2/3/08

Glorias (1/3/2008) Rubicera >>>>>>>>>>>> Mortero de Astrana


Este finde he quedao en el albergue de La Gándara con mis amigos del antiguo SEII que ahora han fundado un grupo fascinante llamado 50 Team. En 50 Team todos tienen más de 50 años -o casi los tienen-. Que un grupo así, con más de 12 miembros, se plantee objetivos espeleológicos no triviales es un avance notable. Y refuta las creencias populares acerca de lo que se puede y no se puede hacer a esas edades. En esta ocasión nuestro objetivo, del que soy promotor, consiste en realizar la clásica travesía Rubicera-Mortero de Astrana. Como una avanzadilla Zaca, Pepe, Hugo, Antonio J. y Miky entran el viernes por la tarde en el Mortero para comprobar el nivel del río y colocar un bote inflable al otro lado del lago. Cuando llego a La Gándara me encuentro paseando por el pueblo a Mariano, Paulino y  Juan. Poco después llegan Félix, Ángel y Chicha procedentes de La Sía. Nos vamos a cenar al restaurante de abajo con ánimo de acumular alimento, como los camellos, para la jornada de mañana. Ya en el albergue me encuentro con Zaca, tuerto del golpe que le ha dado un cabo de cuerda en el ojo derecho, y sus compañeros de vuelta de la inspección del Mortero. Por lo demás no han tenido problemas salvo algún patinazo en el jabonoso suelo. 
Me emociono con los regalos del grupo que me da Zaca. Aunque yo le exigí que me trajese una morena, una rubia y una pelirroja él me trae una chupa de color rojo con el distintivo TEAM y una llave articulada y con carraca de un acero noble. Me quedo fascinado con la llave. Zaca me pide que diga unas palabras pero yo salgo huyendo. Un concierto de ronquidos asesinos hace que coja el portante y me vaya a dormir con el coche bajo los robles de La Gándara. Allí solo escucho cárabos y lechuzas. Al oír los primeros grajos me voy p’al albergue. A las ocho de la mañana todos estamos en pie. Miguel llega desde Balmaseda un poco después. Trae un paquete de croissant rellenos de chocolate. A las nueve y veinte me pongo hecho un energúmeno para poner en movimiento al personal. Es solo una representación teatrera pero hace efecto.
Bajamos hasta la primera curva del puerto en tres coches. Dos se llevaran hasta la salida del Mortero. Vamos a ser 10 espeleólogos: Félix, Pepe, Antonio J., Miky, Chicha, Miguel, Hugo, Paulino, Ángel y yo. Zaca, Juan y Mariano serán conductores. Sopla un aire frío del norte que anima a abrigarse. Pero con la caminata toda la ropa va saliendo de la escena. En las canales bajamos a pelo gracias a la irresponsabilidad generalizada y compartida que nos hace olvidar la cuerda de 30 en el coche. El destrepe es fácil y nadie tiene problemas. Algo antes de las 11 estamos entrando por la boca sur de la Rubicera.
Por si alguien quiere volver a hacer la travesía voy comentando algunos detalles que jalonan el recorrido. En general nadie me presta atención pero de vez en cuando alguien pregunta que cuanto falta para el río o para el pozo o para cualquier otra cosa. Me desespera la misma pregunta cinco o seis veces. Cada poco paramos para hacer recuento y esperar a reagruparse. Sin dificultades pasamos la estrechez entre bloques y avanzamos hasta la Sala de la Teta. Le echamos un vistazo a los pelos de cristal. A esas alturas todos estamos entusiasmados por la travesía. Algunos incluso están muy entusiasmados. Un poco antes de llegar al pozo de 30 nos colocamos los arreos. En el pozo tardamos más de lo previsto por el indecente estado de la cuerda. Se ha deslizado la camisa sobre el alma acumulándose hacia abajo de forma que, por el grosor creciente, la cuerda corre peor según bajas. Calculo que es la cuerda original que pusimos antes del 2000... A un metro del suelo no hay fuerza que te haga bajar. Para liberar la camisa le pegamos un corte a la cuerda a ras del suelo.  Mientras tanto tomamos algo. 
