Fotos: Miguel F. Liria
Texto: A. González-Corbalán
El domingo quedé con Miguel para visitar una
entrada a la Red del Gándara poco conocida. Desde febrero no habíamos practicado espeleología juntos.
Y casualmente en la misma cueva a la que ahora íbamos.
Me reuní con Miguel en Ramales y partimos de
inmediato. A las cinco teníamos que estar saliendo. Tanto él como yo teníamos
compromisos ajenos a la espeleología.
El tiempo era espléndido. Sin embargo la
temperatura del aire que expele la boca era la misma ahora que en febrero. Pero
la cantidad de agua recorriendo la cavidad era menor. Eso no impidió que nos
mojásemos bastante al contactar con las embarradas y húmedas paredes -la
entrada tiene abundantes estrecheces-.
Tenía
entre manos hacerle más pruebas al Carbi. Duración de las baterías, manipulación del
interruptor, uso de los dos tipos de luz, alcance de cada tipo, etc. La cueva
resultó perfecta para ello.
Desde
el punto más lejano que alcancé durante la incursión anterior, a primeros de febrero,
tuvimos que continuar por gateras. Nos llevaron a una zona de galerías amplias.
La zona presenta decoraciones de sobria belleza. Los suelos están casi
intactos. Pisábamos justo por el mismo sendero que unas pocas huellas indicaban.
A veces dudábamos. Pusimos varios catadióptricos cilíndricos para indicar donde
pisar.
Nuestra
tendencia fue reconocer las galerías que nos llevaran más al oeste y al norte.
Algunas mostraban un gran parecido a galerías del Gándara. Largas y rectilíneas
fracturas -profundas, estrechas y, a menudo, interrumpidas por grandes bloques
como cuchillas-. Llegamos a un punto lejano en que, para continuar, hubiéramos tenido
que trepar y retorcernos. Iniciamos la vuelta. Paramos a mear en un rincón y alejándonos
unos veinte metros comimos sentados sobre unas piedras planas. Reflexionamos
sobre la posible ubicación de una conexión con la red principal. El modo
contemplativo permite llegar a intuiciones iluminadoras.
Las estrecheces de la entrada se presentaban más trabajosas
al salir que al entrar. Serían las cinco cuando llegamos al aparcamiento. El
tiempo seguía siendo espléndido. Teníamos hambre y estábamos algo cansados. Paramos
en un bar de Ramales. Todo estuvo muy bueno, pero aún seguía con hambre cuando
me marché a casa. Miguel también se marcho a su casa.