29/9/07

Fascinados (29/9/2007) Cubada Grande


Una semana antes de la fecha de entrada en la Cubada Grande me fui una tarde con Miguel, el médico de Balmaseda,  a buscar la CM20. En la búsqueda de la sima el GPS me dio un error enorme. Se trataba de lo que el programa del aparato llama el “datum”. Días después comprobé que el datum que da mejores resultados con los mapas actuales es el European 84. La coincidencia con las coordenadas del SYGPAC es total salvo, a veces, una o dos unidades. Pero esa tarde, por suerte para todos, Miguel utilizo métodos clásicos: una foto del SYGPAC con una cruz pintada sobre las coordenadas UTM de la CM20. La zona que indicaba la marca estaba formada por bosque de hayas cerrado y sobre lapiaz con escarpes altos. Cuando llegué a la boca que Miguel había encontrado empleando pura energía tuve que reconocer lo difícil que resulta localizar la CM20.
La CM20 es la entrada más cómoda al sistema de la Cubada Grande. Originalmente los exploradores utilizaron la CM6, primera entrada al sistema que se localizó, sima de mucha mayor dificultad que la CM20 que obligaba a puntas de exploración de 16 o más horas. El hallazgo de la CM20 fue muy celebrado por los exploradores ya que permitía ponerse en la punta en 2 horas. 

uno
La casa rural que alquilaron mis compañeros tenía la puerta de entrada pequeña, estilo de Castilla, pero por dentro era espaciosa y acogedora. Estaba a unos siete kilómetros de Espinosa de los Monteros. Procedentes de Madrid Félix, Zaca, Mariano, Miky, Antonio, Lobo, Chicha y Ángel llegaron a la casa algo después que yo. Hubo cena y sobremesa con cartas y copas. Durante un buen rato hablé con Chicha y Félix de espeleología, iluminación moderna y cosas del gremio. Yo estrenaba una nueva instalación de Leds -Stenlight S7- eficaz y compacta que atrajo su atención.
El sábado por la mañana se reunieron con nosotros en Espinosa de los Monteros Miguel y dos espeleólogos burgaleses uno de los cuales, llamado Roberto, conocía el sistema al dedillo ya que había participado en las exploraciones. Terminamos subiendo los doce en cuatro coches hasta el final de la pista del Bernacho. Roberto intento que fuésemos hacia la CM20 por la senda que el utilizaba hace bastantes años pero prevaleció nuestra opción, ya que hacía una semana que habíamos pateado atentamente la zona.
Los preparativos de un grupo tan numeroso son siempre confusos debido, más que al material personal, a la preparación del material colectivo: cuerdas, chapas, mosquetones y equipo de espitar en nuestro caso. Un responsable debe centralizar la información de que se ha metido todo lo necesario y de quien lo transporta. Finalmente no se llevo equipo de espitar por falta de una maza en condiciones. Sin embargo Roberto llevo un macho de roscar por si algún spit estaba demasiado roñoso después de tantos años. Aunque por lo visto  en el sistema se habían celebrado prácticas de rescate no hacía mucho y los spits en su mayoría no debían ser tan antiguos.
Como el tiempo amenazaba lluvia cundió la prisa y el grupo se fracciono, según íbamos estando preparados, en tres bandas de pirañas que se volvieron a reunir cerca, o en la boca, de la CM20. Mariano nos acompaño hasta la misma boca pero no entro. Le tiene mucho respeto al compromiso que puede derivarse de un fallo diabético en el interior de una cavidad compleja. 

