27/8/22

Aventurada multiaventura

Fotos: AG y SL
Texto: AG




 

En el verano del 2021 exploré una ruta terrestre para alcanzar la ensenada de Obaza. En esa ocasión pinte con manchas azules el sendero y use algunas cuerdas, que dejé instaladas, para hacer el descenso más fácil. Ahora, en agosto del 2022, era el momento de visitar la cueva. Cree un chat con (parte de) mis potenciales compañeros de aventura: JO, JP, SL, AD, DA, AN y MA. Tras los habituales mareos para cuadrar la fecha más conveniente acabamos "fijándola" para el sábado 27. Siguieron las dudas de asistencia y los mareos de fecha hasta el último momento. Incluso en la noche del viernes DA seguía preguntándose si podría unirse, o no, a nuestra "aventura".

El sábado me desperté a las cinco de la madrugada. Tal vez la incertidumbre y falta de control acerca de todos los aspectos de la actividad que se avecinaba me producían un estado de alerta. Como no podía volver a dormirme opté por preparar una topo dibujada a mano (no tenía impresora en casa) y por pensar mejor los detalles. Sobre todo la ropa y la comida. Poco después de las siete salí hacia Campillo de Adentro y Castillitos.

Llegue antes del amanecer al aparcamiento donde habían pernoctado JP y SL. Me puso de mal humor tener que subir por los enormes baches hasta la pequeña explanada donde tenían los dos coches y la tomé con ellos. Pero unos momentos después estábamos tan tranquilos pensando en la logística: azadas de cavar, maza, llave, minitaladro, fijaciones, cuerdas, aletas, gafas de buceo, escarpines, ropa de cueva, ropa de andar, agua, comida, cámaras, flashes, controlador, baterías de repuesto, sacas, botes estancos, bolsas estancas, gorras, sombreros, cremas, ufff... que locura.

Anduvimos rápido por la pista hasta cerca del radar pero luego ya no tanto. Sudábamos profusamente para bajar las pendientes. Siempre con la sensación de que el pie se te fuera a ir esquiando sobre piedritas. Las manchas azules  aflojaban la tensión un poco. Las cuerdas supusieron un poco de automatismo. Y llegamos al mar. El lugar estaba sombreado a esa hora tan temprana. El mar parecía bastante tranquilo para lo que puede llegar a ser en ese punto tan cercano al Cabo Falcó. Fui a buscar la colchoneta hinchable que guarde en una oquedad el verano pasado. Para mi asombro seguía perfectamente hinchada tras un año de avatares. Después de unos cuantos esfuerzos y contorsiones sobre las rocas estábamos listos para el modo natación. Dentro de las gordas y amarillas sacas iban botellas de líquidos bebibles, bidones estancos y bolsas estancas con todo lo necesario. El momento más divertido fue cuando me puse las aletas y me metí al mar como un pato mareado. Por delante habíamos botado la colchoneta y las gordas sacas que flotaban oscilando con las olas. La colchoneta servía para trasladar sacas encima, lo que hacía que el esfuerzo de arrastrarlas disminuyera notablemente. 

La travesía fue refrescante y eufórica. Los altos acantilados, la transparente profundidad azul, la belleza de la rocas y las cuevas, el frescor del agua marina hacían que el ambiente fuese como un hermoso sueño. El desembarco sobre rocas como cuchillos se encargo de darnos un toque de dura realidad. Necesariamente tuve que ponerme las zapatillas de montaña para poder moverme un poco y trepar hasta la boca de la cueva. Allí almorzamos y fuimos preparando lo necesario para la cueva. Poco después entrábamos.





El frescor del aire que salía era como una promesa de felicidad. Se estaba mucho mejor dentro que en el exterior. Aún cerca de la entrada comenzamos la operación pasamanos. SL coloco dos fijaciones en roca sólida con el taladrillo. Servían como cabecera, o comienzo, del pasamanos que debía atravesar una pendiente terrosa que se precipitaba hacia un pozo. Con una azadilla SL fue marcando escalones como si de un antiguo alpinista sobre un empinado helero se tratase. En diez minutos nos construyó un cómodo camino por el que atravesar hasta la galería de "enfrente". Luego fijó el otro extremo del pasamanos a un buen puente de roca. De inmediato JP y yo pasamos "al otro lado". La longitud de la cuerda que había preparado el viernes en casa permitía una instalación ideal. 

