15/12/08

Inverosímil (8/12/2008) & (14/12/2008) Cueva del Torno

(8/12/2008)
         Un mes lloviendo sin parar. Salvo escasos días, antes de la puesta o después del amanecer, no hemos visto el sol. El Puente de la Constitución sigue lloviendo. Aprovecho para hacer tareas que voy posponiendo desde hace meses. Pero el domingo por la noche estoy cansado de estar en casa. Llamo a Julio para salir el lunes y quedamos a media mañana para poder dormir la resaca de la farra nocturna.
        El domingo a las once despierto a Julio a base de telefonazos y media hora después nos encontramos en Solares. Sigue nublado, pero en Soba no llueve. A la una entramos a todo trapo en la Cueva del Gándara. Un poco antes veo pasar una furgoneta, con matrícula de Madrid, desde la que me hacen un corte de mangas. Deduzco que se trata del matrimonio Casero. Todavía siguen sin querer comprender que la publicación de la travesía Rubicera-Mortero se hizo para que muchos espeleos pudieran disfrutar de algo absolutamente único. Hace poco unos compañeros que conocen a Casero me han dicho que está pensando obstruir el paso clave entre bloques para impedir que la travesía se realice. Es una forma lamentable de relacionarse con la Vida. J.Casero debería recordar que la travesía ya estaba publicada mucho antes por los franceses y que nuestra única contribución fue la instalación del pasamanos sobre el primer pozo de 90. Por otra parte la travesía es la única ruta de la cueva que se toca, lo que hace que el resto de la cueva esté intacto.
         En una hora y media nos colocamos en la punta de hurgación. Terminamos de revisar una zona laberíntica de pequeñas galerías y por una ventana estrecha y escondida entre bloques encontramos una paso inverosímil hacia un nivel superior. Primero nos movimos hacia el este.  Al cabo de una serie de complicados pasajes, algún laminador y una corta escalada desembocamos en una rampa ascendente. Desde su culminación pudimos observar una amplia sala y el inicio de dos hermosas galerías. Elegimos la que iba hacia el oeste. Encontramos varias acumulaciones en cascada de un mineral con aspecto de algodón (¿será la Galería de los Anestesistas?) Una complicada marcha sobre bloques ciclópeos, siempre hacia el oeste, nos llevo a una zona de grandes dimensiones estratificada en varios niveles. Llegamos a un punto en que era imposible continuar por el nivel que recorríamos. Se trataba de un desfonde salvaje o más bien de un brusco cambio de nivel en la galería. Sin cuerda imposible seguir por ahí. Curiosamente no encontramos ninguna instalación para descender. O bien a la parte de abajo se accede por otra ruta o bien nadie ha llegado hasta el desfonde. De cualquier forma tuvimos que volvernos.
        De la otra galería que desembocaba en la sala solo recorrimos unos cien metros. Miré algunas desviaciones prometedoras. Se nos estaba haciendo tarde y teníamos que salir. Antes de volver nos sentamos a descansar y comer un poco.  Por el camino de vuelta recogí algo de material que habíamos dejado tiempo atrás. Como Julio estaba cansado lo metí todo en mi saca, compactándola todo lo posible. Salir me costo un poco más que entrar, sobre todo en los arrastraderos, pero me lo tome como un entrenamiento perfecto para los próximos vivacs que pensamos realizar en la cueva del Gándara.
       Julio y yo decidimos celebrar la actividad del día comiéndonos unos riñones a la plancha en el Asador de Hoznayo. La textura que consiguen darle a los riñones braseándolos en lonchas es perfecta en su imperfección, como la Vida misma.

(14/12/2008)
       Sigue lloviendo. No ha parado en toda la semana. Hemos quedado en Beranga para hacer una incursión light  a la Cueva del Torno. El sábado pasado Eva&Miguel, Juan y Julio consiguieron dar con la entrada de la cueva. Me mandaron un emilio con un plano de su localización. La cueva esta al lado de Fresnedo.
      Me alterno con Miguel el paraguas para poder cambiarnos bajo la lluvia. Y con la cartilla bien memorizada nos vamos por una pista hasta la primera gran curva a la izquierda. Pasamos una valla y ascendemos por el prado barroso y rezumante. De vez en cuando truena y en las colinas de alrededor ha cuajado la última granizada. Un tiempo encantador. Le damos varias vueltas al prado sin encontrar la cueva aunque si que encontramos lugares similares e incluso un gran abrigo junto a una cabaña.
       En la casa hay luz y se ve una televisión encendida. Después de llamar varias veces esperamos casi cinco minutos hasta que asoma por la ventana una mujer joven que dice no saber nada de ninguna cueva porque ella no es de aquí. Pero su marido, que va a volver en poco minutos en un coche verde, si que es del pueblo. Ciertamente al cabo de un minuto vuelve el marido y nos indica una zona, a unos cien metros ascendiendo por el prado, en que a veces ha visto espeleologos.
     La entrada es una zorrera ramposa en la que con cierta habilidad se puede uno colar sin sentarse en el suelo embarrado. Enseguida la galería toma tamaño humano y se transforma en muchas galerías formando una red laberíntica. Después de varios ensayos y errores localizamos la continuación sopladora por un agujero en el fondo de un pocete. Un galería meandrosa con distintos tipos de avance (arrastrado, en oposición, de perfil...) nos conduce a otra zona laberíntica que en el plano llaman Tigger Series.
     Al cabo de un rato de dar vueltas en esa zona, comprobando las interconexiones y poniendo hitos para evitar despistes, optamos por seguir la galería más ancha en la que, además, hay corriente de aire templado. Un paso estrecho por unos tubos que nos suben hasta el techo de la galería marcan la continuación. Así se llega hasta un amplio meandro por el que continuamos sin hacer caso a varios aportes y desviaciones.
     El meandro conlleva un entretenido recorrido que incluye varias zonas desfondadas, en una de las cuales hay montado un largo pasamanos quitamiedos. Tras esto se llega a una galería con río que va disminuyendo progresivamente de tamaño hasta obligar a arrastrase por el agua. Ahí lo dejamos y volvemos hasta Tigger Series para buscar la conexión con unas grandes galerías que se ven en la topo.
      Antes de empezar la búsqueda comemos. Luego pasamos algunas sesiones mirando alelados la hoja de la topo, y tratando de comprender como se llega a Skull Chamber, alternadas con incursiones a arrastraderos. Nos parece inverosímil que ni siquiera podamos identificar la larga y hermosa galería que forma el meandro y que acabamos de recorrer. En una de las gateras que visitamos debo hacer un par de intentos antes de decidirme a pasar... no vaya a ser que tenga que recular.
      Cuando llevamos más de una hora dando vueltas por Tigger Series y por el comienzo del meandro nos damos por vencidos. Antes de salir pasamos otra sesión contemplativa ensimismados en el papelote. No podemos creernos que esté representado nuestro recorrido de hoy. Ya es obsesivo.
      Al día siguiente, lunes, hablo con Miguel sobre el tema. Me cuenta que ha dado con una posible solución al enigma de Hysteria 69 and Skull Chamber... volveremos.

23/11/08

Cantábrico Oriental (22/11/2008)


      Hacía dos meses que insistían en hacer la travesía Cuivo-Mortero. Les dije que era más dura que la Rubicera–Mortero (para mí) y que tuvieran cuidado con el caudal de agua. Seguramente les traicionaban sus selectivos recuerdos de hace más de 20 años. Les propuse varias atractivas alternativas, entre otras la zona del Pozo del Oso en la Red del Gándara. Finalmente el tiempo otoñal se transformó en un clásico cantábrico. Más de quince días sin ver el sol y sin parar de llover. Mis amigos de ESPELEO50 solo se convencieron de no ir al Cuivo cuando miraron el afluente del Gándara que viene desde Astrana y comprobaron que andaba pasado de agua. Me alegre de que no fuesen. Desde luego yo no hubiera entrado en el Cuivo de ninguna manera. Últimamente no tengo ganas de mojarme.


        Pepe es pura acción. No le es posible parar. Chicha es  acción directa. Demoler la dificultad. Mariano se preocupa del bienestar de los demás. Antonio, Miky y Zaca son más jóvenes y no los conocí cuando salía a hacer espeleo con los del SEII. De Antonio diría que es medianamente reservado, y de Miky diría lo mismo. Zaca es un perfecto dinamizador de grupo. Se le nota su estirpe empresarial. A Andrés, FélixII y Milcopas no los conozco en absoluto. Miguel es un ser polifacético y siempre te tiene una sorpresa reservada. Hugo es cualquier aventura, cualquier propuesta que salte, sin miedo. Wili me sugiere un poeta, antes y ahora, no se si estaré equivocado. Ciertamente sensible. Y yo? Alguien a quien no le gusta dejarse ver pero con mucha marcha para algunas cosas.

