3.
A lo largo de la semana se afanaron en llevar a cabo todas las tareas pendientes, antes de comenzar cualquier cosa que pudiera despistarles. Si bien habíamos quedado el sábado en Solares para ir al Coverón con Miguel, Eva y Manu, minutos antes de la cita llamo Miguel para comunicarnos que el coche no le arrancaba y que iba a dedicar el día a arreglarlo. Luego hablo por teléfono con Manu para obtener consejos de un mecánico experto pero el coche no funciono de ninguna manera.
Poco después conducíamos hacia Riba a través del puerto de Alisas. Aparcamos el coche en la curva de siempre a trancas de conseguir un lugar mejor. Después de tres veces ya pudimos localizar a lo lejos, entre el denso bosque primitivo, la calva que indica la cercanía de la boca del Coverón. Durante el trayecto de ida caímos en la cuenta de lo ventajoso de seguir el camino principal hasta un prado que bordea la carretera Riba-Matienzo (para el futuro esto eliminara la necesidad de atravesar ningún trozo de bosque denso con ramas invasoras que descargan toda su humedad sobre el desgraciado peatón y espinos tramposos colgados al tresbolillo que le arañan la ropa y el pellejo)
La cueva nos produjo una impresión similar a la de otras veces. Quizás con una pequeña componente de familiaridad. Al llegar al fondo de la gran rampa de entrada, en medio de la Sala abovedada, y con la luz verdosa tamizada por las hojas de las plantas, tomamos la galería hacia el este (izquierda) hasta el acceso a los pisos inferiores. Un resalte de cuatro metros con su correspondiente cuerda seguido de una cómoda rampa, también con cuerda, y en su final un pozo aéreo pero corto y muy ancho al estilo gótico del resto de la cueva.
En la base del pozo se nos abrieron muchas posibilidades de continuación. Nos repartimos el trabajo como buenos amigos. Después de hurgar por múltiples rincones de estilos variados –típica gatera, laminadores, pequeños meandros, salas de estrecha entrada y gótica estructura- pudimos comprender que el nombre de la zona estaba bien puesto: Minilaberinto. En un golpe de intuición Manu se metió detrás de un recoveco, sin ningún atractivo, que se prolongó en un pequeño meandro. Al cabo de un corto tramo desemboco en otro meandro algo mayor en donde la corriente de aire se hizo evidente. Continuando por una sucesión de montañas rusas y diminutas gateras sopladoras pronto alcanzamos un gran balcón arenoso hendido por un profundo meandro. Desde su fondo –imposible de ver por lo sinuoso de las paredes- podíamos escuchar el rumor de un arroyo mediano. Avanzamos por una zona de balcones y cornisas arenosas cruzada por puentes de roca sobre la grieta del meandro hasta que accedimos a una corta galería arenosa. La galería desemboco en una instalación de bajada. Unos veinte metros de estrecha y sinuoso descenso nos depositaron sobre el lecho de un riachuelo.
Decidimos ir aguas arriba pensando que la vuelta sería menos cansada. Enseguida empezaron las dificultades. El piso de la galería era estrecho, recorrido por el arroyo y con depósitos blanquecinos y resbaladizos a ambos lados formando aceras. Un resalte muy resbaladizo y sin cuerda, nos obligo a emplearnos a fondo para ascender. Por suerte una cuerda colgando del otro lado del resalte nos permitió bajar con seguridad. Y, pensando en la vuelta, mucho mejor. Continuamos con algunas contorsiones y equilibrios par salvar zonas algo más profundas hasta que nos topamos con un nuevo resalte mucho más serio que el anterior. Una cuerda nos elevó hasta unos dos tercios de la altura del meandro en donde unas plataformas daban acceso a otro meandro muy estrecho, afluente del principal, y a la base de una alta chimenea, inaccesible sin escalada en condiciones. Mediante una trepada técnica alcanzamos el final del resalte. Para nuestra desgracia la bajada hacia el otro lado, aguas arriba, no estaba equipada. No nos quedo más remedio que volver.
Aguas abajo del punto de acceso al riachuelo la galería nos llevo rápidamente a una zona estrecha y baja en que hubiera sido necesario mojarse por completo para continuar. Con esta información tan contundente volvimos hacia el pozo de acceso. Ya de nuevo en la zona de los balcones arenosos constatamos que la corriente de aire no provenía de la parte profunda del meandro. La conclusión fue que la corriente se perdía en algún sitio de este nivel fósil y que, por tanto, hay un fleco importante en el conocimiento de la cavidad. También nos dimos cuenta que la ruta que habíamos usado para llegar hasta aquí a través del Minilaberinto no era la única existente. Guiados por una fuerte corriente saliente pudimos llegar a la base del primer pozo por otro camino, algo más penoso que el de venida.
El éxito de la incursión nos obligo a celebrar el día poniéndonos las botas en el restaurante El Mirador de Ogarrio.
