22/10/24

792 / Pozo de la Paloma

 

En una de las minas cercanas a la Azohía hay una gran sala, con galena visible, en cuya bóveda se vislumbra la luz del día través de un pozo (o chimenea) minero. Tanto LLamusí como yo conocíamos ese lugar. Podía ser interesante alcanzar el nivel base horizontal de la mina y reconocer los niveles intermedios accesibles desde el pozo. Teniendo en cuenta el recorrido de las galerías base hasta llegar a la Sala podíamos inferir una estimación de la posición en superficie del pozo. 

A las nueve nos vimos en un aparcamiento cercano a la Azohía y recorrimos el paseo que hay hasta las minas. Desde las construcciones de la mina principal ascendimos gracias a las restos de senderos y pistas mineras por terreno muy confuso e incómodo hasta ponernos a unos metros bajo una torreta importante. Algo más abajo una caseta, numerada con 792, daba acceso a un pozo con escaleras de hierro oxidado del que salieron huyendo unas cuantas palomas asustadas. La torreta no daba acceso a ningún pozo pero algo más abajo hacia el este vimos desaparecer las palomas. Con buen criterio, Llamusí se acerco y localizó un pozo grande donde se habían metido. Considerando las circunstancias y el material  que teníamos J.L. decidió acertadamente instalar el pozo 792.

Para la instalación J.L. usó un ingenioso sistema de fijaciones recuperable y muy seguro. Luego la cuerda de 80 pasaba por encima del murete del pozo, con un protector para evitar roces, y caía limpiamente por la vertical. Debido al peso del taladro y las cuerdas optó por bajar sólo un tramo sin fraccionamientos. Mientras bajaba me refugié bajo un arbusto para evitar el sol castigador. Había olvidado el agua y tenía sed.



 

 Al cabo de un rato escuché una voz que salía de lo profundo. A unos 25 metros había acceso a galerías horizontales decía J.L. El comienzo de la bajada resultaba un poco incómodo debido al murete pero se resolvía sin más con algo de precaución. Abajo un pequeño péndulo te depositaba sobre el comienzo de una galería polvorienta por el paso de las décadas. En mi descenso algunas palomas escaparon hacia la luz del día que penetraba por la boca superior del pozo.

Avanzamos por la galería cómodamente hasta un pequeño destrepe. Un poco más allá, en plena oscuridad, una paloma se había refugiado huyendo del ser humano. A la vuelta veríamos que se hacía con ella. La galería avanzaba con rumbo mantenido más o menos. Algunos pozos y galerías laterales los dejamos para mirarlos al volver. Desembocamos en un ensanchamiento que daba acceso a desniveles, pisos inferiores, pozos y galerías que se cortaban en verticales profundas. Algunos murciélagos pasaron volando procedentes de algún lugar remoto en la mina.  Previsiblemente alguno de esos cortados debía dar a la Sala de la luz cenital que estábamos buscando. Comencé a poner reflectores para evitar despistes al volver. Pero bien poco duró nuestro avance. Todas las posibilidades de seguir hacia arriba, abajo, derecha o izquierda acababan necesitando cuerdas, en pasamanos o pozos, de una manera u otra. Ciertamente arriesgando tal vez se podría seguir algo más pero no era opción aconsejable.

           De vuelta visitamos una galería a la izquierda con una capa de polvo de varios centímetros sobre el suelo. En ese exótico entorno pudimos ver la mayor colonia de escarabajos cavernícolas negros que haya visto nunca. Correteaban por decenas o cientos en todas direcciones. A unos metros de este universo de coleópteros encontramos un nido de paloma con dos huevos y justo al lado un pozo minero por el bajaba la luz del día. A su lado unas escaleras descendían a niveles inferiores pero enseguida se hacían impracticables. El paso del tiempo las había derruido convirtiendo el pasaje en un pozo que hacía necesario el uso de cuerdas.




             En la galería principal nos entretuvimos con algunas fotos pintadas. La cosa era un poco cutre porque no llevaba trípode. Cuando llegamos al lugar donde estaba la paloma en la oscuridad J.L. la atrapó y en la trepada me la paso. Todo su cuerpo vibraba lleno de vida. Me miro con terror con esos ojos rojillos que tienen las palomas. Un poco más allá , ya en la vertical del pozo, depositamos a la paloma en el suelo. Un instante después volaba pozo arriba buscando la luz.

