23/12/21

TC




            Al volver al Norte me surgen las ganas de hacer espeleología con los amigos. Le pregunto a Manu y me dice que van a TC a explorar y topografiar unas nuevas galerías el sábado 11. Quedamos en Virgen de la Peña y media hora después Adrián, Manu y yo estamos preparándonos cerca de la entrada. Un perrito de la casa de al lado viene a olerlo todo, incluidos nuestros calcetines.

            TC está a medio camino entre Comillas y Cabezón. La boca está muy cerca del aparcamiento, sólo tardamos cinco minutos. Unos pocitos y resaltes nos conducen hasta unas gateras bautizadas con toda razón como "Sesión de Pilates". Luego un conducto estrecho -y con gradiente- nos lleva hasta un pequeño pozo que desemboca en una amplia galería. Más adelante la galería se convierte en un cómodo paseo arenoso con algunas formaciones y desecaciones poligonales. Casi un km. más allá tomamos un ramal a la derecha marcado por un hueso gordo. Un estrecho meandro de suelo plano nos lleva al comienzo de la tarea.

            La topografía se convierte en una rutina si los aparatos funcionan bien, pero esta vez necesitan un poco de tiempo para arrancar debidamente. Avanzo buscando nuevos puntos de topo y marco los puntos con una piedra afilada, Manu dispara el disto y Adrián recoge los datos y dibuja. El terreno es una galería amplia pero con bloques y resaltes caóticos. Por una ventana alcanzamos una gran sala/galería con coladas en el suelo y algunas formaciones al fondo. Caen dos cascadas desde el techo. Una rampa de formaciones y coladas nos conduce a una pequeña sala adosada en donde las posibilidades de continuar se acaban. Paramos allí mismo y mientras comemos algo las conversaciones derivan por derroteros inesperados.

            Volviendo ya, hacemos topo del final de la galería caótica (acaba en la sala) y de todas las pequeñas galerías que nos hemos dejado a ambos lados. La vuelta hacia el exterior se me hace ligera. Le presto a Manu el jumar para los ascensos; el suyo se ha quedado sin dientes. 

            El tiempo sigue plomizo en el exterior. Quedamos en un bar cercano para tomar algo. Adrián marcha el primero para allá, más cuando Manu trata de arrancar su furgoneta amarilla no lo consigue. Con gran esfuerzo conseguimos darle un empujón hacia la cuesta abajo pero tampoco arranca. Por último vuelve a intentarlo con la llave y ¡voilá! arranca por fin. En el bar, de rancia factura montañesa, nos tomamos una cervezas, miramos la topo y hablamos de averías de coches. Luego cada uno se va a su madriguera.



            Como el otro día no llevé la cámara de fotos, me temía que íbamos a ir rápido y currando, decido ir el jueves 23 a echar un ratito haciendo fotos de la zona más interesante. Lo preparo todo el día anterior, así que el jueves sólo tengo que poner las cosas en el portaequipajes y conducir tranquilo hasta TC. El perrito viene a saludarme y a olerme los calcetines. La incursión transcurre tranquila y feliz, voy encontrando todos los pasos sin problema. Me doy un paseo por la zona balizada para seleccionar las mejores localizaciones y me quedo con dos. En la primera hago tres tomas de dos flashes con personaje que cambia de ubicación en cada una. Así luego hago un montaje superponiendo tres capas. De la misma forma para la segunda foto hago dos tomas. 

            Quedo satisfecho y emprendo el retorno al exterior. Un ratito después estoy cambiándome al lado del coche; el perrito duerme la siesta en el felpudo de la casa de al lado. Conduzco relajadamente y antes de llegar a casa el hambre aprieta. Me paro a tomar un pincho de tortilla acompañado de un martini rojo. En fin, un día perfecto.      




 

30/10/21

Cueva de Luchena


            Algo antes de febrero del 2020 fui con Marisa y Jorge a localizar el barranco de Luchena. Poco después, el trece de febrero, volví con Marisa y conseguí encontrar la boca de la Cueva de Luchena y la zona donde se ubican los Ojos del Luchena. Aguas arriba del Barranco el río Luchena bajaba bien crecido y transitar era difícil.    

            El 17 de octubre del 2021 quedé temprano con J.L. Llamusí para ir a la cueva. Hacía tiempo que teníamos pensado hacer alguna actividad. Su coche estaba en un estado poco fiable y él se encontraba en trámite de comprarse otro nuevo, así pues fuimos en el mío. Tuve algunas dudas con el itinerario de carreteras y pistas pero todo se resolvió con facilidad. Como el tramo final de la pista estaba complicado para un turismo me quede medio km. antes del aparcamiento que hay junto al río Luchena. Llevábamos de todo... pero cuando revisamos el material vimos que teníamos "de todo" salvo la cuerda (un amigo con información me había recomendado una cuerda de unos 15 metros y tres chapas/mosquetones). Yo suponía que Llamusí había cogido una cuerda corta y él suponía que lo había hecho Antonio. A pesar de ello la idea continuó siendo visitar lo que fuese posible, aún sin cuerda. Una media hora después estábamos en la boca. A poca distancia de la entrada había un resalte destrepable y luego una larga rampa/pozo con escasas presas y un tacto poco adherente. No me sentía seguro y decidí no bajar. Llamusí se sentía seguro y destrepó hasta las primeras galerías. Estuvo diez minutos mirando por abajo y luego salió. Nos quedó tiempo para ir a visitar el barranco y la conducción de aguas termales. Mientras devorábamos las provisiones con unas cervezas Llamusí me contó interesantes y sabrosas historias sobre Cartagena y su ambiente social en los años 60, 70 y 80. Algo impagable.  



