28/9/09

Stubborn Inlands (2) Gándara

(25/9/2009)

El jueves envié a Julio y Manu un mensaje para informales de nuestra entrada inminente en la Cueva del Gándara para una permanencia de fin de semana. Julio ni me respondió, pero Manu tenía compromisos y sintió no poder venir. Miguel había quedado conmigo para estas fechas desde hacía un tiempo. Mientras tanto Mavil nos esperaba por los altos del Asón disfrutando la realidad del clima cántabro. Algo bestial.
         Tierras tercas. Stubborn Inlands. Durante toda la semana soñé con la mágica cualidad de ese lugar privilegiado. Ahora era viernes por la tarde. Miguel parecía preocupado por la evolución de la crisis económica y, particularmente, por su deseo de emigrar hacia tierras cántabras. Sus análisis políticos conseguían sacarme del mundo de sombras y luces sesgadas, que creábamos al avanzar, iluminando desigualmente los rincones, en la Galería de Cruzille. A Mavil  le pesaban los más de treinta días que llevaba acampado en los Altos del Asón, sin más compañía que los bichos y las, en perpetuo cambio, nubes del valle. Era mucho tiempo solo. Un día se presento en su campamento un guardia rural que le apremio para levantar la tienda antes del atardecer. El estrés que le causo ese incidente hizo que se olvidase, ese día, de mandar el sms de aviso de entrada (y confirmación de salida) al Sistema del Mortero de Astrana. Por suerte el rural era inteligente y, para evitar crear problemas estúpidos, no volvió a presentarse por la zona. Por suerte a Mavil no le ocurrió nada en el Mortero de Astrana.

En la galería de las Alizes nos habíamos cruzado con cuatro jóvenes del grupo Niphargus procedentes de la Sala del Ángel. En el extremo sur de la Sala repostamos agua. Mi equipaje engordo unos 4,5 kilos en cinco minutos. Fue la decisión correcta ya que en los alrededores del vivac 1  pudimos constatar que no corría ni una gota.
Sábado. Ese era el día esperado. Quizás, con suerte, alcanzaríamos un lugar conocido por nosotros en el sector oeste de la cavidad. Me había comprado una brújula nueva para interpretar bien las señales. A pesar de la excitación que generaban las expectativas para el sábado, conseguí dormirme. El reloj no sonó. A las ocho, aburrido de estar despierto dentro del saco, pregunte la hora. A las nueve dejábamos el campamento rumbo a río Viscoso, vía la Sala del Gran Pozo.
  

(26/9/2009)

