5/10/19

Peldaños Blanditos


Estoy de vuelta en Cantabria por un mes y tengo ganas de hacer espeleo. Tanteo un poco por allí y por acá y me responde Manu con noticias. Van a la zona de Raitanes. Aunque no es mi cueva preferida decido ir. Seguro que tiene formaciones interesantes. Lo malo son los largos pasamanos que hay que transitar para conseguir llegar. Y el barrillo insidioso y pegajoso que tapiza amplias zonas de la cueva.
Quedamos a las diez en un bar cercano a Virgen de la Peña. Por allí aparecen Joseán, Alfredo, creo que de Cabezón, y Manu. El tiempo es soleado y templado, ideal para dar un paseo. Pero la cueva nos espera. 
Desde el aparcadero caminamos y en menos de una hora alcanzamos el comienzo de las cuerdas, previo paso de trepadas y destrepes varios. Nos esperan unos doscientos metros de pasamanos -algo exigentes- y un par de pozos ascendentes. Las dificultades de los pasamanos se han mitigado gracias a la instalación de peldaños tipo ferrata. Al ser de poco diámetro la barra de hierro se ha doblado con el peso de humanos corpulentos. Son peldaños algo “blanditos”. Pero a pesar de ello cumplen con su papel a la perfección, ahorrando un buen montón de forcejeos. Un poco más allá de todas estas pequeñas dificultades alcanzamos Raitanes.
Los suelos están impolutos salvo la estrecha huella dejada por los exploradores. Hay coladas blancas de filigranas diminutas, contraformaciones en el suelo, estalagmitas y estalactitas y algunas pequeñas zonas con excéntricas  de aragonito. En fin, hay cosas que se deben conservar. La política del grupo es balizar y proteger las zonas frágiles. Incluso en zonas remotas en exploración. Pero desgraciadamente esas cosas no se entienden bien aún en casi ninguno de los restantes grupos de Cantabria. 
Mientras mis tres compañeros topografían y exploran conductos de esta laberíntica área me dedico a hacer fotos armado tan sólo con la cámara y la luz de mi casco. Es divertido. Comemos y luego seguimos con las mismas ocupaciones. Al cabo de un largo rato paro de hacer fotos y pregunto la hora. Son más de las tres. Ellos van a continuar hasta las siete más o menos. Decido salir de la cueva para llegar temprano a casa.
Transito las cuerdas a mi ritmo y la vuelta se me hace poco trabajosa. Es cosa de concentrarse con placer en tu propio movimiento y no en si vas quedándote rezagado. En una hora y pico alcanzo el aparcadero. Me deleito en quitarme los trastos de espeleo, ponerme ropa cómoda, arrellanarme en el asiento del coche, poner una buena música y conducir con suavidad hasta casa. Una casa que habito pocos meses al año y que me reporta muy buenas sensaciones…      


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