18/6/06

Lobos (11/6/2006) Falsas Esperanzas/Carrio

I.
                El viernes 9/06/2006 vino, en un vuelo a Parayas desde Madrid, Félix, mi antiguo colega del SEII, para ayudar a localizar la sima de las Falsas Esperanzas en el laberíntico lapiaz de Peñas Rocías. Una sima que, inicialmente, localizaron los franceses, posteriormente los del SEII, que descendieron en ella mas de 300 metros,  y que, finalmente, se perdió por más de 25 años. Y sigue perdida de momento.
El sábado 10 por la mañana pasamos por Ramales en donde nos juntamos con Ángel, P.Merino, P.Hierro y Alfredo BK. Nos marchamos para arriba en un día algo más fresco que los vecinos días. La lluvia ligera del día anterior y la brisa nos ayudaron a caminar. Hicimos una parada para coger agua en Fuente Fría y esperar a los dos Pedros que desaparecían y aparecían siguiendo una extraña ley. En el entreacto Ángel se enzarzo a limpiar el grifo de la fuente. P.Hierro le apoyo con decisión. Finalmente P. Hierro consiguió que el agua corriese en abundancia y acuso a todos los universitarios de ser una pandilla de inútiles.
La conversación se centró entorno al conjunto de cavidades y simas que proliferan por este lapiaz y su posible importancia para localizar el río subterráneo colector de este sector del Macizo de Mortillano. Me maravillo la memoria y el entusiasmo que exhibió Félix y también la de Ángel. De camino hacia el lapiaz de Peñas Rocías pasamos por  la misteriosa cueva H44. Los que saben me dijeron que la cavidad consiste en una galería meandrosa y descendente. Exhalaba un potente flujo de aire frío. Esto me resulto extraño ya que la boca actuaba, ese día, como boca inferior. Y me generó suficiente curiosidad como para querer entrar este verano.
Siguiendo por el frondoso hayedo cruzamos el vallecito hacia el noroeste y nos encalomamos a un espolón rocoso desde el que se dominaba el bosque donde debería estar la torca de Falsas Esperanzas. Nos repartimos el pastel en bandas a cota fija. A cada uno le toco un pedazo sino malo aún peor. Tras los primeros pasos por las agujas del lapiaz llegué a un punto en que no podía mantener mi cota. O subía o bajaba. Opté por subir con lo que me tropecé con Alfredo. Seguimos subiendo juntos hasta llegar a una gran dolina en la que observamos nieve y ninguna continuación posible. Atravesamos una franja herbosa hasta colocarnos bajo uno de los mazos de la cresta Rocías/Mortillano. Una cuevecita en la misma base de la pared nos llamo la atención. La breve galería de entrada nos llevo al borde de un pozo de unos 80 metros, como mínimo, en el que estuvimos a punto de caernos por falta de luz. Nos paro el sonido reverberante. Estilo entrada de Cueto. Sorprendidos, buscamos señales de un descenso y las encontramos: tres spits en el borde del techo justo encima del pozo.
Nos enfrentábamos a un importante problema: volver a juntarnos con el grupo que se encontraba hurgando más abajo. A voces conseguimos comunicarnos con Félix y con Ángel. De Merino y Hierro no quedaba ni rastro. Fuimos bajando por un complicado e irreal terreno lleno de agujeros y de agujas. A veces pasábamos por puentes naturales formados por una losa colocada por la naturaleza entre dos torres y otras veces destrepábamos por paredes para volver a trepar de inmediato. Así entramos en un bosque de hayas en que el terreno se suavizó. Bajo un haya centenaria me encontré una hermosa sima. Contactamos con Félix y con Ángel al que acompañé hasta la nueva sima. La zona en que Félix había depositado sus esperanzas no dio frutos. Comimos. Y hablamos por teléfono con Merino y Hierro que habían abandonado la búsqueda y huido hacia la Fuente Fría.
Tras la comida Félix, que exhibía una férrea moral,  nos arrastro a nuevas incursiones cuesta arriba y cuesta abajo para seguir buscando. Descubrí otra nueva sima que fue archivada religiosamente, como la anterior, en el GPS de Ángel pero de las Falsas Esperanzas ninguna señal. Finalmente tras una breve junta general empezamos a bajar hacia Fuente Fría por un camino “bueno”. Menos mal. Todos tuvimos arañazos, magulladuras, picaduras y ortigamientos. Ángel metió la pata en un agujero y se dio un corte en la pantorrilla. Al cabo de un rato alcanzamos la pista y pude volver a caminar placidamente hasta los coches, en donde esperaban, más plácidos aún, Hierro y Merino. Bajamos a La Gándara a tomar cervezas.  

II.
                El domingo 11/06/2006 tras los sucesos del sábado y una cena pampera con efluvios alcohólicos nos decidimos por una bucólica excursión a Zucía con visita a la Cueva del Lobo. A media mañana aparcamos en el comienzo de la pista a Zucía.  Había un perrillo ladrador  y  gente en la cabaña cercana al bosque. Félix, Marisa y yo nos entretuvimos hablando de lugares en donde vivir, lugares en donde comprar una vivienda para estar tranquilo y lugares en donde invertir en una vivienda. También hablamos de formas de energía y del ruido de los aerogeneradores. Insufrible. Toda la zona esta inundada del ruido de los molinos de La Sía. Antes había silencio. Solo silencio. Pero incluso en el bosque el ruido se percibía hasta cruzar el colladín de bajada al Lobo. Pobres duendes y hadas del bosque de hayas.
La llegada a la cueva se anuncio por el vendaval helado en la ladera y la tremenda acumulación de hojas secas de haya.  Utilizamos luces de leds, algo insuficientes para el tamaño de las galerías pero muy cómodas y simples. Anduvimos por la galería del Flysch y las salas medianas hasta la Sala de la Cabra y la gatera de conexión con el meandro Apricot. Luego anduvimos por las galerías que conectan con el Valturón aunque no dimos con el punto exacto en que desemboca el estrecho meandro que proviene de esa sima.
A la salida Félix se mostró contento de haber conocido esta cueva. A pesar de haber venido durante varios años todos los fines de semana y de haber realizado varias campañas de verano, Félix apenas conoce otras cuevas de Soba salvo Garma Ciega/Cellagua y las simas de los alrededores de Garma Ciega y Fuente Fría. Es sorprendente que deban pasar 25 años para conocer un poco esto.


III.
                El domingo 18/06/2006 me levante a las diez y media con una obsesión: recuperar todas las cuerdas que tengo aún en el Carrio para poder utilizarlas en la pared de Zigal.  Marisa estaba decidida a acompañarme y llamo a Aurelio (Yanqui), nuestro antiguo colega escalador, para animarle a venir de excursión. No tuvo que animarle, estaba esperando nuestra llamada de forma inconsciente. Pensaba que había dejado la cuerda del tramo inferior del  primer pozo del Carrio recogida en la cabecera. Así que metí dos cuerdas (30+6), suficientes para equipar el primer tramo de rampa y el salto que le sigue, seis mosquetones, llaves de parabolts/spits y chapas; además mi casco con leds y linternas de reserva. Y nos juntamos en Solares en un día relativamente caluroso pero con nubes.
                La fronda del valle del Miera, las paredes, los argayos y todos los detalles estaban en su sitio. Aurelio no paro de contarnos cosas hasta la casa de Esteban en Valdició.  No había nadie en la casa. Repartí un poco los trastos y partimos. No paramos hasta la sima a pesar de Aurelio.
 Al poco de pasar la planicie morrénica  Marisa y Aurelio, que iban un poco a la zaga, se tropezaron con dos víboras. En esta ladera ya hemos visto muchas veces víboras. Por suerte no me las tropecé yo, que iba con sandalias. Aurelio se dedico a hostigar a la más grande con una vara a la que el ofidio lanzó un mordisco. Cosas de Aurelio. Un poco más arriba del Hoyo Salcedillo comenzó la niebla que no nos abandono ya en la subida. De vez en cuando se habría algún claro fugaz.
Aun a pesar de casi dos años puestas, las chapas se mostraban como nuevas e instale en ellas sin prejuicios. Un minuto más tarde, al alcanzar la cabecera del tramo inferior, me lleve el chasco: la cuerda se había retirado en su día y yo lo había olvidado por completo. Me consolé pensando que iba a salir al calorcito de nuevo. Cinco minutos después me dediqué a sestear  un par de horas sobre la hierba. La próxima vez que pasen dos años leeré los diarios. Deje en depósito las dos cuerdas para volver en breve. El descenso a Valdició transcurrió entre niebla hasta casi el depósito. La casa de Esteban seguía aparentemente sin nadie pero se veían varias puertas abiertas. 