            El 31 de octubre quedé con Juan Pablo en Zarcilla de Ramos (pedanía de Lorca). Desde allí continuamos juntos en su Land Rover de color naranja intenso. Con este todo terreno el estado de la pista nos resultaba indiferente. El día invitaba a la calma y me preparé en modo contemplativo. Creo que JP estaba en el mismo estado que yo. Media hora más tarde estábamos en la boca de la cueva. Hicimos las sacas y entramos. Instalé la cabecera de cuerda en unas columnitas naturales y luego fraccioné en el único anclaje que encontré en toda la cavidad. No me sobró ni un centímetro de cuerda. Aún más: los dos últimos metros -eran bastante fáciles- los destrepé. Para otras veces mejor llevar una cuerda de 20 que de 15. Nos ubicamos con la topo (en color para indicar niveles) y enseguida nos dimos cuenta que tendríamos que ir consultándola cada cinco metros (la cueva es un laberinto en 3D). Fuimos visitando todos los recovecos primero hacia el sur. Una zona llana que se correspondía bien con la topo nos puso en dificultades. Sobre el papel había una continuación, pero no la encontrábamos. Nos metíamos por todos los agujeros y no veíamos continuación. JP miró algo que le pareció impracticable en un primer momento y me llamo. Era una gatera desobstruida y un poco técnica; un brazo por delante y otro por detrás entrando con los pies... Más allá visitamos varias pequeñas salas y galerías y un murciélago pequeñito con la orejas muy atentas. Quitamos un gordo bloque y vimos una posible continuación no reseñada.

            De vuelta tomamos la Galería de la Conexiones, empinada rampa arenosa, que termina en una corta escalada en chimenea "a pelo". Arriba encontramos las zonas más bellas de la cavidad. Sector Zarpazos de un blanco deslumbrante en las hermosas bóvedas. Galería de la Cortina, única de la cueva en la que hay grandes formaciones gravitacionales (estalactitas, estalagmitas, columnas y cortinas). Sector Puentes de Roca, diaclasa que se va haciendo redonda y cuyas paredes están cargadas de corales. Para seguirla hasta su final era imprescindible poner cuerdecitas de pocos metros. Trozos de 5 m. serían los más aconsejables, pero mejor estaría llevar un buen trozo de cuerda e ir cortando los trozos necesarios. Sector Cantos Blanditos en donde conductos blancos y redondos se dividen y se juntan en un hermoso laberinto. Sala de la Chimenea, a la que no bajamos por el aspecto peligroso de su acceso; aunque luego JP encontró una bajada razonable. Zona alta de la galería de entrada con grandes balcones sobre la Galería de las Conexiones. 

            Salir nos costó poco. La cavidad nos había parecido una rara y exótica flor única. Afuera atardecía, eran las seis y llevábamos siete horas sin parar de movernos en la cueva. La tarde se fue convirtiendo en un espectáculo de nubes y colores como muy pocos recuerdo. A veces la vida te ofrece más de lo que esperas...  





Más Fotos
 

23/9/21

Las Crónicas de Ovazas


Las Crónicas de Ovazas

18-27/08/2021

11-19-23/09/2021


Día 18/08

 

Esta historia comenzó hace más de dos años cuando conseguí un ejemplar del libro Cuevas del Agua-Sima Destapada (por J.L Llamusí y otros). Enseguida comprendí que este libro era una joya para alguien que busca cuevas exóticas en la costa de Mazarrón/Cartagena. Son cuevas ideales para disfrutar con amigos, familia o espeleólogos. Aunque ya conocía desde hace muchos años el sistema Orón-Arco, la sima Destapada y la Sima de Hornos, pude ir añadiendo las Cuevas de la Plata, la de los Cristales, la del Tío Agüera... Siempre había supuesto que las cavidades de Cabo Tiñoso sólo tenían entradas submarinas. Pero en el libro de Llamusí descubrí que el Sistema de Ovazas tenía dos entradas aéreas, la Cueva del Agua CT es totalmente aérea y la CT 17 tiene una entrada aérea. Conocerlas me pareció un bonito proyecto. La primera idea fue usar una piragua para visitarlas. Mi amigo Joaquín me prestó su hermosa piragua para la temporada costera. El día 18 de agosto el mar estaba bastante calmado para navegar y decidí darle un tiento. Desde la Azohía hasta la Ensenada de Obaza tarde casi una hora y media remando sin parar. El último tercio lo hice con olas importantes pero suaves. Las otras piraguas que andaban por la zona se perdían de vista en los valles, algo que me impresionaba un poco. Localicé las bocas de Ovazas y la de la Cueva del Agua CT. Pensé que bajarse o subirse de la piragua iba a ser una operación posible si se practicaba la técnica. Pero no había sitio para sacar la piragua del agua. Y si se dejaba atracada con un cabo el movimiento del mar podía dañarla contra las rocas. Además atracar, fondear o estar al pairo no esta permitido en la zona de Obaza. A la vuelta iba cansado y pare un buen rato en Cala Cerrada. Había muchos piragüeros y un par de chicos preocupados porque se les hacía tarde y sus mujeres se iban a enfadar...   