La siguiente dificultad que se presentó a los pocos metros era una gatera/diaclasa vertical muy estrecha, con salientes en ambas caras que dificultaban los movimientos de avance y retirada. Al mirarla ni yo ni SL lo tuvimos claro. Tal vez bajar sí se pudiese, pero ¿se podría subir? Sin embargo JP decidió que podía hacerse, que él iba a poder, y con movimientos milimétricos y sinuosos lo hizo. Estábamos bastante impresionados, pero antes de intentar bajar quise comprobar que JP podía salir de aquella trampa. Y pudo. Así que decidí bajar aunque con un poco de aprensión. En definitiva no fue ni con mucho la peor gatera que haya pasado en mi vida pero una de las más intimidantes posiblemente sí que haya sido. Aún faltaba la subida, cosa que todavía me inquietaba un poco. 

JP volvió a bajar la diaclasa detrás de mí y SL lo intentó un par de veces sin éxito. Su volumen torácico, mayor que el de JP y el mío, no le permitía pasar a menos de que se trabajasen los salientes con maza u otros medios. De común acuerdo con SL, que se quedo esperando, JP y yo fuimos a darle un vistazo a las galerías que mostraban la topo. En la zona inmediata, una especie de grupo rectangular, nos dimos cuenta que visitar esta cueva era una empresa esforzada. Gateras de un tipo u otro se sucedían. Luego avanzamos hacia el SE en dirección a Ovaza III. Deje la cámara y los flashes aparcados enseguida por la falta de protección suficiente para la cámara; la funda iba rebozada en polvo y arena. En el recorrido hubo de todo, grandes arenales, extrañas conexiones, gateras en Z con doble giro corporal, gateras por el techo que acaban en una ventana, excéntricas gordas, formaciones blancas, grandes murciélagos orejudos y muchas corrientes de aire. La conclusión que sacamos es que estábamos ante una red tridimensional con muchas entradas/salidas a alturas diferentes y conductos bastante pequeños en general. La exploración exhaustiva conllevaría una gran esfuerzo logístico, unas cuantas desobstrucciones, recursos abundantes y los permisos adecuados. En un momento dado tuve, o tuvimos, la sensación de que nos faltaba mucho trabajo para salir de la cueva y volver a Castillitos. Por ello decidimos volver.

La vuelta se me hizo más corta. El ascenso de la estrechez no fue tan difícil como me esperaba. SL había estado mientras tanto dedicado a picar con la maza salientes en la estrechez. En el exterior comimos algo, echamos vistazos al entorno de la boca y descansamos. Finalmente SL nos urgió a realizar la travesía a nado de vuelta ya que no se fiaba del estado del mar. Por el camino nos desviamos para ver la boca de Ovaza II. Una belleza de sitio. Ya en el otro lado de la travesía nos refugiamos en una oquedad para resistir el sestero. La charla de los refugiados derivo hacia derroteros bordeando lo "políticamente incorrecto". Un experimentado análisis (más bien descuartizamiento podríamos llamarlo), de SL y JP, de los roles actuales de hombres y mujeres versus los que habríamos podido encontrar en nuestros padres, abuelos y bisabuelos. De alguna manera se estaba hablando de la felicidad o infelicidad que pueden (potencialmente dicho sea de paso) producir los roles masculino y femenino que se asumen, o más bien que se imponen sutilmente, en la actualidad. Como a las siete decidimos empezar el camino de subida. 

Aunque el sol iba cayendo las fuerzas también lo iban haciendo. Pero poc a poc y cacareando conseguimos alcanzar con la lengua fuera (al menos yo) la pista. Sin embargo la excursión todavía no se había acabado, la cuesta arriba continuaba hasta llegar al coche. Eran las nueve y hacía doce horas que habíamos partido. Terminamos de repartir y ordenar el material ya casi de noche. SL pensaba volver a dormir a su casa, a dos horas de viaje,  JP tenía intención de dormir allí mismo, disfrutando de la noche estrellada, y yo me disponía a volver a Isla Plana. Nos despedimos como buenos amigos y cada uno se encamino hacia su dulce sueño reparador... 