dos
Me toco, o mejor dicho me apetecía, instalar el primer pozo que se divide en dos sectores cortos. La reseña indicaba que era suficiente una cuerda de 30 metros y, precisamente, había una cuerda marcada con tres rayas indicando esa longitud. Con cierta dificultad en algunos casos, fueron entrando los tornillos. Terminé la cabecera del segundo tramo y cuando faltaban algo más de cinco metros para el aterrizaje salió el nudo terminal de la cuerda ensacada.  Con  el centro de atención puesto en donde estaba el error (¿el marcaje de la cuerda o la reseña?) subí hasta el rellano intermedio y Miguel me pasó una cuerda de 20 para terminar la faena.
Y cuando estábamos tres o cuatro abajo empezamos a buscar la continuación que no resulto ser por lo evidente -es decir por abajo- sino flanqueando una cornisilla y remontando un meandro hasta el techo para acceder a una especie de buzón que volvía a dar continuidad al meandro. Al poco se desembocaba en el desfonde del pozo del Aigüe (unos 30m). De nuevo allí todos reunidos, Roberto nos fascino con las historias que contaba reafirmando sus palabras con enérgicas gesticulaciones. Su pasión es el espeleo buceo (ver http://www.espeleobuceoenburgos.com/ ) y puede que aún un poco la espeleología.
Para tener una ruta alternativa y rebajar las esperas, tanto en las bajadas como en los ascensos, Lobo y yo continuamos galería adelante seguidos por Chicha y Antonio hacia el pozo Directo de unos 50 metros. La cabecera de dicho pozo se ubica en el techo, sobre una limpia y aérea vertical que desemboca directamente en la galería principal del sistema llamada galería de los Ahivas por las expresiones que lanzaron los primeros exploradores.
                Debido a la roña un par de tornillos no entraron a fondo pero mi única preocupación fue que se volviera a repetir la movida del primer pozo y me viese obligado a remontar el largo aéreo. Así que antes de iniciar el descenso largué suavemente la cuerda hasta su mitad y luego solté de golpe el nudo de la punta. Se escucho un latigazo sobre roca.
                Ya todos abajo determinamos la dirección aguas arriba -no resultaba evidente por las vueltas que habíamos dado- para remontar hasta el punto de conexión procedente del pozo del Aigüe.  Al cabo de unos minutos alcanzamos una rampa regada por un regato que me pareció por la distancia y la orientación el punto que buscábamos. Pero mis compañeros andaban excitados y continuamos aguas arriba hasta que la distancia impuso que nos habíamos pasado del sitio.
                Una vez todos de nuevo bajo la rampa procedente del pozo del Aigüe Roberto nos sugirió visitar -aguas arriba- la Sala del Bloque y el Meandro de los Cristales para luego, de vuelta, visitar aguas abajo la galería de los Ahivas hasta el Volcán. A pesar de que Roberto había estado muchas veces en este lugar la búsqueda del paso hacia la Sala del Bloque no tuvo el éxito esperado así que nos fuimos a ver el Meandro de los Cristales. Primero tuvimos que remontar unos metros mediante unas fáciles trepadas llegándose a una zona horizontal con abundancia de gruesos cristales tapizando las paredes. Comimos en la sala donde confluyen el Meandro de los Cristales y algunas galerías más donde Roberto nos contó largas historias de espeleología.
                Chicha, Félix, Zaca y Miky se subieron por el pozo del Aigüe mientras el resto del grupo bajo a ver el Volcán, desfonde tremendo que barre la galería por completo obligando, para continuar, a bajar al nivel del río. Para subir nos repartimos entre el pozo Directo y el del Aigüe. En este último, y finalizando la subida, Roberto localizó a pocos metros de la cabecera un sector de la cuerda con la camisa cortada y el alma dañada. No conseguimos encontrar explicación alguna. Los cuatro espeleologos que habían subido hacía, poco más o menos, una hora no habían detectado nada
Terminé de desinstalar la sima como pude -algo aburrido por la larga espera en la base de los pozos- y emergí a una cálida y nítida noche de viento sur. La bajada estuvo jalonada por una secuencia de botellas de Aquarius y otros líquidos apetecibles que habían sido dejados en lugares estratégicos por  Mariano. Un gran detalle.
       Mientras los teléfonos móviles funcionaban a destajo durante un rato nos estaban preparando la cena en un pequeño restaurante de Las Machorras. Casualmente me había llamado Mavil por la mañana para confirmarme que sus últimas exploraciones en el sistema del Río Mundo habían sido un éxito. Volví a intentar hablar con él pero la cobertura era indecente. Parece que el ánimo para realizar más salidas de espeleo va creciendo en el grupo de Madrid. Se habló de la Rubicera, de Fuentemolinos y de alguna otra. Interesante. Pero más productivo sería salir a una zona de exploración con pocas verticales.

