Hace unos días Eduardo me sorprendió con su interés por hacer espeleo. El fds que venía Edu ya se había organizado una colectiva de ESPELEO50 a la travesía Cuivo-Mortero. Todos se habían quedado con ganotas de meterle mano al Cuivo desde el invierno (posiblemente por una fijación emocional en un pasado remoto) Ese mismo fds también se reunían un buen puñado de miembros del SCC para una prospección en Riotuerto. Me tocaba decidir entre tantas opciones. A mí el Cuivo me motivaba poco, quizás por el frío y, sobre todo, por la cantidad de veces que lo he recorrido. Pero tenía ganas de ver a los amigos de ESPELEO50, ya que las ocasiones para verlos no son muy abundantes. Pensé subir a la casa rural de La Gándara y participar en el kaox noxturno poxterior a la axtividad o, al menos, estar un ratito charlando después de la actividad. Así que, para combinar con facilidad, opté por llevar a Edu y Marisa (y si hacía falta a los amigos de Edu) a una excursión ligera por la Red del Gándara. Había que aprovechar que Edu tuviese ganas de hacer espeleo (hace años tuvo un par de experiencias algo duras) Y también me apetecía continuar las indagaciones en donde lo dejamos Miguel Manu y yo la última incursión.
OK, ya había decidido. Conseguí tres equipos verticales y puse a punto los cascos. El sábado a horas cómodas nos fuimos hacia Soba por Alisas. Cuando llegamos a la casa rural de La Gándara se acababan de marchar los componentes del primer equipo para hacer la travesía del Cuivo. Pude charlar un rato con Chicha, Hugo, Miguel -y dos más- que formaban el segundo equipo. El tiempo era excelente y se habían organizado muy bien. El segundo equipo entraría por lo menos con una hora de retraso para no tropezarse con el primero. Ahora estaban matando el tiempo. Entre a la cocina varias veces seguido de Hugo. Había unos sobaos geniales. Es bien sabido que una de las formas más comunes de matar al tiempo es comiendo de forma compulsiva.
Nosotros tres nos pusimos en acción antes de que ellos se marcharan. A Edu le costo ajustarse el arnés. Y el mono le resultaba un poco estrecho. El tiempo -algo caluroso- obligaba la circulación de aire en la cavidad. Era el día que más viento he percibido en la boca de la Red del Gándara. A Marisa le resultaba maravilloso las dimensiones y la decoración de las grandes galerías de entrada. A Edu el Delator le resulto un poco pesado y el descenso del Pozo de las Hadas una complicación. Marisa lo encontró menos complicado, ya que a veces hace espeleo. Pero cuando pasan muchos años que no se practican las maniobras de fraccionamiento de cuerdas, como le pasa a Edu, las cosas son más liosas. Mientras nos preparábamos para bajar el pozo un grupo de seis espeleos de Guadalajara acabaron de hacer lo correspondiente.
Accedimos a la zona de nuestra última visita por un estrechísimo meandro del que tuvimos que salir trepando para evitar el cierre final. La corriente era mucho más fuerte que la vez anterior. Me acordaba vagamente del punto en el que Miguel descubrió un acceso al nivel superior de la galería pero me costo un buen rato encontrarlo. Anduve por la parte más evidente alante y atrás hasta dar con una trepada que llevaba a un sendero arenoso muy hollado. Marisa y Edu se reunieron conmigo. Desde hacia un rato se hablaba de parar a comer. Avanzamos por un nivel recubierto de cristalizaciones. Las paredes, el suelo y los techos. Íbamos por una serie de desfondamientos que nos obligaron a realizar pasos expuestos, aunque fáciles. Sin embargo llegamos a un desfonde demasiado profundo y con pequeñas repisas en las paredes. Marisa y Edu optaron por el “hasta aquí hemos llegado” y se prepararon para comer. Yo proseguí con el objetivo de llegar lo más lejos posible. Después de pasar ese impresionante desfonde llegué a una estrechez. Más allá de ésta hubo varios desfondes hasta alcanzar una obstrucción total por el nivel que transitaba. Tenía dos opciones. La primera escalar en chimenea y diedro con desplome unos 4 o 5 metros expuestos, cosa que hacía muy conveniente una cuerda, al menos para bajar más tarde. Por ese camino se accedía a un nivel superior de la galería en el que se vislumbraban muchas formaciones. La otra posibilidad, menos atractiva, consistía en descender unos 7 metros hasta un nivel terroso y llano de la galería por el que posiblemente se podría continuar, al menos unas decenas de metros más. Para esta opción también se necesitaba una cuerda.
Volví a donde estaban Edu y Marisa y después de comer un bocadillo empezamos el regreso. En el Pozo de las Hadas volvimos a coincidir con los de Guadalajara... Primero subió Marisa, que no tuvo dificultades con los aparatos. Edu se atranco un rato al pasar los fraccionamientos sobre todo en la salida a la plataforma de la cabecera. Es lo que hace la falta de práctica. De cualquier forma antes de las siete estábamos en el coche. Nos cruzamos con Perico y Félix que bajaban hacia La Gándara. Después de cambiarnos estuvimos esperando en la casa rural. Edu y Marisa empezaron a erosionar mi deseo de quedarme a charlar. El hambre, el hecho de que Irene estuviese sola y la incertidumbre de cuánto iban a tardar nos llevaron a tomar la opción de irnos a hacernos la cena en Setién (“pan para ahora es hambre para mañana”) Poco después charlaba por tf con Pepe. Nada más irnos habían llegado ellos... otra vez sería la reunión.