Transitábamos por una hermosa galería. Llevaríamos unos dos kilómetros por ésta. Un gran arenal de grano intermedio (de 0.5 a 1 mm) formaba una larga pendiente. Me recordaba una duna. Una duna en un gran desierto subterráneo. Pasamos junto a un envoltorio con forma de telaraña hecho de pelos de yeso. En su interior se podía observar un insecto alado de buen tamaño. Solo pudimos sentirnos estupefactos.
La galería giro netamente hacia el NE. Un kilómetro más allá alcanzamos un desfonde. Bajamos unos 70 metros aéreos con un solo fraccionamiento. El cañón en el que nos encontrábamos ahora seguía un rumbo sinuoso que variaba entre el W y el N.  Unos veinte minutos de tránsito, complicado por los cambios de nivel, nos arrojaron en una sala alargada en la que desembocaba un río desde el W. El río ocupaba el fondo de una grieta de unos cinco metros de profundidad y medio de anchura. Avanzando más, por una marcada senda en el suelo arenoso, encontramos un vivac. Un vivac acogedor que pudimos identificar como el número 3 de los informes del SCD. Allí nos sentamos y disfrutamos de bocadillos y tranquilidad. Hice unas cuantas fotos.
En el extremo norte de la sala tomamos una galería muy encañonada que giraba bruscamente hacia el W. Las dificultades eran mantenidas. Sobre todo pasos entre bloques. Unos doscientos metros más adelante descendimos hasta el lecho de un río sobre areniscas oscuras. Era el Viscoso. Quizás anduvimos medio kilómetro hasta que un caos de bloques nos cerro el paso. Una cuerda invitaba a ascender. Unos veinte metros más arriba el camino discurría entre canchales de enormes bloques recubiertos por una pátina de barro deslizante y pegajoso.
Tras unos trescientos metros con esta tónica, una desagradable y difícil instalación nos permitió volver al lecho de areniscas del Viscoso. De nuevo se presentaban dificultades mantenidas. Laminadores, gateras, caos de bloques -que se resolvían dando vueltas-, destrepes y trepadas, desfondes muy delicados, zonas estrechas o zonas bajas que impedían ir erguidos. Ese fue el paisaje que nos acompaño a lo largo de -es una estimación- unos dos kilómetros.
Luego empezaron las dudas. Seguimos el viento de cara y fuimos a dar a una galería amplia. Un caos de bloques la obstruía hacia el W. Miramos durante dos horas todos los pasajes de la zona y forzamos -a través de gateras marcadas de forma mínima- el caos de bloques. Calculamos que estábamos muy cerca de la Sala Catalana.
A las seis comenzamos la vuelta. Teníamos la sensación de estar muy lejos de nuestro campamento y de que íbamos a desgastarnos bastante en las próximas horas. Hubo un momento -como a las once y cuarto de la noche- en la que pusimos el turbo. La cruda realidad fue que tardamos algo más de seis horas en hacer el camino de vuelta al campamento. Exactamente a las doce y ocho minutos, tras más de quince horas de ardua jornada, pisábamos su suelo terroso. Me tomé tres sopinstant, media barra de pan con leche condensada e inmediatamente me metí en el saco. 


(27/9/2009)

Dormimos profundamente hasta las siete y media. El desayuno lo hicimos con un talante de buen humor alrededor de la mesa -fabricada con una gran losa de piedra- y con velitas que daban una luz más cálida que los leds. A las nueve ya habíamos hecho los petates y ordenado el depósito. Y a las doce, tras una tres horas que nos tomamos con bastante tranquilidad, pudimos comprobar que el sol seguía iluminando y calentando el mundo exterior.

Nos cambiamos rápidamente. Bajamos a recoger mi coche en La Gándara, cargado con todos los bultos de Mavil. El lunes cogía un vuelo hacia Alicante. Para celebrar su estancia en las tierras de Soba nos invito en Ramales a un almuerzo. Cayeron unas cervezas con varias raciones. Fue un momento delicioso. Toda la tensión, la concentración y el esfuerzo mantenidos los días anteriores se transformaron en una exquisita sensación de disfrutar el instante.
La despedida nos convocó a próximas permanencias en la Red del Gándara. Para Mavil quizás iba a transcurrir un año sin volver al Norte. Quizás para entonces fuera una realidad la posibilidad de una travesía de esta cavidad...

14/9/09

Stubborn Inlands (1) Gándara/T. de la Sima




(5/9/2009)

Ni  Manu, ni Mavil, ni Julio, ni Antonio tenían idea de lo lento que iba a ser el descenso de la Torca de la Sima. En realidad al principio todo fue sobre ruedas. Incluso podríamos decir que nos sonreía la fortuna. De solo formar una pareja solitaria habíamos engrosado a un cuarteto dispar. Pero esto sucedió a últimas horas del viernes. Bueno, a la hora fijada, el sábado en Solares, ya empecé a estresarme y a estresar al personal. Pan y embutidos en la carnicería y Julio preguntándome si lleva nectarinas  para postre. Al final sería pasta de nectarinas con migas de pan…