 




Fotos 

Vídeo de la estrechez de Ovazas

17/8/22

Cascajosas refrescada



Hacía mucho que María quería visitar una cueva. Y también estaban César y su hijo Mateo en Cantabria. Pensé en una actividad apta para principiantes, niños y adultos. Algo que tuviese encanto, pocas gateras y ninguna cuerda. Se me ocurrieron como posibilidades Montosas, Cascajosas y Puntida. Quedamos el martes 17 de agosto para ir.  Y mejor decidir la cueva sobre la marcha según el día que hiciese y las apetencias del grupo.


Al final César no podía venir por la mañana del miércoles pero, por otra parte, se apunto Carlos, un cuñado montañero. Después de mucha sequía el día se presentó auténticamente cántabro. Fuertes aguaceros y nubosidad cerrada. Como consecuencia elegimos la cueva con menos aproximación a pie. La Cueva de las Cascajosas.

A las diez nos reunimos con Jaime y María en La Cavada. A las once menos cuarto estábamos entrando en la cueva. A Carlos se le había olvidado el casco con frontal en casa, pero por suerte yo llevaba un frontal que le iba a prestar a María y que, finalmente, uso Carlos. Ella y Jaime llevaban sus frontales de montaña que no están nada mal. 


El ir con gente que no ha entrado apenas en cuevas es muy agradecido. Disfrutan muchos detalles que los espeleólogos experimentados ya apenas perciben por haberse acostumbrado a verlos. Y uno mismo disfruta también viendo el entusiasmo de los principiantes.  Las raíces que cuelgan, las gotitas de agua, las formaciones más corrientes, todo les parece maravilloso. Y lo es. Aunque a base de ir a muchas cuevas trivialicemos el paisaje subterráneo este es mágico y en cierto modo sagrado. Nos permite entrar en otro mundo, otro planeta, sin necesidad de ir a Marte ni a Encelado. Como en el mundo de los sueños, se trata de una puerta asequible, a casi todos, al "viaje"  interior. Pero es cierto que hay muy pocas personas que se sientan a gusto en el mundo subterráneo, bajo tierra y, a veces, con confinamientos severos en espacios reducidos.


Había visitado la Cueva de las Cascajosas en cuatro ocasiones anteriormente y no me preocupé de coger el mapa de la cueva. Sin embargo siempre es conveniente llevarlo para aclararse y como herramienta didáctica. Hubo un momento de desconcierto cuando no encontraba la "Casa" del Cariñoso. Saqué la brújula y poco después llegamos a los restos de objetos abandonados por el maqui.





Nos paramos a hacer fotos con flashes en cuatro puntos de la cueva: Casa del Maqui, Sala Javivi, Galería Holanda y Salida Oriental. La cosa de sacar y meter el material fotográfico del petate siempre se hace pesado. Y para pensar bien donde poner los flashes hay que estar muy inspirado. Pero los resultados siempre son muy gratos. La luz abundante de los flashes le da al paisaje subterráneo su verdadera conexión con lo humano. Luz en la oscuridad.

El momento de ver la salida, con el bosque recortándose en contraluz contra la luz del valle de Miera, es un aspecto de especial encanto en la Cueva de las Cascajosas. Además ese día estaba lloviendo fuera y veíamos las gotas caer sobre los árboles y la hierba. 


Nos cogió un pequeño chubasco cambiándonos de ropa al lado del coche. Acabamos nuestra pequeña incursión espeleológica parando en la Cavada a tomar unas bebidas con patatitas fritas y crujientes. Los principiantes recibieron con alborozo el nombramiento de "espeleólogos porteadores ayudantes"... y aseguraron que volverán para disfrutar del mundo subterráneo. Les hablé de la posibilidad de realizar la travesía Toño/Cañuela en un futuro cercano y se mostraron muy interesados.       

