No podía decir que tuviera intenciones serias de practicar espeleología. Pensaba en una bonita escalada para este fds. Pero al fin y al cabo lo importante era hacer algo en familia dado que las circunstancias se habían manifestado claramente como fin de semana familiar. Además curiosamente me pareció que la espeleo interesaba en la familia algo más de lo que yo pensaba. Ananda, Eduardo, Marisa e Irene iban a venir. Invité a Alex pero no le fue posible acompañarnos.
No tuve dudas: la mejor opción era ir a La Hoyuca; cueva buena, bonita y barata. Únicamente pequeñas dificultades. Algunas gateras y varias/os trepadas/destrepes cortos.
A las once de la mañana nos pusimos en marcha. Llovían chaparrones intensos mientras un aire otoñal, fresco, acompañaba el menú. Cuando tuvimos que bajarnos del coche se nos planteo que la lluvia mojaba y nos dimos ánimos unos a otros. Cosas de una familia con algunos miembros tan adaptados al clima de Madrid que han olvidado Cantabria.
Mientras apremiábamos en los preparativos finales un paisano se paro a mirarnos y a hablar. Curioseo lo que pudo y actualizó sus conocimientos, kilometraje incluído, sobre la cueva de La Hoyuca. Abandonamos la escena por la pista que vuelve a Riaño y descendimos al fondo del pequeño polje que da nombre a la cueva.
En el buen sentido de la palabra: la entrada se había transformado. Parte de la mezcla de piedras con barro que la enmarcaban habían cedido y ahora dejaban un cómodo paso mucho más sencillo de transitar. La naturaleza de ese desprendimiento no me quedo clara pero bienvenido sea; quizás la mano de los británicos esté detrás de este hecho.
La escenificación del grupo al entrar fue triunfal. Tuve que contenerme para no morirme de risa con las dificultades que asaltaban a los espeleólogos noveles. Mientras tanto pude hacer fotos de los pasajes iniciales. Justo después de entrar nos reunimos en una pequeña sala, con techo bajo y conchas de caracoles troglobios, que puede considerarse el hall de la red de entrada. Di unas cortas explicaciones de lo que íbamos a hacer y a ver. Me pareció que sirvieron para satisfacer un poco la curiosidad del grupo.
Un poco después Ananda -que me seguía en una zona de poca altura en que hay señales de inundación total- me mostro cierta inquietud. Le expliqué que aunque lloviese mucho una inundación total es lenta y hay zonas fósiles que nunca se verán afectadas. Además esas zonas interconectan de tal manera que podríamos salir de la cueva a pesar de que hubiera zonas inundadas.
La enrevesada red de entrada tiene múltiples galerías paralelas formando dos grupos que se intersecan a 45º. La mayoría de las galerías acaban colapsando antes de alcanzar la galería principal pero hay tres o cuatro caminos que si conectan con ésta. Nosotros fuimos por el más cómodo aunque tiene una corta dificultad muy peculiar.
Tras una galería que se va estrechando progresivamente hasta emparedarte se localiza a la derecha una ventana por la que escapas mediante un retorcido paso. Así se llega a la galería principal. Como era de esperar este paso fue muy resultón para generar jolgorio. Y dejo preocupados a varios componentes del grupo, principalmente Ananda e Irene, por eso de que tendríamos que pasarlo en sentido inverso. Como íbamos a volver por otra ruta diferente hacia la entrada pude tranquilizar a los que más preocupados estaban.
La galería principal es ancha y alta, con suelo arenoso y cómoda de transitar. Tiene una sección rectangular de unos 4x5 metros. Los tramos rectilíneos, que se alargan según avanzamos, se suceden formando, aproximadamente, ángulos de 45º. Ya cerca del Primer Río observamos dos instalaciones que llevan a sendas galerías colgadas a unos cuatro metros de altura. Me huele que las exploraciones continúan en estos sectores cercanos a la entrada.
Por la galería principal el grupo familiar se movió con facilidad y rápidamente llegamos hasta donde el protagonismo lo toma el Primer Río. Poco más allá, aguas abajo, un pequeño embalsamiento requiere un paso divertido. Marisa y yo nos ofrecimos a trasladar a coscaletas sobre las aguas a los que hiciera falta pero no fue necesario al final. Se paso por un lateral con algo de equilibrio y armonía o de un salto. Y así llegamos a la entrada de Quadraphenia.
Un bonita cascada desaguando en un gour gigante nos entretuvo un rato; que si fotos que si trípode, que si no entra... la falta de perspectiva hacía difíciles las fotos y la buena actitud de los colaboradores las hacía más fáciles. No estuvimos mucho tiempo allá pero Ananda sugirió apagar todas las luces... enseguida una corta marcha nos llevo al primer objetivo de la incursión.
La fisura por la que se asciende a ese nivel superior es al final sumamente incómoda. Estrecha, ascendente y con el suelo deslizante. Un bloque soldado hace complicados los últimos movimientos. El primero en emerger fue Ananda seguido por Marisa, Irene y Eduardo. Unas hermosas cortinas -formaciones colgadas del techo- sirvieron de premio al esfuerzo del grupo. Volviendo a la ruta principal y un poco más allá accedimos a una gran sala.
En esta sala, de planta triangular, se puede tomar la cómoda galería que nos conduce a lo más profundo de Quadraphenia. Hay que bordear un par de pozos pequeños y algo más allá un pozo grande cuyo tránsito hace más seguro un pasamanos quitamiedos. En este punto de la cavidad un resbalón puede costarte la vida, pero no deberíamos olvidar que en una calle urbana también te puede pasar. Unos cuarenta metros más allá nos introdujimos a la derecha por una estrecha fisura ascendente que nos colocó en un piso superior.
Ésta es la parte de la visita más interesante. Podríamos decir que bella. Una zona de formaciones masivas precedida de coladas estalagmíticas concéntricas y de estalactitas teñidas de un rojo hematites que seguramente es debido a la presencia de óxidos de hierro. Un conjunto francamente sorprendente y que merece el esfuerzo de llegar. Hicimos alguna bonita foto y disfrutamos de unos momentos tranquilos. Luego volvimos hacia el exterior.
La ruta de salida escogida exigió una trepada por un estrecho y sinuoso meandro y el descenso por la continuación del meandro algo más allá. El paso, un poco delicado y además agobiante por lo estrecho, es un buen exponente de la práctica seria de la espeleología. Sirve de prueba, divertida, para los noveles. A Irene le pareció muy complicado. Poco después salíamos arrastrándonos y patinando por la pendiente arcillosa que se forma en la entrada. No llovía pero amenazaba volver a hacerlo. Irene decía que estaba llena de moratones.
1 comentario:
Una experiencia interesante y divertida según Irene.. dice que quiere volver a otras cuevas de nivel parecido.
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