Empecemos por algunas observaciones generales que atañen a todo el rebaño:
a) En un mundo dominado por los intereses personales todo acaba personalizándose demasiado. Todos acabamos pareciendo egoístas egocéntricos. Pero la fauna humana produce también sanos egoístas. El egoísta sano sabe que sus intereses y los del prójimo apuntan en la misma dirección.
b) Por otra parte la personalidad se comporta como los electrones en un orbital cuántico de un sistema atómico: salta de una posición a otra cuando recibe un estímulo para luego volver al estado más estable al cabo de poco tiempo. Uno puede poseer dos, tres o miles de personalidades que solo aparecen cuando las circunstancias las activan. Generalmente siempre domina una de ellas.
c) Y luego está, para acabar de pintar el panorama, el spanish gallinero. Es un producto muy elaborado, con condimentos muy sabrosos: la típica corrupción al estilo romano, el prodigioso talento de sólo escucharse a si mismo, la habilidad para hablar a la vez que otro, los intereses feudales de los nacionalistas variopintos, la explotación generalizada del prójimo en cuanto se pone a tiro, el desprecio sistemático de las normas, etc,etc, etc.
Os preguntareis por qué me dedico en una crónica de espeleo a publicar mis reflexiones sobre cosas que no tienen nada que ver con las cuevas. Pero es que si que tienen que ver. Ni la espeleo es un limbo aparte, ni nosotros somos ajenos a lo que cuento. Nos toca más de cerca de lo que queremos admitir. Creo que cada uno al mirarse en el espejo y mirar alrededor podrá encontrar muchos ejemplos de lo que cuento. Pero recordad que sentirse culpable no sirve para nada. Aunque sobre los sentimientos nadie manda. Ocurren sin más.
Esta vez había quedado con Manu, Julio, Marta, Elena y Fabián para revisar agujeros nuevos. Compañeros nuevos -Elena y Fabián- , agujeros nuevos e iluminaciones nuevas también. Todo nuevo. Por la sede del club aparecimos una parte del personal. Un poco de todos los pelajes. Juan no podía salir, Oscar tampoco, Fran y Matías estaban interesados por el partido del Racing, Sergio estaba por la laborde descansar y Adrián estuvo que-si-venía que-si-no-venía. Quedamos a la temprana hora de las diez y media por aquello de que debemos tomarnos con calma la existencia. Y me fui a casa pasando por la de Adrián a coger el Uneo.
Elena nos había contado una bonita historia. Cerca de la ermita de Riaño, en la finca de unos amigos suyos, se había abierto un agujero con muy buena pinta. Antes de dedicarnos a la esforzada tarea del espeleólogo paramos en el bar-tienda de Entrambasaguas para relajarnos tomando cafés y refrescos. En pocos minutos de grácil conducción llegamos al lugar. Una cabaña en un sitio tranquilo. Una joven pareja. Dos perros. Una niña preciosa de pelo larguísimo hasta que le vi la colita. Las cosas como son: ingredientes para una vida bucólica. La impresión era que un día de relax se estaba adueñando de nosotros. Aunque había un rebelde sin causa: yo mismo.
La aproximación al agujero consistió en caminar unos cien metros desde la cabaña de los amigos de Elena. Un pequeño boquete cuadrado y terroso había sido cubierto de troncos y ramas. Abría sus fauces en el fondo de una modesta dolina invadida por una explotación de eucaliptos. Como la entrada parecía resbalosa y empinada deje caer el extremo de una cuerda y até su inicio a un eucalipto. Manu bajo el tobogán seguido por mí. Desembocamos en una cámara de unos cinco metros de diámetro excavada en arenisca. El suelo estaba formado por un revoltijo de tierra y bloques (de unos 20 cm de tamaño medio) Ningún recoveco nos sugirió que pudiéramos continuar avanzando. A unos doscientos metros del primer agujero la entrada -esta no reciente- de otro agujero resultaba más prometedora. Sin embargo nada más entrar nos encontramos con un panorama similar. Finalmente fuimos, colina arriba, a una dolina de paredes empinadas. Abajo, tras una maraña de restos vegetales y ferretería variada, había una oquedad terrosa de la que no pudimos sacar nada en claro. Quizás removiendo todo y escarbando después con tesón y paciencia podríamos encontrar algo.
