29/12/22

Coverón de Llueva (cap. 1)

Fotos: Guillermo & Antonio
Textos: Ant on Io


Reencontrarse con la fuente de vitalidad y armonía de uno mismo es una necesidad básica. La lucha por conseguir objetivos, propios o ajenos, y el estrés inducido por ello erosiona la vitalidad y nos hace deficitarios. Así pues hacer espeleo a finales de año en Cantabria iba a ser terapeútico.  Era demasiado tiempo vigilando lo que otros hacían y vigilándose a uno mismo.      

Convoqué a los compañeros habituales para hacer algo en diciembre. El único que podía era Guillermo que, además, tenía vacaciones la última semana de diciembre. Después de las típicas dudas debidas a obligaciones familiares y laborales, catarros y compromisos varios decidimos el jueves 29 de diciembre a media mañana ir ese mismo jueves.

En el viaje a San Pantaleón me llovió a mares. Nos preparamos allí mismo, la casa ancestral de Guillermo es una joya histórica, incluyendo el mono y las botas. Cuando llegamos al punto de comienzo, cercano al Alto de Fuente las Varas, apenas caía alguna gota. Cruzamos un prado y nos introdujimos en el denso bosque para bajar en trayectoria  helicoidal descendente al fondo del Coverón. Las lianas colgantes, los helechos y los enormes árboles creaban un clima exótico. Recordábamos, más de veinte años antes, el 25/05/1999, nuestra entrada con César a Llueva (cap. 0). En aquella ocasión visitamos el bypass izquierdo ya que nuestra intención era conocer lo más cerca posible la conexión con el Carcavuezo a través de lagos y sifones.     

Entramos a la cueva bien pasadas la una de la tarde. Nuestra estancia iba a estar limitada a entre 5 y 6 horas. Ahora nuestro objetivo era conocer la sala Big Red Knob Room explorada posteriormente a nuestra entrada y publicada por los ingleses de Matienzo como parte de la topo de 2008 del Sistema de los Cuatro Valles. Todo sea dicho, las topos de los ingleses son muy coloridas y artísticas e invitan a la visita, aunque luego te metas en un gran lío jajjajjajja...

La galería de entrada y sus dos gateras no nos parecieron nada especial. En la más cutre de las dos recordábamos haber tenido que sacar tierra con un orinal allí abandonado. El orinal seguía presidiendo ahora la escena desde un lateral pero no era necesario en modo alguno. En cinco minutos estábamos ante el pozo de diez. Había cuerdas instaladas pero sólo como pasamanos hacia las galerías más al sur.

Instalé nuestra cuerda entre los dos primeros seguros del pasamanos y miré al borde del pozo para buscar un fraccionamiento. Lo que había era tres roscas de spit demasiado oxidadas para fiarse de ellas y un anclaje con su chapa demasiado desviado de nuestra trayectoria. Podía usarse pero como desviador. Opté por asumir el roce buscando el borde más suave y arcilloso. El pozo era poca cosa.

Ya abajo recorrimos la gran galería, comenzando por un pasamanos instalado para evitar las crecidas del río que fluye algo más al fondo. En esta ocasión el río estaba plácido y transparente. Algo más adelante hicimos un par de fotos pintadas. Tras una incómoda caminata por bloques alcanzamos una cuerda que, en el lateral derecho de la galería, nos permite subir cinco metros de resalte hasta el "bypass" derecho. La continuación es por una galería en forma de pasillo meandroso con algunos obstáculos sin importancia. Una desviación hacia el norte nos conduce a un resalte de varios metros con una instalación para descenso. Se trata de un raro pasamanos-pozo que bajamos como "pudimos". En el entreacto Guillermo perdió el pedal. Al otro lado la cuerda continuaba por una rampa de bloques que medio escalabas dando vueltas. De forma azarosa desembocamos en una sala con grandes estalagmitas a la izquierda.



          La continuación parecía ser entre los bloques de un hundimiento. Me recordó mucho el paso clave de la Rubicera. Bajamos siguiendo las señales de sobeteo en las paredes. Pero la dirección era justo la contraria de la que permitía interpretar la topografía. Empezamos a dudar de cuál agujero entre los bloques seguir. No estaba nada claro. Después de un buen rato tanteando malos caminos decidí hacer una última prueba siguiendo el sobeteo en dirección sur aún a pesar de que la topo indicaba hacia el norte la continuación. Unos metros más allá encontramos la solución. A nuestro pies se abría una gatera que giraba 180º respecto a nuestro avance y que casaba con la topo. 

Por esa mierda de gatera, primero con guijarros y luego con barro y charquillos, avanzamos hasta que nos pudimos erguir para pasar un lodazal de hincar bota. Tras pasar el barrizal la galería se desfondaba en plan meandro en oposición y no te resbales. Hubo un par de desfondes de ese tipo y luego la galería desembocó en un galerión que giraba al oeste. Lo que quedaba hasta nuestro objetivo era más galerión con bloques y la gatera de acceso a la sala Big Red Knob Room. Miramos el reloj y eran las cinco y media. 

Nos sentamos a picar algo para comenzar la vuelta con más energía. No queríamos salir tarde ni estar muchas horas. Por el camino de vuelta nos entretuvimos un rato para mejorar la instalación del resalte con el pasamanos. Dejamos una cuerda para hacer un pequeño péndulo muy cómodo. El resto del recorrido se hizo corto porque ya no había dudas. 

Cuando salimos se notaba en las gateras aire mucho más fresco. Estaba lloviendo con suavidad y era noche cerrada. Subiendo por nuestra huellas sorprendimos tres veces a salamandras disfrutando del suelo húmedo y fresco. Estaban bien lustrosas con su negro y amarillo. En un momento dado nos perdimos. Saqué la brújula y verifiqué que íbamos hacia el sur en vez de hacia el norte. Ya me veía embardalado toda la noche. De pronto oímos un ruido que fue creciendo hasta materializarse en un camión con sus luces que subía hacia el puerto. Eso ubicó el prado y la dirección que debíamos tomar. Cinco minutos después estábamos en el coche celebrando nuestra suerte.