 




Día 27/08

 

Tenía dos piraguas, la amarilla-naranja de Joaquín y una Prijón roja que estaba en la casa donde nos hospedábamos. Invité a Ester para ir en piragua hasta la Ensenada de ObazaAsi tendríamos una valoración doble del proyecto de ir con piraguas a visitar las cuevas. Nos reunimos bastante temprano en el embarcadero de la Azohía para la partida pero ya había overbooking. Ester no tenia mucha confianza en las piraguas rígidas con bañera aunque en cuanto remo veinte metros cambió de opinión. Cogió la Prijón, que es algo más corta y gira con más facilidad, mientras yo navegaba en la de Joaquín. El mar estaba como un espejo y la navegación era un placer así que paramos en el Arco y en otros lugares a hacer fotos. Visitamos la Ensenada de Obaza y la conclusión fue que era demasiado arriesgado desembarcar y dejar las piraguas amarradas. A la vuelta el cansancio y el sol iban minándonos así que paramos a descansar, bañarnos y almorzar en Cala Cerrada. Estaba abarrotada de gente. Llego una embarcación de vigilancia de la Gobierno Regional de Murcia y un helicóptero hizo varias pasadas para acojonar al personal. Cuando nos quisimos dar cuenta se había levantado viento y oleaje del E. El cuarto de recorrido que nos faltaba para la Azohía nos cansó más que los tres cuartos anteriores. Pero al final llegamos, descansamos, comimos y bebimos.     




Día 11/09

 

La conclusión que saqué de las dos navegaciones en piragua a Obaza es que no podían usarse como medio de visitar las cuevas. Subirse y bajarse, atracar o fondear, el cansancio de ir y volver remando y, aparte, el hecho de necesitar una piragua por persona eran razones para abandonar la idea. Me centré en conseguir una embarcación que nos llevase en fin de semana. Pero sólo algunos centros de buceo se mostraron permeables a la idea, siempre y cuando no tuviesen buceadores. Por otra parte alquilar un embarcación sin patrón era una mala opción ya que tiene que haber alguien controlándola a bordo. Estaba empezando a desesperarme. En un momento dado comencé a soñar en ir a las cuevas por tierra. El día 11 de septiembre Marisa y yo quedamos con Jorge a las 8 de la mañana para intentar encontrar una ruta de bajada factible hacia la Ensenada de Obaza. Tras unos tanteos iniciales comenzamos a bajar desde el Radar de Tiñoso por una traza de senda que discurre por la loma que va hacia el sur. La loma se convierte en una arista con verticales que impiden seguir sin montar cuerdas. Volviendo hacia el NW recuperamos la traza y la posibilidad de seguir bajando. Jorge observó unas antiguas manchas azules, casi borradas, que señalizarían una senda. Observamos también otras señales en forma de espiral blanca, pero no estábamos seguros de lo que eran. Podían ser naturales pero, después de observar varias, estuvimos seguros de que señalizaron una senda en algún momento del pasado. De esta forma fuimos bajando hasta encontrar unas paredes cortas pero en las que se hacía necesaria la seguridad de una cuerda. Volvimos hasta Los Castillitos. Había overbooking y conflictos en los aparcamientos... pero enseguida nos olvidamos del tema. En Campillo de Adentro paramos a tomar granizados.    







Día 19/09

 

Durante unos días estuve rumiando el diseño de un itinerario de bajada ayudado por Google Earth y calculé que era posible rodear las pequeñas paredes por el NW. El día 19 volvimos a juntarnos a la misma hora Marisa, Jorge y yo, para seguir buscando la bajada. Usamos un espray de pintura azul para señalizar el descenso. Creo que se hace muy necesario en un terreno tan delicado y sin señal obvia de por donde seguir, tanto a la ida como a la vuelta. Como había intuido las paredes se dejaron rodear por el NW con pasos y resaltes perfectamente transitables. Atravesamos la ladera hacia el S-SE, con similares dificultades, alcanzando la base de las paredes del espolón y una oquedad arenosa. Después de algunas dudas decidimos instalar una cuerda  al otro lado de un gran bloque (que se pasa por debajo agachándose). Puse dos fijaciones en la cabecera y dos más descendiendo. Unas amplias plataformas nos llevaron hasta un lomo por el que se desciende entre vegetación hasta el espolón rojizo que llama la atención algo más abajo. Allí monté un pequeño pasamanos y dos tramos de cuerda más por una canal. Con esto nos pusimos en su base. A partir de aquí buscamos el itinerario por los destrepes más sencillos que pudimos encontrar. En el entreacto visité la boca de una gran cueva, algo a la derecha de la bajada. Al cabo de un rato estábamos los tres al borde del agua en un pequeño entrante muy cómodo. Nos bañamos largamente y nadamos hasta ver las Cuevas de Ovazas. La subida que luego hicimos fue cuesta arriba. Pasamos un buen rato del sestero en la oquedad arenosa. Cuando reanudamos el ascenso el sol todavía castigaba duro. Pero llegamos arriba enteros.   




