5/11/2011
Lo de Cueva Vallina no se arreglo. Ni Sergio, ni Manu, ni Miguel (al que ni siquiera había avisado esperando un quórum que no se alcanzó) iban a ir a Vallina. Quede con Miguel para revisar el enlace entre Cueva Riaño y La Hoyuca, vía Second River. Un grupo de cuatro espeleólogos del SCC iban a salir a la 415 ese mismo sábado.
Había llovido toda la noche del viernes y seguía haciéndolo el sábado. La cosa no pintaba demasiado bien para entrar en la parte activa de Cueva Riaño y menos todavía para aventurarse en la zona sifonante de Second River. Así las cosas fuimos hasta la boca y comprobamos que el regato que alimenta la red de entrada de Cueva Riaño se había convertido en el Amazonas. Decidimos unirnos al grupo de Alicia, Carlos, Paco y Jesús para entrar en la 415 de Matienzo. Nos cruzamos con la furgoneta de Alicia y poco después estábamos aparcados en la carretera local cercana a la entrada. Las nubes nos habían dejado un intervalo entre aguaceros que debíamos aprovechar para encontrar la boca.
Muy alegremente, y seguro de mi mismo, inicié la cortísima aproximación. Algo más de cien metros por la pista que va a la casa de los silos y unos cincuenta metros de bajada por el prado. Debí pasar a unos dos metros de la cueva pero el bardal de zarzas, ortigas y otras herbáceas me oculto la boca. Tenía un recuerdo erróneo del tamaño de ésta. Es mucho más reducida que la imagen que recordaba. El GPS de Carlos solo sirvió para enviar al resto de la tropa a una batalla sin sentido. Estaban fuera de juego antes de comenzar la búsqueda. Barrí insistentemente el prado de arriba abajo y de izquierda a derecha sin resultados. Luego se sumo Miguel quien tampoco obtuvo de su esfuerzo nada. Por el camino hacia ningún sitio Alicia encontró una torca reseñada con algún número entre 0 y 3700. Un suerte ambigua.
A las dos horas, con varios aguaceros a nuestras espaldas, tiré la toalla y me fui al coche. El resto hizo lo mismo poco después. Solo le costo abandonar a Carlos que se lo había tomado como un reto personal. Yo me sentía humillado. Cinco veces había estado en la 415 sin problemas -la última en el 2005- y ahora me hacía esta jugarreta. Para consolarnos nos fuimos a Casa Germán, en Matienzo, y dedicamos tres horas a comer. Comimos muchas cosas pero el cocido montañés fue la estrella. Los fritos, menestras, escalopes, solomillos, bacalaos y demás minucias no merecen más mención que el haber contribuido a los placeres gastronómicos. Estaba claro que no era día para la espeleología.
6/11/2011
El domingo a las diez de la mañana miré la página web de Matienzo Caves y descubrí en una foto la posición de la 415. Los aguaceros continuaban amenazando y no había otra cosa mejor que hacer que espeleología. Inmediatamente llamé a Alicia y Carlos. Carlos se mostro encantado en volver a la carga. Quedamos en Solares a las once.
Foto en mano y desde la bajada del Alto Fuente las Varas a Matienzo verificamos la posición de la 415. Esta vez no tuvimos problemas, después de apartar las hierbas y un lío de alambres apareció el agujero de mierda. Deje clavado el paraguas junto a la boca y me introduje con ansiedad mal disimulada. Tras una rampa y un destrepe delicado aterrizamos en una sala alargada.
La cuerda de ascenso a la galería que continua la cueva está tan mal instalada como siempre. Un roce, agudizado por el inevitable balanceo del espeleólogo que asciende, dicta una solución obvia pero que nadie se toma la molestia en realizar. Es el destino de los vagos. La próxima vez lo haremos… si es que nos acordamos. Finalmente lo harán aquellos a los que se les parta la cuerda.
Unos divertidos pasamanos y un par de gateras nos depositaron en una amplia sala. Al final de la sala las coladas blancas decoradas con estalactitas y columnas -blancas también- nos llevaron a las fotos. Fotos y más fotos. En el vericueto de las excéntricas más y más fotos. Incluso con Carlos dudando en un laminador fotos y fotos. Que algunas salieran mal no era problema. Derrochamos tomas fotográficas con la esperanza de que algunas fuesen verdaderamente buenas. Raramente me lanzo tanto. Seguramente es la carencia de espeleo fotogénica de los últimos meses. Necesitaba enzarzarme con las fotos. La proliferación de excéntricas de calcita lanciformes, espadiformes, estandarteformes, anudadas, anilladas, enlazadas, etc… atosigaba.
Paramos un montón de veces. En cada parada un montón de fotos. Recordaba una excéntrica anudada en forma de ocho sin tocarse el nudo. Pero solo encontré un ocho que se rozaba. Problemas de memoria selectiva. Cada vez que recordamos algo lo recreamos a nuestra manera. Todos los días nos ocurre cien veces. Proust lo descubrió por sí mismo y lo expreso literariamente. Carlos, Alicia y yo teníamos hambre.
De vuelta en la sala comimos tortitas de maíz, pan bimbo, maicitos, lomo ibérico del DIA, chorizo y discutimos acerca de la ibericidad de los cerdos. ¿Basta con que hayan nacido en España o es necesario que sean comedores asiduos de bellota? De cualquier forma un cerdo es un cerdo aunque formalmente hablaríamos de Sus Scrofa Domestica. Poco después nos fuimos a ver más cueva.
Una rampa con varias gateras nos llevo a una sala con cascada lateral cayendo del techo. Por un destrepe alcanzamos otra sala más grande. Más allá apareció una enorme galería en forma de cañón con un surco central serpenteante y estrecho. Aquí yo veo más posibilidades de continuación de las que exhibe la poligonal. Aún más allá trepamos casi hasta el techo por un caos de bloques con más posibilidades de continuación escalando en artificial. Por el fondo una zona laberíntica con multitud de desfondes que habría que mirar cuidadosamente. En juego está una potencial conexión con la Torca del Mostajo.
A las cuatro y media tiramos hacia la salida. Las arrastradas habían hecho el efecto adecuado produciendo cansancio de buena calidad en forma de dosis para varios días. En el camino encontramos varios chorros de agua que no existían hace unas horas. Nos esperábamos lo peor. Y así fue, diluviaba en Matienzo. En las rampas de salida comenzamos a calarnos y cuando salimos al prado nos empapamos a conciencia. El camino de vuelta cuesta arriba y el proceso de cambiarse de ropa fue lo más duro de esta salida. Menos mal que Alicia puso la calefacción de la furgoneta en acción y durante la vuelta a Solares pudimos entrar en calor. Y de allí directamente a casa; sin dudarlo ni un instante.
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1 comentario:
Muy buena crónica Antonio. Menos mal que nos hemos sacado rapidamente la espina que se nos clavó el sábado.
Saludos.
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