Por el camino de vuelta a San Pantaleón pusimos mensajes y llamadas. La noche era oscura como la cueva. Después de cambiarnos de atuendo en el hall de la casona nos despedimos rápidamente y cada uno tomo el rumbo adecuado para volver a su cálido hogar...





12/11/22

Lost Wonderland

 

La topo parecía muy clara; Guillermo la imprimió completa en varios folios y luego los pegó. Yo imprimí en un folio sólo la zona alrededor de nuestro objetivo. El objetivo era llegar a Wonderland. La noche del viernes estaba entusiasmado.

No habá sido difícil esta vez convocar y fijar un día para hacer espeleo. Guillermo estaba muy disponible y César había fijado la fecha como su única fecha posible. Yo estaba en Cantabria. Tampoco fue difícil elegir una cueva, se nombraron la travesía Toño/Cañuela y la de Rubicera/Mortero pero al final ganó por goleada Wonderland en el Mostajo. Todos teníamos pendiente visitar ese lugar. Quedamos temprano para facilitarle las cosas a César. 

Aún estaba el sol rasante cuando subíamos hacia la boca del Mostajo. La hierba estaba muy alta. Luego vimos que había una senda buena desde la siguiente curva de la pista. Guillermo había visto en internet esa recomendación y tenía razón.  Muchos años desde la última vez que fuimos han cambiado las costumbres y los prados.

Instalé el primer pozo con una cuerda de 60 sobre anclajes químicos excelentes: 2 en cabecera y 3 fraccionamientos. Hubiera sido suficiente con una cuerda de 50. Luego transitamos el pasamanos, la gatera arenosa y la guijarrosa sin nada destacable salvo el ensanchamiento de ambas gateras. Y llegamos al pozo Golden Void de 30/40 (todavía no sé lo que mide). César lo instaló, luego bajé yo, quejándome de la falta de fraccionamientos, y el último fue Guillermo. Entre el stop que había traído y lo regordeta que estaba la cuerda a Guillermo se le puso complicado bajar. Casi acaba agotado. Mientras él luchaba contra el descensor y la cuerda eché un vistazo a la continuación. Las direcciones me parecieron un poco confusas en la topo.

Optamos por poner catadióptricos cada pocos metros ya que la zona era complicada. Galerías abundantes con niveles más altos o más bajos e interconexiones múltiples entre todas ellas. Al cabo de poco tiempo la topo y lo que veíamos, tanto direcciones como formas, no se correspondían. Aún así seguimos avanzando eligiendo siempre las opciones más parecidas al camino ideal sobre la topo. Cada minuto nos parábamos a mirarla, poníamos la brújula al lado y emitíamos variadas opiniones y teorías. La cabeza empezaba a dolernos. En estas llegamos a una zona amplia, podríamos haberla llamado sala, con abundantes formaciones en suelo y techos. Algunas estalactitas simulaban ser lenguas de serpiente colgadas del techo. Allí nos paramos a comer.

Después de sopesar un rato las opciones decidimos seguir avanzando hacia el norte. Algo más adelante me pareció que reconocía el punto de la topo que correspondía al lugar en el que estábamos. Contentos como unas castañuelas seguimos avanzando buscando la confirmación. Pero unos 100 metros más allá la correspondencia dejó de serlo. De nuevo no había manera de cuadrar aquello. Estaba muy claro, no estábamos perdidos pero tampoco sabíamos donde estábamos. O dicho de otro modo: el lugar al que intentábamos llegar estaba perdido. Lost Wonderland. Hicimos un último esfuerzo (César lo hizo) por un laminador descendente que condujo a una galería que se bifurcaba en Y. No encontramos nada parecido en la topo. Emprendimos la vuelta. 

Dadas las circunstancias se nos ocurrieron varias teorías de las que puedo destacar las siguientes 1) quizás la topo estaba trucada a propósito para que fuese imposible usarla para encontrar Wonderland 2) tal vez los topógrafos fuesen unos chapuceros fenomenales 3) había una posibilidad de que los tres estuviésemos mal-interpretando la topo+la brújula. En cuanto a la primera nos parecía una teoría descabellada dado que ellos mismos, con el paso de los años, necesitarán una topo fiable y, además, en el supuesto de que quisiesen dificultar el acceso a Wonderland hubiese bastado con eliminar el topónimo “Wonderland” de la topo. En cuanto a la tercera, teniendo en cuenta nuestros años de rodaje, nos parecía imposible. Y en cuanto a la segunda tal cantidad de chapuza es difícil de creer en espeleos veteranos. En cualquier caso la decisión de volvernos estaba clara.

Para mi tranquilidad hicieron su trabajo facilitándonos la vuelta. Unos catadióptricos bien colocados te permiten el lujo de meterte en un laberinto. Recoger tus señales a la vuelta evita la sobreabundancia que lleva a la confusión, como en la vida misma. Flechas de diferentes colores, hitos de estilos variados y catadióptricos de distintos tipos siembran la duda que va creciendo rápidamente. Lo mejor que puedes hacer es poner tus propias señales y luego recogerlas.






Ya cerca del pozo Golden Void encontramos un numeroso grupo de madrileños que llevaban tres intentos de encontrar Wonderland. Estuvimos un rato charlando con ellos. Intercambiamos algo de información pero luego la charla fue transformándose en un mono saltando de rama en rama. Enseguida que pude/pudimos continuamos nuestra vuelta. En la zona cercana a Golden Void visitamos una bifurcación que habíamos descartado al principio. Conducía hacia el sector Este del piso donde se ubica Wonderland. Curiosamente en esta zona, dando algunas vueltas a la topo, si que pudimos cuadrar las cosas otra vez. 