Ya cerca del río cogemos una galería rectilínea que parece trazada con tuneladoras. La bajada al río de la Rubicera inicia una etapa divertida y bonita. Hacemos fotos y frecuentes paradas para recuentos. En la Vía Real vamos un poco más lentos por los resaltes con cuerda que se nos amontonan. Unos minutos después alcanzamos el balcón sobre el pozo de 90 donde se pierde el río de la Rubicera en las profundidades del sistema. Inicio el rosario del pasamanos y me siguen Ángel, Félix, Paulino... Todo va bien hasta que le llega el turno en la comba a Félix. Después de un rato de forcejeo intentando subir a brazo se queda sin fuerzas por no bloquear el croll. Voy a echarle un cabo de cuerda para tirar y ayudarle. Durante este rato se me dispara el coco pensando en un posible rescate si a alguno le da la pájara o en que los parabolts que nos mantienen revienten la roca arenisca de baja calidad en que están puestos. Por fin Félix sale del atolladero pero como efecto colateral varios de los que faltan por pasar se contagian de estrés y andan también con reparos en la comba.  Para adelantar un poco según van llegando continúan hacia el primer pocito de ascenso por una pequeña galería. Cuando llego a la sala del pocito ha subido uno. Para agilizar iremos encadenando todas las subidas y bajadas hasta el Mortero. Me adelanto para indicar un paso clave, el único que tiene pérdida hasta el lago. Mientras tanto instalo una cuerda en un ascenso algo incómodo justo antes de los pozos de descenso. Llego al lago junto con Paulino y Ángel. Poco después aparecen Hugo, Félix y Pepe. Nos ponemos a inflar el complicado bote. La parte de la bañera está pinchada. Para inflarlo se debe pasar por un cursillo especial. Por suerte el afortunado propietario -Hugo- está presente y nos da la primera lección. Las travesías son inauguradas por Félix. Para recuperar el bote le atamos el cabo de un carrete de cordino en la popa. Paulino, Ángel y yo nos vamos por los nuevos pasamanos instalados sobre el lago para evitar medios de transporte acuáticos. 
                Cuando alcanzamos la otra orilla nos encontramos enseguida a Félix luchando con los clásicos pasamanos del Mortero. Mientras son pasapiés de verdad Félix va avanzando despacio pero cuando llega a los que son tirolinas me dice que le fallan las fuerzas. Para ayudarle le hago una pequeña demostración de cómo pasar relajadamente una tirolina. Esto le anima y mal que bien va pasando -a veces con algún tirón de ayuda-  el resto de los pasamanos. Cerca del Cuivo nos encontramos una nube de humo con Hugo sentado placidamente en su interior. Los tres avanzamos juntos hasta la Sala del Caos. Ya se oyen las voces de Paulino, Ángel y Pepe.
                El pozo de salida lo hacemos por las dos vías (rampa y desplome). De los diez que somos hemos salido seis. Nos quedamos esperando dentro del recinto del Mortero. Las cabras y ovejas que están en su interior andan muy inquietas con nosotros. El cielo está cuajado de estrellas y rezuma un frío helador del que nos protegen las paredes del recinto. Ángel no aguanta más frío y decide bajarse a La Gándara a pié. Las llaves del coche clave las lleva Pepe. Los cinco restantes llegamos a los coches –a 6ºC- y nos cambiamos. Para mi asombro Pepe y Félix se beben una cerveza helada. Tras una larga espera Félix se baja en uno de los coches para tener cobertura. Con él bajamos Paulino y yo. Después de comer algo en el albergue, charlando con el resto de compañeros, me subo con Juan en mi coche a recoger los trastos e irme a dormir a mi casa. 
                De subida hacia Astrana me encuentro bajando al coche de Pepe en el que van Chicha, Hugo y Miky. Me cuentan parte de la batalla pero los detalles me los cuenta Miguel a la mañana siguiente. Tras el paso del lago tuvieron un problema con el bote: eran incapaces de desinflarlo. No me enteré del todo como consiguieron al final jibarizarlo si a navajazos o con maña. Más tarde Chicha se quedo bloqueado por una mala posición de los mosquetones en una de las tirolinas. Después de varios intentos frustrados de desbloqueo, incluido el que un sufrido espeleologo empujase desde abajo del lago para liberar de peso,  una cuerda pasada por un mosquetón consigue izar un poco a Chicha y así desbloquear todo el tinglado. Miguel me comenta algunos problemas más que surgieron en el paso de las marmitas; pero  finalmente consiguieron resolverlos todos y colocarse en el pozo de salida. Sin embargo la cuerda había desaparecido. En realidad no, solo estaba subido el cabo final hasta una repisa a unos cinco metros de altura. Después de pensarlo Miguel se dio en solo integral los resbaladizos pasos hasta el cabo de la cuerda consiguiendo así liberarse y liberar a los otros tres Miky, Antonio J. y Chicha  de la trampa del Mortero.
Son cerca de las 3 de la mañana del domingo cuando aterrizo en mi casa contento de que todos hayamos salido con bien de la aventura. Duermo como una piedra.  
     

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