27/5/06

Unificación (27/05/2006) Cellagua

        El viernes 26/05/2006 me llamo Wichi para invitarme a una revisión en la galería de los Borgoñeses de Cellagua. Llame a Moisés para animarle a venirse. Y me despreocupe de buscar planes. Pero al atardecer el mismo Wichi me comunico que se habían rajado todos, incluido él mismo, quedándose solo Ángel para salir. Tras una corta charla con Moisés y Susana decidimos ir de todas maneras, si cuadraba, a Cellagua y a Borgoñeses.
El sábado a las ocho y media nos reunimos en Solares sin nubes en el cielo. Sin embargo me sentía extraño e inquieto. Hasta cierto punto es normal inquietarse cuando bajas a una sima con grandes pozos pero esta vez estaba más nervioso de lo usual. Quizás por hablar de accidentes espeleológicos. En Semana Santa se cayó 40 metros una chica en un pozo de la Tibia. Sobrevivió con secuelas importantes. Y no hay explicación, hasta el momento, de cómo ocurrió el accidente. En la cuerda de bajada solo se encontró el dressler  bien puesto pero sin mosquetón. Un misterio. La chica no recuerda nada.
A las nueve nos reunimos con Ángel en el local del AER de Ramales. Estaba preparando un foco con batería de plomo para poder iluminar las posibles galerías colgadas del meandro Sur en Mazo Chico. Para motivarnos nos enseño una topografía de verticales de todos los sistemas de Mortillano. Nos comparo los niveles de la Rubicera con los de Borgoñeses. Ángel piensa que, por lógica, esos niveles fósiles deberían extenderse hacia el Sur hasta enlazar el Mazo Chico/Cellagua con la red del Mortero. Sería una gran unificación que haría del sistema de Mortillano uno de los primeros de España. Quizás el segundo. Aunque eso no tiene ya tanta importancia. Sería maravilloso poder ir desde Cellagua hasta el Mortero o la Rubicera sin tener que bajar hasta la zona profunda del Mazo Chico con todas las complicaciones acuáticas que conlleva. De todas formas está por ver que exista una conexión, bien en la zona profunda, bien en la red intermedia (que es lo que están buscando...).
Nos preparamos en el aparcamiento a final de la pista a Entremazos. Estaba empezando a apretar el sol pero todavía no hacía un calor excesivo. No había ganado por el camino. A lo lejos observe vacas y caballos. Y en el cielo, azul intenso y sin nubes, pájaros volando alto. El rincón de Cellagua es muy misterioso. Esta cerrado, al oeste, por unas cortas paredes que sostienen un bosque de hayas. Y por el este se abre en un amplio vallecito que sube suavemente, decorado de brezo, hasta el collado del Crucero. El arroyo que se sume en Cellagua tenía el sábado un hilo de agua y en los remansos muchos renacuajos. Si el arroyo hubiera entrado en carga la mayoría de los renacuajos se habrían visto arrastrados a la sima. Un triste final para los renacuajos. A esta hora de la mañana la sima aspiraba ligeramente aire cálido.
Ángel nos aviso que la instalación había sido revisada para evitar las posibles entradas en carga de los pozos regados; lo que significaba pasos de cuerda más complicados que si bajas a cañón. En cuanto empecé el descenso noté las instalaciones más exigentes que la última vez que estuve. En el pozo grande, de ochenta metros, en vez del amplio péndulo que te enviaba a la pared contraria me encontré con un pasamanos por una repisa descendente seguido por un rosario de fraccionamientos y pequeños péndulos. La zona intermedia estaba instalada de forma parecida a las otras veces que había estado allí y la cabecera del último pozo con un incómodo pasamanos combado. Con intención de aprovechar mejor la longitud de las cuerdas Ángel preparo un cambio de cuerda para las dos últimas tiradas de la bajada pero resultó que la nueva cuerda era muy corta. Así que tuve que desinstalarla y volver a enlazar la que anteriormente estaba puesta con la penúltima cuerda. Me toco estar en el fraccionamiento quince minutos con goteos y chorrillos que me empaparon a fondo. Como un gato en una bañera. Salí disparao en cuanto pude pero ya no tenía remedio. En el fresco y acogedor ambiente de Cellagua, humedad 100% y temperatura alrededor de 8º, estar empapado se lleva fatal.  Mientras Moisés y Susana aterrizaban a la cota –230 tuve tiempo de chupar frío a fondo. Ángel también estaba empapado pero el no se quejo. Solo me dijo que luego nos secaríamos andando por Borgoñeses. Es un tío duro.
De la base de los pozos al enlace con la galería de  Borgoñeses se tiene que transitar por el cañón de Cellagua una media hora. Al poco de comenzar atravesamos un caos de bloques siguiendo el camino que indica un viejo cable de teléfono. Estaba todo resbaladizo y los pasos atléticos se pusieron pesados. Luego el tránsito se convirtió en un hermoso y ancho meandro con playas de grava y con paredes sinuosas y pulidas. Así se alcanza el punto de enlace con la sima del Chapeau  y poco después la galería de los Borgoñeses.
La cuerda que supera el resalte de acceso a los Borgoñeses, de apenas cuatro metros, está instalada en un solo anclaje de mierda oxidado y sospechoso. Ángel tomo nota mental del tema. Una vez encaramados el tránsito se hace agradable y entretenido.  La galería de los Borgoñeses es amplia y variada con pequeñas dificultades, que incluyen resbaladizas pendientes y algunos ensanches, hasta que se alcanza un marcado recodo en ángulo agudo que nos lleva por una pequeña galería activa hasta un cómodo vivac utilizado por los franceses para la exploración de la sima del Mazo Chico. Realmente esta zona es una zona intermedia entre dos redes hidrológicas totalmente independientes: el río de Cellagua que luego recorre Garma Ciega y el río del Mazo Chico que se reúne con el río del Mortero y el de la Rubicera en la zona profunda. Lo curioso del caso es que  la galería de los Borgoñeses es la verdadera cabecera del río de Cellagua.
Desde el vivac seguimos por el camino más evidente hasta una doble sala en la que puede tomarse una cuerda ascendente que nos llevaría hacia la galería del Penitente, el pozo Balourd, la galería del Sahara y el río Cantarín. Sin embargo nosotros, dejando la cuerda a nuestra izquierda, enlazamos en unas decenas de metros con el meandro Sur. Antes de internarnos por este meandro hicimos una sentada para comer. Me sentía algo destemplado y con pocas energías, seguramente por el remojón.
Tras la pitanza nos movimos hacia el sur por el meandro. Nuestro objetivo era recorrerlo entero revisándolo en toda su altura con el foco hasta su unión con el río del Mazo Chico.  El recorrido del meandro hasta el enlace conlleva pozos de longitudes 4, 15,  6, 5, 13, 6, 5, 7, 6 y 39 metros mas una escalada de otros 10. Presuponíamos que los franceses habían dejado instalado todo esto para facilitar las posteriores exploraciones. Progresamos con cuidado lanzando potentes rayos luminosos hacia todo lo alcanzable con la vista. Nada más comenzar observamos un corte transversal de otra galería que, mediante una escalada en travesía ascendente podría conducir a la parte alta del meandro Sur y a una galería independiente. Siguiendo para abajo por el meandro Sur primero se pasa una zona cómoda de suelo arenoso pero de un metro de anchura más o menos. Es una galería meandriforme de manual. Al poco empezaron las dificultades con pequeños resaltes o desfondamientos que tuvimos que destrepar o pasar en oposición. Y no mucho más abajo nos tropezamos con el primer resalte importante, de unos 15 metros, con los spits evidentes pero sin cuerda. Moisés sopeso bajar destrepando pero por mi parte no lo vi claro. Y el grueso de la tropa tampoco. Se acabo el descenso. 
De vuelta al comienzo del meandro Sur nos metimos por una galería transversal que nos subió en rampa y nos permitió echar una mirada más a fondo a la parte alta. Luego Ángel cruzo al otro lado y subió por la rampa de enfrente lo que le llevo a la sala de la cuerda por otro camino. De cualquier forma quedo por alcanzar la parte alta del meandro Sur a la altura de esa galería. Comenzamos a volver con calma. A la llegada al resalte Ángel nos sugirió que volviéramos a la base de los pozos de Cellagua para comenzar el ascenso mientras él metía otro spit de refuerzo en el acceso a Borgoñeses. Nos fuimos, yo algo renqueante y torpe, aguas arriba.
Al poco Moisés estaba en el primer fraccionamiento y Susana comenzando. Cuando yo iba a empezar a subir le pegue un grito a Ángel para confirmar que volvía. Me respondió. Al pasar el primer fraccionamiento le vi abajo. Fui siguiendo a Susana todo el tiempo en corto. Y me fui cansando. Llegando a la cabecera del pozo de 80 iba un poco harto. Mire para abajo y no vi ni rastro de la luz de Ángel. Le pegue otro grito y respondió. En el pasamanos de acceso de este pozo me di un rodillazo contra la pared que me hizo ver las estrellas. Como ya faltaba poco para salir y no había a quien quejarse me callé. No había libro de reclamaciones. El último pasamanos; Susana se fue a salir por arriba del todo siguiendo la cuerda. Yo me escaqueé entre los bloques.
Moisés estaba en mono interior tomando el calorcito del exterior. La sima soplando aire helado a chorro. Me dedique a comerme una manzana y a beber algún líquido mientras Moisés y Susana retozaban a sus anchas. Ángel salió al poco; había estado ajustando las instalaciones. La vuelta a los coches la hicimos paseando con el tiempo algo nublado. Bajé en el coche de Ángel. Y nos paramos todos en Ramales a tomar unas cervezas en el Marcos. Comprobamos al pasar por el centro del pueblo que había una boda en su apogeo. Ángel me dijo que el local tiene fama y que vienen a celebrar sus uniones muchas parejas. Quizás sea el lugar adecuado para celebrar la unión de los dos sistemas...cuando se consiga.

