21/8/21

JP cogió su pala

 

Un día descubrí que la Tierra era plana aunque fuese redonda. Ese mismo día vi salir el Sol por el oeste aunque saliese por el este y la Luna mostro su cara oculta aunque no lo hiciese. Además las estrellas mostraron un color diferente aunque eso no fuese así: las azules eran blancas, las blancas amarillas, las amarillas rojas y las rojas de cualquier otro color. En ese momento caí en la cuenta de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del Universo me estaban enviando un mensaje.


La Pedorrilla se constituyó una cueva forzosamente elegida para ir el sábado. La idea original era explorar en las Galerías de Mavil de Petit Ríu (Los Chorros). Pero la Comisión de Coordinación de Exploraciones, o comoquiera que se denomine a ese órgano que decide, nos negó el permiso basándose en el número y la idoneidad de los participantes (Carlos, JP, Ester, Salvador, Luis, Joel y yo).  Me enfadé un poco pero enseguida se me pasó. Imaginé que en un futuro cercano si que podré, podremos, ir a esa zona. Y que los que ahora han negado el permiso podrán ver más claro cual es su facilitador cometido como coordinadores en relación a exploradores y exploraciones. No obstante Carlos consiguió reconducir la operación "fin de semana largo" para entrar el sábado en la Cueva Pedorrilla y el lunes en la Sima Hinneni.






Un poco de oscuridad puede aportar claridad. El lenguaje que utilizamos en común no es más que el recurso consensuado que nos damos cuando la comunicación directa falla o cuando todos estamos de acuerdo en apantallar lo obvio para evitar su crudeza. Es algo así como la justicia y las leyes escritas: aparecen cuando la armonía grupal está ausente y el entendimiento entre individuos no funciona. Esto, el lenguaje y las leyes, viene a ser, dicho con más claridad, un buen barniz sobre la tosca, pero noble, madera. En el fondo de su ser uno puede amar la textura natural de las cosas pero lo más prudente es, casi siempre, vestirlas para que no produzcan escándalo. Si no nos ponemos de acuerdo en compartir un lenguaje  surge la textura rugosa de la comunicación sin vestimentas lo que suele dar lugar a la falta de entendimiento. Pero a veces paradójicamente sucede lo contrario. Hablar lenguajes diferentes hace obvios los hechos y esto puede llegar a aclararlos. 

El ritmo era lento como un remanso en un río caudaloso. Aquella mañana permitía disfrutar del desayuno, de los compañeros, de las charlas. Aliviados de nuestro gran objetivo espeleológico, las Galerías de Mavil, podíamos entretenernos en los detalles, en las palabras, en los objetos sin más. Era ya media mañana en la fuente-alberca al comienzo de la senda de la Pedorrilla mientras revisábamos los materiales. Los tres distos que teníamos daban lecturas diferentes (hasta 5º de diferencia) Era obvio que al menos dos no estaban bien calibrados. De cualquier forma conociendo la diferencia podía usarse corrigiéndo los datos de rumbo. Se formaron dos grupos. Joel, Luis, Salvador, JP y yo iríamos delante hacia la punta de exploraciones: Aire y/o Mucho Aire. La intención era excavar y desobstruir en uno de esos dos puntos y también topografiar. Ester y Carlos irían topografiando desde la entrada hasta donde diese tiempo. JP cogió su pala. Yo le seguí la rueda. 


Hay veces en que el tiempo pierde su carácter apremiante y nos permite saborear cada paso que se da. Es algo así como una tranquila parada en que los instantes no se precipitan unos sobre otros, tapándose y superponiéndose, haciendo que el estado mental de continua pérdida no se instale en nosotros.  Más bien se parece a un instante que no cesa. Es algo que sucede sin más, sin pedirlo ni esperarlo. Solo o acompañado, porque el instante que no cesa es contagioso como los bostezos. De hecho se podría llamar el gran bostezo en el que uno deja de perseguir lo que persigue. Si algún individuo de un grupo accede al instante sin fin los demás caen en ese estado fácilmente como un castillo de naipes que se desmorona.