15/9/07

Penélopes (15/9/2007) Alto del Tejuelo


Podía ir a la travesía Buena/Bortal -que estaba esperando hace tiempo-, a explorar en la CA-32 -sima guapa y prometedora-, de espeleo con una par de amigos que querían salir y, por supuesto, también podía mandar todos los planes al cuerno y quedarme en casa soñando y leyendo...
Estuve jodido parte del jueves y también el viernes. La sobreabundancia de planes me corroía las entrañas. Me vino a confirmar lo que ya sabía desde hace siempre. Elegir supone renunciar a las posibilidades no elegidas. Y entonces hay que soltar lo que no vamos a vivir. A algunas personas, si son maestros en el arte de la vida, les cuesta menos que a otras. Me parece que el camino de la libertad es más difícil de lo que pensamos. Tengo un amigo que siempre tiene tres o cuatro planes para realizar. Hace poco le recomendé que se triplicase. Pero entonces querría hacer en vez de tres o cuatro doce o dieciséis planes. Y así sucesivamente. La solución a esta horrenda cadena de planes la tienen los maestros zen desde hace mucho, pero... te estás desviando demasiado de los intereses de tus lectores. Sigo pues con la lineal crónica espeleológica.
Decidí ir a explorar en la CA-32 y quede con Manu, Pedro y Lolo  -estos dos últimos miembros del SECJA-  para el sábado.

uno
Con elegancia no disimulada me fui de mañanita con Manu para San Roque y a las nueve y media nos encontramos con los compañeros del SECJA en el bar del camping. Nos enseñaron una topografía actualizada de la CA-32 y, como siempre, muy bien realizada. La propuesta de exploración consistía en hacer dos equipos de dos personas para trabajar en dos objetivos distintos:
a)       escalar, en el nivel de las galerías fósiles, una ventana que quedaba pendiente y
b)      seguir con el meandro descendente que habíamos descubierto en la incursión del mes
de Julio. Opiné que era mejor concentrar todos los recursos humanos y técnicos (cuerdas, taladradora, mosquetones, chapas y equipos de burilar) en continuar la exploración del meandro y si éste no daba más de sí volver a por la escalada.
Durante el ascenso al valle de Bordillas sudamos el mono interior a fondo. Un rato que fuimos a campo traviesa y a toda pastilla me cagué en los muertos de todo bicho viviente. El calor reblandeció los sesos de todos los participantes e hizo que Lolo y Pedro se empeñasen en ubicar la sima antes de tiempo. Por suerte recordaba un dato clave e inapelable: el gran tronco de haya caído en un prado entre las grandes agujas de lapiaz. La imposibilidad de olvidar ese lugar mágico me permitió señalarles el ansiado agujero.
A primeros de Agosto habíamos recibido un mensaje de Juanma avisando que el pozo de entrada tenia una cuerda que se acababa antes de tocar fondo. Lolo entró el primero a completar el equipamiento -que ahora empezaba por la esquina sur para evitar el sol directo sobre la cabecera del pozo-. Como la cosa se estaba prolongando demasiado me eche una siesta en la que, por unos instantes, perdí la noción del tiempo. Una hora después todavía seguíamos tumbaos en la hierba. Lolo necesito utilizar una de las dos cuerdas largas (¿40 o 50?) que llevábamos. Finalmente dio luz verde y fuimos entrando en rápida sucesión Pedro, yo y Manu. Debido a la garrulez general generada por la espera Manu y yo nos retrasamos “un poco”. Volvimos a reagruparnos con el resto de compañeros tras el paso del Cortafríos en la cabecera del pozo grande.
Cuando me vine a dar cuenta Pedro se había enzarzado con la escalada de la ventana y Lolo estaba entusiasmado. Iban a necesitar una cuerda y la taladradora. Apenas protesté pues calculé que tardarían menos en acabar la escalada de lo que Manu y yo en clavar todos los spits del comienzo del meandro y del primer pozo. Pero me equivoqué por completo. En poco tiempo instalamos la bajada al nivel intermedio del meandro. Solo necesitamos un anclaje natural en cabecera y un spit para completar un sencillo pasamanos y, simultáneamente, equipar la bajada de un resalte de tres metros. En la cabecera del pozo un anclaje a una robusta estalagmita permitió ahorrar tiempo y material. Luego metí un primer spit, más o menos a nivel, para acercarme a una caída limpia para la cuerda. Iba a comenzar el agujero del segundo spit cuando le dije a Manu que fuera a por más cuerda (la que tenía no alcanzaba el fondo del pozo)  y a por el taladro. Acabé de colocar el spit con los brazos doloridos por la retorcida postura y me puse a esperar. Cuando llevaba un largo rato esperando empecé a inquietarme. Volví hacia donde estaban los compañeros con un humor endiablado. Me encontré a Lolo encaramado a unos diez metros de altura y con trabajo para rato. Además seguramente no pensaba bajarse hasta acabar. Me tome una barrita energética y el trozo de empanada que me había sobrado de la comida y me fui con Manu a hacer fotos en la bonita galería fósil. Hicimos unas cuantas bastantes y al volver Lolo ya estaba preparándose para bajar. El resultado de la escalada fue una corta galería que daba acceso a un par de ventanas sobre la galería principal  y poco más. Cuando miré el reloj se me quitaron las ganas de volver a bajar al meandro. Pero Pedro y Lolo estaban dispuestos a rentabilizar al máximo su incursión en la CA-32. Es comprensible sabiendo que vienen desde Madrid. 