20/5/06

Pasaje Oculto (20/5/2006) Mostajo

               Hay muchos cabos sueltos. Muchas incógnitas que resolver. Un paquete de misterios bien envueltos. Nunca nos dará tiempo a conocerlo todo. Y nunca podré satisfacer en el tiempo de vida la infinita curiosidad que me consume. Sin embargo uno de mis interrogantes, al menos, ha quedado resuelto, de forma simple, este último sábado 20/Mayo/2006.
                El viernes por la noche me reuní con un nutrido grupo de miembros del club SCC de los que algunos hacen espeleo a veces. Pero Moisés, el esperado, no pudo venir a la reunión. Se suponía que había organizado una salida a la Fresca con más de diez participantes. No había cobertura para hacer una salida. Y pesaba el cansancio, o falta de fuelle, característico del viernes tarde. Vi a Noelia y Pablo que se marchaban a Picos y también vi a Elena que estrena plaza de Pediatra en Mérida. Julio se vino conmigo a beber cerveza y a picar algo en el Gambrinus. Al cabo de un rato llego un Moisés cansado que no nos sugirió demasiado. Me fui a casa y poco después me llamó Julio. Iríamos a la Torca de Papá Noel quedando a las nueve y media en Solares.  Y también vendrían Marta, Eduardo y Rafael (y Julio y Moisés).
                Me costó más que nunca preparar los trastos de espeleo. Los preparé por la mañana y a toda prisa. Aún así llegué pronto a la cita. Julio quería tomar café. Nos fuimos hacia la pastelería cercana a la estación. Mientras Julio tomaba su café me compré el periódico ABC. Ignoro si mentira tanto como El País o El Mundo pero su castellano es de mejor calidad y su suplemento sobre arte me inspira algo. Moisés nos encontró en plan mañana de festivo. Venía con Marta.
Me pasé al coche de Moisés. Y hablamos de cuevas y de no se que más. Cuando ya estábamos cerca de Matienzo se me ocurrió que podíamos visitar los niveles más profundos de la Torca del Mostajo. Una asignatura pendiente desde hace, al menos, 8 años, con fama de albergar bonitas formaciones e incluso una sala llamada de las Maravillas. Calculamos que con varios retales tendríamos para instalar sin problemas los pozos de entrada y el pozo de 40 con la cuerda de 60. Moisés le pregunto a Marta que qué le parecía pero ya estaba convencido de las ventajas del nuevo plan.
Unos minutos después estábamos al lado del Mostajo y mientras el grueso del personal acababa de prepararse ayudado por Moisés, me acerqué a instalar los pozos de entrada. Para facilitar la tarea metí la línea por la rampa de la derecha. Tuve que volver a salir desde el segundo fraccionamiento para cambiar un retal largo, que no llegaba hasta abajo, por otro mas corto y enlazar en el fraccionamiento el corto con el largo. Utilicé el tercer retal para el resalte de abajo, aterricé y me senté a comer manzanas. Marta, Rafael y Eduardo se vinieron para adentro para evitar aglomeraciones en las gateras y las cuerdas.
Cuando llegábamos a la ventana de acceso al pozo de 40 nos alcanzaron Moisés y Julio. En un momento dejamos instalada la cabecera e inicié el descenso que solo tiene un desviador a un metro del comienzo. Me fijé bien en todos los recovecos del pozo no fuera a ser que la continuación estuviese en alguna ventana y no como había creído siempre: abajo del todo. Pero el pozo es un tubo que conduce únicamente a su fondo. Me di una vuelta por los rincones de la base sin encontrar continuaciones y cuando estuvieron abajo los hermanos nos fuimos a echar un vistazo por los alrededores. La situación había cambiado. Ahora los senderos están balizados con hitos y alguna flecha. Guillermo y yo estuvimos perdidos por esta zona un buen rato hace muchos años. Me fije en que había una alternativa a la continuación obvia, que yo tomé las otras veces que estuve allí, por una galería coqueta y modesta medio oculta en un rincón. La seguimos un rato hasta desembocar en una sala con abundantes alternativas. Volvimos rápidos hasta la base del pozo para reagruparnos y avanzamos de nuevo hasta esa sala donde comimos.
Llevábamos un sobre de papelillos catadióptricos y como parecía algo laberíntica la zona estábamos dispuestos a utilizarlos. Siguiendo por la zona que parecía mas trillada y obvia una senda a través de salas, laminadores y galerías variadas fuimos a desembocar al borde de un pozo con paredes de grava y arena imposible de bajar sin material. Estuvimos repasando las galerías de alrededor y encontramos algunas zonas muy interesantes pero nada especial en cuanto a formaciones. Moisés estuvo a punto de deslizarse sin control por una rampa arenosa. Ya de vuelta nos fuimos metiendo por varias ramificaciones hasta encontrar una que desembocaba en una sala amplia. La sala daba acceso a una galería con aspecto de río fósil y Moisés fue a echar un vistazo. Al cabo de cinco minutos nos informó que había una zona bonita con formaciones.
A todos nos gusto esa zona. Suelo, paredes y techo exhibiendo formaciones en abundancia e incluso con algún grupo de excéntricas. Pero a pesar de todas las vueltas que dimos no encontramos la Sala de las Maravillas. Sabemos que esta por allí cerca, pero no la encontramos. Esta bien que sea difícil de encontrar para que se conserve. Ya de vuelta me pareció verdaderamente corto el trayecto hasta el pozo. Moisés subió el primero y tardo nada. Luego fui yo que tarde algo más. Y luego Marta, Rafael, Eduardo y Julio. Mientras subían me dedique a dormitar al otro lado de la galería. Y mientras desinstalaban me marche con Rafael y Marta hacia las gateras de salida para evitar  embotellamientos. Nos volvimos a ver en la zona del pasamanos. Para el pozo de salida empezó Marta la primera, seguida de mi, pero en la rampa de piedras me adelante a ella. Tuve que darle instrucciones un par de veces y realmente le costo algún trabajo salir por los fraccionamientos. Un poco más de tiempo y le cogerá el truco.
Llovía. Mientras salían todos me refugie en un recoveco del borde de la torca para no mojarme.  Me imitaron Marta, Rafael y Moisés. Cuando bajo Julio hasta los coches salí rápido de mi refugio, baje corriendo  y, hábilmente, conseguí no mojarme apenas mientras me cambiaba.  Luego nos fuimos a tomar unas cervezas al bar de Germán en Matienzo. No se trato mucho de proyectos ni de planes. Solo charla informal, miradas a la televisión y al personal de alrededor. Tarde de sábado en bar de pueblo.

