El más llamativo era un estrecho pozo, bien sobado por el paso de exploradores, por el que parecía continuar la historia. Aunque hacían falta tornillos y chapas se podía destrepar sin problemas. Bajé hasta el fondo y comprobé que estaba tapizado de tierra compactada. Ninguna posibilidad por ahí. Unos metros más arriba, mientras iba trepando de nuevo, descubrí uno de los orígenes del soplo. Una estrecha fisura, menos de un palmo de anchura, se prolongaba sin que pudiera verse ningún ensanchamiento cercano. Descorazonador. Dedicamos un buen rato a mirar otras tres posibilidades: una trepada hacia las alturas buscando una ventana, otra hacia el extremo de la diaclasa y un meandrillo descendente que acababa en un lecho de guijarros. Por este último también se percibía un ligero soplo. En definitiva trabajo y más trabajo. De lo que no pudimos asegurarnos fue de la identidad de los exploradores aunque nuestra principal elucubración es que se trate de los mismos franceses que exploran la Red del Gándara.
Los Gorgullones
Era temprano aún y, en vista de que nos quedaban ganas de actividad, ese mismo domingo, 11/9/2011, fuimos a visitar una cueva en la que me había interesado hace más de diez años, en un tiempo en que el Sistema del Lobo era uno de mis preferidos.
Un viaje bien corto nos llevo a aparcar el coche en un ensanche de la carretera a La Sía cerca de la desviación a las cabañas de Zucía. Echamos un vistazo a los dibujos que tenía en las fotocopias y calculamos que un poco más allá, y algo por debajo de la carretera, debía encontrarse la salida de Los Gorgullones. Se trata de un resurgencia así que debíamos buscar una vaguada con bloques y gravas.
Después de un rato peinando la zona habíamos encontrado de todo incluyendo sacos con cadáveres, paraguas, motores, neveras, bidones y de todo lo que uno pueda imaginar. También un hermoso bosque de hayas centenarias que me recordó los que se encuentran cerca de la Cueva del Lobo. A la media hora, más o menos, dejé de oír a Miguel. Le llamé a voces hasta que escuche una débil llamada. Unos cien metros hacia el este y en horizontal me reencontré con Miguel justo en la surgencia.
El laminador que da acceso al interior conducía una fuerte corriente de aire muy frío y un par de tubos de agua potable. Acompañamos a los tubos durante los primeros doscientos o trescientos metros hacia el interior, sembrados de pasos estrechos y de zonas laminadas o muy bajas, y en general comprobamos que no se trata de una cueva cómoda, pero si de una cueva relativamente limpia.
La cueva, sin ser nada especial en cuanto a formaciones, posee cierto encanto. La limpieza de sus conductos y las formas talladas por el agua son algunos de esos encantos. Aguas arriba del torrente tuvimos que superar un paso agaterado, casi en el techo de la galería y bastante técnico, antes de encontrar la confluencia con la galería principal de la cueva. Por esta galería discurre el río más importante de la cavidad, siendo la surgencia de Los Gorgullones un trop-plein del sistema. Nos topamos enseguida con un pequeño lago represado que servía como fuente para las conducciones de agua potable. Para ser finales de verano podía considerarse que el torrente subterráneo traía un buen caudal.
Uno debería saber que aunque la pendiente sea poca siempre cuesta más subir y desde luego íbamos subiendo. Algo más allá de la represa el terreno resultaba más cómodo, e incluso durante un tramo notable no tuvimos que reptar. Sin embargo siempre había trepadas, destrepes y pasos de embalsamientos con aguas profundas para los que había que emplearse a fondo. Empecé a cansarme de esta tónica y me puse remolón. Miguel me iba animando a ir siempre un poco más lejos. Finalmente llegamos a un punto en que unos laminadores acuáticos requerían mojarse y en este caso estuvimos de acuerdo los dos: no queríamos mojarnos.
En poco tiempo estábamos fuera y como seguía siendo temprano fuimos a tomarnos unas cervezas a La Gándara. Entre unas cosas y otras hicimos algunos planes para las próximas semanas. Para variar: no más que algo de espeleo.
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