Puse todo el empeño en ésta salida pues hacía muchos años que deseaba materializar este proyecto. El viernes 24 pasadas las tres conseguíamos partir hacia Benasque en la furgoneta de Julio. Atrás quedaban un buen puñado de seres humanos a los que, por diversas razones, no les había sido posible venir. Por otra parte nos sorprendió la energía de Joaquín conduciendo en solitario desde Murcia a Benasque para visitar el Sistema del Alba. También quedaban atrás un cúmulo de pequeñas dificultades -cuerdas, tienda de campaña, localización de materiales prestados, etc- que tuvimos que ir resolviendo a lo largo de la semana.
A lo largo del viaje nos acompaño un atardecer en technicolor y cinemascope. Manu condujo hasta Pamplona, Julio hasta Graus y el resto yo. Alrededor de las diez pasábamos Benasque. Según subíamos hacia los Baños el termómetro caía en picado. En el aparcamiento de los Baños nos recibió un fuerte viento, lloviznas intermitentes y unos 8º C. La furgoneta de los andorranos estaba aparcada allí mismo aunque Pep y Bruno se habían refugiado en el bar. Pensaban pasar la noche en el Hotel de los Baños así que me prestaron su furgoneta para dormir. Manu y Julio dormirían en nuestra furgoneta. Cuando ya me iba a retirar apareció Joaquín que aparco al lado. Mantuvimos una corta conversación antes de irnos al saco.
La noche fue toledana para algunos. El viento zarandeando las furgonetas y los aguaceros repicando sobre el metal contribuyeron a minar la moral del grupo. Apenas pegué ojo, al igual que Julio, pero la mayoría dijo haber dormido bien. La cita para prepararnos era a las siete y media pero cuando asomé la nariz me recibieron un viento helado y el aguanieve que caía del cielo plomizo. El ánimo del personal estaba por los suelos. Julio y Manu declararon su intención de no subir y yo tampoco lo veía claro. En cuanto a Joaquín parecía a la expectativa. Fue Pep quien nos rescato de este estado depresivo. El cambio de chip se produjo cuando, burlándose un poquito de nosotros, nos contó que en su estancia en el archipiélago Madre de Dios, en la Patagonia chilena, todos los días hacía un tiempo parecido a éste. A veces el viento era tan fuerte que tenían que aferrarse a las piedras para no ser derribados sobre los afilados lapiaces.
Al principio íbamos forrados pero enseguida -la subida tiene una fuerte pendiente con trepadas incluidas- tuvimos que quitarnos prendas. Mediado el ascenso comenzó una ventisca con aguanieve que fue convirtiéndose en copos algodonosos de nieve. Estos cambios nos obligaron a reajustar varias veces la indumentaria. Los últimos repechos del sendero hasta el Lago del Alba los hicimos pisando nieve.
A orillas del lago libramos una batalla contra el frío para terminar de prepararnos. A todos se nos helaron las manos a pesar de actuar contrareloj. Finalmente un corto ascenso de 50 metros por la empinada ladera izquierda del lago nos depositó junto al Bujerín del Alba. El aire que salía por la boca -bastante frío en sí mismo- nos parecía en aquel momento una buena calefacción. Nos colamos por la gatera de entrada aliviados de poder abandonar el helado mundo exterior. Incluso Bruno, a pesar de su aversión por los sitios cerrados, se metió unos minutos hasta el hall del primer pozo.
Animados por el cambio de clima pudimos disfrutar la belleza de los primeros pozos, anchos, limpios y de un hermoso color blanco. Cosa que no nos esperábamos por los comentarios que habíamos oído y/o leído. En la base del primero -32 metros- encontré el cadáver perfectamente conservado de una lustrosa marmota. Uno siempre siente pena por los animales que encuentran la muerte en un sitio tan desolado como el fondo de una sima pero la perfecta conservación de éste quitaba dramatismo al hecho. Paredes blancas en los meandritos que unen al segundo pozo -16 metros- y al tercero -56 metros- estrecheces y agua en pequeños embalses que obligan a mojarse por debajo de la rodilla o, como alternativa, a hacer malabarismos para pasar. Yo opte desde el principio por no preocuparme de la mojadura, mientras Manu y Joaquín se lo curraron a brazo partido por evitar el agua.