      El sábado a las nueve y media estábamos todos en la casa rural del Carrascal, en La Gándara, preparándonos para entrar en la cueva. Llovía de forma intermitente con intensidad moderada. Charle un poco con Wili. Me sorprendió la primera impresión, una sensación de cercanía, como si le hubiese visto la última vez una semana antes y no hace más de veinte años. Los diez que íbamos a entrar nos metimos en tres coches, totalmente vestidos de espeleólogos –salvo el equipo vertical-, para acercamos hasta el cruce del puerto de La Sía. En la casa se quedaron Mariano, Wili y Félix.
      Me introduje directo en la cueva, dejando el paraguas en la entrada, sin ni siquiera encender el frontal. A escasos metros me encontré con un grupo de cinco o seis espeleólogos preparándose. Me preguntaron si íbamos al Pozo del Oso para ver si podían bajar con nosotros pero les desilusione diciéndoles que éramos diez y que, por las esperas, eso ya era demasiado.
       Instalamos a las fijaciones del pasamanos un ocho de doble seno y fraccionamos enseguida de saltar el borde de la plataforma. Unos 25 metros más abajo pasé un segundo fraccionamiento y oscile hasta la Repisa del Oso. Comencé a meter un spit en la mejor roca que encontré mientras esperaba a Pepe. Desde el último fraccionamiento colocamos una cuerda que enlazamos con los dos spits que metimos en la repisa. De esa forma se puede alcanzar de nuevo, con plena seguridad, la cuerda que baja desde el segundo fraccionamiento dejando la Repisa del Oso a un par de metros (este montaje ha quedado permanente). Mientras el resto del grupo se iba reuniendo en la repisa y comenzaban a hacer fotos al oso seguimos para abajo y terminamos de instalar el pozo. Un desviador y un último fraccionamiento exigieron algo más que la cuerda de 58 que portábamos. Recogiendo el sobrante de ésta, instalamos otra cuerda de unos 12 metros. Globalmente se hace necesaria, en este pozo, una cuerda de unos 65 metros para ir holgado.
       Zaca me presto su descensor ya que había olvidado el mío. Al Milcopas le aseguraron todo el descenso con una cuerda dinámica que luego se uso para transportar el dressler de abajo hacia arriba. Mientras todos iban llegando comenzamos a pasear  por la galería inspeccionando las cercanías. La cercana cascada, a mano izquierda, estaba tremenda. Nos dio tiempo a hacer todas las fotos que nos dio la gana y a darnos varias vueltas sin alejarnos demasiado.



      En cuanto empezamos a movernos llegamos a la cascada y nos volvimos a parar. Se impuso una insistente sesión de fotos para captar su transparencia. De los dos galeriones fósiles que continuaban la cavidad elegimos el de la derecha que nos llevo en sucesión a una zona de cristales blancos en las paredes, después a una de formaciones clásicas muy blancas, seguido de una zona de excéntricas y formaciones clásicas entre blancas y ocres, con dos pequeñas galerías muy coquetas, y, finalmente, a una zona de columnas y estalagmitas. Animé a Pepe a probar por una gatera sopladora que le llevo un buen rato pero sin éxito. Fue una vacilada por mi parte pues ya conocía el pelaje de la gatera. Pero Pepe nos demostró a todos lo entusiasmado que estaba.



     Después de pasar unos laminadores accedimos a una amplia galería con un lago redondón y profundo en su fondo. Se notaba su reciente creación por los espumarajos y la turbiedad. Tomamos a la derecha unas rampas arenosas con bloques y una galería con textura similar que nos llevó hasta una sala con más bloques y mucha arena. Allí comimos y actualizamos los equipos. Algunos también fumaron y todo se lleno de humo.
Poco después Hugo, en una galería adyacente, encontró, en el lecho de guijarros y cantos rodados que formaban el suelo, una piedra de arenisca rojiza con nódulos y nervaduras que le daban un interesante aspecto. El hallazgo nos estimulo a buscar más piedrecitas del mismo linaje. Al cabo de un rato había muchas en el muestrario; a mi me toco una con forma de menhir puntiagudo, elegante y discreta. Me la lleve en el bolsillo.
 

       Ascendiendo entre bloques casi hasta el techo de la galería y girando a la derecha por un paso entre coladas resbaladizas -asegurado por un pasamanos- pudimos entrar en una sala de grandes proporciones. Para seguir avanzando nos tuvimos que someter a una potente ducha helada que barría la superficie de las coladas. Con prudencia extremada por lo resbaladizo y abrupto se atravesaba en horizontal hasta una zona de grandes bloques y arenas. A partir de aquí un sendero poco determinado nos permitió ir bajando hasta un gran colector en crecida (espumarajos, turbiedad y orillas con forma no adaptada a la corriente...) que fuimos siguiendo río abajo.
      Finalmente el río ocupo toda la galería. Se podía observar su sifonamiento un poco mas allá. Desde luego faltaban unos cien metros para alcanzar el punto en que paramos la primera vez que estuve allí. El nivel podía haber subido entre 2 y 5 metros... Después de emitir algunas paparutxas el grueso del grupo salió de estampida hacia el Pozo del Oso mientras Hugo, Pepe, Miguel y yo hurgábamos en una galería colgada a un par de metros de altura. No observamos ninguna huella de los franceses. Alcanzamos en poco tiempo la base de un pozo amplio por el que bajaba una cascada. Un poco más allá una gatera semiobstruida daba paso a un meandrillo que se desplomaba por un pozo de 10 metros sobre un río en crecida. Por detrás de una colada, en la base del pozo, se accedía también a ese río. Hubiéramos podido seguir con cuerdas y con el río en estado normal, pero no pudo ser. Al volver a la gran Sala no encontré mi saca. Estaba inquietándome cuando Hugo me dijo que la traían ellos de la zona que habíamos explorado.
        A pesar de que nos llevaban media hora como mínimo, cuando llegamos al Pozo del Oso solo habían subido dos personas del primer grupo... Mientras esperábamos nos dedicamos a hacerles fotos a una raras estalactitas con formas de tentáculos de calamar y a caminar en círculo en la Sala en que caía la cascada.
Después de subir el pozo esperamos una hora mientras iban llegando compañeros. Luego decidimos bajar hasta La Gándara caminando bajo la lluvia. A las diez estábamos empezando a comer pinchos que iban preparando Mariano, Wili y Félix mientras bebiamos botellas de Ribera de Duero. Luego vinieron los espaguetis y la carne con más Ribera de Duero. A las 12 ½ Miguel y yo abandonamos a toda la tropa comenzando la velada. Una hora después llegaba a casa bajo chubascos helados.

9/11/08

Far East (8/11/2008)


Desfondes (8/11/2008)
      Contactamos a finales de semana y quedamos el sábado para continuar nuestras incursiones en la red del Gándara. También le envié un mensaje a Miguel S que me contesto a última hora del viernes. Quedamos en Solares y nos reunimos con Miguel B en Ramales. Además nos acompañaron Eva e Izaskun.
      El talante de Eva se alimentaba de su afán de superación. Los otros nos dedicábamos a representar la farsa habitual. Evidentemente éramos conscientes de una ridícula fracción de nuestra historia. El resto se nos escapaba como un gas noble de su vasija.
     Poco después llegamos al aparcamiento. Como siempre tardaríamos mucho en prepararnos... pero no importaba, iba a ser un día tranquilo. Por ensayar el comportamiento de los demás me puse el mono exterior y el arnés antes de subir a la boca. Quería imitar el masoquismo generalizado.
     Tardamos unos minutos en llegar al final de la galería de las Alizes. Había muchos charcos grandes y profundos donde cargar de agua el carburero. Los carbureros dieron problemas antes o después a todos sus propietarios. Al de Miguel B no le encajaba la rosca y el acetileno se salía por la junta. Un autentico coñazo que le persiguió toda la jornada.
      El Delator no nos dejo pasar de pié pero esto no fue un handicap serio dado que todos nos lo tomamos habitualmente como el pago por la sesión de cueva que se nos proyecta a continuación. Resulta muy rentable si lo mides en unidades monetarias de tiempo (ver Banco del tiempo para más detalles) : 10 minutos de Delator por 10 horas de cueva.
      Los desfondes y pasamanos comenzaban en el mismo sitio que la última vez que habíamos visitado esa zona. Sin embargo fuimos bastante rápidos al principio porque todo estaba instalado. Solo hubo que hacer algunos retoques y recogidas de cuerdas. 