4.
Al viernes siguiente Julio organizó un nutrido grupo formado por Marta, Izaskun y Miguel SCC para ir a la red del Gándara. Al final, el sábado por la mañana Miguel, de Balmaseda, se nos unió después de varias oscilaciones entre la vela y la espeleo. Mientras tanto nuestros amigos de Madrid organizaban una salida a Fuentemolinos que nos hizo dudar de actividad.
Desde Arredondo fuimos hasta La Gándara en tres coches. Nos habíamos convencido de llevar neopreno para intentar cruzar una zona de aguas profundas que visitamos en otra salida de hace unos meses y que nos intrigaba. Le dejamos a Marta un neopreno. Llevaba el pelo formando trenzas africanas. Miguel le comento que podía darle una capa de barro como ciertas tribus africanas (eso lo protegería del sol y de los insectos...) Además llevábamos un bote playero -de plástico- con su correspondiente inflador. Como ejercicio especial nos propusimos pasar todas las gateras de la cueva sin quitarnos la saca.
En no mucho tiempo alcanzamos la zona del Pozo de las Hadas. Pero a partir de aquí las esperas se prolongaron debido a la falta de experiencia de Marta e Izaskun con las cuerdas. Mientras pasaba el tiempo con lentitud pudimos disfrutar la rareza de un ambiente casi nítido en la Sala del Ángel. En ese estado de espera mística nos convencimos de que el objetivo que nos habíamos marcado para hoy era inalcanzable en un tiempo razonable. Íbamos a tardar demasiado en algunos pozos que debíamos pasar obligatoriamente. Así que, tras una consulta general, reconducimos la situación hacia objetivos más modestos.
Cuando volvimos a juntarnos en grupo compacto bajamos calmadamente, todos, a ver el conjunto de excéntricas a la izquierda de la cascada. Luego continuamos galería adelante. A una corta distancia y a la izquierda localizamos, en una especie de llamativo hundimiento, una galería paralela muy interesante. Formada básicamente por un meandro vertical, a veces colapsado de enormes bloques, con pasos agaterados entre éstos, fue haciéndose cada vez de proporciones mayores, al avanzar hacia el este, hasta que alcanzamos un punto en que, por seguridad, era recomendable instalar una cuerda para descender a una zona muy amplia en que sonaba un río.
Algo más lejos visitamos unas galerías meandrosas, de suelo arenoso, y cuyo acceso requería una corta trepada a la derecha. Las galerías se interconectaban entre sí por algunas gateras semiobstruidas por bloques empotrados y, finalmente, se lanzaban, con un salto de unos 40 metros en volado, sobre una sala arenosa con un riachuelo. No todos quisieron subir a ver esta bonita zona quizás por la trepada que requería, aunque su dificultad era mínima.
Un poco más adelante localizamos un paso entre bloques que fue resolviéndose en una zona de pesados laminadores. Poco a poco las dimensiones de la galería se fueron ampliando y tras unos descensos por unas rampas con bloques aparecimos en una galería ancha, de unos tres metros de alta, con sección elíptica y suelo arenoso. Recorriendo esta galería encontramos varias zonas de interesantes formaciones. Finalmente alcanzamos una zona de desfondamientos y chimeneas ascendentes que parecían prologar la cavidad en esa dirección.
Nos quedo un recuerdo de tranquilidad y limpieza que se fue haciendo un hueco en nuestras cabecitas. Mientras, comíamos formamos un círculo de amigos lejos de la superficie, bajo la montaña y en medio de una corriente de aire.
Los carbureros dieron tantos problemas como es habitual. Hubo agua, descarburadas en bolsas de plástico, tochos de carburo incómodos de colocar en el depósito, olores desagradables, manos manchadas y pequeñas contaminaciones en el suelo. Existe una solución muy fácil para todas estas incomodidades: LEDS.
La espera en el Pozo de las Hadas se dedico, según quien, a vagar mentalmente, charlar o dormitar. Como íbamos un poco por delante de los dos Migueles, durante el camino de vuelta, y antes del Delator, nos desviamos para mirar unas cortas galerías, conectadas por distintos puntos a la galería principal, que desembocaban en un pozo rodeado de terrazas arenosas. Resulto ser un sitio acogedor para un posible vivac
Pudimos salir de la cavidad temprano, en pleno atardecer Sobano. Poco después todo el grupo tomaba unas cervezas en Arredondo. Curiosamente se presento la madre de Marta en el bar para recoger a su hija. Había un ruido infernal, incluido el fútbol en un televisor gigante de plasma, y al final optamos por sentarnos fuera. Pero fue muy poco el tiempo que estuvimos así.
Mientras volvíamos hacia Solares Julio contaba historias personales que le preocupaban un poco. Pero mirándolo con cuidado todo parecía en calma relativa.