22/3/10

Barro (20/3/2010)

   

      Allí en el Polideportivo me volví a encontrar con mis amigos del SCC. Sergio llevaba la voz cantante: tenía varios proyectos de exploración en la cueva-mina de Udías. Lo más interesante de su propuesta era encontrar un conexión entre la zona más remota de las galerías de la Luna Llena y la parte más accesible y cercana a la boca de la mina Sel del Haya. Tenía en la bolsa de trabajo, además, otras posibles conexiones entre la mina y la Cueva de Udías. A mí lo que más ilusión me hacía era proseguir los trabajos en el pasamanos de la Galería de la Rana y los grandes pozos adyacentes. Era trabajo con resultados asegurados. Sin embargo me sume al proyecto de Sergio ya que él es uno de los principales motores de esas exploraciones.

     Marta se sentó a nuestro lado para empaparse del proyecto-fds. Alicia y su niña estaban por allí. Julio, Eva, Miguel, Juan, Pepe, Manu y todos los cursillitas revoloteaban por la zona. Quedamos a las nueve y media del sábado los espeleólogos Sergio, Marta, Manu, Eva, Miguel SCC, yo y el Cura.
     Nos reunimos en Puente de San Miguel y entonces me entere que Eva y Miguel SCC, extrañamente, no venían. Marta llego un poco tarde. Aparcamos a doscientos metros de Sel de la Haya y llamo el Cura para avisarnos que iba tres cuartos de hora retrasado. Mientras tanto Sergio recordó que había olvidado el casco en casa y se fue con Marta a recogerlo El tiempo estaba primaveral, los pájaros cantaban, había florecillas por doquier, en el cielo nubes brillantes y a mi me empezaba a dar igual entrar en la cueva. Casi mejor que no. Me atraía irme a escalar a alguna escuela bucólica. Fuime a dar un paseo soñador pero llegaron en rápida sucesión el Cura y Marta con Sergio. Tarde, pero íbamos a meternos bajo tierra.
     Sergio iba midiendo con el puntero láser la distancia que recorríamos para ubicarnos en el primer trabajillo del día. La primera parada fue para intentar encontrar una galería de cueva que nos condujese al sector sur de la Luna Llena sin tantas bajadas y subidas. Después de hurgar un rato por las galerías mineras alguien dio con una pedrera que descendía hasta el comienzo de una pequeña galería. Sergio se introdujo con cuidado seguido al poco por Marta. Me quede haciendo guardia para que no cayesen piedras. Al cabo de un rato llego el Cura que se metió también para adentro. Más tarde vino Manu a quien no gusto el aspecto del pocete. Como el tiempo pasaba me puse el mono de nylon y me fui detrás de ellos. 

     Al principio el conducto era estrecho y tuve que pasar una gatera. Luego se expandió en un  meandrito con barro en las paredes. En la parte alta aparecieron hermosas formaciones blancas con algunos grupos de pequeñas excéntricas. Esto me estaba excitando. La galería giro bruscamente noventa grados a la derecha y tomo mayores dimensiones, desembocando un poco mas allá en un ensanche con sumideros arenosos, por donde el agua podía continuar su camino. Trepando un poco a la izquierda por una zona con pátina de barro, me encontré a mis compañeros enzarzados con en el paso de una gatera inundada. Me intentaron convencer de que les siguiese pero me salió la vena pragmática: era suficiente con que uno se embarrase, y si merecía la pena seguir ya iríamos los demás.

Volviendo sobre mis pasos me dedique a fotografiar los grupos de formaciones cercanos al techo para lo que tuve que trepar unos metros. Pensé que si la galería no prosperaba casi seguro que no iba a volver a entrar aquí. Intente acercarme al máximo con luz lateral. Al cabo de un rato escuche las voces de Sergio, Marta y el Cura que volvían. Demasiado pronto para haber tenido éxito.
Cuando salimos a las galerías mineras pudimos constatar que nunca había visto tan embarrados a estos compañeros. A Manu le alegraba la elección de esperar tranquilamente a que los demás hurgasen mientras el descansaba envuelto en una nube. Las risas flojas que nos entraron al ver al Cura, Sergio y Marta no tienen precio. Francamente esos momentos absurdos son inolvidables. Es como volver totalmente a una infancia feliz olvidada en lo más recóndito de la memoria.
Comimos allí cerca cuando eran pasadas las dos y media. Y luego querían, Sergio y Manu, ir a la punta de exploración a seguir instalado el pasamanos sobre el Pozo Grande. Pero les disuadimos de ello entre el Cura y yo. Por el contrario nos pareció bien seguir trabajando en los flecos cercanos para ir cerrando temas de trabajo. Sergio y el Cura marcharon hacia abajo para seguir con una escalada e intentar alcanzar desde otro lado de la mina las galerías altas del Rescaño. Manu, yo y Marta teníamos que proseguir rebuscando en los alrededores una conexión con la Galería Sur de la Luna Llena.
En cuanto vi el pasamanos que había que montar vislumbré la posibilidad de puentearlo por abajo andando por otra galería minera. Fuimos dejando hitos por si al volver nos despistábamos con tantas galería similares. En un cambio de nivel pusimos un parabolt y un trozo de cinco metros de cuerda con una funda para evitar roces. Un poco más allá empezó a sonarme el paisaje. La confirmación vino cincuenta metros más alante cuando encontramos una vagoneta abandonada, unas escaleras ascendentes talladas en la roca y una señal reflectante. Aquí es donde habíamos estado por la mañana. A pesar de ello decidimos seguir por la galería minera. Unos cien metros más allá encontramos un gran ensanche de laboreo con un lago. Ascendimos por los laterales a mirar todas las galerías mineras por ver si nos ofrecían alguna conexión con cueva. Después Marta y Manu continuaron por la galería principal mientras yo me quedaba dormitando. Había perdido la fe.
Mucho rato después de haber soñado varios sueños vegetales empecé a inquietarme. Luego oí voces en la lejanía. Eran Manu y Marta que volvían aburridos de caminar por la interminable galería minera. Habían interceptado algunos tramos de galería de cueva, pero nada de conexiones. Volvimos por el camino más corto hasta el punto de cita con nuestros compañeros y mientras esperábamos me dedique a hurgar por los alrededores. Encontré un filón de un mineral rojo, friable que formaba pequeños nódulos rojo oscuro con los cristales dispuestos radialmente. Estuve un rato sacando nódulos del filón con la esperanza de encontrar alguno realmente bueno. Más tarde me dedique a comprobar el estado de los travesaños de roble después de medio siglo dentro de la cueva. La madera rezumaba agua pero había algunos trozos que todavía mostraban cierta resistencia.
     Sergio y el Cura volvieron a la hora prevista, más o menos, y tras una corta parada comenzamos el ascenso hacia la salida. Llovia bastante y había refrescado. Todo lo bonita que había sido la mañana se había transformado en una mierda de tarde. Una verdadera pena. Por suerte pudimos usar las furgonetas para vestirnos de personas y un poco más tarde estábamos en el bar La Gándara saboreando los sucesos del día y proyectando más exploraciones en Udías. A las ocho cada uno tomo su rumbo personal.

1 comentario:

zaca dijo...

Estupendo lugar para pasar a la posteridad,espero que nos fijes en lo intangible de la eternidad, hasta que se valla la luz,claro esta

Un saludo
Zaca