           El ascenso de cuerda era cómodo salvo la cabecera que había que negociar hábilmente trepando por la izquierda dejando la cuerda justa para poder hacerlo. Ordenados y recogidos todos los cachivaches el regreso hasta los edificios mineros fue mucho más fácil que la venida.  Era fácil controlar mirando desde arriba los restos de los senderos y las zonas de tránsito más cómodas. La pista hasta el aparcamiento se hizo pesada por el solazo y el calor pero las historias que fueron surgiendo no tenían precio. Unos minutos después estábamos en el bar Acuario entrando en la Azohía. Las cervezas heladas que nos sirvieron nos llevaron al quinto cielo. Era un bonito proyecto conocer esas viejas minas misteriosas y sus habitantes.






10/10/24

Travesía Minera

 


A finales de septiembre JL y yo hablamos de realizar algunas actividades subterráneas por la zona costera de Murcia. Me contó que conocía una travesía instalada en las minas de la montaña de Peñas Blancas. Entrando por una boca superior y bajando varios pozos se podía salir por la Mina de Colón situado al fondo del Barranco de las Víboras. Intenté ir con él el jueves de la semana pasada pero finalmente quedamos para el jueves diez de octubre.

           Nos encontramos puntualmente a las nueve en "Rational Foods", que está justo en lo alto del Cedacero, y fuimos a aparcar al comienzo de la senda que sube por el Barranco de las Víboras hacia Peñas Blancas.  Nos tomamos el ascenso al collado con mucha calma y mucha conversación, para ponernos al día de viajes y excursiones. Siempre me gusta enterarme de primera mano de las exploraciones subterráneas, en este caso de las puntas de exploración -y la logística- en la Cueva del Agua de Isla Plana que ya superan los dos kilómetros. Las inmersiones duran entre cuatro y seis horas y dependen del uso de torpedos rápidos a baterías. También por ello es prioritario optimizar los recorridos buscando galerías más cómodas que permitan mayor velocidad, menor recorrido o ambas cosas.


 

Con todo esto llegamos al collado sin sentirlo. A partir de aquí la senda es muy buena y totalmente horizontal. Las bocas de mina se suceden, una tras otra, a mano derecha. En pocos minutos estábamos en la Mina Magdalena. Visitamos una de sus galerías para una inspección corta y para ver la instalación de las "mulas sin fin" en donde, a base del trabajo de los animales dando vueltas a un círculo de unos cinco metros de diámetro, se sacaba el mineral con un ascensor por un pozo vertical. Volviendo al exterior tomamos por otra entrada una cómoda galería minera, JL no sabía el nombre de la mina, que nos llevo hasta el comienzo propiamente dicho de la travesía en una boca superior de la Mina de Colón.

         Desde la sala que forma la boca, de grandes dimensiones, parten varias galerías, pozos y rampas. Las instalaciones son evidentes. Un pasamanos da acceso a la cabecera de un pozo de veinte volado. Se puede continuar por otro pozo instalado o por una "llave" construcción en forma de estrecho pasillo con escaleras que bajan con bastante inclinación. Una pequeña obra maestra de arquitectura minera. Al final de la escalera se encuentra una rampa muy empinada por la que los mineros dejaban caer el mineral. Esta rampa es una especie de tubo en el que hay dos montajes para rápeles uno detrás de otro, de poco más de veinte metros cada rápel. A continuación hay un pasamanos de ocho metros que nos lleva a un pozo con tres fraccionamientos en donde las cuerdas estaban cómodamente instaladas. Un poco más adelante encontramos un hermoso dintel arquitectónico que invita a seguir la galería. Y sólo con un corto pozo más, que también nos encontramos instalado,  alcanzamos el nivel de salida. 
 
 
 
 

El resto hasta la salida consiste en caminar por un perfecto pasillo rectilíneo de tamaño casero hasta que vislumbramos la salida. Esta última parte viene marcada por un colchón y un somier que da inicio a cien metros de "establo de cabras". Ese fue el uso de la galería tras el abandono de las explotaciones mineras hasta hace poco. El suelo está tapizado de una capa cuarteada de cagarrutas de cabra compactadas de tal manera que parecen asfalto. Así salimos al exterior y tomamos el lecho seco de la torrentera ya que la pista minera está destruida por los meteoros y la vegetación. Sin embargo un centenar de metros más adelante puede abordarse la vieja pista y seguirse sin problemas hasta que desemboca en la senda de Peñas Blancas.

          Nuestro último quehacer consistió en lavarnos el polvillo mineral que teñía con ahínco ropa, calcetines, y cualquier trozo de piel expuesto en las minas. Había sido una actividad muy bonita y placentera, apta para mucha gente del mundo de la espeleo. Incluso para niños, con la debida supervisión, que debe ser estricta en los fraccionamientos y sitios delicados. Merecería la pena hacer una topografía bien ilustrada de la travesía minera. JL y yo nos emplazamos a realizar más actividades espeleológicas o lo que surja en las próximas semanas.