Nuestra instalación se había enredado en Golden Void con la que los madrileños habían dejado para ellos. César subió rápido usando el pantín. Luego me toco a mí, intente usarlo pero se salía de la cuerda, así que subí en plan clásico. Arriba me dijo César que me lo había puesto en el pie cambiado. Mi pantín es diestro y lo coloqué en el pie izquierdo. En mi descargo he de decir que hacía bastante más de diez años que no lo usaba aunque siempre lo llevo conmigo. Para pozos de menos de 30 nunca lo uso. Guillermo subió bien aunque se quejo de la falta de ajuste de su equipo. En realidad no era el suyo, del que ya se no fía por lo años que tiene, sino el de su mujer que apenas tiene uso. Al llegar a la cabecera Guillermo nos dijo que estaba algo cansado. 

El resto de la vuelta hasta el pozo de entrada fue un paseo. Lo único destacable es que los madrileños habían reinstalado el pasamanos. Para nuestro gusto la instalación había quedado un poco más incómoda que la anterior. Pero nada importante, teniendo en cuenta que era un trabajo altruista para mejorar la seguridad de todos. Este tipo de iniciativas siempre son bienvenidas. Otra cosa fue el pozo de entrada. Primero subió Guillermo que encontró muy liado el tema cuerdas nuestras/cuerdas de los madrileños. Eso le dio mucho trabajo añadido. Luego subí yo. Esta vez el pantín funcionó perfectamente bien. De todas formas tuve que hacer algún esfuerzo suplementario por el lío de cuerdas. Finalmente César salió recogiendo todo. Bajamos por la buena senda y en cinco minutos estábamos cambiándonos. Una mierda de perro plantada en el prado en la trasera del coche nos amenizó bastante la recogida. Guillermo tenía que marcharse rápido hacia Laredo por compromisos familiares y nos despedimos enseguida de él. En casa German la batalla de las fiestas de Matienzo había dejado un panorama poco atractivo y seguimos nuestro camino hacia Solares. César tenía planes tempraneros para el domingo y se retiró a su casa de Mogro. Yo me fui a disfrutar de una buena cena en casa. Al día siguiente ya estábamos los tres maquinando para volver a la busqueda de Wonderland…       





27/8/22

Aventurada multiaventura

Fotos: AG y SL
Texto: AG




 

En el verano del 2021 exploré una ruta terrestre para alcanzar la ensenada de Obaza. En esa ocasión pinte con manchas azules el sendero y use algunas cuerdas, que dejé instaladas, para hacer el descenso más fácil. Ahora, en agosto del 2022, era el momento de visitar la cueva. Cree un chat con (parte de) mis potenciales compañeros de aventura: JO, JP, SL, AD, DA, AN y MA. Tras los habituales mareos para cuadrar la fecha más conveniente acabamos "fijándola" para el sábado 27. Siguieron las dudas de asistencia y los mareos de fecha hasta el último momento. Incluso en la noche del viernes DA seguía preguntándose si podría unirse, o no, a nuestra "aventura".

El sábado me desperté a las cinco de la madrugada. Tal vez la incertidumbre y falta de control acerca de todos los aspectos de la actividad que se avecinaba me producían un estado de alerta. Como no podía volver a dormirme opté por preparar una topo dibujada a mano (no tenía impresora en casa) y por pensar mejor los detalles. Sobre todo la ropa y la comida. Poco después de las siete salí hacia Campillo de Adentro y Castillitos.

Llegue antes del amanecer al aparcamiento donde habían pernoctado JP y SL. Me puso de mal humor tener que subir por los enormes baches hasta la pequeña explanada donde tenían los dos coches y la tomé con ellos. Pero unos momentos después estábamos tan tranquilos pensando en la logística: azadas de cavar, maza, llave, minitaladro, fijaciones, cuerdas, aletas, gafas de buceo, escarpines, ropa de cueva, ropa de andar, agua, comida, cámaras, flashes, controlador, baterías de repuesto, sacas, botes estancos, bolsas estancas, gorras, sombreros, cremas, ufff... que locura.

Anduvimos rápido por la pista hasta cerca del radar pero luego ya no tanto. Sudábamos profusamente para bajar las pendientes. Siempre con la sensación de que el pie se te fuera a ir esquiando sobre piedritas. Las manchas azules  aflojaban la tensión un poco. Las cuerdas supusieron un poco de automatismo. Y llegamos al mar. El lugar estaba sombreado a esa hora tan temprana. El mar parecía bastante tranquilo para lo que puede llegar a ser en ese punto tan cercano al Cabo Falcó. Fui a buscar la colchoneta hinchable que guarde en una oquedad el verano pasado. Para mi asombro seguía perfectamente hinchada tras un año de avatares. Después de unos cuantos esfuerzos y contorsiones sobre las rocas estábamos listos para el modo natación. Dentro de las gordas y amarillas sacas iban botellas de líquidos bebibles, bidones estancos y bolsas estancas con todo lo necesario. El momento más divertido fue cuando me puse las aletas y me metí al mar como un pato mareado. Por delante habíamos botado la colchoneta y las gordas sacas que flotaban oscilando con las olas. La colchoneta servía para trasladar sacas encima, lo que hacía que el esfuerzo de arrastrarlas disminuyera notablemente. 

La travesía fue refrescante y eufórica. Los altos acantilados, la transparente profundidad azul, la belleza de la rocas y las cuevas, el frescor del agua marina hacían que el ambiente fuese como un hermoso sueño. El desembarco sobre rocas como cuchillos se encargo de darnos un toque de dura realidad. Necesariamente tuve que ponerme las zapatillas de montaña para poder moverme un poco y trepar hasta la boca de la cueva. Allí almorzamos y fuimos preparando lo necesario para la cueva. Poco después entrábamos.





