5/9/19

Tío Agüera


Aunque la Cueva de la Plata W presentaba interesantes atractivos, ni la conocía lo suficiente para llevar a principiantes, ni quería plantear el tema de bajar y subir por verticales con Iris. Ella deseaba entrar en una cueva y por aquí las había interesantes, aunque quizás no tanto como la de la Plata W. Opté por llevarla a la Cueva del Tío Agüera, muy cercana al parking donde comienza el ascenso a la Sima Destapada. 
Desde nuestro alojamiento a ese punto nos demoró menos de diez minutos ir en coche. Y desde el parking a la boca de la cueva unos cinco minutos. Nos habíamos vestido con las ropas adecuadas al lado del coche y en una saca había metido los repuestos de luz, un cordino y una botella de agua.
La boca, de pequeñas dimensiones, estaba protegida por unas piedras, unos tubos y una tapa metálica de 0.5x0.5. Seguramente con la loable intención de evitar que alguna persona humana o no humana cayese por la vertical.  Una viga metálica en la zona cenital intentaba asegurar posibles desmoronamientos del techo.
Descendí con cuidado ese primer resalte y ayudé a Iris a aterrizar de modo seguro. Eduardo destrepo con un poco más de dificultad por su envergadura. Reunidos en una plataforma procedimos a destrepar otro resalte de similares características que el anterior. Aterrizamos en una pendiente terrosa sembrada de bloques pequeños. El calor y la humedad hacían del lugar un mundo tropical.



Recorrimos la bonita sala con abundantes corales gorditos –de calcita-, y zonas de aragonito blanco. Pensando que habría otra sala mayor me metí por todos los rincones. Uno de ellos mostraba una exuberancia de flores de aragonito. Pero ningún rincón conducía a un paso hacia alguna sala diferente. La cueva era eso: la sala en la que estábamos.Luego tomamos desde la sala una corta galería lateral que nos llevo a un gour con cristales flotantes, coladas y columnitas. Todo muy coqueto. Pero de otra sala nada. Decidimos salir.
                    Un rato de indecisión nos llevo a un bar de la Azohía en que ponían granizados. La verdad es que en esta época del año toda la hostelería de la zona o está a medio gas o, sencillamente, ya no está. Los granizados tenían demasiado granizo pero de sabor eran buenos. De cualquier forma sirvieron para reponer el liquido perdido en la sudada tropical que nos había regalado la cueva…
     




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