Día 23/09

 

La temporada costera estaba cerca de su fin. Todos los días miraba windguru en internet y vi que el jueves 23 daban bastante viento aunque no había problemas de olas. Por contra el sábado 25 daban poco viento pero del sur. La Ensenada de Obaza se picaría a lo largo del día. Decidí bajar el jueves, aunque fuese sólo, y visitar la Cueva de Ovaza I. El ir sólo condicionaba mi actitud mental. Todo me lo tomaba con más precauciones. Al llegar a la entradita al mar me atacó una horda de mosquitos. Las lluvias de los últimos días, el ambiente tropical, la cercanía de oquedades y charcos. Inflé lo más rápido que pude la colchoneta y metí todo lo que iba a llevar en una bolsa estanca. Me eché al mar, puse la bolsa sobre la colchoneta y empuje nadando a braza de pierna. Por si las moscas verifiqué que la bolsa flotaba. La travesía me resulto cansada y eché en falta unas aletas para nadar con poderío. Encontré un buen lugar junto a la boca donde se hacía pie sobre un fondo plano rocoso. Salí del agua a una plataforma y tuve la suerte de que había una oquedad en donde podía dejar la colchoneta de forma segura y a la sombra. La trepada desde la plataforma era algo arriesgada por los agarres romos. Después de tres intentos me fijé en que atravesando a la derecha, con buenas presas de pie y de mano, llegaba a una especie de túnel ascendente por el que era fácil subir. Delante de la boca hay una amplia explanada donde me puse el mono y el casco. Hice algunas fotos. Avancé por la cueva y visité una estrecha ventana al mar. Luego me adentré. Había una maroma de barco y un cordino plano, muy largo, que llevaba, por una empinada rampa arenosa, al pozo de conexión con Ovazas II. No tenía cuerda para el pozo, ni tampoco arnés. Por arriba de la pendiente arenosa se alcanzaba la continuación. Soplaba una fuerte corriente de aire. No pude determinar si venía de Ovazas II o de la "continuación". Una colonia de murciélagos se inquietó al ver mi luz. No había huella alguna, ni traza de haberlas habido, en la fuerte pendiente arenosa. Se hacía necesario montar un pasamanos asegurado para poder atravesar esa empinada cuesta o una azada para fabricar huellas. Me quedé pensando un rato. Si me caía resbalando por la pendiente iba directo al pozo. Decidí que volvería con más personas y más equipo. La vuelta nadando fue más cansada por el viento, las olitas en contra y, también, por el solazo. Durante unos minutos fui la atracción inesperada para un barco de turistas procedente de Mazarrón A la subida me pesaban las piernas. A media ascenso apareció por Cabo Falcó un velero empujado por el viento en empopada. Unos segundos después el velero se retorció y escoró hasta casi 80º . Estuvo a punto de volcar. Los rotores de viento de las montañas le había jugado una mala pasada. Por suerte los tripulantes fueron capaces de enderezar el mástil y el rumbo. Observé mientras se alejaban hacia el SW y les deseé suerte en su singladura. A mi todavía me faltaba un buen trozo de cuesta en la mía... 

 





9/9/21

Cuevas de la Plata

Días 1-2-5-9/09/2021






Día 1

 

Fui al atardecer cuando ya el sol estaba bajo en el horizonte. Llevé el móvil con una aplicación de localización y las tres bocas de la Plata E marcadas. Para mi sorpresa la aplicación y las coordenadas funcionaron bien (no suelo tener mucha fe en los GPS para localizar cuevas). Ubiqué las entradas I, II y III de la Cueva de la Plata E.  

 

Día 2

 

Fui por la mañana cuando el sol ya estaba alto en el horizonte. Me vestí con el mono desde que salí del coche para protegerme del sol. Usé la entrada I a la cueva de la Plata E para entrar. En las bóvedas las colonias de opiliones me saludaban apartándose de la luz. Desde el primer momento percibí algo laberíntica la cueva. Pero había una fuerte corriente saliente que permitía sentirse ubicado. Transitar los amplios laminadores que conformaban lo que la topo llamaba -o pintaba- como "salas" resultaba poco claro. Saqué los catadióptricos para marcar la ruta. Al poco encontré un hilo que visitantes anteriores habían colocado por la misma razón que yo los catadióptricos. Ubiqué la entrada II desde el interior (en realidad esa entrada no lo es desde el punto de vista práctico ya que solo cabe un ratón). Un poco más allá el hilo bajaba hacia la característica grieta que muestra la topografía. Bajé por varias rutas la grieta, pero todas necesitaban instalar cuerdas si querías seguir hacia abajo. Luego localicé la entrada III desde dentro y me asomé un poco. Volví a recorrer la ruta de entrada hasta la entrada I para salir a finales de la mañana.    

 









Día 5

 

Esta vez me acompañaron Juan Pablo y Ester por la mañana. Fuimos primero a recorrer la cueva de la Plata E desde la entrada I hasta la grieta sopladora. Allí estuvimos un rato mirando los rincones y hablando de corrientes de aire. Desde el punto más bajo que alcanzamos en la grieta comenzamos a tomar datos para la topografía. El objetivo era hacer una topo exterior de grieta sopladora en Plata E a grieta sopladora en Plata W con la idea de valorar su posible relación/conexión. Salimos por la entrada II de la Plata E. Y tuvimos que abandonar la toma de datos debido a que la intensidad del sol impedía ver el puntero laser. No había manera de trabajar. Nos fuimos dando un paseo por el Cerro de la Plata a la ladera oeste y localicé la única entrada de la Plata W. Bajamos con cuidado el pequeño pocete de entrada (3 metros) y retomamos la recogida de datos con el disto. Pasamos una gatera, cruzamos la Sala del Descanso y con un poco de esfuerzo recordé la ruta hacia la grieta sopladora. La había encontrado con Antonio Dólera hace dos años. La gatera arenosa me pareció tan increíble como la primera vez. La vuelta a la salita de entrada fue directa y con sudores. Nos planteábamos ir también a la Gran Sala de la Plata W pero estábamos un poco cansados y queríamos volver a una hora razonable par comer  todos juntos.