El frescor del aire que salía era como una promesa de felicidad. Se estaba mucho mejor dentro que en el exterior. Aún cerca de la entrada comenzamos la operación pasamanos. SL coloco dos fijaciones en roca sólida con el taladrillo. Servían como cabecera, o comienzo, del pasamanos que debía atravesar una pendiente terrosa que se precipitaba hacia un pozo. Con una azadilla SL fue marcando escalones como si de un antiguo alpinista sobre un empinado helero se tratase. En diez minutos nos construyó un cómodo camino por el que atravesar hasta la galería de "enfrente". Luego fijó el otro extremo del pasamanos a un buen puente de roca. De inmediato JP y yo pasamos "al otro lado". La longitud de la cuerda que había preparado el viernes en casa permitía una instalación ideal. 

La siguiente dificultad que se presentó a los pocos metros era una gatera/diaclasa vertical muy estrecha, con salientes en ambas caras que dificultaban los movimientos de avance y retirada. Al mirarla ni yo ni SL lo tuvimos claro. Tal vez bajar sí se pudiese, pero ¿se podría subir? Sin embargo JP decidió que podía hacerse, que él iba a poder, y con movimientos milimétricos y sinuosos lo hizo. Estábamos bastante impresionados, pero antes de intentar bajar quise comprobar que JP podía salir de aquella trampa. Y pudo. Así que decidí bajar aunque con un poco de aprensión. En definitiva no fue ni con mucho la peor gatera que haya pasado en mi vida pero una de las más intimidantes posiblemente sí que haya sido. Aún faltaba la subida, cosa que todavía me inquietaba un poco. 

JP volvió a bajar la diaclasa detrás de mí y SL lo intentó un par de veces sin éxito. Su volumen torácico, mayor que el de JP y el mío, no le permitía pasar a menos de que se trabajasen los salientes con maza u otros medios. De común acuerdo con SL, que se quedo esperando, JP y yo fuimos a darle un vistazo a las galerías que mostraban la topo. En la zona inmediata, una especie de grupo rectangular, nos dimos cuenta que visitar esta cueva era una empresa esforzada. Gateras de un tipo u otro se sucedían. Luego avanzamos hacia el SE en dirección a Ovaza III. Deje la cámara y los flashes aparcados enseguida por la falta de protección suficiente para la cámara; la funda iba rebozada en polvo y arena. En el recorrido hubo de todo, grandes arenales, extrañas conexiones, gateras en Z con doble giro corporal, gateras por el techo que acaban en una ventana, excéntricas gordas, formaciones blancas, grandes murciélagos orejudos y muchas corrientes de aire. La conclusión que sacamos es que estábamos ante una red tridimensional con muchas entradas/salidas a alturas diferentes y conductos bastante pequeños en general. La exploración exhaustiva conllevaría una gran esfuerzo logístico, unas cuantas desobstrucciones, recursos abundantes y los permisos adecuados. En un momento dado tuve, o tuvimos, la sensación de que nos faltaba mucho trabajo para salir de la cueva y volver a Castillitos. Por ello decidimos volver.

La vuelta se me hizo más corta. El ascenso de la estrechez no fue tan difícil como me esperaba. SL había estado mientras tanto dedicado a picar con la maza salientes en la estrechez. En el exterior comimos algo, echamos vistazos al entorno de la boca y descansamos. Finalmente SL nos urgió a realizar la travesía a nado de vuelta ya que no se fiaba del estado del mar. Por el camino nos desviamos para ver la boca de Ovaza II. Una belleza de sitio. Ya en el otro lado de la travesía nos refugiamos en una oquedad para resistir el sestero. La charla de los refugiados derivo hacia derroteros bordeando lo "políticamente incorrecto". Un experimentado análisis (más bien descuartizamiento podríamos llamarlo), de SL y JP, de los roles actuales de hombres y mujeres versus los que habríamos podido encontrar en nuestros padres, abuelos y bisabuelos. De alguna manera se estaba hablando de la felicidad o infelicidad que pueden (potencialmente dicho sea de paso) producir los roles masculino y femenino que se asumen, o más bien que se imponen sutilmente, en la actualidad. Como a las siete decidimos empezar el camino de subida. 

Aunque el sol iba cayendo las fuerzas también lo iban haciendo. Pero poc a poc y cacareando conseguimos alcanzar con la lengua fuera (al menos yo) la pista. Sin embargo la excursión todavía no se había acabado, la cuesta arriba continuaba hasta llegar al coche. Eran las nueve y hacía doce horas que habíamos partido. Terminamos de repartir y ordenar el material ya casi de noche. SL pensaba volver a dormir a su casa, a dos horas de viaje,  JP tenía intención de dormir allí mismo, disfrutando de la noche estrellada, y yo me disponía a volver a Isla Plana. Nos despedimos como buenos amigos y cada uno se encamino hacia su dulce sueño reparador... 

 




Fotos 

Vídeo de la estrechez de Ovazas

17/8/22

Cascajosas refrescada



Hacía mucho que María quería visitar una cueva. Y también estaban César y su hijo Mateo en Cantabria. Pensé en una actividad apta para principiantes, niños y adultos. Algo que tuviese encanto, pocas gateras y ninguna cuerda. Se me ocurrieron como posibilidades Montosas, Cascajosas y Puntida. Quedamos el martes 17 de agosto para ir.  Y mejor decidir la cueva sobre la marcha según el día que hiciese y las apetencias del grupo.


Al final César no podía venir por la mañana del miércoles pero, por otra parte, se apunto Carlos, un cuñado montañero. Después de mucha sequía el día se presentó auténticamente cántabro. Fuertes aguaceros y nubosidad cerrada. Como consecuencia elegimos la cueva con menos aproximación a pie. La Cueva de las Cascajosas.

A las diez nos reunimos con Jaime y María en La Cavada. A las once menos cuarto estábamos entrando en la cueva. A Carlos se le había olvidado el casco con frontal en casa, pero por suerte yo llevaba un frontal que le iba a prestar a María y que, finalmente, uso Carlos. Ella y Jaime llevaban sus frontales de montaña que no están nada mal. 