13/5/06

Inexplor (13/5/2006) Luna Llena

                Siempre que llega el momento se me quitan las ganas; es la marca de la contradicción. O la galería minera. O el barrizal de la gatera de conexión. O las ganas de variar, ver nuevos horizontes y escuchar nuevas historias. Aunque posiblemente todas las historias humanas tienen, cuando los tienen, los mismos ingredientes negativos: incomunicación, egoísmo, falta de entendimiento y cosas similares. Y otros ingredientes positivos también. Pero la novedad de la película parece que cambia algo.
                Una fracción escasa; lo que mostramos y lo que se oculta. Recibí un mensaje de Moisés invitándome a la exploración en la Torca de la Luna Llena para el 13 de Mayo del 2006, día de Luna Llena. El viernes me deje llevar a la reunión del club SCC y allí estaba Moisés preparándolo todo, ayudado por César, y acompañado por Javier, Julio, Sara y los dos jóvenes hermanos. Creo que también pasó Pablo por allí. Tras un rato de bareto Julio se vino a cenar a mi casa y César se fue a la de Mois.
Un hormiguero de hormigas rojas ataca a otro de hormigas negras; yo estoy mirando la batalla. Me reuní el sábado en Monpía con Ernesto, Julio y Sara. Ernesto nos llevo a todos en el coche de su empresa Todos ahorrando a costa de la empresa de Ernesto: sin remordimientos. En la rotonda de Cabezón se nos juntaron César y Moisés procedentes de Comillas. Julio soltó un globo para tomar un café en La Gándara. César, con Moisés, se lo pinchó. Mientras miraba como se preparaban los espeleólogos me dedique a moler a mazazos tochos de carburo. Os recomiendo mi sistema, muy superior al de la maza: se deja el tocho encima de un suelo bien duro como hormigón o una roca, y se deja caer sobre él, desde un metro y medio, un trozo de raíl de tren de, más o menos, treinta centímetros de largo. El tocho queda perfectamente troceado a la primera.
                Levantando un castillo de arena en pleno desierto del Sahara conocí lo que es la arena. Moisés tiró con Sara hacia el final de la galería de la Rana para explorar el desfonde. Julio y Ernesto fueron también con Moisés para encargarse de la topo en los ramales de la zona de la Rana. Los cuatro entraron por la mina. Mientras, César y yo, nos fuimos hacia la Torca de la Luna Llena con la misión de terminar de topografiar los pozos desde el tercero hasta la Sala Triangular.
                Subido a la cumbre de la locura contemplo el valle de la cordura con envidia. Se me hizo corta la subida y fácil la ruta pistera. También se me hizo agradable la bajada de la torca hasta que empezamos a topografiar.  Así dio comienzo el sufrimiento. Al principio no mucho ya que la cinta se manipulaba bien en las zonas anchas. Más tarde fatal en el Pozo Graff. Muchas tiradas pesadas y un gran lío de cinta y de cuerdas en la zona estrecha. La gran desesperación. La sensación de estar atrapado y liado sin posibilidad de movimiento. Bueno, poco a poco con una mano y algo de la otra que pude acercar al lío desenredé la cinta de la cuerda y del dressler y pude zafarme. Mal que bien conseguimos terminar la topo. Tomamos un tentempié en la Sala Triangular. También puse en marcha el carburero que había permanecido en la saca hasta salir de las estrecheces. Se hizo una hermosa luz. Estaba ilusionado por algo nuevo: la galería de conexión hacia Udías, galería que se toma unos 100 metros después de abandonar la Sala Triangular por la Galería Sur.
                Todo me parece distinto y todo me parece igual; busco una ilusión, la encuentra y la pierdo. No nos llevo mucho tiempo recorrer la galería de conexión aunque César dudo un par de veces de que fuéramos por el camino correcto. Lo primero que detectamos fue el olor a tabaco que invadía la galería de conexión en la ramificación hacia la Rana. Nos deslizamos con elegancia por el laminador de acceso y en pocos minutos estábamos en el desfonde final. Acababa de bajar Moisés a una zona intermedia unos diez metros más abajo y Sara estaba comenzando a descender. Moisés se asomo a una ventana y detecto un nuevo pozo que estimo, por lo menos, entre 30 y 40 metros. Estaba entusiasmado. Dejamos a esta pareja con su tarea y decidimos ir mirando todas las ramificaciones topografiándolas desde el principio. Las primeras no dieron de sí nada por estrechas y cutres pero al lado del Pozo de la Rana descubrimos una galería, muy incomoda al principio, modesta y agradable. Vimos que las huellas de Moisés aparecían en el sentido contrario al que nosotros íbamos. Llegamos a un desfonde y volvimos hacia atrás dejando el resto del trabajo para hacerlo desde el extremo contrario. Cuando salimos a la galería principal nos encontramos con Julio y las voces de Ernesto. Ernesto luchaba con una ramificación difícil de continuar por culpa de una estrechez y de un resalte que necesitaría cuerda. Ernesto trato de embarcarme en la estrechez pero no me di por aludido.  Para no repetirnos quedamos en que ellos trabajasen las ramificaciones de la izquierda y nosotros en las de la derecha. Nos pusimos a comer; yo alubias y avellanas y César queso con pan y chocolate.
                El sentido de todo es el mismo que encuentro una feliz mañana: nada que pueda atrapar. En cuanto nos metimos por la primera ramificación a la derecha descubrimos el esqueleto de un roedor en el suelo. César dijo que era una rata pero no era algo claro. Protegimos con un murito de piedras el esqueleto para evitar un pisotón como el que hizo desaparecer a la rana. Curioso que en esta zona aparezcan estos dos animales. Parece indicar que el sitio de la Rana es la base de un sistema de pozos muy directo desde la superficie. Enseguida llegamos al desfonde de la galería que habíamos visitado hacía un rato. Lo topografiamos, pasando en cómoda oposición por encima, y volvimos a la galería principal.
                La ilusión por descubrir algo nuevo es parecida a saborear un nuevo sabor; enseguida puede saturar. Nuestro siguiente objetivo era una galería que prolonga un desfonde algo antes del Pozo de la Rana. Tras las primeras tiradas descubrimos que nos llevaba a una red con personalidad propia que yo había visitado someramente la otra vez que estuve allí. Todo lleno de flores de yeso. Más que lleno, tapizado. Alcanzamos un cruce bien decorado en que dos galería paralelas parecían cruzar con otras dos paralelas y ortogonales a las primeras. Seguimos por la principal y evidente. Moisés y Sara se nos unieron procedentes de sus exploraciones en el pozo, empantanadas por falta de material. Moisés nos sugirió que fuéramos a mirar lo del pozo pero preferimos continuar con nuestro trabajo de topógrafos. Ellos dos siguieron adelante para explorar. La cosa comenzó a ponerse interesante. Tiradas largas, formas de la galería cada vez más hermosas y flores de yeso cada vez más espectaculares.  Cuando ya estábamos empezando a cansarnos reaparecieron Moisés y Sara contando maravillas. Se habían vuelto por una estrechez que no quisieron pasar (¿?). Nosotros decidimos volver también.
                La oscuridad me pone en contacto conmigo mismo; no hay escape, solo queda tu mente llena de ruido. Una zona de arena suave nos sirvió para descansar mientras Mois volvía a por el material en el desfonde final: taladradora, baterías, mosquetones... Apagamos las luces y cada uno descanso a su manera. Al cabo de un tiempo alargado por la espera reapareció Moisés. Sara y yo comenzamos a volver seguidos, no de lejos, por César y Moisés. Cuando llegamos al punto de cita con los otros dos compañeros ya pasaba ampliamente de las siete, hora acordada. Nos habían dejado un escrito diciendo que salían y se iban al bar  La Gándara.
Cuando esperas algo con tu deseo puesto en ello surge la ansiedad; el contrapunto es la paciencia. Me entraron ganas de salir de una vez y me fui rápido hacia el pozo de conexión. En la cabecera me pare para avisar a todos de que esperaba abajo. Moisés me comunico que iban a gastar cinco minutos para ver el rumbo de una galería lateral que empezaba allí mismo. Cuando aterricé en la base del pozo Pastelero tuve tiempo de pasar con cuidado la gatera de barro pastoso. Conseguí  no mancharme de barro la cara. Los boinas verdes se manchan de barro para camuflarse. Pero yo no soy un boina verde. Sin duda es la cueva de la que más pringado he salido en todo lo que llevo de espeleólogo. Me senté en la Galería Principal de Udías con mi tormenta personal como toda compañía. Cuando llevaba más de una hora esperando me empecé a inquietar. Sobre todo por lo de los cinco minutos. Volví varias veces a la gatera de conexión. Me dediqué a hacer un par de hitos. Pensé millones de pensamientos claros y oscuros. Por fin aparecieron mis compañeros y me dijeron que solo habían avanzado 15 minutos por la galería...
                Los signos del pasado no son meros signos; en cuanto escarbas un poco en ellos invaden todo lo que tocas. Cuando llegamos a la salida de la mina ya eran casi las nueve. Una fila de botellas de cerveza frescas nos esperaban sobre el techo del coche de Ernesto. Julio y él ya se habían comenzado a beber un par. El contenido de las botellitas nos sentó de maravilla. Pensamos que lo mejor era seguir bebiendo en el bar La Gándara. A todos nos apetecía más cerveza. Allí nos entretuvimos más de una hora charlando con el propietario, haciendo planes y contando batallitas. A la vuelta me colé en el coche de Mois para poder ir más holgado. Me entró sueño en el anochecer primaveral. Un olor melancólico lo impregno todo, como si fuera una tarde de domingo y no de sábado.