La ventana me traía aún los ruidos nocturnos y el frescor. Preparé los artefactos de espeleo y antes de las ocho bajé a desayunar dos tostadas con aceite y sal y un excelente café cargado. El ambiente estaba despejado y yo ejercía de primer cliente del día. Luego me reuní con el grupo en Los Bronces. Hice fotos mientras desayunaban. Hice fotos mientras nos preparábamos. Hice fotos en la entrada. Me uní al grupo de exploradores punteros que marchaban decididos a llegar a Mucho Aire y a Aire. Llegados a la zona donde en la topo pone Gatera  y Diaclasa no conseguía cuadrar la topo y la brújula. Esa falta de "saber donde estoy" me producía desazón e inquietud. En la diaclasa penosa le dije a Salvador que volvía hacia afuera y me propuse entender la topo desde antes de la gatera. Visité el ramal del sifón José y la Diaclasa de los sapos. Un poco después aparecieron Carlos y Ester. Carlos llevaba una descripción y con eso pudimos cuadrarlo todo. El error estaba en los letreros de la topo. Hace bastantes años habían escrito donde no debían los cartelitos gatera y diaclasa. Seguimos adelante, ellos topografiando y yo haciendo fotos, hasta el llamado Cruce Fernando. Allí comimos. Luego dimos un paseo hacia la Sala Riopar y Mucho Aire sin llegar. Carlos encontró indicios, ramitas podridas y viento, de una entrada cercana. Eran las seis y media y decidimos ir hacia la salida. Tardamos alrededor de una hora.





El sol se estaba ocultando y el Parque se había vaciado de humanos. La calma se había acomodado en el paisaje. Me gustaba la sensación. Camine un poco. Una familia de cabras hispánicas se asusto al ser sorprendida por el intruso inesperado que era yo. Un grajo graznó. Me uní al coro de silencios y voces animales. Balé como las cabras,  grazné como los grajos y grité sinsentidos. Me instalé en una salida de la Pedorrilla, redondita y secundaria, sobre el farallón. Escuché el temblor que emergía de los movimientos de Ester y Carlos mientras hacían topo en la Sala Marisol. Me gustaba ese sonido.

Ya era casi de noche cuando llegamos a los coches. Allí estaban la furgoneta de Salvador, la gran furgoneta de Joel&Luis y el landrover anaranjado de JP. Carlos nos enseño videos de sus aventuras de espeleobuceo en Castril y otros lugares. Nos sentamos en la zona más lisa que había por allí, el asfalto. Un cárabo lanzaba su canto a la noche. Los bichos nocturnos también se hacían oír. Un poco después llegó el resto de exploradores. Habían conseguido visitar, la topo era bastante difícil de interpretar, Mucho Aire y Aire. A su juicio los lugares más prometedores estaban en la zona de Aire. Allí cavaron en una gatera embarrada como bestias humanas. Estaban cansados. Unos muy cansados y otros poco cansados.

Al rato estábamos en Los Bronces. Nos sentamos los siete, asimétricamente, a una amplia mesa. El servicio estaba bastante reventado de tantas horas de trabajo. Traje la bolsa de comida que tenía en el coche y saqué lo que podía servir para abrir boca. Nos sirvieron cervezas y agua y pedimos dos platos de oreja a la plancha. JP compro una pizza grande. Al cabo de un rato Ester, Carlos, Luis y Joel se fueron de fiesta, JP a dormir en El Arenal y Salvador se volvió a su casa para trabajar al día siguiente. Yo busqué una habitación con poco éxito. Acabe yéndome a dormir cerca de Murcia donde tengo una casa. Tardé una hora y media en llegar pero no estaba fatigado. Por el contrario, la cueva me había dado energía de sobra aunque estuviese un poco cansado del intenso ejercicio. Había sido un día cumplido.



 

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