El ir con gente que no ha entrado apenas en cuevas es muy agradecido. Disfrutan muchos detalles que los espeleólogos experimentados ya apenas perciben por haberse acostumbrado a verlos. Y uno mismo disfruta también viendo el entusiasmo de los principiantes.  Las raíces que cuelgan, las gotitas de agua, las formaciones más corrientes, todo les parece maravilloso. Y lo es. Aunque a base de ir a muchas cuevas trivialicemos el paisaje subterráneo este es mágico y en cierto modo sagrado. Nos permite entrar en otro mundo, otro planeta, sin necesidad de ir a Marte ni a Encelado. Como en el mundo de los sueños, se trata de una puerta asequible, a casi todos, al "viaje"  interior. Pero es cierto que hay muy pocas personas que se sientan a gusto en el mundo subterráneo, bajo tierra y, a veces, con confinamientos severos en espacios reducidos.


Había visitado la Cueva de las Cascajosas en cuatro ocasiones anteriormente y no me preocupé de coger el mapa de la cueva. Sin embargo siempre es conveniente llevarlo para aclararse y como herramienta didáctica. Hubo un momento de desconcierto cuando no encontraba la "Casa" del Cariñoso. Saqué la brújula y poco después llegamos a los restos de objetos abandonados por el maqui.





Nos paramos a hacer fotos con flashes en cuatro puntos de la cueva: Casa del Maqui, Sala Javivi, Galería Holanda y Salida Oriental. La cosa de sacar y meter el material fotográfico del petate siempre se hace pesado. Y para pensar bien donde poner los flashes hay que estar muy inspirado. Pero los resultados siempre son muy gratos. La luz abundante de los flashes le da al paisaje subterráneo su verdadera conexión con lo humano. Luz en la oscuridad.

El momento de ver la salida, con el bosque recortándose en contraluz contra la luz del valle de Miera, es un aspecto de especial encanto en la Cueva de las Cascajosas. Además ese día estaba lloviendo fuera y veíamos las gotas caer sobre los árboles y la hierba. 


Nos cogió un pequeño chubasco cambiándonos de ropa al lado del coche. Acabamos nuestra pequeña incursión espeleológica parando en la Cavada a tomar unas bebidas con patatitas fritas y crujientes. Los principiantes recibieron con alborozo el nombramiento de "espeleólogos porteadores ayudantes"... y aseguraron que volverán para disfrutar del mundo subterráneo. Les hablé de la posibilidad de realizar la travesía Toño/Cañuela en un futuro cercano y se mostraron muy interesados.       

     

 



 

Fotos de la incursión

11/8/22

Carcavuezo 2022β

Fotos: Guillermo y Antonio
Texto: Antonio


Como títulos alternativos de esta crónica se me cruzaron por la mente "Encaje de Bolillos", "Sublimes Arrastradas", "Pesquería de Sacas" y "Duda perpetua". Para evitar darle más vueltas al manubrio opté por seguirme la corriente a mí mismo y ponerle "Carcavuezo 2022 beta" como si de una continuación se tratase a la crónica anterior, es decir "Carcavuezo 2022 alfa"

La cita era en Casa Germán de Matienzo como a las nueve y cuarto. Llegué un poco antes con la expectativa de encontrar el bar abierto. Pero sólo encontré a una mujer limpiando fuera del bar con un talante algo malhumorado (a causa del trabajo con seguridad). Me dijo que como muy pronto abrirían a las diez. En el entreacto vino una hormigonera que aparcó justo a mi lado, dejando el motor en marcha claro está, y un tractor que aparco enfrente, dejando también el motor en marcha como debe ser. El malhumor empezó a revolotear también alrededor de mí. Me fui a cagar a una prado cercano con la esperanza de que mi humor se disipase en el ambiente fresco y verde. 

Nos encontramos los tres un poco después. Guillermo había ido hasta Mogro para traer a César algo más temprano. Ciertamente venir en tren, con transbordo en Santander, de Mogro a Solares hubiese sido bastante pesado para César. Los preparativos fueron cortos y consistieron principalmente en dejar cosas en el coche, abandonarlas a su suerte, para eliminar peso y preocupaciones. Nuestra memoria intuitiva estaba funcionando muy bien: el Carcavuezo tiene muchas zonas agateradas. El calor estaba apretando y ponerse la indumentaria de cueva no resulto agradable. Salimos enfilados.



La boca exhalaba un soplo fresco, tirando a frío de nevera, y resultaba un placer de dioses ponerse delante del chorro de viento. Nos introdujimos por ella con decisión y en poco tiempo, unos cuarenta minutos, estábamos llegando a "The Afternoon Stroll". Un nombre genial: tras un largo tramo de arrastradas, gateras, destrepes/trepadas en estrecheces y tensión continua para no resbalar en las rocas, con gran batacazo garantizado, de pronto se llega a un lugar genial y maravilloso. En él se puede caminar erguido y, además, rodeado por una galería de paisaje amable. Lo cual se asemeja al intenso placer que siente un londinense al darse un paseo al atardecer por el Hyde Park o Kensington Gardens tras un duro día de trabajo en la city. O tal vez no pero quizás sí.