     

 



 

Fotos de la incursión

11/8/22

Carcavuezo 2022β

Fotos: Guillermo y Antonio
Texto: Antonio


Como títulos alternativos de esta crónica se me cruzaron por la mente "Encaje de Bolillos", "Sublimes Arrastradas", "Pesquería de Sacas" y "Duda perpetua". Para evitar darle más vueltas al manubrio opté por seguirme la corriente a mí mismo y ponerle "Carcavuezo 2022 beta" como si de una continuación se tratase a la crónica anterior, es decir "Carcavuezo 2022 alfa"

La cita era en Casa Germán de Matienzo como a las nueve y cuarto. Llegué un poco antes con la expectativa de encontrar el bar abierto. Pero sólo encontré a una mujer limpiando fuera del bar con un talante algo malhumorado (a causa del trabajo con seguridad). Me dijo que como muy pronto abrirían a las diez. En el entreacto vino una hormigonera que aparcó justo a mi lado, dejando el motor en marcha claro está, y un tractor que aparco enfrente, dejando también el motor en marcha como debe ser. El malhumor empezó a revolotear también alrededor de mí. Me fui a cagar a una prado cercano con la esperanza de que mi humor se disipase en el ambiente fresco y verde. 

Nos encontramos los tres un poco después. Guillermo había ido hasta Mogro para traer a César algo más temprano. Ciertamente venir en tren, con transbordo en Santander, de Mogro a Solares hubiese sido bastante pesado para César. Los preparativos fueron cortos y consistieron principalmente en dejar cosas en el coche, abandonarlas a su suerte, para eliminar peso y preocupaciones. Nuestra memoria intuitiva estaba funcionando muy bien: el Carcavuezo tiene muchas zonas agateradas. El calor estaba apretando y ponerse la indumentaria de cueva no resulto agradable. Salimos enfilados.



La boca exhalaba un soplo fresco, tirando a frío de nevera, y resultaba un placer de dioses ponerse delante del chorro de viento. Nos introdujimos por ella con decisión y en poco tiempo, unos cuarenta minutos, estábamos llegando a "The Afternoon Stroll". Un nombre genial: tras un largo tramo de arrastradas, gateras, destrepes/trepadas en estrecheces y tensión continua para no resbalar en las rocas, con gran batacazo garantizado, de pronto se llega a un lugar genial y maravilloso. En él se puede caminar erguido y, además, rodeado por una galería de paisaje amable. Lo cual se asemeja al intenso placer que siente un londinense al darse un paseo al atardecer por el Hyde Park o Kensington Gardens tras un duro día de trabajo en la city. O tal vez no pero quizás sí.

La continuación es evidente y cómoda hasta "Red Column Chamber" donde se encuentra una de las pocas formaciones del Carcavuezo: una fina columna alta y roja. Aquí giramos hacia el norte abandonando la galería que conduce "The Duck" hacia el este. Por el lateral derecho de la galería una fácil travesía con buenos agarres evita un desfonde. Un poco más adelante hay que realizar un fácil destrepe para abandonar, descendiendo, el nivel de la galería principal (destrepe por la izquierda) hasta el acceso (a la derecha) a "Chasing the Dragon". Me imagino que el nombre (Persiguiendo al Dragón) hace referencia a que el viento de cara se hace evidente sólo en ese conducto de entre los conductos que hay en esa zona. Hay algunas tramos en que hay que ir agachado, sin mayores problemas,  hasta que la morfología laminar del conducto se hace meandrosa. Se deja a la izquierda una desviación (que nos haría volver sobre nuestros pasos) y se avanza en plan meandro con charcos. De pronto se alcanza un punto en que el meandro se escinde en ángulo muy agudo en dos meandros del mismo calibre y aspecto. El correcto es "Keep right for smack" (libre traducción: "El olfato me dice a la derecha"). Este increíble conducto emerge en una gran galería ancha y alta de perfil rectangular 10x5. Tomando a la derecha (este) unos doscientos metros de caminata sobre arenales y hermosos suelos arcillosos nos conducen al "Rinoceronte". Se trata de una roca con aspecto de rino, incluso el cuerno y el tamaño de ese animal. Por supuesto paramos a hacernos fotos. Guillermo iba haciéndonos fotos y vídeos con un móvil que tiene dedicado especialmente a zonas comanches. La calidad de las tomas, vídeos y fotos, es muy notable.

