También había sopesado entrar a Garma Ciega con Wichi y los del AER. Bajar hasta el sifón de Garma y estar todo el puente, o al menos hasta el domingo, no cuadraba con mi estado de ánimo ni con mi entrenamiento. Lo descarte. Antes siempre iba por la reunión del SCC los viernes por la tarde a las ocho. Pero fui perdiendo la costumbre porque me resultaba depresivo no encontrar plan para hacer espeleo en un club de espeleo. Por fin ese fin de semana, 28 de Abril del 2006, decidí acercarme por la reunión estimulado por Julio quien me predijo una importante afluencia de gente interesada por salir de espeleo!?¿.....A las ocho y media, para dar margen, me presente por allí y no había nadie. Al cabo de unos minutos llegaron Javi y Jose Miguel que, aunque no pensaban salir, si preparaban para la semana siguiente una salida a un cañón en Orduña. Justo se coge el cañón a la salida de Goba Haundi. Pero de espeleo nada. Cuando ya me iba, pasadas las nueve, apareció Julio en su moto y, procedente de Vega de Liébana, Ernesto con mono de trabajo. Con que mucha gente interesada en hacer espeleo...eehh... A bocajarro le pregunté a Julio si salíamos o no el sábado y quedamos a las nueve y media en Solares para ir a conocer más a fondo las galerías fósiles de la Rubicera.
A la mañana siguiente Julio se tomo un café en Casa Enrique de Solares y encargo un bocata en un bar de Arredondo. No le había dado tiempo a desayunar en casa y, además, se le olvido la documentación y el dinero. Así que le preste 20 € para que pudiera alimentarse. Nos cogió de sorpresa el ambiente frío que, para las fechas primaverales que discurrían, resultaba extraño. Nos fuimos por la senda de las cornisas con un viento fresco que molestaba pero te secaba el sudor. Julio apenas recordaba nada de su visita, hace un año, a la Rubicera. Le indique algunas referencias claves para que pudiera volver cómodamente sin necesidad de un guía. El grupo de hayas solitarias. Las trazas de senda que, manteniendo la altura, nos llevan hasta la primera canal. En la primera canal había una cuerda instalada que me pareció del todo innecesaria. Y la segunda canal también estaba instalada. Cuando alcanzamos el hall de la boca sur de la Rubicera un grupo de tres espeleólogos abandonaba este punto. Pensaban llegar al pozo de 30 -en la travesía Rubicera-Mortero-, instalarlo y salir de nuevo.
Dejamos la cuerda que habíamos traído al lado de la entrada. La pendiente por la que se accede a las grandes galerías esta formada por una colada de barro blanco compactado en la que se han tallado peldaños enormes. Es el trabajo de algún desconocido espeleólogo pionero. Al salir de la pendiente perdimos la luz y ganamos la oscuridad. Una nueva forma de luz crea las formas más que iluminarlas. Un poco más adelante, en el camino hacia el interior de la cueva, hay una formación que me llama la atención siempre que paso. Se trata de una pequeña estalactita, con la punta aplanada, torcida respecto a la vertical que sugiere una dirección dominante en el viento. Te recuerda el badajo de una campana. Yo la llamo así. Es una referencia. La estrechez entre bloques me pareció menos estrecha que las demás veces que he pasado. Se me ocurrieron tres posibilidades:
a) Realmente el paso de la gente ensancha la estrechez ó
b) yo soy cada vez más pequeño ó
c) al acostumbrarse la mente ve las mismas cosas de distinta manera.
me inclino por la tercera opción.
Decidí que fuéramos por una ruta que conocía solo parcialmente de una entrada con Moisés y Luis. Se toma poco después de la estrechez, cuando se emerge en las primeras amplias galerías, siguiendo una bifurcación a la izquierda que asciende suavemente por una pendiente arenosa hasta alcanzar una modesta galería con una corriente de aire notoria. Esta galería es de formas muy definidas, pero suaves. Hay algunos resaltes divertidos y al cabo de unos minutos se desemboca en una gran sala a media altura. Alguien, no recuerdo quien, me dijo que bajando al fondo de la sala a la derecha, como volviendo hacia atrás, se accede a un punto de la travesía cercano a la Sala de la Teta. Y así fue. Primero intentamos descender directamente por la derecha de la sala pero no hay paso. Se debe bajar por donde esta más marcado , a la izquierda, y luego volver hacia abajo a la derecha. Así se llega al comienzo de una cómoda y amplia galería que, bajando suavemente, nos dejo a un minuto de la Sala de la Teta. Lleve a Julio a ver la Teta que, aunque hace un año paso por aquí, no conocía. Se trata de una gran estalagmita de unos cuatro metros de altura de forma casi cónica y rematada por un evidente mamelón. Nos entretuvimos cogiendo agua de los goteos que hay al lado de la Teta y luego nos metimos, un poco más allá, por un coqueta galería resplandeciente en la que nos sentamos a comer. Julio saco un enorme bocata de tortilla de patatas del que no dejo ni una miga. Yo fui más modesto. Pero nadie se quedo con hambre.
Sin descansar apenas lleve a Julio a ver unos pelos de cristal que se encuentran a dos minutos de la Teta por la galería que se toma justo hacia el norte desde ésta. De que mineral se trate es un misterio para mí. Nos pilla el entusiasmo y seguimos más allá de los pelos. Creía recordar que, enseguida, no tendríamos opciones para continuar por esta galería. Pero esto no es así. La galería se fue prolongando, siempre en dirección norte, con algunas desviaciones. Y con formas muy atractivas que aún nos animaron más. Al menos anduvimos medio kilómetro. Cruzamos por una sala con algunas desviaciones y llegamos a un desfondamiento con un pasamanos quitamiedos. Un poco más allá escuchamos un torrente cayendo y nos asomamos a un pozo lateral por el que se perdía, hacia arriba, una cuerda ascendente. Debe ser la zona en que los del SEII están haciendo escaladas. Por un lateral a la derecha llegamos a una galería algo incómoda --por culpa de un laminador-, y proseguimos un poco más hasta vislumbrar más desfondamientos e incomodidades. En este punto nos dimos por satisfechos y comenzamos a volver. Julio se declaro un poco cansado.
Desde la Sala de la Teta a la salida tardamos, más o menos, una hora y desde la salida hasta el coche, incluyendo una paradita para ordenar un poco todo, otra hora. El tiempo seguía tan frío o más. Mientras nos cambiábamos Julio se apercibió del coche de la Guardia Civil bajando de los Collados del Asón. Precipitadamente guardamos todo y nos vestimos de personas. Tuvimos suerte de que pasaran de largo. Deben andar con la mosca tras la oreja después de que en Semana Santa hubiera tres rescates de espeleo: dos por pérdida y uno por el accidente de una chica. Hay que andarse con ojo por lo de los permisos.