dos
Se fueron hacia el meandro y Manu decidió seguirles pero yo preferí subirme con calma a pesar de la curiosidad que sentía por la continuación. El ascenso se me dio bien y en el pozo de salida me tomé un rato y, por encargo de Lolo, dejé el montaje de cuerdas reducido a una única cuerda de arriba a abajo. Eran las diez y pico cuando me puse placidamente a escuchar los sonidos del bosque. Durante un rato dos cárabos estuvieron rondando por los alrededores. También escuché el aleteo de murciélagos cuando pasaban rasantes y casi al alcance de la mano. A las once y media apareció Manu maldiciendo en arameo. Me dijo que iba a pensarse lo de bajar a simas jodidas. Hasta las doce y pico permanecimos a la espera, pero nos dimos cuenta de que si se habían enganchado a explorar podíamos esperar sentados o mejor tumbados. Así pues iniciamos la vuelta siguiendo siempre las mejores sendas entre el bosque, las cabañas y los prados aunque Manu desconfiaba de todas las sendas. Por el camino “descubrí” dos cuevas utilizadas por los pastores y entré en una de ellas hasta un coqueto laguito. A la una y cuarto estábamos en los coches. Esperamos tumbados en los asientos y mecidos por la música de Atmósferas en RN3 hasta más allá de las dos de la madrugada. Les dejamos una nota y nos fuimos a casa.
Reseña telefónica del día siguiente: Pedro y Lolo bajaron en el meandro el primer pozo, ya instalado, y avanzaron conservando la altura hasta una zona en que el desfonde se hacía peligroso. Instalaron un segundo pozo de altura similar al primero para alcanzar el curso activo del meandro. Siguiendo el curso del arroyuelo avanzaron “bastante”, creo que solo Pedro, por una zona estrecha y sinuosa hasta alcanzar un resalte de cuatro metros desde el que se podía ver una cómoda continuación. Pero ya no tenía material.
Pedro y Lolo salieron de la sima a las dos y media de la mañana.    

8/9/07

Triple Silencio (8 y 31/8/2007 y 8/9/2007)

Aeropuerto de Santander: nadie se dio un ostión de puto milagro. Alguien se había dedicado a comer plátanos a discreción y a dejar las cáscaras en lugares estratégicos. Como si fueran bombas de la ETA, las cáscaras de plátano en el lugar adecuado puede producir una catástrofe sin precedentes.  Conozco a un tipo que cascó por un resbalón sobre una de ellas. Su familia interpuso una demanda por homicidio. Me encantan los plátanos machacados con una galleta y un poco de zumo de limón. Mi mama me los daba para merendar (y para desayunar) muy a menudo. Y me enseñaba a no tirar las cáscaras de plátano en las calles de Madrid.
El avión llegaba a la hora prevista. Las nubes me apretaban demasiado la sandalia y tuve que despojarme de la gorra. Cuando lo sopesé, el enorme petate -sobrecogedor y bestial-, casi me aplasta pero el azafato de facturación trago de forma encantadora con Mavil y no le cobró el sobrepeso. Esos azafatos y azafatas encantadores escasean en la mayoría de líneas aéreas. En general se trata de gente que esta hasta los huevos de inflar los chalecos salvavidas para entretener a los pasajeros durante el despegue y de pasear carritos llenos de bebidas y golosinas por el estrecho pasillo del avión. Y que no se tengan que cruzar cuando empujan el carrito, lleno hasta los topes de objetos inestables, con una gorda a la que le ha dado un apretón y corre con urgencia hacia el lavabo de la parte trasera del avión. Se trata de una situación patética y muy corriente, joder.  