Dos coches, uno en donde siempre, para la Cueva del Gándara, y otro por la carretera de La Sía y la pista al Hondojón para acercarse a la Torca de la Sima en 15 minutos. Arándanos, robles y helechos alrededor del hermosón agujero. Una bajada decorada con paredes lisas: estratos de caliza como espejos pulidos. 
A medio camino del primer pozo (150 metros) un fraccionamiento corto me obliga a cambiar el nudo y a utilizar el puño. Más abajo sustituyo un desviador a un canto empotrado por un fraccionamiento. Un piedra avisada me pasa rozando a 40 metros por segundo. Un instante antes construyo un túnel en el vacío universal por el que se solidifica mi voluntad de que la piedra no me toque. Con el estrés me cago en los muertos de todos los presentes a moco tendido y groseramente.
Me calmo al tocar fondo en el primer pozo. Para relajarme preparo un par de fotos mientras espero a mis compañeros. Y luego el segundo pozo requiere de nuevo atención a las piedras sueltas de las repisas. Bajo al máximo de velocidad para conseguir minimizar el riesgo de pedrada. La cuerda continua por un último resalte resbaloso que desemboca en una salita húmeda.
Continuamos por una galería estrecha y una gatera que da a una sala. Más allá siguen una sucesión de salas chiquitas y gateras que nos llevan a una ratonera. Mavil nos guía de nuevo hacia atrás y acierta con la trepada que resuelve el tema. Difícil, y requiere una cuerda de seguro. Siguen más trepadas, un corto tramo horizontal y un destrepe… y estamos –más o menos estresados- en el Pozo de las Hadas. Hemos tardado bastante más de lo previsto. Julio quiere salirse por el camino usual pero no le dejamos. Entramos en la Sala del Ángel y allí decidimos que en vez de avanzar hacia zonas remotas, mejor nos quedamos hurgando por algunas galerías más cercanas a la entrada de la cueva.

Es la tercera vez que vuelvo a esta bella galería. Me he propuesto reconocerla a fondo sin perderme ninguna continuación. Machaco a mis compañeros en hacer honor a los exploradores franceses que han marcado una estrecha huella para pasar y no como hacen los españolos de m... (dicho francés) que lo pisotean todo por doquier. Primero nos vamos hacia el ramal este. Colocamos una cuerda en el resalte que nos paro la otra vez que estuve aquí. Lo bajamos y hacemos una parada en su base. Allí mismo calmamos el hambre con unos bocatas. Continuamos hacia el este hasta llegar a una obstrucción por bloques. De ésta se escapa por unos infinitos laminadores hacia el sur. Los reconozco de la ocasión en que Miguel y yo los alcanzamos por el otro lado...
Hacia el oeste volvemos a recorrer una zona desfondada recamada primorosamente de cristales, pequeños gours, nidos de pisolitas, coladas y formaciones clásicas. Lamentablemente Julio se queda descansando y se pierde esta bonita zona. Después de dos arriesgadas escaladas realizadas por Mavil y de hurgar duramente por todos lados nos dejamos convencer con la idea de que lo hemos visto todo. Pero la topo del BCE16 muestra claramente una larga galería paralela a la de Cruzille y al sur de esta que parece emerger de la misma zona. Sabemos que se nos está escapando algo importante... en esta terca Red del Gándara

Desde el balcón sobre el Río Gándara contemplamos fascinados las aguas que exuda el sistema cárstico y la enormidad del valle que ha tallado. Me produce la impresión de ser la surgencia principal de esta zona de Cantabria a pesar que el nombre del río que llega  a la costa sea Asón. Algo me dice que la Red del Gándara aún guarda muchos de sus secretos a sus exploradores franceses. Nos vamos al restaurante de al lado del súper y nos ponemos moraos de comida y vino. Algo bestial.