       Finalmente alcanzamos, algunas ya iban pensando en el almuerzo, el punto remoto en el que nos habíamos quedado sin material durante la última incursión. Mientras los demás aprovechaban para papear sin compasión, yo ponía un spit para comenzar un pasamanos. Avancé unos metros horizontalmente en oposición e instalé a una oreja de roca con un cordino. Unos metros más con la misma técnica me llevaron al otro lado del desfonde. Miguel B paso a mi lado y mientras el clavaba otro spit yo papeé sin compasión. El spit se embozó de forma compacta y como se hacia imposible desalojar el polvillo apretado con las herramientas de que disponíamos desenroscamos, tras una larga lucha, ese spit y terminamos de colocar otro.
      La impaciencia me llevo a salir disparado hacia el oeste en cuanto acabamos de instalar el pasamanos. Fueron pasando Miguel S, Eva e Izaskun. Esta última se cayó en el segundo sector del pasamanos golpeándose un codo de forma ligera. Esto obligo a poner, a pesar de lo fácil del avance, otra cuerda más en un pequeño desfonde.
       Mientras todo esto ocurría la galería por la que avanzaba desemboco en una sala de grandes dimensiones (25x25x100 en una primera estimación). El acceso a la sala consistía en un delicado pasamanos resbaladizo y aéreo. Me di una somera vuelta por la sala y constaté que era inhóspita, neblinosa, resbalosa -debido a una pátina de barro color crema- y que un colapso de bloques (algunos tamaño bloque de pisos) colonizaba toda su superficie. Había verdaderos despeñaderos en algunos sitios. Me quede un rato con la luz apagada en plena oscuridad de la sala. Traté de imaginarme la soledad más absoluta. Pero algo en mi cuerpo se rebelaba a esa visión. Necesitaba la luz y las otras existencias. No me era posible imaginar la oscuridad. En el interior la luz no se apagaba.
      Al cabo de un largo rato aparecieron Miguel S y Miguel B. Las dos chicas no quisieron bajar a la sala por el pasamanos de acceso y se quedaron dándole al palique sin freno ni medida. Para ellas pasaron dos minutos. Para nosotros varias horas de intensas búsquedas.
      Primero exploramos, por la izquierda, unas coladas en las que tuvimos que emplear una cuerda. Bajamos rápidamente, para evitar una ducha helada. Abajo abundaban los gours con cristales de calcita amarillenta. Todo estaba formado por coladas. Nos dejamos varias bajadas más, de unos diez metros, que parecían llevar a sitios similares. Más al este, en este mismo nivel, encontramos un laminador que nos llevo a la pared norte de la sala. Un conjunto de pasos entre bloques daba acceso a una zona de pequeñas coladas y charcos profundos.
       Más tarde fuimos hacia el oeste. Alcanzamos un pináculo de la sala con un despeñadero. En la aislada cumbre de un bloque observamos la momia de un mamífero de más de un palmo de largo. Imposible imaginar el camino que le trajo hasta aquí. También se observaban restos vegetales sobre el suelo aunque nos quedo la duda de su origen (traídos por los franceses quizás?).
       Finalmente miramos unas plataformas algo más abajo cuyo acceso exigía dar un rodeo. Posado sobre un bloque encontramos un mazo de cuerda. Un poco más abajo se abría un pozo de unos 40 metros. En su fondo se oía con claridad un río. Algo más arriba observamos una posible continuación por una grieta ascendente.
      Miguel S empezó a preocuparse por las chavalas. Llevaban demasiado tiempo solas. Sin embargo ni se enteraron de todo el tiempo que había pasado. Era bastante tarde. Comenzamos la vuelta. En una parada técnica que hicimos al cabo de un rato Miguel B miro su reloj y eran las 8 menos veinte. Nuestras estimaciones eran salir a las 11. Estábamos cansados pero las cosas se nos dieron bien a la vuelta y a las 10 y pico salíamos a una noche estrellada y fría.
     Después de cambiarnos y ordenar todo, cuando ya estaba todo dentro del coche, resulto que no aparecía la llave del coche de Izaskun. Llevábamos media hora registrando el coche y todos los equipajes cuando Eva en una revisión de una bolsa, ya registrada por Miguel S, encontró la dichosa llave. Nos despedimos de Miguel B allí mismo y nos encaminamos hacia el puerto de Alisas. Miguel S y yo dormitábamos a ratos en los asientos traseros mientras Eva e Izaskun continuaban dándole al palique sin freno ni medida.

26/10/08

Forbidden Lands III (18/10/2008 y 25/10/2008)

 1.Ríos
       Miguel hablaba de las fiestas de Balmaseda, de sus hijos, de una chica muy joven que tuvo un derrame cerebral. Quizás los anticonceptivos y el tabaco. Conducíamos con calma y delectación.
Volvíamos de nuevo a la cueva que tanto nos motivaba... Ahora estábamos en un río. Sonidos de arroyos subterráneos discurriendo bajo bóvedas oscuras. Nos pareció oír voces humanas, lejanas, murmullos suaves y risas apagadas. Como entre sueños la conversación de un grupo de jóvenes a la orilla de un lago bajo los árboles.
      En el exterior hacía un día de sol radiante y colores nítidos. Jesús Olarra con un amigo, y esperando a otro, estaba a punto de entrar en la Red del Gándara. Salía un viento muy potente por la boca  de la cueva. Las rocas estaban más húmedas que otras veces. Avanzamos cueva adentro hasta un lugar en que nos vimos obligados a calzarnos trajes de neopreno. 
      Primero fue un río que iba hacia el este. Luego se le unió un afluente grande, con sonidos de pequeñas cascadas, que venía del oeste. Al poco el río formado por la unión de los dos giró hacia el oeste 180º. Transparente el agua sobre arenas gruesas. Siempre recreando la escena del arroyo... ningún tiempo que ganar. Nunca. Solo los guijarros dormidos en un sueño nítido. Unos 200 metros más allá el río volvió a girar 180º enfilando hacia el oeste. Tras recorrer un tramo mediano se le unió otro afluente por la izquierda procedente, más o menos, del noroeste. Decidimos tomar este último afluente que nos remitía hacia el interior del sistema. Después de seguirlo durante un tramo, no muy largo, en que la abundancia del barro tapizando paredes y bloques fue en aumento, llegamos a una bifurcación. El río giraba hacia el este de nuevo y a mano izquierda una galería fósil ascendente nos elevo dando revueltas unos quince metros por encima del nivel del río. La galería acababa de forma abrupta en un balcón sobre un curso fluvial que, luego comprobamos, era el mismo río por el que veníamos.
     Volvimos de nuevo al cauce y continuamos por una zona de tránsito más pesado. Había que agacharse y en algunos lugares seguir conductos alternativos. Dibujábamos flechas sobre el barro húmedo, clavábamos menhires verticales en el suelo, nos fijábamos en los detalles para no dudar a la vuelta. Como las aguas del río se hacían  imposibles de transitar bajo un caos, Miguel se encaramo con dificultades a la montaña de bloques resbaladizos, pero al otro lado era imposible descender sin cuerda. Por debajo de los bloques un laminador medio inundado y tapizado parcialmente de barro era la única continuación viable. No la seguimos, decidimos dejarlo en ese punto, y volver mirando los otros ríos. Uno de ellos se perdía en aguas profundas en las que se hacía necesario nadar. El otro provenía de una zona de pequeños rápidos y cascaditas con un laminador.   
          Las instalaciones de acceso a los ríos estaban en condiciones penosas. Todos los parabolts (salvo uno) giraban locos sin posibilidad de apretar las tuercas. Durante el ascenso tuvimos que separar la cuerda de la vertical tirando de ella a mano para evitar un roce.
      Salimos temprano y volvimos por Ramales. En la plaza del pueblo había algunos puestos de feria aún abiertos pero estaban recogiendo ya.

2.Meandros
      Una semana después parecía que no íbamos a entrar en la Cueva del Gándara. Miguel (BALM) andaba liado con la vela y el viento de las regatas. Pero me llamo Pepe (SEII) con intención de venir a pasar el fin de semana en Laredo y hacer espeleo el sábado. No me negué. Fuimos al local de la Federación para ver a Juan por si se animaba. No estaba y cuando hablé con él ya tenía un bonito plan para ir a Rionansa. Sin embargo Miguel (SCC) y Eva, sin mucho entusiasmo, se unieron al plan. Manu no se enrolo en este cayuco y Julio, del que no tenía noticias, tampoco. Quedamos a las 8 ½ en Solares y a las 9 en Laredo. Nos acercamos a La Gándara por Soba.
     La vida nos planteo un día espléndido pero muy frío. A las diez, o poco más, estábamos entrando tranquilamente en la Cueva del Gándara. Hicimos algunos altos para reajustar los equipos y la vestimenta, antes de alcanzar una hermosa galería que, al principio, tendría unos 10X20 metros de sección. Algún desfondamiento y varias trepadas hicieron complejo el avance. Pepe exhibía un talante feliz, Eva de ligera protesta y Miguel parecía serio. A mi se me hacían innecesarias las palabras aunque la verborrea me fue ganando terreno.