Durante todo el recorrido tuvimos que consultar la topo, las dudas me asaltaban a menudo. En numerosas ocasiones, a pesar de que tanto Guillermo, como César, como yo habíamos visitado ya el Carcavuezo. La última vez con César el 25 de junio de 2016. La primera con Guillermo el 8 de septiembre de 1998. La lectura de la crónica del 98 me permite ver la enorme diferencia de capacidad e iniciativa que tenía(mos) antes y ahora. Antes con una topo rudimentaria de la zona de entrada pudimos alcanzar más allá del Rinoceronte por mera intuición. Ahora con una topo excelente renqueamos para llegar al mismo lugar. Me da la risa. Una duda fundada en lo poco familiar que me resulta la zona por la que vamos, a pesar de que no hemos detectado desviaciones obvias, nos induce a sentarnos y almorzar. Atrás, cerca del rino, hemos pasado al lado de una cuerda que accede a una galería colgada que los ingleses tienen en exploración.




Aclaradas las ideas atravesamos la zona donde llegamos Cesar y yo en 2016 (en aquella ocasión avancé un poco más). La galería es muy especial, con arenales y grandes rocas formando desfiladeros. Para seguirla (noroeste) hay que realizar varios curiosos y creativos destrepes y trepadas. Es como jugar al escondite en las Cuevas de Moria. Nos quedaba poco para "Big Balls Corner" punto en que comienza la conexión hacia "Rocky Horror". Nuestra excitación iba en aumento. La entrada a la conexión es una gatera que no invita a tirar cohetes. Primero tuvimos que trepar una estrechez bastante incómoda. Como el angosto conducto entre bloques no me parecía demasiado obvio saqué el rollo de 5oo metros de hilo de pescar que había traído, por si llegaba el caso, y atándolo a una primer bloque inicial lo fuimos tendiendo por todo el recorrido. Nos dio mucha tranquilidad. La zona era agaterada y retorcida continuamente. Al cabo de un rato el conducto descendió y se abrió, llegando a galería amplia. Hacia el oeste (nuestra dirección hacia Rocky Horror) unos bloques imposibilitaban el acceso, aparte del gran desnivel vacío que había. Hacia el este (hacia Cueva Llueva) era la dirección contraria a la deseada y la cosa tampoco pintaba bien. Sin embargo mirando con más atención descubrimos en un recodo del descenso hacia el este una ventana que daba al oeste. Una cuerda con lazos garantizaba que era la ruta correcta. Sin embargo decidimos de común acuerdo no intentar descender ya que no teníamos material para asegurarnos a los lazos y el aterrizaje sobre una roca picuda podía derivar en un gran batacazo con caída mucho mayor a continuación. En estas circunstancias iniciamos el retorno pero con la alegría de haber dado con la ruta correcta hacia Rocky Horror

Antes de introducirnos de retorno en "Keep right for smack" paramos a coger fuerzas con una comida abundante. La vuelta se nos hizo bastante más corta, las dudas se habían evaporado, hasta que volvimos a entrar en las estrecheces. El cansancio se había acumulado. En un movimiento no calculado César me paso la saca por un hueco, entre bloques, incorrecto y esta cayo a una zona casi inaccesible. Unos momentos de desconcierto nos llevaron a una solución creativa: el mismo hilo guía que habían dejado los ingleses para no liarse en esta zona nos sirvió como hilo de pesca y en su extremo un mosquetón abierto, con la ayuda de una goma, nos sirvió de anzuelo. Cesar pescó la saca a la primera y todos respiramos tranquilos. Dentro estaban las llaves de mi coche... Cincuenta metros más allá tuvimos un rato de parto difícil para ascender la estrechez equipada con cuerda de nudos. El cansancio iba en aumento desbocado. Cerca del río Guillermo lanzo una saca al otro lado de un bloque y tuvo que ir a pescarla por un agujero. Un centímetros más y se hubiese caído al río. Tras todos estos avatares no hubo más percances, menos mal, hasta la salida. Solo el cansancio acumulado resultaba espectacular.