El pozo de 56 lo instalo Pep mientras los demás chupábamos frío observándole. Para evitar roces en la zona convexa del principio la cabecera se presenta en volado (me recordó el último pozo de la Toño-Cañuela). Un primer tramo de 18 metros nos deposita en una hermosa repisa. Se continua por un tramo de 38 metros que estaba instalado con cuerdas fijas. Estaban hinchadas y nos ofrecieron una bajada poco elegante debido a la falta de fluidez en el deslizamiento, aunque el pozo era de lo más estético. Justo en la base del pozo aparece el Río Avall procedente del Lago del Alba.
La Escala Fosca es una cascada escalonada que se baja por un lateral. Es un lugar verdaderamente hermoso aunque para contemplarlo en toda su pureza necesitaríamos una iluminación poderosa. Manu se quejaba del frío cada poco tiempo, Pep había tenido que pasarnos parte del contenido de su pesada saca -un equipo de spitar- y Joaquín se mantenía muy silencioso como de costumbre. Yo empezaba a estar contento aunque, como siempre que me muevo por una travesía desconocida, algo de estrés había. Después de algunas revueltas y resaltes accedimos a la Sala Maldita por una galería fósil.
Pep nos había sugerido hacer la nueva vía, descubierta hace poco por el ECS, que une la Sala Maldita con la Sala Leonor. Se trata de una alternativa más larga que la ruta clásica pero mucho más bella e interesante. El único inconveniente era que Pep no la conocía, en contraste con la cantidad de veces que había recorrido la clásica. Pero la reseña que traíamos afirmaba que la ruta no tiene pérdida y que esta perfectamente balizada.
La salida clásica de la Sala Maldita está en su centro, entre unos grandes bloques, pero para entrar en la nueva vía tuvimos que ascender una pedrera por la derecha de la sala hasta una oquedad que se forma en su parte más alta. Se accede así a una gran grieta por la que se avanza entre desprendimientos hasta que se desfonda. Aquí encontramos un pasamanos muy largo, técnico y aéreo que nos obligo a emplearnos a fondo. Madre de Dios y Madre del Amor Hermoso fueron las frases más manidas aparte de los tacos clásicos. Tuve que sacar el pedal para poder cambiar los cabos de un tramo al siguiente. Lo peor fue que más abajo estaba instalado un pasamanos alternativo. La incertidumbre nos acompaño hasta que vimos que ambos llevaban al mismo lugar...
Vinieron varios pozos y pasamanos más y accedimos a la hermosa Galería de las Marmitas. Montones de gours tapizaban el suelo. Manu me pedía que hiciera fotos pero yo andaba más ocupado en avanzar que en sacar el trípode. Y desembocamos en el Agujero Negro -40 metros-, hermoso pozo, ancho como una sala y tremendamente oscuro. Baje el primero siguiendo las cuerdas fijas hasta encontrarme con la desagradable situación de la cuerda casi partida -quedaban cuatro hilos del alma- a mitad del pozo. Volví a remontar hasta alcanzar la instalación de acero inoxidable para cuerda doble. La instalación nos llevo pocos minutos. En general no hay que fiarse nunca del estado de las cuerdas fijas.
Siguiendo aguas abajo bajamos un pequeño pozo y recorrimos la Galería de las Pisolitas hasta la cabecera del aéreo pozo sobre la Sala Llopis -27 metros- que nos desconcertó por completo. Una extraña instalación: por un lado cuerdas en fijo hasta el fondo de la sala, por otra parte un cuerda tensa bajando a unos 75º de inclinación hacia la parte opuesta de la sala??? Pep comenzo el descenso por las fijas utilizando la otra cuerda como guía. Pero desistió al poco y comenzó a subir de nuevo. Instalé un rapel con la cuerda de 40 y me deje guiar por la cuerda tensa. En lo que yo pude entender el único sentido de esta guía es evitar los roces con los salientes de la pared a plomo, pero me quedó la impresión de algo artificioso y gratuito.