       Llegamos a un punto en que era posible continuar por dos caminos: bien descendiendo entre bloques ciclópeos, bien ascendiendo un poco más arriba y a la izquierda por una galería de apariencia más modesta. Decidimos seguir esta última opción. Enseguida llegamos a un meandro desfondado de un metro -o poco más- de anchura y de profundidad incierta que nos corto el paso. Bajando un poco, una travesía en oposición algo delicada permitía salir al otro lado. Para mayor seguridad instalamos un corto pasamanos, que sirvió para que los que no hacían nada fueran almorzando. Eva se puso nerviosa en el pasamanos pero al final no hubo contratiempo.

     Más adelante la galería se resolvió en un hermoso conducto, a veces múltiple, de buenas proporciones y formas redondeadas. De vez en cuando teníamos que buscar la continuación y algún resalte exigía más dedicación. El avance era tan entretenido que el entusiasmo se fue instalando entre Pepe y los demás. A veces Eva pasaba algún apuro y Miguel le daba la opción de volver hacia la salida tranquilamente. Pero para nuestra felicidad, siempre resolvíamos la dificultad. En una ocasión tuvimos que colocar una pila de piedras en forma de escalera para alcanzar el suelo en un destrepe. Y así, sin darnos cuenta, llegamos a un rellano en que se presentaron varias opciones de continuación.
     Escalando en chimenea unos diez metros directamente y luego trepando por una placa arenosa se alcanzaba una continuación, apenas hollada, muy problemática por los grandes bloques que exigían continuas trepadas y destrepes arriesgados o quizás imposibles. Otra opción consistía en una ventana a dos metros de altura que se resolvió en una ratonera. Finalmente una cuerda instalada por los espeleos del SCD permitía alcanzar una ventana a unos diez metros de altura por la que pudimos continuar, no sin ciertas dificultades, avanzando por una coqueta galería. Un resalte nos obligo a colocar un cordino. Los bloques exigían una atención exhaustiva.
     La galería volvió a tomar dimensiones espectaculares. Encontramos un escarpe instalado que nos llevo a posarnos sobre el fondo de la galería. Avanzando algo más un desfondamiento imponente nos exigía un pasamanos pero no nos quedaban cuerdas. Comenzamos la vuelta. A medio camino nos confundimos de ruta, en un punto en que había que dejar el fondo del meandro y subir, pero enseguida dimos con el camino correcto. Fue una desagradable sensación.
     Unas diez horas después de haber entrado salíamos al valle de Soba. El cielo nítido, cuajado de estrellas y una pieza de música clásica que emanaba desde La Gándara nos saludaron. Poco después de las diez nos despedíamos de Pepe en Laredo y seguíamos hacia nuestras casas.

28/9/08

Forbidden Lands II (20/9/2008 y 27/9/2008) El Coverón

3.
A lo largo de la semana se afanaron en llevar a cabo todas las tareas pendientes, antes de comenzar cualquier cosa que pudiera despistarles. Si bien habíamos quedado el sábado en Solares para ir al Coverón con Miguel, Eva y Manu, minutos antes de la cita llamo Miguel para comunicarnos que el coche no le arrancaba y que iba a dedicar el día a arreglarlo. Luego hablo por teléfono con Manu para obtener consejos de un mecánico experto pero el coche no funciono de ninguna manera.
Poco después conducíamos hacia Riba a través del puerto de Alisas. Aparcamos el coche en la curva de siempre a trancas de conseguir un lugar mejor. Después de tres veces ya pudimos localizar a lo lejos, entre el denso bosque primitivo, la calva que indica la cercanía de la boca del Coverón. Durante el trayecto de ida caímos en la cuenta de lo ventajoso de seguir el camino principal hasta un prado que bordea la carretera Riba-Matienzo (para el futuro esto eliminara la necesidad de atravesar ningún trozo de bosque denso con ramas invasoras que descargan toda su humedad sobre el desgraciado peatón y espinos tramposos colgados al tresbolillo que le arañan la ropa y el pellejo)
La cueva nos produjo una impresión similar a la de otras veces. Quizás con una pequeña componente de familiaridad. Al llegar al fondo de la gran rampa de entrada, en medio de la Sala abovedada, y con la luz verdosa tamizada por las hojas de las plantas, tomamos la galería hacia el este (izquierda) hasta el acceso a los pisos inferiores. Un resalte de cuatro metros con su correspondiente cuerda seguido de una cómoda rampa, también con cuerda, y en su final un pozo aéreo pero corto y muy ancho al estilo gótico del resto de la cueva.
En la base del pozo se nos abrieron muchas posibilidades de continuación. Nos repartimos el trabajo como buenos amigos. Después de hurgar por múltiples rincones de estilos variados –típica gatera, laminadores, pequeños meandros, salas de estrecha entrada y gótica estructura- pudimos comprender que el nombre de la zona estaba bien puesto: Minilaberinto. En un golpe de intuición Manu se metió detrás de un recoveco, sin ningún atractivo, que se prolongó en un pequeño meandro. Al cabo de un corto tramo desemboco en otro meandro algo mayor en donde la corriente de aire se hizo evidente. Continuando por una sucesión de montañas rusas y diminutas gateras sopladoras pronto alcanzamos un gran balcón arenoso hendido por un profundo meandro. Desde su fondo –imposible de ver por lo sinuoso de las paredes- podíamos escuchar el rumor de un arroyo mediano. Avanzamos por una zona de balcones y cornisas arenosas cruzada por puentes de roca sobre la grieta del meandro hasta que accedimos a una corta galería arenosa. La galería desemboco en una instalación de bajada. Unos veinte metros de estrecha y sinuoso descenso nos depositaron sobre el lecho de un riachuelo.
Decidimos ir aguas arriba pensando que la vuelta sería menos cansada. Enseguida empezaron las dificultades. El piso de la galería era estrecho, recorrido por el arroyo y con depósitos blanquecinos y resbaladizos a ambos lados formando aceras. Un resalte muy resbaladizo y sin cuerda, nos obligo a emplearnos a fondo para ascender. Por suerte una cuerda colgando del otro lado del resalte nos permitió bajar con  seguridad. Y, pensando en la vuelta, mucho mejor. Continuamos con algunas contorsiones y equilibrios par salvar zonas algo más profundas hasta que nos topamos con un nuevo resalte mucho más serio que el anterior. Una cuerda nos elevó hasta unos dos tercios de la altura del meandro en donde unas plataformas daban acceso a otro meandro muy estrecho, afluente del principal, y a la base de una alta chimenea, inaccesible sin escalada en condiciones. Mediante una trepada técnica alcanzamos el final del resalte. Para nuestra desgracia la bajada hacia el otro lado, aguas arriba, no estaba equipada. No nos quedo más remedio que volver.
Aguas abajo del punto de acceso al riachuelo la galería nos llevo rápidamente a una zona estrecha y baja en que hubiera sido necesario mojarse por completo para continuar. Con esta información tan contundente volvimos hacia el pozo de acceso. Ya de nuevo en la zona de los balcones arenosos constatamos que la corriente de aire no provenía de la parte profunda del meandro. La conclusión fue que la corriente se perdía en algún sitio de este nivel fósil y que, por tanto, hay un fleco importante en el conocimiento de la cavidad. También nos dimos cuenta que la ruta que habíamos usado para llegar hasta aquí a través del Minilaberinto no era la única existente. Guiados por una fuerte corriente saliente pudimos llegar a la base del primer pozo por otro camino, algo más penoso que el de venida.
El éxito de la incursión nos obligo a celebrar el día poniéndonos las botas en el restaurante El Mirador de Ogarrio.  