Día 9

 

Fui temprano por la mañana. Mi objetivo era visitar la Gran Sala y hacer alguna foto. Llevaba el maletín con cinco flashes, repuestos de baterías para todos, controlador de flashes, disparador remoto, minitrípodes para todos los flashes y para la cámara. Además, claro, de la cámara (y sus baterías de repuesto), nueve mosquetones, una cuerda de 16 metros, repuestos de batería para el frontal, segundo frontal de seguridad, botella de agua y equipo personal de verticales. Todo ello metido en una saca o puesto encima. Cuando llegué a la boca de la Plata W empecé a sentirme nervioso por el peso. Por el pocete de entrada bajé la saca con ayuda de la cuerda. Enseguida empezaron las dificultades. En el primer tramo de laminadores (horizontales) la saca se quedo empotrada en dos ocasiones. Vistas las dificultades opté por continuar sólo con lo necesario para equipar el pozo de bajada a la Gran Sala y luego volver a por el resto de las cosas (si lo veía claro). Así no tendría mayor problema que hacer dos viajes. La instalación del pozo tiene chapas pero muy viejas y oxidadas y tornillos de parabolt de 10mm en buen estado (pero para poner chapas, arandelas y tuercas). Opté por usar dos estalagmitas cercanas al borde de la vertical como anclaje. Me llego la cuerda bastante justa (sobró un metro) y tuve roces suaves (nobles, como dice JP) en la colada que iba inclinándose hasta llegar a la vertical desplomada. La verdad es que me lo pensé dos veces, pero consideré que mi peso es reducido y que el número de ascensos/descensos iba a ser escaso (4 a lo más). Me di una vuelta por la sala y volví a subir el pozo y los laminadores inclinados para recoger el material fotográfico. 

Hice varios grupos de fotos en la sala. Un primer grupo mostraba lo más de la Sala desde uno de sus lados, un segundo grupo mostraba un rincón con columnas y banderas y un tercer grupo los penitentes (pequeños conos) del fondo de la sala. Con todo estuve varias horas en el tema de las fotos. Pero el tema de subir con el peso venía a continuación. Pensé un poco y elegí una estrategia que me pareció "posible". Todo el material espeleológico, incluida la cuerda, fuera de la saca y todo el material fotográfico dentro de la saca.  La saca anclada al cabo de la cuerda ascendería a base de tirar de ella (por etapas cortas) a lo largo de los laminadores inclinados. La estrategia funcionó bien aunque la verdad es que fue trabajosa y a veces hubo que desatascar la saca con movimientos hábiles. En los laminadores horizontales fui haciendo rodar la saca (técnica del escarabajo pelotero) o empujándola, a veces con movimientos centimétricos. Era más un invitación a que se moviese que un verdadero movimiento. Finalmente salí de la Plata W, volví al coche bajo la solanera y me fui a beber líquidos y a quitarme el polvo de encima. Había valido la pena el esfuerzo... 

 






4/9/21

C6 de Cope



  





La visita de la C6 fue una segunda opción. El proyecto de visitar las Cuevas de Obaza en Cabo Tiñoso se complicó debido a la necesidad de usar una embarcación que nos llevase. Algunas centros de buceo se prestaban a hacerlo pero no en fin de semana. Los buceadores, siempre que los haya, tienen prioridad para esas empresas. Como problema añadido no puede fondearse en la zona de Obaza por ser Reserva Integral. Así que aparcamos el proyecto Obaza para otra ocasión y buscamos una alternativa costera que fuese interesante. Enseguida recordé la C6 por algunas reseñas que había visto en internet.

Quedamos el sábado junto a la Torre de Cope a las 10 am. Un poco tarde por el calor y el sol pero tampoco demasiado tarde. Marisa y yo fuimos temprano para ver el paisaje con luz rasante. Todavía no había llegado ningún compañero a la zona del aparcamiento. Al poco apareció Jorge. Nos pusimos a ver con qué podíamos equiparle. Era su primera excursión a una cueva. Luego llegaron Juan Pablo y Ester desde la cercana Calabardina donde habían dormido. Finalmente llegó Annelies con una radiante sonrisa. En media hora conseguimos preparar todo lo necesario para ir a la cueva.

El sendero está muy bien señalizado (y es muy claro al principio). Enseguida se llega a un collado en que debe abandonarse el buen sendero que sigue hacia la cumbre de Cope. Por lo que había estado estudiando en los mapas de GE la senda hacia la cueva continuaba más o menos horizontal. Así pues reiniciamos la caminata siguiendo los trazos de senda más obvios. Enseguida aparecieron unos puntos rojos significativos. Los seguimos (más o menos horizontal por la ladera) hasta una zona en la que no encontrábamos más puntos rojos. La intuición, el recuerdo de lo visto en GE y lo removido de las piedras me llevo a bajar hacia el acantilado en diagonal. Encontré un punto rojo semiborrado y el  primer parabolt del destrepe. Nos pusimos el arnés para el último tramo en el que hay instalado un cable pasamanos. La boca de la cueva es resguardada, tiene una generosa sombra y una reja oxidada sin puerta. Seguramente fueron la caminata bajo el sol y la pérdida de líquidos pero se le declaró a Marisa un ataque de lumbago y prefirió no meterse en la cueva.








