12/10/2011
El destino y los deseos se entrelazan de tal manera que nunca sabemos por donde va a saltar la liebre.
La instalación de nuevas vías de escalada es una tarea apasionante que requiere buenas dosis de creatividad. Pero para que merezca la pena el esfuerzo de equipar primero hay que encontrar un lugar que reúna las condiciones adecuadas de forma suficiente: buena roca, desnivel de pared suficiente, climatología agradable, aproximación desde los vehículos no excesiva y relación calidad/tiempo de coche alta.
Había salido a buscar algún sitio interesante para escalar en el Valle de Lunada. Aparque cerca del puerto y me interne por una pista hacia el norte. Pronto penetré en un denso bosque de hayas. Al poco de cruzar un collado, aviste al oeste unas paredes de caliza gris. Mientras me acercaba a echarles un vistazo se empezaron a hacer visibles unas paredes grandes al este del valle y decidí cambiar de objetivo. Para alcanzar su base me vi obligado a cruzar un complicado lapiaz salpicado de hayas. Al salir a terreno bueno una hilera de dolinas paralela al sendero me llamó la atención.
Mi motivación había sido encontrar buenas paredes pero, curiosamente, un rato después estaba en las dolinas. Quizás fuera por la piedra limpia con fracturas recientes o por la movilidad de los bloques que la rellenaban pero una de ellas me resultó atractiva. Cuando me acerque lo suficiente a los agujeros que quedaban entre las piedras percibí un flujo de aire aspirado. No era muy intenso pero si sumaba mentalmente todos los recovecos que dejaban libres los bloques se trataba de una buena cantidad de aire. Aquello pintaba bien. Me dediqué a sacar piedras durante más de una hora como un poseso hasta que al mover un bloque grande me machuque el índice de la mano derecha.
22/10/2011
El fin de semana del 15 de octubre tuve la oportunidad de enganchar a Miguel en la seductora tarea de sacar piedras de un hoyo. Si hubiéramos tenido un hueco entresemana allí nos habrían encontrado. El producto se vendía bien sin más que nombrar la proximidad a la zona SW de la Red del Gándara. Finalmente fuimos tres: Manu, Miguel y yo. Aunque me consta que, de no ser por los compromisos adquiridos, una buena parte del SCC se hubiera apuntado también a sacar piedras.
Nada más llegar al tajo el ojo clínico de Miguel observó un agujero alternativo en la dolina. Mientras se entusiasmaba sacando piedras del nuevo agujero a cinco metros Manu y yo hacíamos lo mismo en el extremo nordeste de la depresión. Al cabo de un rato Miguel desistió del nuevo agujero por la dificultad de arrastrar las piedras fuera. Una vez centrados los tres en el mismo tajo los turnos se sucedieron sin pausa y el que no bregaba abajo extendía las piedras hacia el sur para evitar amontonamientos que luego se desmoronasen.
A las dos de la tarde Manu empezó a presionarnos para comer. En realidad todos teníamos hambre y no nos costo nada irnos a una zona con césped en terreno abierto para sentarnos a mirar el paisaje y terminar con las provisiones.
De nuevo en el tajo pronto la cosa comenzó a complicarse por el tamaño de los bloques que teníamos que sacar y por el peligro de que todo se desmoronase sobre el que estaba abajo. Se impuso eliminar la parte alta del tinglado sacando varios bloques mastadónticos. El último era imposible de mover. Intentamos romperlo de forma contundente pero fracasamos por falta de herramientas adecuadas.
Ya a media tarde lo dejamos con tristeza para darnos un mágico paseo por el hayedo buscando agujeros alternativos en el lapiaz. Una hora después, y mientras volvíamos hacia los coches, preparábamos planes para seguir desobstruyendo el agujero. Parece que nos hace mucha ilusión entrar sea lo que sea lo que nos espere bajo de tierra…
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