4.
Al viernes siguiente Julio organizó un nutrido grupo formado por Marta, Izaskun y Miguel SCC para ir a la red del Gándara. Al final, el sábado por la mañana Miguel, de Balmaseda, se nos unió después de varias oscilaciones entre la vela y la espeleo. Mientras tanto nuestros amigos de Madrid organizaban una salida a Fuentemolinos que nos hizo dudar de actividad.
Desde Arredondo fuimos hasta La Gándara en tres coches. Nos habíamos convencido de llevar neopreno para intentar cruzar una zona de aguas profundas que visitamos en otra salida de hace unos meses y que nos intrigaba. Le dejamos a Marta un neopreno. Llevaba el pelo formando trenzas africanas. Miguel le comento que podía darle una capa de barro como ciertas tribus africanas (eso lo protegería del sol y de los insectos...) Además llevábamos un bote playero -de plástico- con su correspondiente inflador. Como ejercicio especial nos propusimos pasar todas las gateras de la cueva sin quitarnos la saca. 
En no mucho tiempo alcanzamos la zona del Pozo de las Hadas. Pero a partir de aquí las esperas se prolongaron debido a la falta de experiencia de Marta e Izaskun con las cuerdas. Mientras pasaba el tiempo con lentitud pudimos disfrutar la rareza de un ambiente casi nítido en la Sala del Ángel. En ese estado de espera mística nos convencimos de que el objetivo que nos habíamos marcado para hoy era inalcanzable en un tiempo razonable. Íbamos a tardar demasiado en algunos pozos que debíamos pasar obligatoriamente. Así que, tras una consulta general, reconducimos la situación hacia objetivos más modestos.
Cuando volvimos a juntarnos en grupo compacto bajamos calmadamente, todos, a ver el conjunto de excéntricas a la izquierda de la cascada. Luego continuamos galería adelante. A una corta distancia y a la izquierda localizamos, en una especie de llamativo hundimiento, una galería paralela muy interesante. Formada básicamente por un meandro vertical, a veces colapsado de enormes bloques, con pasos agaterados entre éstos, fue haciéndose cada vez de proporciones mayores, al avanzar hacia el este, hasta que alcanzamos un punto en que, por seguridad, era recomendable instalar una cuerda para descender a una zona muy amplia en que sonaba un río.
Algo más lejos visitamos unas galerías meandrosas, de suelo arenoso, y cuyo acceso requería una corta trepada a la derecha. Las galerías se interconectaban entre sí por algunas gateras semiobstruidas por bloques empotrados y, finalmente, se lanzaban, con un salto de unos 40 metros en volado, sobre una sala arenosa con un riachuelo. No todos quisieron subir a ver esta bonita zona quizás por la trepada que requería, aunque su dificultad era mínima.
Un poco más adelante localizamos un paso entre bloques que fue resolviéndose en una zona de pesados laminadores. Poco a poco las dimensiones de la galería se fueron ampliando y tras unos descensos por unas rampas con bloques aparecimos en una galería ancha, de unos tres metros de alta, con sección elíptica y suelo arenoso. Recorriendo esta galería encontramos varias zonas de interesantes formaciones. Finalmente alcanzamos una zona de desfondamientos y chimeneas ascendentes que parecían prologar la cavidad en esa dirección.
Nos quedo un recuerdo de tranquilidad y limpieza que se fue haciendo un hueco en nuestras cabecitas. Mientras, comíamos formamos un círculo de amigos lejos de la superficie, bajo la montaña y en medio de una corriente de aire.
Los carbureros dieron tantos problemas como es habitual. Hubo agua, descarburadas en bolsas de plástico, tochos de carburo incómodos de colocar en el depósito, olores desagradables, manos manchadas y pequeñas contaminaciones en el suelo. Existe una solución muy fácil para todas estas incomodidades: LEDS.
La espera en el Pozo de las Hadas se dedico, según quien, a vagar mentalmente, charlar o dormitar. Como íbamos un poco por delante de los dos Migueles, durante el camino de vuelta, y antes del Delator, nos desviamos para mirar unas cortas galerías, conectadas por distintos puntos a la galería principal, que desembocaban en un pozo rodeado de terrazas arenosas. Resulto ser un sitio acogedor para un posible vivac
Pudimos salir de la cavidad temprano, en pleno atardecer Sobano. Poco después todo el grupo tomaba unas cervezas en Arredondo. Curiosamente se presento la madre de Marta en el bar para recoger a su hija. Había un ruido infernal, incluido el fútbol en un televisor gigante de plasma, y al final optamos por sentarnos fuera. Pero fue muy poco el tiempo que estuvimos así.
Mientras volvíamos hacia Solares Julio contaba historias personales que le preocupaban un poco. Pero mirándolo con cuidado todo parecía en calma relativa.

14/9/08

Forbidden Lands (7/9/2008 y 13/9/2008) Rubicera

1.
Hace casi veinte años que los espeleologos del SEII consiguieron encontrar, al final de la gran galería de entrada de la cueva de Las Canales, un paso clave. Durante largos años distintos grupos de exploradores habían intentado sin éxito encontrar el origen de la fuerte corriente de viento que barre la salida de la cueva.  Visto en retrospectiva la mera localización de la fuente ventosa constituye una pequeña hazaña. Nosotros, aun sabiendo que existía, tardamos en localizarla tres salidas (o quizás cuatro?) Cuando alguien ve por primera vez el estrecho paso entre bloques no puede creerse que retorciéndose entre éstos -y casi veinte metros más abajo- pueda encontrarse una amplia galería transitable y cómoda. Pero esas son las circunstancias. El primero que se atrevió a introducirse entre los amenazantes bloques le echo, sin duda, un coraje notable. Y no se trata de un  mero factor psicológico. En una de las ocasiones se desprendió un bloque “relativamente pequeño” golpeando a un explorador en la cara. El espeleologo acabo en el Hospital de Valdecilla. Por eso, y a pesar de las múltiples ocasiones en las que hemos pasado la estrechez, continuamos admirándonos y encogiéndonos ante ese pasaje. 
Pocos días antes del domingo nos planteamos una salida tranquila y sin complicaciones verticales. En esta ocasión nos iba a acompañar Lola, una joven murciana, con poca experiencia en cavidades junto con su novio -Joaquín- y nuestros amigos Miguel y Mavil. Estuvimos sopesando tres posibilidades: la cueva de Françoise, la red del Gándara o la cueva de Las Canales. Finalmente optamos por la tercera opción pensando en una aproximación corta y en una cueva hermosa. La cueva de Françoise esta más lejos y no es tan atractiva como la Rubicera. Por otro lado la red del Gándara es nuestro monotema y nos estamos acercando al punto de saturación.
Lola se despertó pronto para remolonear entre las sábanas. Joaquín se encargo de ponerla en marcha. Poco después nos reunimos con Miguel en Arredondo. Un tipo agradable nos vendió apetitosos croissants en la panadería. Dentro hacía un calor agradable. Creo que Lola fue a comprar tabaco acompañada de Joaquín. Luego subimos repartidos en los dos coches hasta los altos del Asón. A voces  llamamos desde la carretera a Mavil, que andaba en su campamento. Nos recibió con muestras de alegría. Se le veía fuerte y exultante. Producía un onda positiva. Nos contó sus andanzas arriba y abajo de los Picos de Europa y mostró el corte de su dedo. 