Entré instalando el pasamanos hasta la Sala La Catedral (casi todos los anclajes están muy oxidados). Me siguieron Annelies, Ester, Juan Pablo y Jorge. Hicimos algunas fotos por la sala. Luego instalamos una cuerda para bajar hacia la Sala Maravilla. El lago le daba mucho encanto y algunos nos bañamos (agua fresca en superficie y caliente a medio metro). Al volver sólo subieron por la cuerda Annelies y Jorge porque encontramos una subida entre bloques bastante cómoda. A mitad del pasamanos montamos la bajada a la Sala Central. Bajamos Juan Pablo, yo, Annelies y Ester. El lago era profundo y con varias ramificaciones. 

Cuando salimos era la hora de la siesta. Hacía mucho calor a la vuelta (mucho sol). Al llegar a los aparcamientos algunos se bañaron junto a la Torre de Cope pero el mar estaba bravo, removido y turbio. El mejor sitio era la sombra de la Torre. Poco después se fue Annelies y los que quedamos fuimos al restaurante Miramar de Calabardina a tomar líquidos y tapas. La vista desde el Miramar incluía una perspectiva de la montaña de Cope que la hacía parecer un dragón dormido...     

  






 

21/8/21

JP cogió su pala

 

Un día descubrí que la Tierra era plana aunque fuese redonda. Ese mismo día vi salir el Sol por el oeste aunque saliese por el este y la Luna mostro su cara oculta aunque no lo hiciese. Además las estrellas mostraron un color diferente aunque eso no fuese así: las azules eran blancas, las blancas amarillas, las amarillas rojas y las rojas de cualquier otro color. En ese momento caí en la cuenta de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del Universo me estaban enviando un mensaje.


La Pedorrilla se constituyó una cueva forzosamente elegida para ir el sábado. La idea original era explorar en las Galerías de Mavil de Petit Ríu (Los Chorros). Pero la Comisión de Coordinación de Exploraciones, o comoquiera que se denomine a ese órgano que decide, nos negó el permiso basándose en el número y la idoneidad de los participantes (Carlos, JP, Ester, Salvador, Luis, Joel y yo).  Me enfadé un poco pero enseguida se me pasó. Imaginé que en un futuro cercano si que podré, podremos, ir a esa zona. Y que los que ahora han negado el permiso podrán ver más claro cual es su facilitador cometido como coordinadores en relación a exploradores y exploraciones. No obstante Carlos consiguió reconducir la operación "fin de semana largo" para entrar el sábado en la Cueva Pedorrilla y el lunes en la Sima Hinneni.






Un poco de oscuridad puede aportar claridad. El lenguaje que utilizamos en común no es más que el recurso consensuado que nos damos cuando la comunicación directa falla o cuando todos estamos de acuerdo en apantallar lo obvio para evitar su crudeza. Es algo así como la justicia y las leyes escritas: aparecen cuando la armonía grupal está ausente y el entendimiento entre individuos no funciona. Esto, el lenguaje y las leyes, viene a ser, dicho con más claridad, un buen barniz sobre la tosca, pero noble, madera. En el fondo de su ser uno puede amar la textura natural de las cosas pero lo más prudente es, casi siempre, vestirlas para que no produzcan escándalo. Si no nos ponemos de acuerdo en compartir un lenguaje  surge la textura rugosa de la comunicación sin vestimentas lo que suele dar lugar a la falta de entendimiento. Pero a veces paradójicamente sucede lo contrario. Hablar lenguajes diferentes hace obvios los hechos y esto puede llegar a aclararlos. 

El ritmo era lento como un remanso en un río caudaloso. Aquella mañana permitía disfrutar del desayuno, de los compañeros, de las charlas. Aliviados de nuestro gran objetivo espeleológico, las Galerías de Mavil, podíamos entretenernos en los detalles, en las palabras, en los objetos sin más. Era ya media mañana en la fuente-alberca al comienzo de la senda de la Pedorrilla mientras revisábamos los materiales. Los tres distos que teníamos daban lecturas diferentes (hasta 5º de diferencia) Era obvio que al menos dos no estaban bien calibrados. De cualquier forma conociendo la diferencia podía usarse corrigiéndo los datos de rumbo. Se formaron dos grupos. Joel, Luis, Salvador, JP y yo iríamos delante hacia la punta de exploraciones: Aire y/o Mucho Aire. La intención era excavar y desobstruir en uno de esos dos puntos y también topografiar. Ester y Carlos irían topografiando desde la entrada hasta donde diese tiempo. JP cogió su pala. Yo le seguí la rueda. 


Hay veces en que el tiempo pierde su carácter apremiante y nos permite saborear cada paso que se da. Es algo así como una tranquila parada en que los instantes no se precipitan unos sobre otros, tapándose y superponiéndose, haciendo que el estado mental de continua pérdida no se instale en nosotros.  Más bien se parece a un instante que no cesa. Es algo que sucede sin más, sin pedirlo ni esperarlo. Solo o acompañado, porque el instante que no cesa es contagioso como los bostezos. De hecho se podría llamar el gran bostezo en el que uno deja de perseguir lo que persigue. Si algún individuo de un grupo accede al instante sin fin los demás caen en ese estado fácilmente como un castillo de naipes que se desmorona.