Una bocanada de horno nos esperaba en la superficie. La vuelta a Casa Germán se nos hizo muy cansina. Notaba la sequedad y el calor exagerados por el contraste con el ambiente en el que habíamos estado durante ocho horas y media (este había sido nuestra estancia en la cueva). Calculamos que en cuatro horas más nos habría dado tiempo de alcanzar Rocky Horror y volver. Es decir tendremos que invertir unas doce horas, o más, si queremos llegar a verlo. Bueno con algo más de entrenamiento quizás se podría reducir el horario. Todo depende de la inspiración que tengamos. Me puse ropa limpia y ligera a la máxima velocidad que pude dar y me senté en la sombra a una mesa de Casa Germán. Pedimos cervezas para hacer una excepción excepcional. Mientras, pudimos ver en el móvil de Guillermo algunos de los vídeos que había tomado. Unos documentos inolvidables. La cosa que se revolvía mientras bebíamos cerveza helada es si vamos a ser capaces de "decidir volver" a buscar Rocky Horror. Yo pienso que sí pero no sé lo que dirán César y Guillermo. En poco tiempo saldremos de dudas. Es lo que suele decirse: el tiempo dirá.      

                 



Fotos de la incursión   

5/8/22

Carcavuezo 2022 α




  

Después de muchos tanteos Guillermo, César con su hijo Mateo y yo quedamos en Casa German a las 6 de la tarde. El día esta nublado y agradable. Un veraneante de Bilbao nos acompaña con su perro por el camino al Carcavuezo. El río Clarín de Matienzo lleva poca agua y en el camino no hay barro.

Nuestro objetivo es limpiar la boca de la cueva de troncos y ramas, verificar el acceso a Afternoon Stroll y marcarlo. Tenemos que preparar bien la incursión hacia las zonas remotas para evitar desgastes. 

Encontramos la boca limpia y despejada. Seguramente han sido los ingleses. Al lado de la boca hay unos bultos con material. Deducimos que están dentro trabajando. Avanzamos sin dificultad hasta la gatera en que comienzan los destrepes. Allí le ponemos un arnés a Mateo y comienzo a poner catadióptricos. Un poco más abajo, tras el primer destrepe, oigo voces. Desciendo el "pasamanos" y me encuentro con dos jóvenes ingleses, Tran y Dylan, que vienen de topografiar una zona. 

Aseguramos a Mateo en varios destrepes hasta llegar al río (repito mi rutilla de hace un año cuando encontré el río con mucha agua y terminamos yendo a la Cueva de la Carrera). Después de dar unas cuantas vueltas aceptamos que esa rutilla no es la correcta. Mateo se inquieta porque piensa que estamos perdidos. Volvemos a ascender. Al subir un poco caigo en la cuenta de cual es la ruta correcta. Es una sencilla bajada en rampa a una cómoda playa en el río.




Desde aquí todo va cuadrando ya. El avance es simpl,e aunque hay zonas con resbalón y altura. Llegados a un punto César se queda con Mateo esperando y seguimos Guillermo y yo. Enseguida llegamos a un punto clave que recuerdo muy bien. Es una estrecha chimenea en cruz de unos tres metros de altura con unas cuerdas puestas para ayudar. Le digo a Guillermo que espere y me adelanto para verificar el acceso a Afternoon Stroll. Todo me queda claro.

La vuelta la hacemos rápidamente aunque las trepadas cuestan más que los destrepes. Guillermo se queja de falta de forma. Le digo que tras una pausa de más de 20 años es increíble la forma que tiene para la espeleo.

Aún es de día cuando salimos . Volver a los coches se convierte en un agradable paseo. Después de cambiarnos Guillermo nos invita a unas bebidas refrescantes (con aperitivos) en la terraza de Casa German. El proyecto de recorrer las zonas remotas del Carcavuezo sigue adelante.