29/4/06

Miradita (29/4/2006) Rubicera

               También había sopesado entrar a Garma Ciega con Wichi y los del AER. Bajar hasta el sifón de Garma y estar todo el puente, o al menos hasta el domingo, no cuadraba con mi estado de ánimo ni con mi entrenamiento. Lo descarte. Antes siempre iba por la reunión del SCC los viernes por la tarde a las ocho. Pero fui perdiendo la costumbre porque me resultaba depresivo no encontrar plan para hacer espeleo en un club de espeleo. Por fin ese fin de semana, 28 de Abril del 2006, decidí  acercarme por la reunión estimulado por Julio quien me predijo una importante afluencia de gente interesada por salir de espeleo!?¿.....A las ocho y media, para dar margen, me presente por allí y no había nadie. Al cabo de unos minutos llegaron Javi  y Jose Miguel que, aunque no pensaban salir, si preparaban para la semana siguiente una salida a un cañón en Orduña. Justo se coge el cañón a la salida de Goba Haundi. Pero de espeleo nada. Cuando ya me iba, pasadas las nueve, apareció Julio en su moto y, procedente de Vega de Liébana, Ernesto con mono de trabajo. Con que mucha gente interesada en hacer espeleo...eehh... A bocajarro le pregunté a Julio si salíamos o no el sábado y quedamos a las nueve y media en Solares para ir a conocer más a fondo las galerías fósiles de la Rubicera.      
                A la mañana siguiente Julio se tomo un café en Casa Enrique de Solares y encargo un bocata en un bar de Arredondo. No le había dado tiempo a desayunar en casa y, además, se le olvido la documentación y el dinero. Así que le preste 20 € para que pudiera alimentarse.  Nos cogió de sorpresa  el ambiente frío que, para las fechas primaverales que discurrían, resultaba extraño. Nos fuimos por la senda de las cornisas con un viento fresco que  molestaba pero te secaba el sudor. Julio apenas recordaba nada de su visita, hace un año, a la Rubicera. Le indique algunas referencias claves para que pudiera volver cómodamente sin necesidad de un guía. El grupo de hayas solitarias. Las trazas de senda que, manteniendo la altura, nos llevan hasta la primera canal. En la primera canal había una cuerda instalada que me pareció del todo innecesaria. Y la segunda canal también estaba instalada. Cuando alcanzamos el hall de la boca sur de la Rubicera un grupo de tres espeleólogos abandonaba este punto. Pensaban llegar al pozo de 30 -en la travesía Rubicera-Mortero-, instalarlo y salir de nuevo.
                Dejamos la cuerda que habíamos traído al lado de la entrada. La pendiente por la que se accede a las grandes galerías esta formada por una colada de barro blanco compactado en la que se han tallado peldaños enormes. Es el trabajo de algún desconocido espeleólogo pionero. Al salir de la pendiente perdimos la luz y ganamos la oscuridad. Una nueva forma de luz crea las formas más que iluminarlas. Un poco más adelante, en el camino hacia el interior de la cueva, hay una formación que me llama la atención siempre que paso. Se trata de una pequeña estalactita, con la punta aplanada, torcida respecto a la vertical que sugiere una dirección dominante en el viento. Te recuerda el badajo de una campana. Yo la llamo así. Es una referencia. La estrechez entre bloques me pareció menos estrecha que las demás veces que he pasado. Se me ocurrieron tres posibilidades:
a)       Realmente el paso de la gente ensancha la estrechez       ó
b)      yo soy cada vez más pequeño       ó
c)       al acostumbrarse la mente ve las mismas cosas de distinta manera.
me inclino por  la tercera opción.
Decidí que fuéramos por  una ruta que conocía solo parcialmente de una entrada con Moisés y Luis. Se toma poco después de la estrechez, cuando se emerge en las primeras amplias galerías, siguiendo una bifurcación a la izquierda que asciende suavemente por una pendiente arenosa hasta alcanzar una modesta galería con una corriente de aire notoria. Esta galería es de formas muy definidas, pero suaves. Hay algunos resaltes divertidos y al cabo de unos minutos se desemboca en una gran sala a media altura. Alguien, no recuerdo quien, me dijo que bajando al fondo de la sala a la derecha, como volviendo hacia atrás, se accede a un punto de la travesía cercano a la Sala de la Teta. Y así fue. Primero intentamos descender directamente por la derecha de la sala pero no hay paso. Se debe bajar por donde esta más marcado , a la izquierda, y luego volver hacia abajo a la derecha.  Así se llega al comienzo de una cómoda y amplia galería que, bajando suavemente, nos dejo a un minuto de la Sala de la Teta. Lleve a Julio a ver la Teta que, aunque hace un año paso por aquí, no conocía. Se trata de una gran estalagmita de unos cuatro metros de altura de forma casi cónica y rematada por un evidente mamelón. Nos entretuvimos cogiendo agua de los goteos que hay al lado de la Teta y luego nos metimos, un poco más allá, por un coqueta galería resplandeciente en la que nos sentamos a comer. Julio saco un enorme bocata de tortilla de patatas del que no dejo ni una miga. Yo fui más modesto. Pero nadie se quedo con hambre.
Sin descansar apenas lleve a Julio a ver unos pelos de cristal que se encuentran a dos minutos de la Teta por la galería que se toma justo hacia el norte desde ésta. De que mineral se trate es un misterio para mí. Nos pilla el entusiasmo y seguimos más allá de los pelos. Creía recordar que, enseguida, no tendríamos opciones para continuar por esta galería. Pero esto no es así. La galería se fue prolongando, siempre en dirección norte, con algunas desviaciones. Y con formas muy atractivas que aún nos animaron más. Al menos anduvimos medio kilómetro. Cruzamos por una sala con algunas desviaciones y llegamos a un desfondamiento con un pasamanos quitamiedos. Un poco más allá escuchamos un torrente cayendo y nos asomamos a un pozo lateral por el que se perdía, hacia arriba, una cuerda ascendente. Debe ser la zona en que los del SEII están haciendo escaladas. Por un lateral a la derecha llegamos a una galería algo incómoda --por culpa de un laminador-, y proseguimos un poco más hasta vislumbrar más desfondamientos e incomodidades. En este punto nos dimos por satisfechos y comenzamos a volver. Julio se declaro un poco cansado.
Desde la Sala de la Teta a la salida tardamos, más o menos, una hora y desde la salida hasta el coche, incluyendo una paradita para ordenar un poco todo, otra hora. El tiempo seguía tan frío o más. Mientras nos cambiábamos Julio se apercibió del coche de la Guardia Civil bajando de los Collados del Asón. Precipitadamente guardamos todo y nos vestimos de personas. Tuvimos suerte de que pasaran de largo. Deben andar con la mosca tras la oreja después de que en Semana Santa hubiera tres rescates de espeleo: dos por pérdida y uno por el accidente de una chica.  Hay que andarse con ojo por lo de los permisos.  