La continuación es evidente y cómoda hasta "Red Column Chamber" donde se encuentra una de las pocas formaciones del Carcavuezo: una fina columna alta y roja. Aquí giramos hacia el norte abandonando la galería que conduce "The Duck" hacia el este. Por el lateral derecho de la galería una fácil travesía con buenos agarres evita un desfonde. Un poco más adelante hay que realizar un fácil destrepe para abandonar, descendiendo, el nivel de la galería principal (destrepe por la izquierda) hasta el acceso (a la derecha) a "Chasing the Dragon". Me imagino que el nombre (Persiguiendo al Dragón) hace referencia a que el viento de cara se hace evidente sólo en ese conducto de entre los conductos que hay en esa zona. Hay algunas tramos en que hay que ir agachado, sin mayores problemas,  hasta que la morfología laminar del conducto se hace meandrosa. Se deja a la izquierda una desviación (que nos haría volver sobre nuestros pasos) y se avanza en plan meandro con charcos. De pronto se alcanza un punto en que el meandro se escinde en ángulo muy agudo en dos meandros del mismo calibre y aspecto. El correcto es "Keep right for smack" (libre traducción: "El olfato me dice a la derecha"). Este increíble conducto emerge en una gran galería ancha y alta de perfil rectangular 10x5. Tomando a la derecha (este) unos doscientos metros de caminata sobre arenales y hermosos suelos arcillosos nos conducen al "Rinoceronte". Se trata de una roca con aspecto de rino, incluso el cuerno y el tamaño de ese animal. Por supuesto paramos a hacernos fotos. Guillermo iba haciéndonos fotos y vídeos con un móvil que tiene dedicado especialmente a zonas comanches. La calidad de las tomas, vídeos y fotos, es muy notable.

Durante todo el recorrido tuvimos que consultar la topo, las dudas me asaltaban a menudo. En numerosas ocasiones, a pesar de que tanto Guillermo, como César, como yo habíamos visitado ya el Carcavuezo. La última vez con César el 25 de junio de 2016. La primera con Guillermo el 8 de septiembre de 1998. La lectura de la crónica del 98 me permite ver la enorme diferencia de capacidad e iniciativa que tenía(mos) antes y ahora. Antes con una topo rudimentaria de la zona de entrada pudimos alcanzar más allá del Rinoceronte por mera intuición. Ahora con una topo excelente renqueamos para llegar al mismo lugar. Me da la risa. Una duda fundada en lo poco familiar que me resulta la zona por la que vamos, a pesar de que no hemos detectado desviaciones obvias, nos induce a sentarnos y almorzar. Atrás, cerca del rino, hemos pasado al lado de una cuerda que accede a una galería colgada que los ingleses tienen en exploración.




Aclaradas las ideas atravesamos la zona donde llegamos Cesar y yo en 2016 (en aquella ocasión avancé un poco más). La galería es muy especial, con arenales y grandes rocas formando desfiladeros. Para seguirla (noroeste) hay que realizar varios curiosos y creativos destrepes y trepadas. Es como jugar al escondite en las Cuevas de Moria. Nos quedaba poco para "Big Balls Corner" punto en que comienza la conexión hacia "Rocky Horror". Nuestra excitación iba en aumento. La entrada a la conexión es una gatera que no invita a tirar cohetes. Primero tuvimos que trepar una estrechez bastante incómoda. Como el angosto conducto entre bloques no me parecía demasiado obvio saqué el rollo de 5oo metros de hilo de pescar que había traído, por si llegaba el caso, y atándolo a una primer bloque inicial lo fuimos tendiendo por todo el recorrido. Nos dio mucha tranquilidad. La zona era agaterada y retorcida continuamente. Al cabo de un rato el conducto descendió y se abrió, llegando a galería amplia. Hacia el oeste (nuestra dirección hacia Rocky Horror) unos bloques imposibilitaban el acceso, aparte del gran desnivel vacío que había. Hacia el este (hacia Cueva Llueva) era la dirección contraria a la deseada y la cosa tampoco pintaba bien. Sin embargo mirando con más atención descubrimos en un recodo del descenso hacia el este una ventana que daba al oeste. Una cuerda con lazos garantizaba que era la ruta correcta. Sin embargo decidimos de común acuerdo no intentar descender ya que no teníamos material para asegurarnos a los lazos y el aterrizaje sobre una roca picuda podía derivar en un gran batacazo con caída mucho mayor a continuación. En estas circunstancias iniciamos el retorno pero con la alegría de haber dado con la ruta correcta hacia Rocky Horror

Antes de introducirnos de retorno en "Keep right for smack" paramos a coger fuerzas con una comida abundante. La vuelta se nos hizo bastante más corta, las dudas se habían evaporado, hasta que volvimos a entrar en las estrecheces. El cansancio se había acumulado. En un movimiento no calculado César me paso la saca por un hueco, entre bloques, incorrecto y esta cayo a una zona casi inaccesible. Unos momentos de desconcierto nos llevaron a una solución creativa: el mismo hilo guía que habían dejado los ingleses para no liarse en esta zona nos sirvió como hilo de pesca y en su extremo un mosquetón abierto, con la ayuda de una goma, nos sirvió de anzuelo. Cesar pescó la saca a la primera y todos respiramos tranquilos. Dentro estaban las llaves de mi coche... Cincuenta metros más allá tuvimos un rato de parto difícil para ascender la estrechez equipada con cuerda de nudos. El cansancio iba en aumento desbocado. Cerca del río Guillermo lanzo una saca al otro lado de un bloque y tuvo que ir a pescarla por un agujero. Un centímetros más y se hubiese caído al río. Tras todos estos avatares no hubo más percances, menos mal, hasta la salida. Solo el cansancio acumulado resultaba espectacular.


Una bocanada de horno nos esperaba en la superficie. La vuelta a Casa Germán se nos hizo muy cansina. Notaba la sequedad y el calor exagerados por el contraste con el ambiente en el que habíamos estado durante ocho horas y media (este había sido nuestra estancia en la cueva). Calculamos que en cuatro horas más nos habría dado tiempo de alcanzar Rocky Horror y volver. Es decir tendremos que invertir unas doce horas, o más, si queremos llegar a verlo. Bueno con algo más de entrenamiento quizás se podría reducir el horario. Todo depende de la inspiración que tengamos. Me puse ropa limpia y ligera a la máxima velocidad que pude dar y me senté en la sombra a una mesa de Casa Germán. Pedimos cervezas para hacer una excepción excepcional. Mientras, pudimos ver en el móvil de Guillermo algunos de los vídeos que había tomado. Unos documentos inolvidables. La cosa que se revolvía mientras bebíamos cerveza helada es si vamos a ser capaces de "decidir volver" a buscar Rocky Horror. Yo pienso que sí pero no sé lo que dirán César y Guillermo. En poco tiempo saldremos de dudas. Es lo que suele decirse: el tiempo dirá.      