Fuimos prevenidos y no mostramos nuestro verdadero pelaje. Nuestra apariencia cristalizo en forma de montañeros excursionistas. Estuvimos ojo avizor frente a la cascada del Asón mientras íbamos haciendo las mochilas. Teníamos un cuento aprendido por si nos preguntaban los rurales: nosotros vamos de excursión para localizar algunas cuevas, pero no vamos a entrar en ninguna.
La caminata se hizo agradable. El calor no era excesivo. Sin embargo, devorada por la vegetación crecida en el pluvioso verano, la senda de las cornisas apenas era visible. Pusimos una cuerda en el descenso de la segunda canal. Lola utilizo un arnés para bajar. La hierba estaba demasiado larga y peinada hacia abajo y no era segura para caminar con pendiente fuerte. En la boca sur de la cueva había tres espeleologos manchegos. Tres compañeros suyos les llevaban la delantera en la travesía hacia el Mortero de Astrana. Uno de ellos contó que iba en el segundo grupo para no divorciarse de su mujer que iba en el primero. Entraron unos minutos antes que nosotros. A la altura de la estrechez entre bloques les adelantamos. Sus amigos les habían dejado una luz intermitente para ayudarles a localizar la entrada del pasaje.
Fuimos interrogando a Mavil acerca de su incursión en solitario en las profundidades de la Red del Gándara. Estuvo tres días. Alcanzo lo que, según sus apreciaciones, podría ser la Sala Catalana y la Sala de la Sardina con Cabeza Gorda. El primer día avanzó por río Viscoso hasta que, cansado y sin encontrar un lugar adecuado, montó vivac en las playas del río. El segundo día subió unas cuerdas hasta una sala que podría ser la Sala Catalana y más tarde, avanzando río arriba, dio con otra sala que albergaba un vivac y una forma en el techo que recordaba una sardina gorda. El tercer día salió muy cansado. A lo largo de casi 15 días un pastor, que ya le conocía, fue su único interlocutor.
Antes de llegar a la Sala de la Teta tomamos una desviación particularmente llamativa que nos condujo por una galería pulida y de elíptica sección, algunas arrastradas y varios desfondes hasta una sala con abundancia de cristales. Desde allí tomamos un meandro con más cristales y arena hasta desembocar en la ruta clásica de la travesía. Pocos minutos después comíamos junto a la Sala de la Teta. 
Mas tarde tomamos uno a uno los cañones que conducen hacia el norte. El primero que visitamos, grande, tenía hermosas formaciones. Pronto se convirtió en un cañón desfondado con dificultades de paso. En el primer desfonde serio montamos un pasamanos basado en anclajes naturales. Mientras Mavil caminaba en equilibrio por una cornisa Lola se tapo los ojos. Un poco más allá pudimos pasar por un lateral un segundo desfonde. Una piedra canto más de 50 metros de vertical. En una tercera fase  utilizamos para eludir el desfonde una galería lateral llena de cristalizaciones y filigranas en la que nos entretuvimos con las fotos. El siguiente paso implicaba atravesar una colada de incierta adherencia con caída directa al desfonde. Mavil iba a pasar pero le retuvimos. Aquello era una ruleta rusa.
El segundo cañón que miramos tenía una estrecha entrada sobre un desfonde. Paso Mavil  que tras unas decenas de metros alcanzó una zona estrecha con resaltes por la que no nos iba a interesar avanzar.  Para el tercer cañón que visitamos tuvimos que destrepar hasta alcanzar el fondo. A base de acrobacias Miguel y Mavil avanzaron por una sucesión de hermosas marmitas llenas de aguas cristalinas y rodeadas de bosques de formaciones. Finalmente Mavil se cayo en una marmita y desistieron de seguir.  Se estaba haciendo tarde. Un último cañón, muy cercano a la Teta, se dejo para mejor ocasión.
Volvimos a los coches por una senda mejor que la de las cornisas pues ésta estaba demasiado llena de vegetación. Llegamos muy avanzado el atardecer. Recorrimos todos los bares y restaurantes de La Gándara pero en ninguno nos dieron de cenar. Entre otras cosas porque en el pueblo de Cañedo estaban de fiestas y todos se iban para allá. Nosotros también fuimos por ver si comíamos algo, pero solo había música estridente, algunos paisanos que nos miraron raro, adolescentes buscando relacionarse y una caja de sardinas crudas junto al chiringuito donde un hombre se afanaba con una fogata para hacer brasas. Volvimos de nuevo a La Gándara donde, tras unas cervezas, nos despedimos de Miguel y dejamos a Mavil en su campamento. Los que quedábamos bajamos a cenar al bar Coventosa. Pedimos chuletones de vaca, regados con una botella de tinto que apuramos sin compasión. Más tarde el único que pudo conducir fue Joaquín. Mientras, Lola dormitaba en los asientos traseros y el copiloto daba breves indicaciones para llegar,  que Joaquín  se afano en llevar a cabo.
2.
Lola se marcho al día siguiente. Joaquín decidió subirse al campamento de Mavil unos días. A lo largo de la semana hicieron la clásica travesía Cuivo-Mortero y una incursión en La Cañuela. Joaquín se fue al Sur el viernes. Teníamos proyectada, con Mavil, una incursión de dos o tres días en la Red del Gándara, pero avanzada la mañana del viernes nos comunico que le había dado un severo ataque de lumbago al mover un calcetín sucio. Además había llovido con intensidad los últimos días y los ríos andaban crecidos. 
Nos reunimos con Mavil en su campamento la húmeda mañana del sábado. Se tomo un antiinflamatorio que le dio Miguel pero el lumbago no tenía mala pinta. Mientras Mavil seguía tumbado en su colchoneta unas horas más decidimos hacer una incursión rápida en la red del Gándara. Cuando nos fuimos, el rebaño de ovejas continuaba ramoneando los frescos tallos verdes un poco más arriba de su tienda y las gotas de agua sobre las plantas nos mojaban la ropa.
Vimos un buitre posado en lo alto mientras nos preparábamos. De pronto otro buitre echo a volar. Mientras estaban posados no los veíamos pero ahora, como una reacción en cadena, se fueron sumando dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce,...quizás había veinticinco buitres girando en círculo cuando paramos de contarlos. Todos habían surgido de su perfecto camuflaje entre los árboles y el roquedo, adosados al farallón de la Cueva de los Santos. Nos dimos cuenta que un círculo de buitres más lejano evolucionaba largo rato antes. Nítidamente se dibujaban contra las nubes blancas y grises y los agujeros azules.
Tuvimos que abrirnos paso entre la vegetación cargada de rocío, sacudiéndola antes de pasar para que no nos empapase. Tocamos algunos temas de fondo mientras trepábamos, andábamos o nos arrastrábamos. Entre otros se mencionaron los francotiradores y los referéndums. Hero y el Tao Te King fueron referencias que citamos en algún momento.
En menos de una hora nos encontrábamos cerca de la Sala del Ángel. Después de varios ensayos localizamos un pasillo alto del que salimos trepando. Un poco más allá la densa negrura de un vasto espacio subterráneo se abrió ante nuestros ojos. La sala con bloques planos grandes, como tejados posados y recubiertos de fina arena cristalina y de pequeños cristales acidulares, no estaba hollada. Apenas alguna huella perdida rompía el brillo perfecto de los cristales depositados sobre todas las superficies. Un soplo de viento marcado nos arrastro a lo largo de una galería de 15X4 que se fue abriendo en una segunda sala más redondeada. Al final de ésta nos encontramos una fuerte pendiente de gravas, arenas y bloques de tamaño variado, por la que fuimos ascendiendo con cuidado. Unos grandes bloque formaban un pórtico, muy por encima de nosotros. Encontramos bloques de arenisca roja, seguramente desprendidos de un estrato.
La galería se convirtió en una gran cuesta con bloques, semejantes a saurios que nos mirasen desde las alturas. Mientras uno de nosotros ascendía pegado a la pared de la izquierda el otro fue por el centro. Así pudimos percibir las dimensiones del lugar en que habitábamos. Al cabo de un rato el suelo se acerco al techo y nos reunimos ante un laminador de incierta anchura y longitud, buzado hacia el sur.
Ascendimos por el laminador hacia el noreste llegando a varias ratoneras  y a zonas que podían continuar indefinidamente de forma penosa. En un último intento, siguiendo unos hitos y la fuerte corriente, alcanzamos un buzón tras un bloque. Al girarlo entramos en una amplia galería alta -más de 30 metros según que sitios- meandrosa y de unos 4 metros de ancha. Pudimos seguirla unos 200 metros hacia el oeste con ascensos en varios puntos para alcanzar los niveles superiores que observábamos. Finalmente nos dimos por vencidos.
Por el camino de vuelta visitamos, en el lado derecho de la sala, unas formaciones inverosímiles. Se trataba de estalactitas que surgían del techo con ángulos de entre 45º y 30º. No se trataba de excéntricas...y junto a las que formaban ángulo coexistían otras verticales.
Intentamos volver por otra ruta pero debimos desistir por lo peligroso de una trepada que se nos enfrento. Comimos cerca de las cuerdas de acceso a la Sala del Ángel y en poco tiempo estábamos fuera. Eran como las siete y las nubes seguían pasando en procesión formando masas compactas. Mavil había recogido todo salvo la tienda. Al poco estábamos en el coche bajando las revueltas del Asón. No vimos con buenos ojos las obras de la carretera. Como románticos empedernidos que somos, dejamos que fluyese toda nuestra añoranza por la naturaleza intocada y virgen. Pero teníamos hambre y pronto olvidamos ese tema para hablar de los restaurantes de Ogarrio y Ramales.
En Ramales compre un periódico estatal y tomamos unas cervezas. Una pareja discutía sin palabras a la puerta de la cafetería. Sus rostros distaban apenas diez centímetros y sus miradas chocaban en silencio. Ella parecía más fuerte que él. El periódico se mancho de cerveza en la barra. Al poco Miguel se despidió de nosotros y nosotros tomamos el Opel Corsa de Ana para irnos hacia Santander. Nos estuvimos preguntando durante el trayecto si hacíamos la cena en casa o nos íbamos a un restaurante. Decidimos hacer lo segundo. Nos acercamos al Asador de Hoznayo, restaurante recomendado en alguna ocasión por Juan Colina, y tomamos una mesa. No había, en ese momento, más que otra mesa ocupada, pero cuando nos fuimos sólo quedaban dos mesas. No salimos defraudados. La carne estaba deliciosa, el vino era bueno y el servicio agradable.
Mavil tomo un autobús el domingo al mediodía para ir a Madrid y luego otro a las doce de la noche para llegar a Murcia. En la estación de autobuses de Santander un hombre de unos 30 años se comportaba como un niño malcriado dando gritos y llorando mientras su madre -atribulada y triste- le negaba un dinero. Alterne la insólita escena, que atraía a gran cantidad de público, con la tienda de revistas. Finalmente las rabietas ganaron y la madre le entrego unos billetes, que de inmediato tomo el hombre infantil. Mientras tanto Mavil, ajeno a estos sucesos, guardaba cola ante las taquillas de ALSA.                      