8/4/06

Gypsum (8/4/2006) Luna Llena

  El sábado  8 de abril del 2006 fui con Moisés y dos chicos del último cursillo - Eduardo y Rafael- a las nuevas galerías de la Torca de la Luna Llena. Solo que esta vez íbamos a entrar por la mina y no por la torca hasta la celebrada conexión. No nos entretuvimos mucho en Monpía. Metimos las cosas en mi coche y en media hora estábamos en Toporías.  Las cosas extendidas por el suelo me llamaron la atención. Monos de tela, carbureros inusuales y sacas pequeñas. Los nuevos me sorprenden. Son hijos de un veterano espeleólogo del SES. Moisés se entretuvo haciendo pedazos pequeños los tochos de carburo para que pudieran entrar en los carbureros. Yo traía de mi casa el carburero con una carga. Me gusta tener todos los elementos del equipo preparados y uno de los detalles es llevar puesto el mono interior desde casa, sobre todo en días fríos y lluviosos. Te ahorras un desagradable cambio de ropa; solo con quitarte lo que lleves encima y ponerte el mono exterior y las botas ya estas listo. Sobre estos temas hay una gran variedad de costumbres. Por ejemplo, la gente del AER siempre va hasta la boca de la cueva con cómoda ropa de monte y luego se cambia allí.  Por el contrario hay muchos espeleólogos que se ponen encima todo, incluso el equipo vertical, lo cual puede ser un gran tormento en la mayoría de las aproximaciones medianas o largas.
                Del coche a la entrada de la mina, a esa entrada, hay cinco minutos. En cuanto llegamos a la boca, sorteando un amplio charco fangoso, me di cuenta de que me recordaba algo bien conocido por mí: El Soplao. Y poco después de entrar la familiar sensación de andar por la mina del Soplao se instalaba para no abandonarnos hasta la llegada a las galerías naturales. Las viejas instalaciones de raíles y vagonetas tienen un aspecto ligeramente más nuevo que las del Soplao. Encontré los raíles, e incluso las traviesas, bastante bien conservados. Había vagonetas de varios tipos y en un rincón vimos unas catas -cilindros de roca largos extraídos limpiamente para estudiarlos-. Curiosamente el conjunto de galerías mineras y sus varias desviaciones me pareció más rico que la  de la mina del Soplao. También encontré, así de primeras, algo liosa la ruta; pero me imagino que en un par de recorridos más esta sensación desaparecería. Además Moisés fue extremadamente deprisa en toda esta zona, quizás porque deseaba llegar a las galerías de la Luna Llena o quizás porque le aburre. De cualquier forma yo iba con la lengua fuera y me costaba trabajo memorizar la zona.
                Desde las galerías mineras tuvimos que tomar una bajada con escaleras de roca y un tramo metálico poco fiable para desembocar en la galería principal de Udías que seguimos, a la izquierda,  hacia el noreste rumbo a Novales. Se llega a un punto en que hay un depósito de agua a la izquierda; Moisés demoro el ponerse todo el equipo hasta la llegada a este punto. Desde aquí nos metimos una veintena de metros por una estrecha y alta galería, perpendicular  a la principal, hasta una incómoda gatera a mano izquierda llena de barro arcilloso muy pegajoso. A partir de aquí estuvimos pringados por completo. El  pozo ascendente que continua la gatera también tenía barro en las paredes. En realidad el pozo tiene dos sectores de unos 20 metros cada uno unidos por una ventana con una plataforma en la base del segundo sector. La salida por arriba es una zona de plataformas con una pátina de barro resbaladiza y asquerosa. Luego hay que subir un resalte también marcado por el barro. Vamos un desastre barroso en toda regla. A partir de este punto tenemos ya las galerías de la Luna Llena. El barro es, con todas, el principal responsable de la decoración de esta primera parte.
En la cabecera de los pozos sacamos el equipo de topo: medidor de distancias láser, brújula-clinómetro y material para apuntar los datos. Moisés con la brújula, Rafa con el medidor láser y yo apuntando.  El medidor láser es particularmente preciso. Emite un pulso de color rojo que se refleja en cualquier superficie y la medida se hace por el tiempo de ida y vuelta del pulso. La galería que continua  zizagea en ángulos hasta encontrar un importante desfonde que se pasa en oposición asegurado por un largo pasamanos. Los movimientos requieren esfuerzo en algunos puntos. Me siento algo decaído por una gripe en ciernes. No lejos del pasamanos abandonamos esta galería, que ya está topografiada,  y nos metemos a la izquierda por un importante ramal. El proyecto es topografiar la parte final de este ramal.  A esta galería se puede acceder por varios conductos. Nosotros tomamos un corto laminador arenoso que no tiene dificultades y que nos ahorra desfondes y similares.
La galería se convierte en un cómodo conducto arenoso con algunos desfondes  y resaltes. Al cabo de poco llegamos a una galería lateral sin explorar y nos metemos por ella. Empiezan a proliferar  excéntricas con una textura fibrosa que adoptan formas caprichosas en que abundan espirales y helicoides.  El tamaño de las excéntricas y su abundancia es más que notable. Casi explosivo. Creo que no he visto nada parecido en este tipo de excéntricas. Al principio empezamos a hablar de mirabilita pero cuando llego a casa y miro por Internet algo sobre la mirabilita descubro que es imposible que lo sea. La mirabilita no posee esa textura, es sulfato de sodio hidratado con 10 moléculas de agua y es muy inestable; si no existe una humedad muy alta se descompone en un polvo blanco al cabo de un rato. Y las galerías de las excéntricas, que forman un laberinto, son muy secas. Buscando algo más en Internet caigo sobre una imagen calcada de lo que he visto. Son gypsum flowers, es decir flores de yeso. Me maravillo de las estructuras tan hermosas que puede formar el yeso.
Al cabo de un rato nos encontramos en un desfonde donde finalizamos de topografiar la galería. Sin equipamiento no es posible atravesar este desfonde. Volvemos hasta un lugar cómodo para comer. Durante la comida decidimos volver ya hacia la salida. Y al volver Moisés, que anda muy excitado por la exploración de todos los ramales, se nos despista durante una rato. Nos volvemos a juntar  para ir mirando algunos ramales aún. Un par de veces hay que esperar pues Edu se ha dejado la saca en algún sitio. De bajada topografiamos el pozo y la conexión. Al volver por la mina hay una zona donde se embalsa agua muy limpia en la que se puede lavar el equipo. Dejo a todos en esa tarea y salgo al exterior para poder descansar un rato y hacer algunas llamadas. Concluyo,  como muchas otras veces, que para llegar a algunas maravillas hay que arrastrarse por el barro. Como la vida misma.

12/3/06

Azares (12/3/2006) Gándara


Tras el éxito de la incursión a la Cueva del Cobre en otoño pasado con mis antiguos compañeros de la SEII de Madrid, Félix se animo a organizar otra excursión espeleológica. Le gusto lo que le hablé de la Red del Gándara. Con las dificultades de organizar a 10 personas -FelixI, FelixII, Zaca, Chicha, Antonio, Miguel, Micky, Ángel, Ángel Benito, Perico- se quedo el fin de semana del 10 al 12 de Marzo del 2006. El viernes por la tarde estuve esperando que Félix me llamase hasta que a las 9 le llamé yo. Se le había olvidado mi número en la oficina y de los dos coches que venían uno estaba en Burgos y el otro pasado Villarcayo. Rápidamente terminé de preparar todo y tome la carretera a La Gándara por Ramales y Soba. Había empezado a llover fuerte y con viento.
Cuando llegué ya estaba allí el coche de Zaca que había venido con tres compañeros más conduciendo él todo el camino. Se quejo amargamente de haber tenido que currárselo todo sin poder emborracharse ni ná. Mientras les ponía al tanto de novedades espeleológicas en Asón y en Cantabría aparecieron el resto de compañeros. Félix  venía conduciendo el otro coche. En total éramos, incluyéndome, 10 personas. Además al día siguiente aparecio a las 9 de la mañana Miguel, un médico al que le gustan las aventuras que vive en Balmaseda. Entre Felix, Chicha y Zaca fui sometido a un interrogatorio de información espeleológica y de detalles sobre la cueva.“El albergue El Carrascal  tiene una buena cocina, una amplio  sala, una sala de estar o comedor  y, como añadido, una suite nupcial -con jacuzzi incluido- que debe hacer furor en Soba”. Durante la noche mis sueños fueron amenizados por los silbidos del huracán exterior aderezados por tres tipos de ronquidos diferentes. A pesar de todo conseguí dormir placidamente a intervalos y me levante de buen humor.
Nada más asomar la nariz nos dimos cuenta de que llegar a la cueva, aunque esté a cinco minutos del coche, no iba a ser fácil. Algunos paisanos acostumbrados a ver llover en la Cornisa Cantábrica comenzaron a pensar que se avecinaba el Diluvio Universal. Jamás habían visto tanta agua salir por todas las surgencias del valle. La cascada del Asón se asemejaba a las cataratas de Niágara. Miguel fue a comprar sin éxito, debido -quizás- a que la tienda no estaba abierta por la pereza de las dependientas en un día así, bolsas de basura grandes para improvisar impermeables. Además habían algunos paraguas que funcionaban a intervalos cuando el viento lo permitía. Félix de la Llave opto directamente por no meterse en la cueva. 
Los preparativos, tediosos y pesados, se complicaron. Cada uno se busco un rincón por la casa para extender sus cosas. El problema principal fue ajustar los arneses y recordar como se colocaba cada aparato. Los carbureros, apagados quizás durante años, también requirieron la atención de un niño malcriado. Pronto se vio que el carburo escaseaba. Me dedique a recorrer los pequeños tumultos originados por cada espeleologo.  Chicha se acababa de comprar un nuevo croll que me mostró con satisfacción. Al viejo le quedaba 1mm. para cascar por el orificio inferior.  Félix se jacto de unos guantes de fregadero agujereados que, según el, eran buenísimos y que le habían durado años y años(¿?). Creo que a las once nos fuimos en dos coches, el de Miguel el médico y el de Zaca, a aparcar en el cruce del Puerto de la Sía. Como no tenía impermeable me puse una bolsa de basura agujereada para la ocasión.
Durante el ascenso el diluvio se convirtió en una lluvia normal que nos permitió respirar un poco. En cuanto llegué al agujero me metí pa dentro dejando mi bolsa de basura y un paraguas prestao por Miguel. Los demás hicieron lo mismo y nos pusimos a colocarnos los arneses para el pasamanos inminente. Caían chorros y goteos por doquier (en sitios que todas las demás veces he visto secos) dificultando encontrar un sitio cómodo en el que sentarse. Deje que los más ansiosos se alejaran hacia delante buscando el camino. Me preguntaban de vez en cuando para seguir adelantando. Pero yo tenía que velar por los que iban más despacio y controlar de vez en cuando el total. Empecé a sentir el placer de no correr y de poder observar las galerías iluminadas desde múltiples puntos como no las había visto antes.  No me podía creer las nuevas vistas que iba descubriendo. Y mis compañeros tampoco se podían creer lo magnífica que es la Red del Gándara. Además nunca había visto tanta agua caer por todos lados. Pero lo mejor estaba por llegar. 


