19/3/17

Localizaciones




La cuestión era encontrar una cueva fácil, cómoda y con una colada limpia, plana y amplia para posar a una bailarina en pose de baile… El sábado 18 me acerqué a Val de Asón para visitar la Cueva del Escalón. En la búsqueda visité una cuevecita, junto al camino a Socueva, con mucho encanto. Las dos entradas le daban una luz especial pero no era la cueva que buscaba. Me costo un poco más encontrar El Escalón aunque estaba, más o menos, por donde recordaba. Una senda bien marcada me quito todas las dudas acerca de por dónde seguir.
La detallista visita hasta la zona inundada ofreció cuatro localizaciones bastante interesantes para realizar fotos, pero solo una de ellas tenía el suelo suficientemente limpio y plano para posar a una bailarina, con sus nítidas zapatillas, en una buena foto. Aunque el lugar era limpio no tenía suficiente superficie plana como para poder evolucionar o, mejor dicho, dar una sensación de “movimiento”.  Aunque yo no estaba del todo convencido concluí que era una posibilidad interesante.
A la vuelta me pasee por el área más cercana a la entrada de Coventosa pensando en lo mismo. No me gusto esa zona para posar a una bailarina pero sí me intereso una localización próxima a la que usamos en otra ocasión anterior. Era fácil y cómoda para llevar a personas ajenas al mundo subterráneo. Como, por ejemplo, a niños.
  
En el entreacto conseguí organizar una sesión fotográfica con Eduardo y la familia. Al día siguiente -domingo- nos fuimos todos de excursión: Marisa, Eduardo, Irene, Iris, Abril, Eugenia, Pedro y Maite. Me llevé una mecedora y el equipo fotográfico. Uno de los objetivos era realizar una fotografía con la familia de Eduardo en la localización de Coventosa que había visto el sábado.
Nos reunimos en Solares con Eugenia, Pedro y Maite. Continuamos a Val de Asón en tres coches. Era una mañana primaveral que invitaba a pasear por el bucólico sendero que conduce desde la aldea a la boca de Coventosa. Lo único que ponía una nota discordante en este idílico marco era el transporte de la mecedora. Lo que se dice pesar no pesaba casi nada, pero dio muchos problemas de transporte. No había forma de colocarla sobre la mochila que no produjese incomodidad en el transportista...
         Sea como fuere pocos minutos después de salir de los coches, desde el abarrotado aparcamiento, estábamos en la boca de Coventosa. Hubo que extremar las precauciones. El suelo es resbaladizo por lo pulido y húmedo que siempre está. Eugenia, Maite y Marisa se disputaron la mano de Iris para cuidarla. Sin embargo la niña se movía con gran seguridad si se la dejaba un poco de libertad. En realidad ese afán maternal-protector tiene su origen, en la mayoría de los casos, en la propia inseguridad del que desea dar protección. En el corto tramo de cueva que recorrimos nos cruzamos con un numeroso grupo que estaba visitando la cavidad y con otro grupo, aún más grande, que daba un cursillo. Pero el rincón de la foto estaba tranquilo.



 

Después de determinar el encuadre y la posición traté de despejar un poco la zona. Realmente era difícil preparar una foto con tantas personas alrededor pensando en tantas otras cosas. Ninguno de ellos había estado antes en una sesión así y no sabían que hacer. Hubo un momento en que me desesperé un poco. Pero la sesión se fue resolviendo bien. El paisaje era amplio, así que opté por iluminar bien la parte central, cercana al grupo familiar, e iluminar de forma independiente, con otra toma, el paisaje que les envolvía. Después de preparar los flashes y comprobar que disparaban bien todo fue muy rápido. Hice unas cuantas tomas con distintas posiciones de la familia para poder escoger, con más posibilidades, una buena. Luego, cuando estaba terminando la primera fase, llegó el grupo del cursillo y tuve que interrumpir las tomas centrales y seguir con las tomas del entorno. Por suerte estas no interferían en manera alguna con el grupo de cursillistas que ocupaba ahora la parte central de la escena.
Después de eso salimos de la cavidad sin más dilaciones y volvimos a los coches. Era la hora de comer. Optamos, después de un corte debate, por ir a comer al bar Coventosa. No más fue llegar y darse cuenta de que era imposible. El puente de San José había abarrotado el parking y los restaurantes. Impensable quedarse. Decidimos intentarlo en Bustablado y si no lo conseguíamos allí irnos a casa.
Había también mucha gente en Bustablado. El restaurante Marcos y la Taberna estaban colapsados pero, algo más arriba, Eugenia y Maite encontraron en el bar La Encina un buen lugar para comer. Fue una suerte que los otros dos estuviesen llenos porque ese bar, intentando hacerse un lugar entre los bien conocidos, ofrece buena comida, amabilidad y buen precio.
         El ambiente estaba bastante frío y volver a casa, encender la chimenea y la calefacción y arrebujarse tranquilamente fue lo mejor del día. Por delante quedaba el duro trabajo de editar las fotos…



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