22/6/08

Simple y doble (21/6/2008) Tibia>>>>>Fresca


Hay que pensar bien la travesía espeleológica Tibia-Fresca. Tiene dos pozos de 85 con reunión intermedia muy incómoda. De hecho ya es incómoda para dos personas y estresante para tres por la falta de espacio y la sensación de dependencia. Para más de tres es mejor olvidarlo. Había más de seis interesados en realizar la travesía. Llame a Alfredo para enterarme de cómo estaban las equipaciones de los pozos; sobre todo de los pozos largos. Me sugirió que para no  tener que hacer las reuniones intermedias, en los pozos largos, pusiéramos en doble la primera tirada y en simple la segunda. El último en bajar, al recuperar las cuerdas de la primera tirada, deja ya en doble las de la segunda. Pusimos en marcha este sistema llevando tres cuerdas de unos 55 a 60 metros
Esta iba a ser una historia diferente. En ella tomamos el camino ¿cómo lo diría? ... de no excluir. El reto consistía en hacer la travesía Tibia-Fresca con un grupo numeroso. Numeroso pero no multitudinario. Pusimos el límite en 6. En principio iban a venir Julio, Manu, Miguel (Balmaseda), Pepe, Hugo y yo. Pero a última hora Hugo no pudo venir y se apunto Miguel (nuevo). El sábado anterior me di un paseo bien acompañado y verifiqué que la senda que sube desde el Asón a las cabañas de Albeo esta perdida en muchos puntos. Con dificultad localicé la boca de la Tibia -a pesar de haber estado 2 veces anteriormente-. Pensando en la pesada subida entre helechos gigantes, tojos y tábanos probamos a volver por la senda que baja al Albeo desde la de Saco y que enlaza con la nueva pista de Brenavinto. Resulto ser la ruta de acceso ideal.
El sábado 21 tras reunirnos con Julio, Manu y Miguel-n en Solares y con Miguel-B en Arredondo dejamos un coche en la cantera que hay en la carretera Asón-Soba, algo más arriba y enfrente de la boca de la Fresca. Metidos los seis en dos coches subimos por la pista de Brenavinto hasta la desviación a Saco. El día estaba soleado y cálido pero el vientecillo fresco y seco nos ayudo a subir. Los modelos que utilizamos en este desfile incluían pantalón corto, torso desnudo o con breve camiseta y botas de pocero o similares. Incluyendo una paradita para refrescarnos y coger agua en una de las cabañas del Albeo -que esta rodeada de fresnos- tardamos apenas una hora en alcanzar la boca de la Tibia.
Abriendo ruta instalé los dos primeros pozos, de menos de 20 metros cada uno, y esperé a tener todas las cuerdas para el pozo de 85. Pepe me ayudo a lanzar las dos cuerdas en doble de la primera tirada. La cabecera de este gran pozo esta mal. Un solo spit roñoso asegura el pasamanos hasta una instalación de rapel con cadena que consiste en otro spit roñoso y una placa long-life que gira loca. Con el culo algo encogido descendí buscando la reunión. Tras un trozo de bajada que me pareció larguísimo me inquieté por si me la había saltado. Unos metros más abajo la encontré en plena pared resbalosa, lisa y vertical. Dos chapas long-life y cadena, todo de acero inoxidable. No esta mal pero desde luego no hay espacio para colgarse tres personas. Instalé la tercera cuerda enlazada con la que venía de arriba para que no hubiera errores y terminé de bajar el pozo sin novedades. Magnífica reverberación. Miguel-B hizo la recuperación de las cuerdas sin problemas. 
El meandro que enlaza la base del pozo de 85 con el siguiente se nos hizo largo, pesado y, en algún momento, inquietante por las posibilidades de ir a diferentes alturas. Recordaba que la primera vez que hice la Tibia-Fresca nos confundimos aquí y perdimos una gran cantidad de energía y tiempo. El pozo en que desemboca el meandro y el siguiente no tienen ninguna dificultad especial. Las instalaciones son correctas aunque la mayoría de los spits están roñosos.  Nos reunimos de nuevo todos ante la gatera que conduce al pozo del péndulo. La recomendación es pasar con el mínimo de equipo vertical encima. Sobre todo si se es una persona voluminosa. Los delgados no suelen tener problema alguno. Y desde luego llevar la saca, por delante, controlada con un cordino para que no se escurra por la grieta que desfonda la gatera. Así pasamos con la ayuda de diferentes tipos de blasfemias, improperios y tacos. Poco más allá de la gatera nos encontramos con la cabecera del pozo del péndulo de la que partían dos cuerdas fijas. Con esto pudimos prescindir de usar las nuestras. Lo que desde luego hay que hacer es ir revisando la cuerdas según se va bajando. Descubrí que la que estaba utilizando en el descenso tenía una importante flor cerca del fraccionamiento. Por suerte pude resolver el tema utilizando un cabo de anclaje de seguro a la otra. De esta forma los seis tardamos un mínimo en bajar este famoso pozo. Los pocitos que vienen a continuación y que te llevan a la gran galería fósil estaban todos instalados en fijo. Cómodamente recorrimos la galería con algunos pasamanos quitamiedos instalados de forma conveniente hasta llegar a la cabecera del segundo pozo de 85 metros. Allí nos paramos a comer.
Todos pensaban que faltaba poco y yo no aclare tampoco gran cosa. Mirando de reojo vi cuerdas que bajaban y pensé que este pozo también estaba instalado en fijo. Algo eufórico me acerqué a comenzar el descenso y descubrí que solo estaba instalado el acceso a la cabecera del rapel. Así que de nuevo volvimos a utilizar el mismo sistema que en el anterior pozo largo. La cosa es que la reunión intermedia de éste está más cerca, unos 25 metros como mucho, y además permitiría reunirse cómodamente a un buen grupo. Salvo un pequeño forcejeo en la primera tirada por parte de Miguel-B, hasta que cedió la cuerda de recuperación, no hubo problemas en el descenso. Esto nos puso en el comienzo del río de la Tibia. A estas alturas muchos empezaban a preguntarse que cuanto quedaba.
El río de la Tibia es largo, como un kilómetro o más, y esta lleno de pequeñas dificultades que hacen divertido su descenso. Hay pequeños resaltes, equipados con cuerdas de nudos o destrepables, pasamanos, marmitas a sortear hábilmente y estrechos meandros donde hay que ir de perfil.  El grupo se estiraba y contraía como una oruga en esta zona. Hasta que llegamos al pozo de unión con la Fresca. Allí hubo un apelotonamiento debido a la lentitud del ascenso. En realidad los pozos son cortos pero los hacen muy pesados las estrecheces. Después de subir los dos primeros pozos -que van enlazados- me fui a buscar el último. En el entreacto todos pensaron que estaba enzarzado en la estrechez de salida y empezaron a asustarse. Por suerte todo quedo en un bulo. Las estrecheces no son tan complicadas.
Mis compañeros creían que las dificultades se habían acabando. No estaban preparados para la pesada red de los Parisinos. Enseguida se dieron cuenta que había que gatear, reptar, contorsionarse, subir, bajar y un poco de todo para recorrer la red de los Parisinos. Por suerte estaba perfectamente balizada para no dudar del camino en momento alguno. Si esto no fuera así las posibilidades de despistarse serían muy elevadas. Después de esta zona modesta -y a veces estrecha- la llegada al Cañón Rojo deja boquiabierto a todo el mundo. Más si luego de un corto tramo el Cañón Rojo desemboca a su vez en la Sala Rabelais.  A partir de aquí nos lo tomamos como un paseo, pero el cansancio empezaba a notarse. Sobre todo cuando teníamos que subir cuestas arriba. 
Eran pasadas las 9 cuando salimos de la cavidad. En total habíamos tardado algo más de 10 horas. Acababa de caer una tormenta tropical tremenda. El cálido ambiente cargado de agua, las gotitas en la vegetación y los charcos habían vuelto locas a las plantas que lanzaban sus aromas a destajo. Creo que lo que más nos costo, al menos a mi, fue subir el sendero hasta el coche. Cuando estuvimos listos para presentarnos en público, y habiendo pasado a recoger los coches por la pista de Brenavinto, decidimos ir al restaurante más cercano a ponernos moraos. En el Coventosa de Asón nos prometieron darnos de cenar. Mientras tanto empezamos a tomar cervezas. Llevábamos unas cuantas y eran las doce de la noche cuando apareció el primer plato de fritos sobre la mesa. Calculo que duro menos de 30 segundos en ser devorado entre furiosos rugidos de todos los leones presentes. Luego vinieron las ensaladas que sufrieron el mismo trato para continuar con los solomillos, chuletillas, escalopes, huevos con jamón y similares. Finalmente nos atiborramos a postres, chupitos y cafés. En fin una cena ligerita que dicen.  Después de todo esto nos fuimos con cierto esfuerzo a nuestras respectivas casas. A las 2 de la mañana estábamos encamados.