Como no nos íbamos a quedar sin hacer nada propuse ir a La Hoyuca. Tras el remoloneo oportuno, basado en la oferta de vino, aperitivos y charla, conseguimos arrancar. Cinco minutos de conducción nos colocaron junto a La Hoyuca. Durante los preparativos casi damos al traste con la espeleo. No más que la vida muelle ejerciendo su atracción fatal. Pero finalmente entramos en la cueva. Para no aburrirme repitiendo siempre el mismo itinerario, después de la ruta usual hasta la entrada de Quadraphenia sugerí trepar a unas galerías en un nivel superior. Había vislumbrado esta posibilidad en la última actualización de la topo publicada por los ingleses.
Una escalada entretenida nos llevo a una sala con varias posibilidades. Elegimos la de la izquierda. Recorrimos una galería con suelo arenoso y con derrubios, que acabo convirtiéndose en coladas y formaciones. Una gatera de ángulo agudo nos llevo, tras un giro a la derecha, a una galería modesta pero bien decorada. Un nuevo giro, esta vez a la izquierda, nos condujo a una doble galería desfondada que acabo en una sala llena de formaciones blancas. Manu sugirió continuar por un laminador arenoso entre columnitas. No nos decidimos, principalmente para evitar romper inútilmente las cristalizaciones. Ya en casa mirando la topo descubrí que esa continuación era el camino hacia una zona de helictitas…
Volviendo atrás, otra de las posibilidades nos llevo por unas gateras retorcidas hasta una salita bajo una hermosa chimenea. Escalé el tramo más fácil, unos seis metros, y comprobé que había spits para continuar la escalada. Arriba se podía entrever con claridad una galería colgada. Finalmente volvimos sobre nuestros pasos para visitar una tercera posibilidad. Esta nos condujo hasta Wardrobe Passage. Es una zona de abundantes concreciones y coladas que acaba abruptamente en un pozo de 11 metros para el que no llevábamos material. Mientras la conversación giraba insistentemente alrededor de la reforma laboral del PP nos comimos las provisiones. Luego volvimos a las arenas de Pigs Trotter Chamber.
Después de echar un vistazo general en Pigs Trotter Chamber nos animamos a iniciar el bonito recorrido hacia Flahsbull Hall y la zona de formaciones de Dog Series. Hicimos todo el camino a buen ritmo hasta llegar al armonioso conjunto de formaciones que había visitado en otras ocasiones. Fue en este punto donde más fotos intentamos hacer. Un buen trípode habría venido bien. Pero tal cosa no estaba prevista. Resolvimos la vuelta a la entrada por un camino alternativo que recorre un par de meandros estrechos y desfondados. Quedo claro que la señalización brilla por su ausencia y si bien los recorridos no son muy largos, es necesario dar muchas vueltas con paciencia para conocer a fondo la red de entrada de La Hoyuca. Sin duda es una cueva que está dando muchas agradables sorpresas desde que los ingleses comenzaron su exploración hace 40 años. Y, casi con seguridad, seguirá dándolas.
El día seguía tan primaveral como empezó. Aunque no habíamos tenido éxito en la prospección de nuevos agujeros, si que habíamos conseguido conocer un poco más la bonita Cueva de la Hoyuca. Marta estaba feliz de haber hecho espeleo. Ella y Elena consideraron que entrar en una cavidad como ésta era un descanso en el trasiego de sus vidas. Estoy de acuerdo con ellas. Imite a Manu y me tomé una cerveza de buena calidad. A Julio le encanta el picoteo. Mientras pedían y devoraban una ración de queso curado yo seguí lentamente con mi cerveza. Me comí un triangulito de queso. Las cosas suelen ser así. El grupo ya se había disuelto pero, ya en Solares, Julio, Manu y Elena quisieron seguir picoteando... Mientras conducía mire por el retrovisor. Los vi juntos caminar hacia el Bar de la Estación.