                 



Fotos de la incursión   

5/8/22

Carcavuezo 2022 α




  

Después de muchos tanteos Guillermo, César con su hijo Mateo y yo quedamos en Casa German a las 6 de la tarde. El día esta nublado y agradable. Un veraneante de Bilbao nos acompaña con su perro por el camino al Carcavuezo. El río Clarín de Matienzo lleva poca agua y en el camino no hay barro.

Nuestro objetivo es limpiar la boca de la cueva de troncos y ramas, verificar el acceso a Afternoon Stroll y marcarlo. Tenemos que preparar bien la incursión hacia las zonas remotas para evitar desgastes. 

Encontramos la boca limpia y despejada. Seguramente han sido los ingleses. Al lado de la boca hay unos bultos con material. Deducimos que están dentro trabajando. Avanzamos sin dificultad hasta la gatera en que comienzan los destrepes. Allí le ponemos un arnés a Mateo y comienzo a poner catadióptricos. Un poco más abajo, tras el primer destrepe, oigo voces. Desciendo el "pasamanos" y me encuentro con dos jóvenes ingleses, Tran y Dylan, que vienen de topografiar una zona. 

Aseguramos a Mateo en varios destrepes hasta llegar al río (repito mi rutilla de hace un año cuando encontré el río con mucha agua y terminamos yendo a la Cueva de la Carrera). Después de dar unas cuantas vueltas aceptamos que esa rutilla no es la correcta. Mateo se inquieta porque piensa que estamos perdidos. Volvemos a ascender. Al subir un poco caigo en la cuenta de cual es la ruta correcta. Es una sencilla bajada en rampa a una cómoda playa en el río.




Desde aquí todo va cuadrando ya. El avance es simpl,e aunque hay zonas con resbalón y altura. Llegados a un punto César se queda con Mateo esperando y seguimos Guillermo y yo. Enseguida llegamos a un punto clave que recuerdo muy bien. Es una estrecha chimenea en cruz de unos tres metros de altura con unas cuerdas puestas para ayudar. Le digo a Guillermo que espere y me adelanto para verificar el acceso a Afternoon Stroll. Todo me queda claro.

La vuelta la hacemos rápidamente aunque las trepadas cuestan más que los destrepes. Guillermo se queja de falta de forma. Le digo que tras una pausa de más de 20 años es increíble la forma que tiene para la espeleo.

Aún es de día cuando salimos . Volver a los coches se convierte en un agradable paseo. Después de cambiarnos Guillermo nos invita a unas bebidas refrescantes (con aperitivos) en la terraza de Casa German. El proyecto de recorrer las zonas remotas del Carcavuezo sigue adelante.   

 






27/7/22

La Verde con niñas espeleólogas

Texto: Iris González

 

El día anterior habíamos preparado casi todo. Sólo teníamos que meter las cosas en el coche. Salimos de casa con bastante prisa y tuve que cambiarme en el coche (fue fácil la camiseta pero no fue fácil el pantalón). 

Quedamos en Solares y Encarna nos presento a Juan y a María. Como era un tostón ir en dos coches fuimos sólo en uno. Cuando llegamos a donde se aparca el coche nos preparamos para entrar en la cueva. Al principio el camino fue fácil pero después se fue complicando. Estaba muy empinado y las hojas nos hacían resbalar (todo muy dramático). 

La entrada comparada con la de la Cañuela era enana. Al principio de la cueva estaba lleno de cadáveres y huesos. De caballo, de vaca, de cabra, de oveja, de burro, de hipopótamo, etc. 

Teníamos que entrar casi desescalando. Cuando llegamos a la gatera pasamos con bastantes dificultades excepto María y yo porque somos niñas medianas. Después de la gatera pasamos una galería donde empezó la parte bonita. Antonio iba poniendo las cosas esas brillantes que se ven a veinte metros de distancia (sólo puso dos). Luego pasamos por una zona que era bastante baja. Teníamos que ir a cuatro patas. Llegamos a una galería donde Antonio se quedó parado haciendo nada y nosotros nos fuimos a ver otra galería que estaba al lado donde la roca tenía forma de lágrimas. 




Regresamos con Antonio y seguimos la ruta. Seguimos la galería y llegamos al pasamanos donde había varios metros de caída. No daba tanto miedo como el de la Cañuela pero aún así era impresionante. A continuación pasamos por una especie de puente formado por bloques. 

Caminamos por una galería donde al final había hecho un castillo de arena. Yo contribuí haciendo una ampliación. Nos sentamos al lado del castillo a merendar. Mientras Antonio hizo varias fotos. Luego María se fue con su mamá (Encarna) a hacer pis. 

Seguimos caminando hasta otra gatera con arena. Juan no quería pasar y se quedó en el otro lado. Por eso nosotros no avanzamos mucho más. En la siguiente galería había esas cosas que parecían piedras normales pero Antonio nos dijo que eran pisolitas. Hicimos varias fotos y volvimos con Juan. 

Por el camino de vuelta fuimos hablando de cosas asquerosas. Saliendo de la cueva teníamos que pasar otra vez por todos los cadáveres que daban un ascazo que alucinas. Cuando salimos de la cueva fue como si te hubieran dado una bofetada en la cara porque pasamos del fresco a sudar. Llegamos al coche donde nos cambiamos y nos preparamos para ir después a cenar con Inés y Gonzalo.  Enfrente de donde aparcamos el coche había unas vacas que eran la monda de graciosas. Nos reímos mucho.