La galería zigzageante nos hizo sudar a casi todos pero como ya la conocía dosifique el esfuerzo. “Perico ha conseguido adelgazar 15 kilos últimamente lo que es un logro impresionante”. Hicimos una parada a la salida de la zona en que se debe ir agachado. “A partir de este punto se puede transitar erguido aunque las continuas subidas y bajadas también se notan.” Poco a poco fuimos llegando al pozola gatera de acceso. No pensé que esa gatera fuera a dar problemas a nadie ya que he visto pasar a individuos grandes y corpulentos. Pero los dio. Zaca, que fue el segundo en meterse tras de mi, intento pasar dos veces y no lo consiguió. Decidió salir y no intentarlo más veces. FelixI, Miguel, Micky, Antonio, Chicha y Ángel Benito pasaron la gatera pero Perico y Ángel ni la intentaron. Decidieron salirse con Zaca. Me aseguraron que no tendrían problemas de pérdidas. Enseguida llegamos al pozo y de aquí a la Sala de la Cascada en un momento. y a
La cascada rugía y se había multiplicado, apareciendo nuevas cascadas por varios sitios a la izquierda de la bajada. Estuve echando un vistazo por la zona de la izquierda para ver si encontraba continuación por algún lado que no hubiera visto anteriormente pero no encontré nada. “Me intriga al mirar la topografía esquemática la cantidad de galerías que aparecen por esa zona. Quizás estén en niveles diferentes”.segunda cascada. Las excéntricas siguen, milagrosamente, todas en su sitio. De todas formas me puse en la zona de acceso avisando a todos los del grupo para que no tropezasen con ninguna. Estuvimos muy poco tiempo allí. La corriente mezclada con niebla y gotitas nos empapaba. Y nos fuimos rumbo al vivac de los franceses y a la
Al poco de andar por la galería fósil que va hacia el vivac Antonio dijo que tenía hambre, que estaba cansado y que lo mejor era volver (se había dejado fuera un medicamento que tenía que tomar como a las 8 de la tarde). El resto del grupo querían proseguir salvo Micky que se mostraba indeciso. Les expliqué que faltaban de 15 a 30 minutos para el vivac y otros quince o veinte para la segunda cascada. Comimos y después de una valoración Antonio y Micky decidieron continuar con el resto. Al cabo de quince minutos -menos- estábamos en el vivac. Antonio se alegro de haber continuado al darse cuenta de que en realidad era poco lo que faltaba. Estuvimos unos minutos actualizando los equipos y en seguida subimos el resalte de cinco metros que nos llevo a uno de los meandros más bonitos que conozco. Mientras iba andando empecé a escuchar un sonido grave, una especie de vibración. Tenía que ser la cascada pero aún faltaban 200 metros por la retorcida galería. Cierto que fue aumentando el volumen de la vibración y cuando estábamos llegando a la ventana del pozo me recordó la turbina de una central hidroeléctrica en pleno rendimiento. No había manera de ver nada por la cantidad de niebla y agua pulverizada y en segundos teníamos los monos empapados. Hablar, a gritos. Estuvimos poco tiempo allí y comenzamos el regreso.
Volvimos a parar en el vivac para atender a los sistemas de iluminación y, con ritmo, enfilamos hacia la galería fósil. A mitad de ésta, debido a la escasa iluminación que llevaba, Ángel Benito resbaló y se metió un gran batacazo. Un corte en un dedo y un golpe en las lumbares. Al principio no podía moverse pero se recupero y, con dolor continuo, siguió andando aunque algo más despacio. Miguel, que es médico, le recomendó que no parase, que siguiera poco a poco. Cerca de la Sala de la Cascada me di cuenta de que había luces de otro grupo. En el ascenso de la Sala de la Cascada hay unas rampas con pasamanos y allí alcanzamos a los del otro grupo que resulto ser toda la gente del cursillo de este año: César , Moisés, Pepe, Susana y todos los cursillistas. En total 14 personas que sumadas a las 7 que formaban nuestro grupo iban a hacer el ascenso del pozo muy lento. Cuando les contamos lo del golpe de Ángel Benito nos dejaron pasar a él y a mi para que no se perdiera en la vuelta. Fue, mirándolo por el lado positivo, una suerte que pudiéramos salir los primeros saltándonos la espera del otro grupo entero.


Después del pozo, en donde nos cayeron un montón de piedras pequeñas que nos dieron en el casco, continuamos con calma y tranquilidad, pero sin parar, hacia el exterior. Creo que a las nueve estábamos fuera. Había luna y nubes que la ocultaban y se abrían a veces. Tuvimos la suerte de que Zaca se acercase con su furgoneta para ver si había salido alguien. Nada más llegar al albergue nos dimos una gran cena. Calculé que unas tres horas de espera, más o menos, iban a ser necesarias; y así fue pues FélixI, que fue el primero en aparecer, creo que lo hizo como a las doce y media o una. En general llegaron bastante cansados. Yo había cenado tanto que apenas pude dormir dando vueltas en la cama. Además el número de ronquidos diferentes aumento esa segunda noche.
A la mañana siguiente aunque llovía no era un diluvio. Desayuné y charlando un poco de todo nos despedimos. FelixI me prometió venir en Junio para ayudarme a localizar la Sima de las Falsas Esperanzas“Esta sima se encuentra en Peñas Rocías cerca de La Mole y me parece que la gente del AER no la ha mirado ya que no recuerdo que la hallan nombrado en ningún informe (lo mismo me equivoco). Para la campaña de verano...”. Quedamos en repetir salida espeleológica sin esperar mucho tiempo. De todas las cuevas de las que hablamos la que más sonó fue la travesía Rubicera-Mortero. “Esperemos que no ocurran tantos azares como en esta...” que, según él, debería ser revisada con atención.

5/3/06

Fortuna (5/3/2006) Luna Llena

El  sábado 4/03/06 me acerqué con Marisa a la cantera de Escobedo donde estaban iniciando sus prácticas de vertical los aprendices del cursillo de espeleo. Soplo surada todo el sábado y al cabo de un rato de llegar a Escobedo la amenaza de lluvia se convirtió en realidad. Llovió un corto aguacero que hizo recoger todos los tinglados e instalaciones con rapidez: al poco nos reunimos en un bar cercano. Allí tratamos de organizar la salida del domingo a la Torca de la Luna Llena. César tuvo que posponer su decisión, acerca de ir a la torca, preocupado por el frente frío que se avecinaba. Moisés quería entrar muy temprano a la torca para salir pronto. A finales de la tarde Cesar nos mando un mensaje para decirnos que se iba a Madrid de inmediato. Yo quede con Moisés, Susana y el Cura en Monpía a las 8. De hecho para Moisés era una hora tardía.
La mañana del domingo se presento desapacible, muy fría y con nevadas locales por debajo de 400 metros. La temperatura rondaba los 5ºC. Recogí al Cura en Eroski y nos reunimos todos en Monpía. Nos fuimos en dos coches en previsión de que el Cura y yo nos quedásemos hasta más tarde explorando o topografiando en la cueva. En el aparcamiento nos cayo un aguacero con algo de granizo que nos obligo a refugiarnos en los coches durante unos minutos. Me desanimé. Seguramente fue el hecho de que siempre que he ido a la torca de la Luna Llena ha sido con frío, lluvia, nieve o similares. Pero gracias al ánimo -o locura- de los demás compañeros me deje arrastrar de nuevo hacia la torca.
Me puse sobre el mono interior dos forros polares y lleve el paraguas. Todos llevábamos paraguas. Andando tranquilos en una media hora a tres cuartos estábamos en la boca. Me sorprendió gratamente el aire relativamente caliente que salía. Terminando de prepararnos dejamos la ropa de abrigo en una saca colgada de un pasamanos y me metí para abajo. El Cura sería el segundo seguido de Moisés para supervisarle y de Susana para cerrar el grupo. “Los pasamanos que se instalaron hace poco evitan la rampa de entrada donde están las piedras sueltas. Así se puede entrar uno detrás de otro, en serie, sin problemas”. Al llegar a la plataforma del primer pozo recogí una cuerda de color fosforito de unos 40 mts. la metí en la saca y seguí para abajo. “Los desviadores y péndulos evitan las piedras, los goteos, los chorrillos y hacen muy amena la bajada. Se disfruta de los aéreos pozos”. Deje de oir las voces de mis compañeros. Al cabo de unos minutos llegue a la gatera sopladora. Trincada en largo deje deslizarse la saca por delante y me metí con los pies primero, boca abajo y con el Dressler sin mosquetón de frenado para agilizar la salida a la cabecera del pocete siguiente. Unos quince metros después alcancé el pozo Graff y poco después la estrechez. Pasé, como siempre, algo justo y el resto de la bajada la realicé sin problemas. Aterrizado en la Sala Triangular me dediqué a iniciar el carburero que durante toda la bajada había llevado guardado en la saca y a comer algunas chucherías.
Al cabo de una hora de espera oyendo los chorrillos de agua llenar un bidón de plástico escuché voces procedentes del pozo Graff. Media hora después Moisés, ya cerca de la Sala Triangular, me anunció a gritos que el Cura no había podido pasar la estrechez.  Me sugirió que le pasara las llaves del coche y que se subiera el solo. Pero pensándolo bien no me pareció buena idea dejar a alguien subir casi toda la torca solo y andar por las pistas despistantes hasta el coche. Así que con cierta pena inicie el ascenso nada más llegar Susanna a la Sala Triangular.
El Cura había intentado dos veces pasar la estrechez y no lo había conseguido. En el segundo intento consiguió pasar el culo y las caderas pero se quedo atrapado por el pecho. Quizás expirando todo el aire hubiera pasado pero la situación vertical y el pensamiento de que luego tendría que subir por el mismo sitio le disuadió de hacerlo.         
La subida se hizo amena y tranquila. “Los fraccionamientos y las limpias remontadas posibilitan el ir cerca de y poder hablar con los compañeros”. Al poco rato salíamos al fresco. Como llovía, aunque de forma ligera, nos dejamos todo el equipo puesto para que se fuera lavando. A base de divertidas charlas pudimos llegar a los coches en un momento. Solo nos interrumpió un cazador que había soltado a sus perros para que se entrenasen persiguiendo jabalíes. Como contrapartida de mi desilusión el Cura me invito a una comida en un bar cercano de nombre “La Gándara”. El ambiente, el calorcito y la comida eran acogedores. Cuando ya llevábamos un rato de sobremesa sonó el móvil. Moisés me comunico que habían conectado con la cueva de Udías y que habían salido por la mina de Udías. Al poco se presentaron resplandecientes, contentos a reventar y con manchas de barro por la cara Moisés y Susanna. Moisés nos contó sin aliento que al final de la galería explorada en la incursión anterior el desfonde que habían vislumbrado, de unos 40 metros, les condujo a un rellano casi acabada la cuerda en donde, después de mirar por varias continuaciones posibles pero difíciles, en el último momento se fijó en una apertura. En unos metros esta apertura les llevo a una descarburada. Y de inmediato se dio cuenta de que se trataba de una zona conocida por él de la cueva de Udías. En una hora, más o menos, estaban fuera. Al poco, con las llamadas de Moisés, lo sabían César, Juan, Vanesa y Julio. Vanesa y Julio se presentaron en el bar al cabo de unos minutos. Moisés siguió con su sonrisa y con sus manchas de barro en la cara como las señales de su total satisfacción y Susana fue a lavarse. Delicioso. 
Esta claro que comienza una nueva etapa en las exploraciones de la torca de la Luna Llena. Ya no habrá necesidad de entrar por la torca. A Susanna le pareció que la anterior etapa era más divertida que la cómoda y nueva.      