La ventana me traía aún los ruidos nocturnos y el frescor. Preparé los artefactos de espeleo y antes de las ocho bajé a desayunar dos tostadas con aceite y sal y un excelente café cargado. El ambiente estaba despejado y yo ejercía de primer cliente del día. Luego me reuní con el grupo en Los Bronces. Hice fotos mientras desayunaban. Hice fotos mientras nos preparábamos. Hice fotos en la entrada. Me uní al grupo de exploradores punteros que marchaban decididos a llegar a Mucho Aire y a Aire. Llegados a la zona donde en la topo pone Gatera  y Diaclasa no conseguía cuadrar la topo y la brújula. Esa falta de "saber donde estoy" me producía desazón e inquietud. En la diaclasa penosa le dije a Salvador que volvía hacia afuera y me propuse entender la topo desde antes de la gatera. Visité el ramal del sifón José y la Diaclasa de los sapos. Un poco después aparecieron Carlos y Ester. Carlos llevaba una descripción y con eso pudimos cuadrarlo todo. El error estaba en los letreros de la topo. Hace bastantes años habían escrito donde no debían los cartelitos gatera y diaclasa. Seguimos adelante, ellos topografiando y yo haciendo fotos, hasta el llamado Cruce Fernando. Allí comimos. Luego dimos un paseo hacia la Sala Riopar y Mucho Aire sin llegar. Carlos encontró indicios, ramitas podridas y viento, de una entrada cercana. Eran las seis y media y decidimos ir hacia la salida. Tardamos alrededor de una hora.





El sol se estaba ocultando y el Parque se había vaciado de humanos. La calma se había acomodado en el paisaje. Me gustaba la sensación. Camine un poco. Una familia de cabras hispánicas se asusto al ser sorprendida por el intruso inesperado que era yo. Un grajo graznó. Me uní al coro de silencios y voces animales. Balé como las cabras,  grazné como los grajos y grité sinsentidos. Me instalé en una salida de la Pedorrilla, redondita y secundaria, sobre el farallón. Escuché el temblor que emergía de los movimientos de Ester y Carlos mientras hacían topo en la Sala Marisol. Me gustaba ese sonido.

Ya era casi de noche cuando llegamos a los coches. Allí estaban la furgoneta de Salvador, la gran furgoneta de Joel&Luis y el landrover anaranjado de JP. Carlos nos enseño videos de sus aventuras de espeleobuceo en Castril y otros lugares. Nos sentamos en la zona más lisa que había por allí, el asfalto. Un cárabo lanzaba su canto a la noche. Los bichos nocturnos también se hacían oír. Un poco después llegó el resto de exploradores. Habían conseguido visitar, la topo era bastante difícil de interpretar, Mucho Aire y Aire. A su juicio los lugares más prometedores estaban en la zona de Aire. Allí cavaron en una gatera embarrada como bestias humanas. Estaban cansados. Unos muy cansados y otros poco cansados.

Al rato estábamos en Los Bronces. Nos sentamos los siete, asimétricamente, a una amplia mesa. El servicio estaba bastante reventado de tantas horas de trabajo. Traje la bolsa de comida que tenía en el coche y saqué lo que podía servir para abrir boca. Nos sirvieron cervezas y agua y pedimos dos platos de oreja a la plancha. JP compro una pizza grande. Al cabo de un rato Ester, Carlos, Luis y Joel se fueron de fiesta, JP a dormir en El Arenal y Salvador se volvió a su casa para trabajar al día siguiente. Yo busqué una habitación con poco éxito. Acabe yéndome a dormir cerca de Murcia donde tengo una casa. Tardé una hora y media en llegar pero no estaba fatigado. Por el contrario, la cueva me había dado energía de sobra aunque estuviese un poco cansado del intenso ejercicio. Había sido un día cumplido.



 

8/8/21

Reencuentro en la Carrera

Fotos: Guillermo y Antonio
Texto: A. González-Corbalán




            Ya a principios de la primavera del 2021 César reventaba de deseo. Espeleología intensa, mejor en Cantabria. Su nostalgia desbordaba cualquier recipiente que intentase contenerla. Incluso antes de la epidemia del coronavirus de Wuhan su deseo ya era grande. Le había intentado seducir con actividades en cuevas del Sur como Solins, Destapada, Orón-Arco o las Cuevas de la Plata pero la cosa, de momento, no había cuajado. Durante el 2019, 2020 y 2021 mis estancias en Cantabria habían sido esporádicas y cortas. Ahora, a principios de agosto del 2021, era un buen momento.

            A Guillermo le había visto en San Pantaleón unas cuantas veces a lo largo del año. Una sólida raíz de luminoso abolengo dibujada sobre un mundo moderno que degenera.  Cuando le conté a Guillermo mis incursiones con César en el Carcavuezo alargó el oído con suma atención. Estaba volviendo a despertar su antigua pasión por la espeleología. Hacía veinte años que no iba conmigo, ni con nadie, a una cueva. Venir con nosotros al Carcavuezo la próxima vez parecía una posibilidad real. Quedé en avisarle con cierta antelación. Ni él ni César lo tienen fácil para encajar la espeleología en sus agendas.

            Después de las consultas necesarias quedamos en ir al Carcavuezo el día 9 de agosto, lunes. César podía encajar, con dificultades, un día libre, Guillermo estaba de vacaciones y Miguel, al que había invitado a venir, me dijo que le era imposible porque tenía obligaciones familiares en Balmaseda esos días. Lo ideal hubiera sido organizarse para ir los cuatro pero la agenda de César era tan difícil y su necesidad de cueva tan grande que opté por priorizar su día posible sobre cualquier otra consideración.