A partir de la Sala Llopis la continuación resultó evidente y la balización impecable. Además la sensación de haber pasado lo más complicado nos hacía sentirnos más a gusto. El bonito Pozo Fantasma -27 metros- dio paso a otros tres pozos y resaltes sumamente divertidos y en poco tiempo alcanzamos un resalte equipado que nos saco de la galería hacia la izquierda conduciéndonos a una sucesión de toboganes y rampas algo laberínticas. El buen humor cundía por doquier ya que veíamos cerca la Sala Leonor y pensábamos que de allí a la salida sería un agradable recorrido. Cinco minutos antes de la sala nos desviamos a un campamento bien pertrechado de tiendas, cuerdas, agua y todo lo necesario, donde nos sentamos a tomar un refrigerio.
La cascada de la Sala Leonor es magnífica. El estruendo de toda el agua que viene del Lago del Alba cayendo en un salto de más de 50 metros produce una fuerte impresión. Remontando hacia la izquierda la sala nos unimos a la ruta clásica y enseguida comenzamos a bajar varios pozos pequeños muy bien instalados. Al principio este sector me resulto divertido pero poco a poco se empezó a hacer pesado por la cantidad de trepadas, destrepes, oposiciones, estrecheces, gateras, pasos atléticos, resaltes equipados, pasamanos, meandros desfondados que íbamos encontrándonos sin un respiro. Para cuando vinimos a darnos cuenta se nos hizo evidente que estábamos en la principal dificultad de la travesía y que poco a poco nos estaba minando la energía. El Bar, el paso Pilé 43, el Estripamonos son algunas dificultades con nombre, pero en realidad todo el recorrido es una dificultad mantenida de casi dos kilómetros en la que terminas confundiendo unas cosas con otras. Un paso atlético me hizo alcanzar el punto de cansancio manifiesto. En realidad todos estábamos cansados. Se nos acumulaba la noche toledana, con el ascenso hipotérmico, con la tensión de la zona desconocida y con el esfuerzo acumulado en multitud de pasos.
Algo antes de las nueve de la noche Manu y yo asomamos el hocico por la Cueva del Alba a la fría noche y unos minutos después aparecían Joaquín y Pep. Me resulto largo llegar a los Baños y tener que cambiarme. Solo pensaba en sentarme placidamente a una mesa en un sitio cálido y tomarme una sopa. Para mi sorpresa a Pep le quedaba energía para bajar a Benasque con Bruno a cenar chuletones. Manu, Julio, Joaquín y yo nos quedamos en los Baños en donde nos ofrecieron una sencilla cena. Cerraban la temporada al día siguiente y ya se había ido la cocinera. Eso si, nos bebimos dos botellas de Viñas del Vero entre los cuatro.
Esa noche dormí en una buena habitación del Hotel después de darme una ducha de media hora de agua termal hirviendo. Me hizo compañía una pequeña serpiente negra que me hacía frente valientemente. A la mañana siguiente habíamos quedado todos, incluidos los andorranos, para tomar un almuerzo en Benasque. Pep me contó la historia de las serpientes en los Baños. El se había encontrado dos veces con serpientes. En una ocasión con una de un metro y medio que la encargada del hotel saco a escobazos de las duchas. Por lo visto los romanos introdujeron estas serpientes que limpian las aguas termales de batracios y de todo tipo de bichos de forma que se hicieron endémicas en el lugar.
Después de almorzar Joaquín y yo fuimos a probar un par de vías de escalada en la escuela de Benasque. A la una nos reunimos con Manu y Julio, tomamos un aperitivo y partimos hacia casa. A Joaquín le quedaba un largo viaje en solitario. En Graus nos dimos el placer de una buena comida en un restaurante agradable pues aún nos quedaban muchas horas de carretera...