16/2/20

Rajas 4


A las ocho de la mañana los bancos de niebla  envolvían intermitentemente el camino entre Alguazas y Las Salinas. La temperatura había descendido esa noche hasta 7ºC pero de todas formas estaba seguro de que nos acercaríamos a 25ºC en el centro del día. Aquí, en el Reino de Murcia, estamos sometidos a un clima semidesértico extremo. En el corto invierno puede hacer mucho frío, las heladas son usuales en zonas altas no adyacentes a los cauces de agua, río Segura, río Guadalentín, río de Mula... Pero lo más destacable hasta que se asienta la primavera son las rápidas oscilaciones de temperatura entre el día y la noche. No es inusual pasar de 5ºC a 30ºC en doce horas. El domingo 16 de febrero se presentaba como uno de esos típicos días en que el frío del amanecer se iba a transformar en un día de manga corta.
Me sorprendió muy poco descubrir a Vicente sentado a la barra disfrutando de su desayuno. Era lo mismo que yo me disponía a hacer: tostadas con tomate y aceite, sangre encebollada y café con leche. La gripe le estaba soltando con lentitud. Todavía se le notaba en la cara la pelea con los virus pero, a pesar de ello,  de ánimo estaba bien sobrado. Abdón llego antes de las ocho y media y se tomo un café. Con su ausencia Perico hizo acto de presencia en nuestra charla de bar. Fue una pena no poder conversar con él en persona. Las aventuras y desventuras de Perico no dejan impasible a nadie.
No tuvimos duda: el coche de Abdón resultaba algo “pequeño” y el mío no tenía gasóleo y es “antiguo”. Eran excusas fáciles para hacer lo que todos estábamos deseando: montarnos en el nuevo BMW de Vicente. Me resulto impresionante la amplitud del interior, ese cuero blanco y aromático de tacto agradable y la suavidad de la conducción. Vicente nos dijo que no le da tiempo a cogerles apego a sus coches: con la misma facilidad que los compra en subastas los vende al mejor postor. Vicente me pareció tan seguro de lo que hace con estas compraventas que empecé a plantearme encargarle un coche.





El camino desde la casa cueva a la Raja Eiger se me hizo muy corto. La mañana estaba apacible. Invitaba a pasear por el monte. La Raja aspiraba una buena corriente de aire fresco mañanero. Como habíamos subido dos taladros decidimos usar primero mi Hilti hasta agotar las baterías. No íbamos a sacar piedras sino a preparar su extracción (para ello necesitamos que el tamaño sea razonable). Así que nos centramos en convertir en guijarros dos bloques de tamaño lavadora posados en la base de la rampa. Al cabo de un rato la cosa quedo lista para actuaciones posteriores. A renglón seguido nos pusimos manos a la obra para ensanchar la raja de la izquierda. Después de un tiempo de trabajo las baterías del Hilti empezaron a renquear. Al asomarme al límite de lo que podía visualicé una plataforma de piedras en lo que me “parecía” la prolongación. La dirección era hacia la ladera de la superficie exterior. Nos tomamos un respiro.
Fuera hacía un día espléndido. Bajo los pinos, comimos mandarinas de los bancales de Abdón y manzanas de los campos del Señor. Luego me di un paseo ladera abajo en busca de algún indicio, agujero, grieta o depresión, en la superficie. Pero como ya me había avisado Vicente allí no había nada de nada. Mientras tanto Vicente y Abdón habían continuado avanzando hacia abajo con ensanches progresivos usando la taladradora Bosch.  La corriente de aire había cambiado de sentido: ahora el evidente flujo fresco era saliente.
 El trabajo había tomado ritmo e ímpetu. No sacábamos muchas piedras pues la mayoría eran de tamaño guijo. O bien se caían por el hueco oscuro o bien las apartábamos con los pies hacia la zona trasera de la grieta. Enseguida nos dimos cuenta de que las que caían lo hacían unos buenos metros dando golpes en las paredes de un conducto vertical o inclinado en contra de la ladera. Acabamos con las baterías del Bosch y apuramos un poco más las del Hilti. 
En el entreacto Vicente fue avanzando lo suficiente como para asomarse con un móvil y grabar un vídeo de lo que se veía. La película nos mostro un tubo vertical con oscuridad total abajo y en el que flotaba el polvo que arrastraba la fuerte corriente de aire saliente. Una sugestiva imagen que nos hizo animarnos aun más pues los indicios positivos aumentaban de intensidad. Tampoco podía olvidarme de lo que me había contado Vicente: la noche anterior había soñado con una cueva en la que descubre la geoda más grande del mundo. Pero no se lo cuenta a nadie. Aunque al final decide contárselo a un amigo para poder demostrar que, en cualquier caso, fue él quien primero la encontró. Una bonita historia que me tomé bastante en serio. En mi vida de espeleólogo he tenido sueños parecidos en varias ocasiones y siempre han sido premonitorios. 
Por el camino de vuelta se nos apareció en la charla la geoda de Pulpí. Le conté a Vicente las dificultades que estaba teniendo para poder realizar una foto dentro de la geoda. Según Vicente han puesto precio, unos 1600€ por diez o quince minutos, a las sesiones de fotografía o filmación dentro de la geoda. Sin duda es un avance pero me parece que se escapa de mis posibilidades o, mejor dicho, de mis planes financieros . A la una y media estábamos de nuevo en Las Salinas disfrutando de las charlas ante unas cervezas. Había sido un día fructífero pero… se tendrá que continuar trabajando con paciencia.
Las próximas tareas antes de seguir sacando piedras en cadena consistirían en avanzar por la raja ventosa (en la que se vislumbra una continuación obvia) y en dar estabilidad al segundo escalón con cable, tablas y poliuretano en el fondo del conducto principal. 








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