(12/9/2009)

Obsesionados por los remates, Mavil y yo volvemos el sábado, 12 de septiembre, por la mañana a la Cueva del Gándara. Esta vez serán dos días. No podemos quitarnos de la cabeza la galería del sábado pasado ni, tampoco, la de la Myotte. Pero las cosas no se nos ponen fáciles precisamente.
Nuestro primer cartucho no es desde luego mirar en algo nuevo. Llovemos sobre mojado. No conseguimos lo que buscamos pero como consuelo descubrimos una galería no hollada por nadie en la Red del Gándara. Cierto que no es nada sorprendente encontrar galerías vírgenes en una cueva llena de rincones y con más de cien kilómetros explorados. A nosotros nos hizo mucha ilusión. La galería, semejante a una pequeña fracción de la Red de los Parisinos de Cueva Fresca, nos llevo hasta un final en forma de diaclasa, estrechándose progresivamente en un desfonde (para los que no conozcan la Fresca, la Red de los Parisinos es un laberinto tridimensional con formas redondeadas y dimensiones modestas)

El segundo cartucho en la búsqueda desesperada de continuación de la galería bonita nos condujo a una gran sala, con cristalizaciones por doquier, llenando las paredes, las superficies de las piedras, las rendijas, la arena blanca de los suelos... Le dimos la vuelta a la sala mirando por todos los rincones que se nos ocurrió. Y visitamos tres hundimientos entre bloques. Aparentemente muy prometedor todo, pero nada de nada después. Solo una galería secundaria llena de arena blanca y una capillita con goteos y formaciones nos gratifico ligeramente. Además Mavil se marco una escalada a una galería colgada. De cualquier forma nos lo pasamos bastante bien. Aún no estábamos desesperados.
Los primeros doscientos metros de la Galería de Cruzille fueron la base para quemar nuestro último cartucho. Comenzamos mirando los rincones en las partes bajas. Eso no dio ningún resultado. Luego observamos una galería colgada a la izquierda. Su recorrido, antes de volver a Cruzille, fue de apenas cincuenta metros. Unos cien metros más allá  -y a la izquierda- volvimos a subir a una galería colgada. Nos empezamos a emocionar cuando percibimos un soplo evidente hacia el este. Después de un sector de buenas dimensiones la cosa empezó a ponerse estrecha, pero, simultáneamente, el soplo se iba poniendo violento. Esto me entusiasmaba, pero llegué a una zona sin huellas –efectivamente virgen- y tan estrecha que me hizo pensármelo dos veces antes de seguir. La perspectiva de encontrar algo nuevo y grandote me dio alas para seguir arrastrándome como un gusano entre cantos afilados. ¿Cómo levitar en una gatera? Respuesta: ir a la galería chunguita que estábamos explorando. Mavil necesito de algún estímulo por mi parte para seguir adelante. Finalmente bastante gatera más allá llegamos a un pequeño ensanche –llámese salita-  en el que no había posibilidad ninguna de continuar adelante. El aire se escapaba entre bloques medianos al fondo del conducto. Se escuchaba un ruido difuso. Agucé el oído en el fondo final y percibí, con gran sorpresa, el fragor amortiguado de la cascada de la Sala del Ángel.

Habíamos quemado la ración de cartuchos del día asignada a buscar la galería paralela a Cruzille. Me sentía –quizás nos sentíamos- frustrado y cansado. Muchas horas de varias jornadas diferentes dedicadas a esta tarea, sin éxito hasta el momento, solo podían ser mitigadas por las pequeñas galerías vírgenes que habíamos recorrido hoy. Recogimos nuestros petates y nos deslizamos meditabundos hacia el vivac I. Llegamos antes de las ocho y hasta las nueve me dediqué a comer sistemáticamente infusiones, sopas, callos, puré de patatas, pan y postres. A pesar de mis ofertas Mavil se comió de forma espartana unos bocadillos y alguna barrita energética. A las nueve estábamos en el saco y proyectábamos levantarnos a las seis.