            El día 1 de agosto fui al Carcavuezo por la mañana para localizar la entrada. Esta vez hubo suerte y  encontré la entrada principal rápidamente. La dos últimas veces habíamos usado entradas diferentes y costosas de localizar. Sin embargo en esta ocasión había muchos troncos y ramas acumulados que impedían el paso. Estuve un rato quitando materia vegetal hasta que pude entrar con cierta seguridad de que la montaña de troncos no me enterraría. En cinco minutos llegué a una galería de tamaño medio que va hacia el este. Ahí se reúnen los conductos procedentes de las demás entradas. Observe charcos y mucha humedad. Además había visto que el río Clarín entraba al sumidero con buen caudal.

            El día 6 de agosto volví al Carcavuezo para comprobar el caudal en el interior. No fuera a ser que estuviese cortado el paso por el excesivo nivel. Tuve que dar algunas vueltas entre los bloques pero por fin di con un descenso hasta el río. Enseguida me di cuenta de que había demasiada agua para pasar. Un poco más arriba los bloques parecían dar paso al río por un estrecho laminador que desembocaba en un balcón. Sin embargo al ir solo no quería correr ningún riesgo. De vuelta a las galerías superiores ensayé seguir la corriente de aire por varios pasajes hacia el este de forma que pudiera cortocircuitar la zona con más agua. Pero las rutas entre bloques y estrecheces eran complicadas y peligrosas y opté por abandonar el intento.





             El Carcavuezo no iba a ser posible esta vez. En una charla telefónica a tres estuvimos deliberando alternativas. Las opciones eran el Mostajo hasta Wonderland o La Carrera hasta el Volcán. Llegamos al acuerdo de ir a La Carrera. Hacía más ilusión ir a una cueva en la que nunca se ha estado o se ha estado pocas veces.

            A las ocho y media nos vimos en Arredondo un instante y fuimos a aparcar cerca de donde comienza la senda. Gastamos un buen rato preparando lo necesario, comprobando y distribuyendo. Una cuerda de cuarenta y unos cuantos mosquetones fue lo que cogimos para la única vertical. Aparte una cuerda de 18 por si acaso nos metíamos por algún lado especial.

            La senda estaba imposible. Hierba, helechos y arbustos crecidos hasta alturas inhumanas impedían seguir la traza, ya de por si complicada, haciendo muy difícil el ascenso. Nos perdimos bastantes veces. Recuperábamos la senda por los calveros entrevistos bajo la hierba y las manchas azules medio borradas. El sol, los tábanos y las moscas ayudaban a reventarnos. Hubo momentos en que dudábamos de seguir aunque nadie dijo nada.





            Y llegamos. Me puse frente al chorro de aire frío que vomita la boca para refrescarme. Descansamos lo suficiente para secarnos el sudor  y enseguida entramos a rastras por la gatera. Guillermo se entusiasmo enseguida. Había metido un móvil para hacer vídeos y fotos. También yo llevaba la cámara y dos flashes. La balización seguía bastante bien y vimos con alegría que estaba cumpliendo su cometido. La cueva sigue casi igual que cuando la conocí, hace más de seis años.

            Nos encaminamos al pozo directamente. La instalación tiene buenos materiales pero es un poco incómoda. De allí a la rampa fue un agradable paseo lleno de charlas. Hacía mucho tiempo que no íbamos juntos a una cueva (20 años?) La rampa estaba instalada con una cómoda cuerda. Nada que ver con aquellos tiempos en que fui con Miguel en plan aventura incierta. 

            El resto del camino al Volcán nos deparó una sorpresa tras otra. Los caminos balizados de esta zona han cumplido un buen papel de momento. Los suelos de la galería del Volcán siguen casi intactos. Fuimos hasta donde esta galería tuerce hacia el norte y se desfonda. Allí comimos algo. Una galería de tamaño reducido nos llamo la atención en la topo y en la realidad. Al visitarla notamos la corriente de aire de nuevo. La galería desembocaba sobre un meandro desfondado en una zona barrosa que requería algo de cuerda. Lo dejamos para otra ocasión mejor. Pensábamos visitar otras zonas que nos habíamos dejado sin mirar al venir.




            Desde la base del pozo nos movimos hacia el este por una zona balizada. Había hermosas formaciones y zonas amplias. Buen sitio para descansar un rato. Ya en el piso superior fuimos a ver unas pequeñas galerías, con estalactitas de color rojo oscuro, y muchos fósiles en las blancas paredes. También había algo que parecían zarpazos. Hicimos varias fotos en esos lugares. 

            Era notable el cambio de temperatura al salir. Una tarde tropical nos daba la bienvenida a la tarea más difícil: no perderse al descender. La bajada fue más difícil que la subida. Hacía más calor y había menos moscas. Tres o cuatro pérdidas desesperantes contribuyeron a que la cosa se pusiese interesante. Pero por fortuna duraron poco. La capacidad de intuir el camino se nos agudizó a los tres, aunque mantuvimos en el entreacto intensas charlas cuyo contenido no revelaré en este escrito. 

            Ya en Arredondo solo había un bar abierto y estaba llena su terraza. Nos fuimos al pórtico de la iglesia y César fue a comprar bebidas frías y gusanitos a la tienda de la plaza. Era el momento relajante en el que surgen las charlas indigeribles que no pueden contarse. En el banco de al lado un grupo de adolescentes comían pipas y bebían coca-colas. El atardecer y su luz se imponía sobre cualquier otra consideración que pudiera surgir.