4/2/06

Acopio (4/2/2006) Sistema de Oreña

El  viernes 3/02/06 fui a la sede del club en el Polideportivo de la Universidad, no con muchas ganas, a estrenar al nuevo encargado del material: Moisés. Para sorpresa de todos el material estaba ordenado y limpio en las estanterías, el bote en los armarios y las cuerdas todas resplandecientes. Incluso había un nuevo armario con todos los equipos personales de ascenso. Como queríamos salir el sábado relativamente pronto de la cueva decidimos realizar una breve incursión al Sistema de Oreña para recoger cuerdas, mosquetones y chapas de zonas que no se están trabajando. En concreto de Gaterópolis solo quedaba cerrar el tema del Pozo Alucinante


El sábado 4/02/2006 nos encontramos en Monpía a las 10 y pasamos todos los trastos al coche de Julio. Desde hace varios días el cielo esta oculto y la bruma gris se confunde con las nubes dando a todo un tono totalmente grisáceo. Nos cambiamos de indumentaria en el prado junto a la ermita de San Roque. Las tejabanas están llenas de porquerías abandonadas por algunos de los que vienen a disfrutar de este lugar. Me asquea pensar que todavía no halla calado el mensaje de conservar el medio ambiente. Vengo con el mono interior ya puesto lo que me da una ventaja evidente sobre los demás que con 5ºC ambientales tienen que despelotarse aquí en medio. El acercamiento transcurre feliz salvo por algunos grandes charcos de barro que tenemos que vadear y por los enormes tojos y zarzas que han invadido parcialmente los senderos.
La entrada de la Torca del Hielo esta en una jungla de lianas y zarzas. Las cuerdas que penetran el primer pozo tienen una capa de líquenes y organismos vegetales que les da un aspecto de solera. En cuanto bajo me voy hacia una diaclasa que siempre me ha intrigado y que nunca hemos pasado. Es muy estrecha pero a unos cuatro o cinco metros permite pasar en oposición empotrado. Las paredes son lisas. Lo que me preocupa es la vuelta ya que parece irse haciendo más lisa a medida que avanzas. Me retiro pensando que es mejor poner un spit y una cuerda para facilitar la vuelta. Para mi alivio no parece que los regatillos lleven mucho agua. Me paro a esperar a Julio que pasa detrás de mi la gatera de acceso hacia la galería 2002. La estrecheces no me parecen demasiado estrechas esta vez.


Recorremos todos juntos el tramo que nos lleva hasta la grieta sobre el pasamanos de acceso a Gaterópolis y bajamos. Hago todas las fotos que puedo. Moisés se impacienta con lo de las fotos. Sobre todo en las estrecheces. Comenzamos a analizar lo que vamos a recoger. Al menos hay que dejar el pasamanos instalado. De este punto sacaremos dos cuerdas de 40/50 metros y algunos trozos pequeños. El pasamanos se prolonga por una zona fácil que puede desinstalarse. Unos metros más allá alcanzamos la entrada a Gaterópolis. Se trata de una estrecha y uniforme gatera que permite el paso sin dificultad aunque sus casi veinte metros y el hecho de no verse la salida hacen que te lo pienses la primera vez. Aquí nos quitamos todo, incluido el casco, y dejamos todo lo que hemos traído salvo un equipo vertical que utilizara Moisés para explorar el contrapozo del pozo Alucinante. Para pasar la gatera me pongo mi linterna Tika. Empujando delante de mi llevo el casco y la cámara digital en su interior. 



   Moisés pasa la gatera el primero y con una cuerda tira de su equipo vertical. Cuando hemos pasado todos, Moisés se da cuenta de que ha olvidado parte del equipo vertical al otro lado de la gatera y le sugiere a Susanna que pase, ida y vuelta, a por lo que le falta. Susanna, diligente, no tarda casi nada y podemos proseguir con la sucesión de gateras variadas. Finalmente llegamos a la antesala del pozo Alucinante donde aún se encuentra la pala alpina que utilicé para desobstruir algunas gateras. Moisés se mete el primero en la gatera de los Menhires seguido de Susanna. Como ella quiere salir al otro lado, empujada por mi que también quiero salir, se monta una pequeña bronca puesto que al otro lado el terreno permite pocos movimientos. Finalmente Moisés comienza la bajada y los demás nos quedamos en una salita enlatados entre el techo y el desfonde. Aún así apagamos las luces y podemos dormitar un rato.



   Moisés recoge la cuerda del pozo Alucinante y las instala en la grieta que da al contrapozo. Baja sin dificultades y explora su base, que es muy similar a la del pozo Alucinante. De subida estudia las dos galerías colgadas. La de enfrente colmata, casi de inmediato, con arenas y gravas y la de la derecha esta obstruida por un caos de bloques, aunque no se cierran del todo las posibilidades. En vista de las perspectivas decidimos recoger todo y sacarlo. La vuelta hasta la gatera se hace bien y de nuevo jalamos en la gatera de la saca del material recogido con la ayuda de una cuerda. Mientras Moisés se queda el último, desinstalando, los demás utilizamos el pasamanos y subimos la estrechez. No se me da mal pero resulta difícil el ascenso. Llevo la saca colgando pero lo mejor es pasarla en ascensor. Susanna y Julio tienen que negociar la estrechez y a Moisés se le da bastante bien. De cualquier forma César tenía razón: es un poco estrecha y habría que desobstruir un poco más. Pero me parece que, ya, no merece la pena.
Cuando empezamos a recoger las cuerdas nos damos cuenta de que se enganchan en algún sitio. Me toca bajar a mi por la ruta normal del pozo de la Castaña para arreglar la situación. Para no tener que volver hasta este punto, Julio y yo llenamos dos sacas y nos movemos hacia la confluencia. Desde allí me acerco a la instalación del pozo de la Castaña y bajo. Una de las cuerdas esta sencillamente enganchada con los salientes de la base del pozo. La otra pasa por un desviador que no deja pasar el nudo final. Subo por la libre penduleo hasta el desviador, lo suelto y vuelvo a bajar. Moisés recoge las cuerdas sin problemas. Jumareo hasta la cabecera del aéreo pozo y me reúno con Julio.



    De vuelta, apenas paramos salvo para tomar aliento antes del paso clave en la gatera. Me siento mas descansado que otras veces que he estado en Gaterópolis. Julio dice que es una cueva durilla. Los últimos dos pozos, hasta la calle, se suben con tranquilidad. Aparezco en una tarde gris. No debe haber despejado en todo el día. Son las seis poco más o menos. El camino de vuelta esta tan lleno de tojos y zarzas como a la venida aunque algo más aplastados. A pesar del frío ambiente nos cambiamos de indumentaria sin notarlo apenas. La cueva nos ha dado energía esta vez. Todos andamos con cuidado para no pisar una mierda de perro con aspecto casi humano que hay al lado del coche. Moisés está ansioso por ver las fotos que he sacado y antes de llegar a Puente de San Miguel ya se ha empapado de imágenes.