(13/9/2009)

Dormí intermitentemente aunque no tuve frío. Para no caer en el mismo error que otras veces me había agenciado unos patucos de lana y una funda de goro-tex para el saco. Mis antiguos patucos de pluma quedaron olvidados o birlados en el vivac de Titanes de Garma Ciega. A las cinco y media de la mañana Mavil me pregunto la hora. A las seis y media estábamos levantándonos y a las siete y media salíamos del vivac rumbo a la Sala del Gran Pozo.
El informe de abril del 2009 del SCD -puesto en su página web- muestra una foto de un pasamanos en la Galería de la Myotte y ubica esta galería cerca del vivac V. Por un informe muy anterior sabíamos que la Myotte es una galería larga e interesante. El informe de abril también muestra el vivac V, muy cercano a la Sala del Gran Pozo, y la galería del Coccyx. En una de las jornadas de la anterior permanencia habíamos conseguido dar con la Sala del Gran Pozo y le habíamos dedicado unas horas a la búsqueda de la Galería de la Myotte. Así pues el domingo nuestro objetivo era encontrar esa huidiza galería.
Unas dos horas después estábamos en la zona, vía las, así llamadas por nosotros, galerías del Quinto Nivel. Después de dar varias vueltas por los laminadores arenosos cercanos a la sala encontramos varias galerías laterales que nos llevaron bien a puntos ya conocidos por nosotros, o a galerías colgadas sobre la principal o a ratoneras impracticables. Unas cuantas vueltas más por la zona nos permitieron localizar el agradable vivac V montado sobre una zona plana y arenosa.
A estas alturas había comenzado a dolernos la cabeza; llevábamos varias horas buscando. Mavil lo achaco al madrugón que yo le había dado (¿¡!?) y yo, sencillamente, a la frustración. O más bien a la falta de ideas atractivas para poder proseguir la búsqueda. Nos quedaba mirar más a fondo lo que ya habíamos mirado la vez anterior o que la flauta tocase sola... e increíblemente la flauta toco solita.

Nada más entrar en la Myotte se nota un cambio de onda. Mavil dijo que le resultaba tenebrosa e impresionante. A poco tiempo del comienzo de la galería, sobre un desfonde muy oscuro y estrecho, se encuentra el pasamanos de la Myotte. Aparte de ser espectacular como pasaje, las paredes exhiben un manto continuo de corales. Y esto es así durante unos cincuenta metros a lo largo de la galería. Literalmente: no hay donde pisar si no pisas los corales. Un centenar de metros más allá se acaban las dificultades de cuerda y la galería toma un cariz mas suave aunque sigue guardando grandes diferencias con las otras grandes galerías de la zona. Es más encañonada que cualquier otra.
Después de un neto cambio de rumbo -de SW a W- y de pasar varios grupos de formaciones, llegamos a una acumulación espectacular de estalagmitas blancas gigantes. Allí decidimos dejar el avance y comenzar la vuelta. Para despedirnos hicimos unas cuantas fotos.

A las cinco partíamos del vivac I hacia la salida después de haber ordenado y limpiado el depósito de víveres y el campamento. Mavil quería quedarse en el vivac I a dormir para salir al día siguiente. Le dolía la cabeza y estaba cansado. Se tomo dos pastillas de paracetamol y eso le animó. No tuvo ningún problema más, salvo el lógico cansancio después de dos intensos días de trabajo en la cueva. A las siete y media emergíamos de buen humor. Nos esperaba una tarde de nubes y claros que me recordó más a la primavera que al otoño incipiente. Un rato después nos preparábamos para cenar en el restaurante de al lado del súper. Esta vez lo celebramos de verdad con chuleta de vaca, ensalada, patatas fritas, entremeses calientes y postres.
Deje a Mavil preparando sus próximas incursiones y excursiones en el valle de Soba. Los paisanos de la zona ya le conocen bien aunque, por lo reservados que son, no sabemos lo que piensan de este extranjero que pasa tanto tiempo al año en sus tierras...
En mi camino de vuelta a casa tuve que sortear las castañas caídas en la carretera, quizás algo tempranas, poco antes de llegar al cruce de Arredondo...