20/11/10

Esperanza (20/11/2010)

La esperanza de que hiciese buen tiempo alimento mi falta de decisión a lo largo de la semana. Cada día mire tres veces por lo menos las diferentes previsiones meteorológicas. Y aunque la previsión era mala, malísima, la indecisión se prolongo hasta el viernes por la noche. Incluso el sábado, al ver muchos claros al amanecer y hambriento de días hermosos para estar sobre tierra, dude de hacer espeleo. Parecía que un genio maligno estaba haciendo coincidir con los fines de semana los periodos de peor tiempo, aunque si somos crédulos creeremos que solo se trataba de probabilidad: si los días buenos son escasos y se reparten al azar tienen menos probabilidad de caer en fin de semana.
El sábado a las diez menos cuarto me presente en Arredondo para encontrarme con Pepe, Hugo, Miguel, Antonio J. y Zaca de Espeleo50. Mientras esperaba acompañe un rato a Erik y sus amigos, algunos cubanos, quienes venían con la intención de visitar Coventosa e instalar una ruta alternativa a La Playa. Desayune, aun más, en la autocaravana de Pepe acompañando al resto del personal que tragaba a discreción. Miguel fue al bar con un recipiente para traer unos cafés. Al cabo de un buen rato empecé a desesperarme: no parecía que fuésemos a arrancar. Como a las once subimos hacia la curva de Vallina con la autocaravana y mi coche.
Durante el gran desayuno habíamos estado mareando la perdiz de qué hacer en Vallina: la pequeña travesía entre bocas -defendida por Antonio J. - o una incursión a la zona profunda de Vallina para llegar, al menos, al Río Blanco. La casualidad de que un grupo numeroso ya estuviera preparado para empezar la travesía nos hizo decantarnos por la segunda opción.
Para que pudiéramos aparcar en la curva los del otro grupo tuvieron que mover sus coches. Se quedaron flipados cuando se enteraron de que la mayoría éramos de Espeleo50.  Entre unas cosas y otras conseguimos entrar en la cueva como a la doce de la mañana. Una cuerda de 33, una de 20, otra de 10, mosquetones, maillones, cintas, chapas y algunas ganas. La cueva se mostró bien acogedora y no tuve que hacer más propaganda de ella pues en unos momentos ya había conseguido seducir a todo el grupo. Existía el peligro de que se quedasen colgados de su belleza pero a mí eso me importaba un rábano: que cada cual resolviese su problema.
        La mayor parte de la aproximación hacia la conexión con el Río Rioja es un agradable paseo. Algunas galerías un poco incómodas en la zona más cercana a la entrada y una corta zona de meandro -con algunos pasos estrechos y destrepes- son las únicas dificultades dignas de mención. La bajada al Rioja la instalamos entre Hugo y yo y en poco tiempo estábamos todos en la base del Double Dutch Pitch. El agua pulverizada formaba pequeñas gotitas que impregnaban el ambiente. Cada uno se busco su rincón para ponerse el traje de neopreno y allí se quedo todo el material salvo la comida y la iluminación de repuesto.
El caudal del Rioja, sin ser excesivo, estaba claramente crecido respecto a nuestra última incursión. Nos costo muy poco tiempo colocarnos en la punta que habíamos alcanzado aquella vez. Mayormente después de pasar la crítica gatera que conduce a Breakthrough Chamber Antonio J. nos hizo firmar un contrato sobre el tiempo que íbamos a invertir en la ida calculando que debíamos estar saliendo a las ocho. Desde esa sala localizamos sin dificultades hacia el NW la hermosa galería de Río Grande. El entusiasmo fue creciendo proporcionalmente al tamaño de la galería que recorríamos. Con sumo cuidado localizamos la desviación hacia el Río Blanco y aunque al principio nos desconcertó la falta de correspondencia con el tamaño mostrado en la topografía de los ingleses confirmamos que íbamos por el camino elegido. Aun a pesar de verificar la ausencia de conexión con los pisos fósiles en varios posibles puntos de la topo continuamos hasta el final del Río Blanco donde una gran chimenea con cascada, el Novadome, ancha y espectacular nos sorprendió gratamente.
         Se nos habían hecho las cuatro así que todos estábamos deseando parar y comer algo. Allí mismo, en unas anchas plataformas inclinadas junto al Novadome, nos dedicamos durante un rato a devorar todo lo que se puso a mano. Hacía frío y varias mantas térmicas reflectantes salieron a relucir. Como la esperanza es lo último que se pierde Miguel avanzo un poco más por la ancha galería pero no encontró ningún paso evidente hacia los pisos fósiles. Tampoco encontramos el camino hacia una galería que, en la topo, parecía salir del Novadome hacia el SE. Posteriormente estudiando la topo concienzudamente pude comprender que estaba a unos quince o veinte metros por encima del nivel base.



Serían más de las cinco cuando comenzamos a volver sin prisas. Sin embargo el trayecto hasta la base de los pozos de acceso al Rioja se me hizo corto y no me sentía especialmente cansado. Miguel subió inmediatamente con el neopreno puesto -era el único que se había cambiado antes de descender el pozo- y no paso calor a pesar de ello. Luego me toco a mi, y como suelo hacer en los pozos cortos no me quite la saca de la espalda. Transportaba el neopreno húmedo y algunos trastos más así que el cdg estaba muy atrás y me obligo a realizar esfuerzos adicionales para subir. Aún así lo prefiero a llevar la saca colgando del arnés.
En el intermedio entre los dos pozos pude descansar una hora hasta que todos subieron y se desinstaló el pozo. Quedo puesta una cuerda en el pozo corto para facilitar futuras visitas. Metí una cuerda de 20 metros en mi saca y me puse en movimiento. Como el ritmo era suave y las dificultades mínimas pude disfrutar del recorrido. Salimos a las nueve y media y estaba lloviendo, aunque se notaba la claridad de la Luna.
Mientras el grueso de los compañeros terminaban de asearse Miguel y yo bajamos a Arredondo. Nos tomamos un caldo caliente en un bar repleto de gente viendo partidos de fútbol. De vez en cuando echábamos un vistazo a ver si llegaba la autocaravana.  Después de hablar un poco decidimos cenar allí mismo en Arredondo, dentro de la autocaravana. Callos caseros de Zaca, carne con patatas de Hugo, cerveza, aperitivos, vino y postres. Pretendían que Miguel y yo nos emborrachásemos  pero no pudieron con nosotros. Al poco partimos sobrios para casa. 


2 comentarios:

zaca dijo...

Esto es lo que queda de la compasión en el mundo¿Pero a mi eso me importaba un rábano?quedamos en que el malo era yo,esta te la guardo,te haré lo que los aficionados a las peleas de perros hacen con los perrillos que se encuentran,Les rompen las patas:en tu caso serán las patas de delante y las de atrás,y luego se los echan a sus fieras para que entrenen con sangre y muerte(que bonito)a no ser, que como desagravio te comprometas a darnos una vuelta por el Gandara,se despide un amigo que te quiere(date por amenazado)Ladrón

GRILLOTOPO dijo...

Por fin la cronica!! Siempre me haces recordar cosas olvidadas de las salidas. Gracias! Queda pendiente pasear "entre elefantes". Un abrazo grande.