1/6/08

Lugares ocultos (31/5/2008) Gándara


A veces me pregunto si es posible encontrar un escape a la mirada establecida por la costumbre. Creo en ello por periodos de tiempo cortitos. Menos del 5% del tiempo de vigilia. Y en sueños creo que más, aunque no puedo garantizar nada. Solo puedo afirmar que tengo una vaga sensación de ser más libre en los sueños. Luego vuelvo a actuar como si no creyese. Veinte veces habré pasado por el sitio y las veinte seguí siempre el mismo camino. A lo más me entretuve dos veces echando un vistazo a las grandes losas planas que ocupan la parte alta izquierda en la Sala del Ángel. Tuvo que venir Mavil para descubrir lo obvio. Casi siempre podemos elegir entre ir hacia delante, hacia la derecha o hacia la izquierda. Yo siempre iba hacia delante por el camino trillado. Pero a la derecha también existía un camino olvidado.


Como todo el mes de Mayo y parte del mes de Abril las lluvias primaverales seguían ocupando la mayor parte de la  actividad atmosférica. Y por supuesto todos los fines de semana habían sido pasados por agua. En previsión de que éste fuera de la misma raza que los anteriores pensé, como primera medida de prevención, en la Red del Gándara –boca a 10 minutos del coche-. Llame a Miguel, que se apunto con su hermano Pablo, y a Manu que decidió venir protestando débilmente de la repetición. En la reunión del club estuvieron Julio, Javier, J.Miguel, Inés y Miguel&Eva. Los tres últimos se animaron a venir. Quedamos a las 8 ½ en Solares y a las 9 en Ramales para juntarnos con los hermanos. En total siete, quizás algo excesivo para los objetivos que nos proponíamos (seguir hurgando)
Aunque el sábado a las 9 no llovía aún como lo hizo más tarde, a lo largo de todo el fin de semana, los jirones de niebla y las nubes densas y oscuras -cargadas de humedad- ocupaban todo el espacio que llenaba nuestra mirada. Algunas se arrastraban, pesadas, grises, a media altura del Pico San Vicente. Otras flotaban como nada a más de un kilómetro de altura cargadas de miles de toneladas de agua. Pablo tenía hambre. En esta sensación de Pablo no encontré ninguna relación con  las nubes. Solo el madrugón y haberse saltado el desayuno. Los hermanos se quedaron en Ramales comprando algo comestible en la tienda que hay enfrente del local del AER. Luego, al subir por Arredondo, quedaron retenidos por las vacas que habían invadido la ruta. Seguramente conducidas  por sus dueños que les arreaban palos en el lomo con flexibles varas de avellano mientras gritaban sonoros juramentos pasiegos.


Cuando estábamos enredados en los penosos preparativos para entrar en la cueva pasaron unos espeleólogos preguntando cosas. Su intención era realizar la travesía Tibia-Fresca. Les recomendé un inteligente cambio de planes por las lluvias. Poco ha un grupo había quedado retenido en el río de la Tibia. Se realizo un rescate sin consecuencias ya que el río bajo de nivel en pocas horas.
Finalmente tras múltiples inconvenientes e imprevistos pudimos iniciar el camino hacia la boca. Unos minutos después nos reunimos a montonijo en la entrada. Por suerte no nos llovió durante este pesado proceso. El espíritu que imperaba en el grupo ese día era pacífico y calmado. Así que nos entretuvimos tanto como nos dio la gana. En la Galería de las Alizes tomamos una desviación poco trillada a la derecha para usarla algo más. Me encaramé a un resalte y eché un vistazo a un pequeño meandro colgado. Luego de varias paradas para hacer fotos en el Delator llegamos a un recodo con un hundimiento. Bajé un curioso destrepe con Miguel y estuvimos mirando unas encantadoras galerías algunas de las cuales aún no estaban explotadas. El resto del grupo se quedo platicando sin prisas.
Llevábamos material para instalar el Pozo de la Hadas pero nos lo encontramos equipado con cuerdas relativamente nuevas. Así que dejamos arriba la cuerda de 50 que habíamos preparado para este tema. Mientras bajaban exploré las posibilidades del nuevo flash con número guía 40. Inés y Eva todavía no se sentían del todo seguras con las verticales, pero -no tengo duda de ello- en poco tiempo alcanzaran la maestría. Entretanto acababa el rosario de descensos me adelante en los tres resaltes que seguían, desemboqué en la Sala del Ángel y me dispuse a encontrar nuevas cosas que ver. Nos dedicamos a ir a nivel por la derecha. En una ocasión anterior Miguel ya había estado por la derecha de la sala pero se retiro por la inseguridad de las pendientes inestables. Manu me auguraba que la galería de la cascada estaría sifonada por las últimas lluvias. Pero yo me acordaba de lo que me contó Mavil cuando estuvo -el verano pasado-  en este sector de la cavidad. Al cabo de un rato encontramos un hito y una cuerda ascendente hacia las alturas de la sala.
El ambiente lleno de niebla y el estruendo de la cascada no invitaban a ascender. Un poco rabicorta y con fraccionamientos en roca poco fiable. Subí el primero por ser el promotor. Además creo en mi buena suerte. Tras pasar un fraccionamiento se alcanzaba un amplio rellano  o sala en el que verifiqué las posibles continuaciones. Nada. Siguiendo el ascenso había un desviador y se desembocaba en una galería colgada. La cabecera -formada por dos parabolts- tenía aspecto sólido. Tuvimos claro que un hábil escalador francés se curro esta subida con evidentes riesgos de batacazo. Siguiendo en avance por la única zona posible me metí en una sucesión de gateras con violenta corriente de aire. En la última no pude pasar así sin más. Tuve que despojarme de los aparatos y forzar a presión. Me quede allí para ir animando, ayudando a pasar y vacilando todo lo posible. Fueron una serie de partos sumamente originales. Cada uno salió como pudo del atolladero. Algunos dijeron, sin pleno fundamento, que no iban a caber. Pero al final todos pudimos alcanzar el comienzo de la amplia galería meandrosa que nos esperaba al otro lado.


A la derecha una zona de laminadores enormes se agotaba en pequeñas ratoneras abarrotadas. Continuando la galería pronto tuvimos que sortear múltiples colapsos de bloques y desfondamientos. Así llegamos a una zona en que las dificultades aumentaban. Tire una piedra a un desfonde y después de varios golpes sonó un contundente choff. Sabiamente deduje que al fondo discurría un río y pensé, por la cercanía, que sería el de la cascada. Después de dar varias vueltas pudimos destrepar hasta un nivel intermedio y desde allí montar en un natural un pozo de unos 12 metros que me depositó junto a una marmita en el río. El caudal era mucho menor que el de la cascada. En cuanto avanzamos unos metros descubrimos que había que meterse en el agua por completo para seguir. Así que nos retiramos. Después de comer Miguel y su hermano destreparon por otro punto al río y lo siguieron penosamente, aguas arriba, un tramo.
Ya de vuelta me adelante para investigar más a fondo la Sala del Ángel  pues no me cuadraban del todo los datos. Al poco rato de andar entre bloques resbaladizos al borde del precipicio localicé un largo pasamanos que nos llevo a un resalte descendente. La niebla hacía que pareciese una altura enorme. Pero solo eran unos 10 metros. Más allá varias galerías paralelas, una de ellas ocupada por el río de la cascada y otra pequeña cascada. Hice algunas fotos y me volví para reunirme con los compañeros. Mientras tanto en la otra vertiente de la Sala del Ángel divisé a Miguel y su hermano Pablo que me hacían señales. Bajaban hacia las excéntricas.


En el Pozo de las Hadas hubo una buena retención. Pude dormir una siesta y charlar con tranquilidad. Cuando ya había perdido la noción del tiempo me toco subir. Detrás de mi Pablo y cerrando el grupo Miguel. Nos movimos en grupo hasta el Delator. Allí el grupo se estiro. A la salida encontramos a unos espeleos del Niphargus que se habían metido en la Red del Gándara como recurso final. Los continuos chubascos habían jodido la actividad de prospección que pensaban desarrollar el sábado. Realmente había sido un día de aguaceros continuos. Pero nosotros no lo habíamos notado. Llevábamos  casi 11 horas dentro de la cavidad. Cuando salimos caía una lluvia fina pero al llegar a los coches fue arreciando hasta ponerse a jarrear. Nos fuimos directos a Ramales, luego a Solares y luego a casa sin dudarlo ni un momento. Solo que tenía un hambre letal. Hubiera parado en cualquier sitio a cenarme un cocido montañés y un chuletón a la brasa. Aunque esto es ya una historia diferente.