ocho
Mavil venía a hacer espeleo desde Murcia. Era miércoles y había que hacer honores al invitado, así que elegimos la cueva del Gándara. Ahora me vais a disculpar, pero de esa cueva siempre saco un gran revoltijo mental que a duras penas puedo sacudirme de encima. Como una borrachera cósmica. Puede que sea la puerta de entrada a un mundo cuyas constantes físicas son diferentes a las de éste. Por ejemplo: la molécula de agua -que debe gran parte de sus propiedades disolventes a su fuerte polarización- en ese otro mundo del Gándara se convierte en una molécula lineal con los centros de cargas superpuestos. Así nada puede seguir encajando en su sitio usual. Los recuerdos vienen a ráfagas como una película que hace tiempo vi -creo que se titulaba “Memento”-; no sabes si un recuerdo precede a otro o viceversa. Con las ubicaciones sucede lo mismo, lo mismo te da estar en la Sala del Ángel que en cualquier otra, colgado de una cuerda que arrastrándote por una gatera arenosa, en un reducido laminador que en un meandro desfondao. No hay manera de hilvanar un relato. Los colores cambian y las paredes se ven azules donde deberían verse amarillas y rojas donde deberían verse negras. La dulce voz de una damisela se parece a un aullido electrizante y los susurros reverberan en las gateras.
Finalmente, después de unas doce horas de tiempo estándar medido en un reloj, salimos de nuevo a este mundo de interpretaciones comunes y empezamos la marcha hacia casa. Como era demasiado tarde para esperarse a una incierta cena casera paramos en el restaurante del bar Coventosa y nos pusimos moraos.






treinta y uno
De nuevo fuimos a la Red del Gándara pero esta vez éramos tres y no dos: Miguel, Mavil y yo. Quedamos muy temprano. Optamos por otra entrada varios kilómetros al oeste de la anterior. El día era fresco y nuboso. Las nubes se pegaban a las cumbres del Valnera y el Veinte. El paisaje, impresionante, fantasmagórico y misterioso me hacia conducir con mucha cautela las revueltas del Puerto de Lunada.
El objetivo era conocer más la cavidad pero lo único que pude sacar en limpio fueron ambiguas sensaciones. Posiblemente conocimos algunos lugares nuevos pero de nada me sirve sin recuerdos mensurables. Solo puedo reportar sensaciones:
Había un lugar que producía una claustrofobia nefasta.
Hubo varios sitios en los que estuvimos a punto de perdernos.
Más tarde estuvimos en otro lugar en el que no sabíamos hacia donde ir.
Y otro en el que no había manera de descender a un río que veíamos en un nivel inferior.
Creo que también localizamos un punto característico y determinable.
Al salir, unas diez horas más tarde, había más nubes y estábamos mucho más cansados que al entrar. Hacían menos de 10ºC. No entraba en mis cálculos el mogollón mental de la Red del Gándara. Me da que podría ser de efectos retardados como el Triángulo de las Bermudas. Miguel, por precaución para arrancar, había dejado el coche mirando cuesta abajo. Incombustible e insaciable se fue a preparar más actividades deportivas al aire libre para el día siguiente. Mavil se vino a mi casa y se tiro durmiendo mas de la mitad del domingo.






ocho
Por tercera vez nos vimos en la Red del Gándara; esta vez los compañeros que se acompañaban fueron Mavil, José, Manu y yo -en total éramos cuatro como podéis observar- y la entrada utilizada fue la única cómoda que se conoce. Nuestro interés era el de siempre. Como se trata de una cueva con más de 80 kilómetros de desarrollo conocido si te esfuerzas lo suficiente siempre puedes descubrir algo nuevo. Sin embargo también sacamos la misma empanada mental que las veces anteriores. En la cueva alcanzas un estado alterado de conciencia en el que se funciona mentalmente de una forma distinta -la forma particular y peculiar de la Red del Gándara- pero al salir de la cueva se pierde ese modo de estar. Sin ese estado mental los recuerdos son inaccesibles, como los recuerdos del nacimiento: todos los tenemos y sabemos que están ahí pero, usualmente, no podemos recordarlos.
Visitamos un lugar al que bautizamos en nuestro argot privado como La Joya. Me dedique a hacer todas las fotos que me dio la gana ya que mis compañeros se dejaban engatusar con suma facilidad. Como tonto de pueblo, para cada foto tenía que pararme a pensar la manera  de utilizar a los actores y la forma de usar los flashes. A veces alguno se hartaba de tanto rollo y salía huyendo o le entraban las prisas. Pero en general se portaron como es debido.
Unas diez horas después de entrar a la cueva volvimos a salir al mundo mundial. Me sentía cansado pero, si lo pienso bien, podría haber sido bastante peor. Cada uno se fue a su casa casita.