24/10/10

Vallina (24/10/2010)


             No vamos porque tengamos un deseo,
vamos porque abandonamos muchos deseos.

Había muchos planes buenos y solo un fin de semana para realizarlos. Al final renunciamos a todos los planes y elegimos solamente uno: aquel que más pasión nos generaba. O mejor dicho: aquel que te podía hacer más feliz. Incluso a costa de no sentirse arropado por un numeroso grupo de amigos.
Tenía una cita el domingo 24 a las 9 de la mañana en Arredondo con Miguel. La idea era recorrer el Río Rioja de Vallina, al menos hasta la conexión con Breakthrough Chamber. El plan original de ir al Gándara el sábado había quedado aplazado para otra ocasión en que hubiese más participantes. Además, el fin de semana anterior llovió y para éste daban lluvias también, aunque el sábado había esperanzas de buen tiempo. Concluimos que lo mejor era apostar por el tiempo soleado del sábado y meterse bajo tierra el domingo.
Antes de la hora prevista ya estábamos en la curva de la pista que sube a Vallina. Sin embargo yo estaba tan cansado, a consecuencia de las escaladas del día anterior, que si Miguel me hubiera sugerido dedicar la mañana a confraternizar con los amigos, tomando cervezas con aperitivos, seguramente me hubiera dejado convencer sin esfuerzo alguno por su parte. También él venía tocado por la  falta de sueño y el trabajo que daba la marabunta hospedada y/o de visita en su casa. Y no precisamente todas las historias eran felices. Pero ambos lo teníamos claro: íbamos para adentro.
El amanecer hacia el este del valle fue fastuoso y de hecho se convirtió en la única foto que realicé en todo el día aunque arrastré la cámara y el trípode durante toda la incursión. Sin embargo cogimos un ritmo de avance incompatible con hacer fotos. A las 10h 30m nos encontrábamos ya en la Galería de la Zorra (Sorra según los catalanes; pero a mi me gusta más Zorra). Poco después montábamos sin problemas el primer pozo de acceso al Rioja (menos de 10 metros) El segundo pozo iba a ser harina de otro costal.
Miguel traía una cuerda que inicialmente era de 50 metros a la que se le había cortado un par de trozos pequeños en Cuvías. Calculaba que quedarían al menos 40 metros. Pero, aunque  el pozo esta marcado en el plano de 31 metros, la cabecera esta lejos de la vertical del pozo habiéndose de montar un pasamanos y un corto destrepe que suman más de diez metros de cuerda. Todo iba a pedir de boca hasta que lance la cuerda al aéreo pozo desde el último reborde: no oí el latigazo que da la cuerda al impactar contra el suelo. Esto me dio mala espina pero como los focos no resolvían nuestra duda decidí bajar a comprobar. Cuando llevaba unos 15 metros descendiendo en aéreo pude ver con desagrado como el cabo de la cuerda oscilaba libremente en el vacío bastantes metros más abajo. Me costo poco subir y enseguida pensamos como resolver el problema. Para el pasamanos y el resalte usaríamos un cordino de kevlar de unos 10 metros cedido gentilmente por los bomberos a Miguel y desde el reborde final usaríamos la cuerda de 40. Pesadamente acabamos el montaje y me dispuse a lanzar la cuerda. Sorprendentemente tampoco se escucho el latigazo. Con buen ánimo se ofreció Miguel a bajar esta vez y, pese a todo, la cuerda llegaba al fondo y aun sobraban varios metros. Estábamos en un afluente del Río Rioja a menos de 100 metros de éste.
Peter Smith me había dicho que ellos en verano no utilizaban neopreno en Río Rioja. Avancé un poco aguas abajo y comprobé que al menos cubría por la cintura. No tuvimos dudas: justo a la salida del afluente el suelo de la galería tenía áreas secas suficientes para cambiarse de indumentaria. Dejamos allí todo salvo la comida, el material de seguridad y los planos.
El avance por el Rioja es hermoso. Grandes bañeras de aguas transparentes , paredes pulidas y formas caprichosas talladas por el agua nos acompañaron un buen tramo hacia el este. Sin novedad alcanzamos Where the Rioja goes y enseguida un ligero cambio de rumbo hacia el E-NE nos confirmo la posición sobre el plano. Poco más allá de un ensanche caótico el río se encañona durante un tramo que súbitamente muere en un sifón. Incrédulos, pudimos deducir que la continuación era por una difícil trepada a la izquierda. Ayudado de Miguel escale la resbalosa rampa mediante pequeñas presas. Arriba encontré una cuerda de cáñamo enrollada para facilitar el paso. Asimismo al final de este bypass otra cuerda facilitaba el descenso de nuevo al cauce.  De aquí a la zona de conexión con Vallina II avanzamos unos 100 metros. Una rollo de hilo guía en un lateral de la sala nos indico cambios inminentes.
El caos de bloques al final de la salita daba paso a un sifón. Unos plomos de buceo abandonados definían el carácter acuático de la continuación. Hacia arriba seguimos un pequeño aporte hasta dar con una zona de grandes salas por encima de nivel del río. Ensayamos cuatro caminos diferente que nos llevaron a diferentes tipos de ratoneras. A pesar de todo nos confundían los hitos y la abundante huella hacia algunas de éstas ratoneras. Desconcertados retornamos al río.
Justo donde estaba el rollo de cuerda percibimos un soplo de aire. Trepando un poco entre los bloques accedimos a una sala  con una ramificación hacia un afluente por el norte. Estábamos en el buen camino pero el afluente se sifonaba  hacia el norte. la continuación estaba de nuevo por  una trepada entre bloques por la que accedimos a una sala arenosa. La ruta continuaba por un laminador y una gatera infernal que soplaba con fuerza. A primera vista me pareció casi imposible pasar la gatera, pero solo fue un error de perspectiva. La gatera se dejaba trabajar. Accedimos al afluente en una sala. La sala, marcada por hitos, conducía hacia el lecho del río y por éste Miguel llego a una amplia sala. Nos dimos por satisfechos y optamos por volver a comer al Rioja.
Claramente teníamos más ánimos después del refrigerio y tardamos poco en alcanzar el afluente de los pozos. Allí nos despojamos de los neoprenos y vestidos de espeleos normales iniciamos el ascenso. Una vez recogido todo el material de los pozos comprobamos consternados que las sacas pesaban más que a la venida debido al agua absorbida por todos los trastos. Tuvimos que medir los movimientos para transigir con el cansancio acumulado. Sin embargo una nueva energía se nos había añadido: Vallina nos había abierto un nuevo mundo subterráneo que conocer. Así, a pesar del cansancio, llevábamos un humor excelente y el camino se nos hizo corto. Algún paso que otro se puso borde pero salimos en poco tiempo.
       Las galerías cercanas a la entrada estaban chorreando y tenían pequeños arroyos. Fuera llovía con intensidad. Mientras subíamos la empinada cuesta los monos se limpiaron un poco. Como a las 6 estábamos en los coches. Habíamos hecho una incursión notable. Y, lo que es más importante, nuevos sueños espeleológicos nos acompañaban en nuestra vida cotidiana dándonos una energía renovada.

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