 

23/7/22

Recuerdos deformes

 

Durante la primavera, en diversas conversaciones que mantuvimos, Manu y yo esbozamos la idea de llevar a su sobrina Estela, a mi nieta Iris y a algún otro niño -si podíamos cuadrarlo- a visitar una cueva en algún momento del verano. A primeros de julio estuvimos mirando fechas para hacer compatible la salida con la niña de Encarna y  el niño de César. Hablamos de la Cueva del Molino de Bustablado y de la Cueva Cañuela como posibles candidatas para realizar la actividad.

Finalmente quedamos el sábado 23 de julio para ir a la Cañuela. Ni César, ni Encarna iban a poder pero algo había que hacer aunque no todo salga como nosotros queremos. El grupo iba a consistir en Eduardo (hermano de Manu) y su hija Estela, mi hijo Eduardo y su hija Iris, Manu, yo y Roberto (un nuevo miembro del CCES). Nos reunimos en Solares a las nueve y media y estuvimos revisando los arneses y los cabos de anclaje de todos los integrantes del grupo. El día estaba radiante. Aparcamos cerca de la Cueva del Molino y fuimos hasta el comienzo de la senda por la carretera de Bustablado. A nuestra izquierda quedó la fuente de Mojaculos. Nunca había reparado en ella a pesar de la cantidad de veces que he recorrido la carretera. Tal vez recuerdos borrados.   

La senda que lleva a la Cañuela pasa primero por una cabaña, luego, subiendo ligeramente, atraviesa un prado hacia el este y en el límite entre prado y bosque salta el murete separador y serpentea por el bosque entre lapiaz. Mis recuerdos eran vagos pero se ajustaban a la realidad. Finalmente toma la canal que baja de la boca de la cueva, donde la hierba crece larga y frondosa por el aire fresco y húmedo que se precipita desde la boca. En esta última rampa suele haber barro muy deslizante pero esta vez nos encontramos con la tierra seca y fácil de transitar. La sequía de este verano se notaba en todas partes y aquí también.

Justo en el porche de la cueva, donde aún crecen los helechos y el musgo, acabamos los preparativos de ropa y arneses para cruzar el pasamanos. En la gran galería, que suavemente gira hacia la derecha, la luz se iba perdiendo y tamizando y los ruidos reverberaban a lo largo de casi trescientos metros creando un ambiente reverencial como en una catedral. Manu nos ofreció una explicación básica de como recorrer el pasamanos con seguridad. 

En mis recuerdos la Cueva Cañuela aparecía como un fácil recorrido, casi todo el tiempo andando, con galerías muy claras y delimitadas. Sólo el pasamanos cercano a la entrada presentaba alguna dificultad. Y en los recuerdos de Manu la apariencia era más o menos la misma. Eso nos había dado, y nos daba, confianza en que la elección de la Cañuela (para niñas) era correcta. Iris y Estela se movían muy bien en todos los pasos, incluido el pasamanos.

Después de rebasar un poco el Pozo del Arca, ya entrando en el Cañón Oeste, un gran boque oculta (y marca) el comienzo de la galería que permite ir "andando" hasta la Sala de la Encrucijada. Mis recuerdos hasta ese bloque eran muy precisos. Y la continuación recordada (la galería gira suavemente de este a sur y permanece en ese rumbo) también me parecía precisa. Pero aquí comenzaron mis recordados recuerdos a diferir de lo que veían mis ojos. Resaltes, destrepes y trepadas que no esperaba se agolparon para crear la duda. Ensanches o zonas que podían ser llamadas "salas" rompían la línea recta norte-sur que la memoria dibujaba en mi mente. En un momento dado el paisaje dejó de cuadrarme. Mi primera teoría, que no comente con nadie en ese momento, fue que al ir con las niñas la evaluación de distancias/tiempos y dificultades se me había "deformado". Sin embargo no era de recibo que antes reconociese todo y un poco después me pareciese todo desconocido. De común acuerdo Manu y yo paramos para evaluar la situación. Mientras él volvía atrás para verificar que no nos habíamos desviado de la ruta yo saqué brújula y topo, eché un vistazo, comprobé lo acertado de la dirección norte-sur y avance hacia el sur para reconocer el terreno mientras el grupo descansaba. Y, ajá, enseguida llegué a la característica gatera que desemboca en la Sala de la Encrucijada.




Todo esto me hizo recordar el capítulo sobre la memoria del libro "Proust y la Neurociencia" de Jonah Lehrer. En él se explica, de una forma bastante amena, algo sobre los mecanismo de la memoria y los recuerdos. En resumidas cuentas lo que viene a decir es que cuando convocamos un recuerdo lo reconstruimos con una mezcla de los elementos vividos (recordados) y de otros creados en el momento en que el recuerdo es convocado. Así cada vez que convocamos un recuerdo añadimos elementos nuevos y eliminamos elementos recordados (en mayor o menor cantidad) dando lugar a un proceso de modificación o deformación del recuerdo que aumenta con el número de veces que lo convoquemos. En algunos casos es tan fuerte el recorte de elementos que hablamos de memoria selectiva. Así pues yo tenía una memoria muy selectiva en este caso.

Para mí, y para Manu, lo peor fue darnos cuenta de que nuestro recuerdo de la continuación por la Sala de la  Encrucijada, bajo el acceso a Los Bulevares, en dirección a la Galería de las Sierras era todavía más selectivo. Había una trepada desde la gatera hasta el acceso a los Bulevares en la que nunca habíamos reparado ya que siempre pasábamos con adultos más o menos hábiles y responsables. Pero cuando nos fijamos bien esta vez caímos en la cuenta de que pasar por allí con las niñas sin asegurarlas (íbamos sin cuerdas) no era una opción posible. El recuerdo de "fácil", diríamos más bien el no recuerdo, estaba basado en una una premisa que ahora no se cumplía. Decidimos sabiamente desistir en nuestro avance y volvernos para visitar el Cañón Oeste.

El camino por el CW era muy cómodo salvo algunas zonas con bloques. Nos detuvimos ante un pequeño lago. Hubiéramos tenido que mojarnos los pies para pasar más allá. Hicimos una sesión fotográfica junto al lago.  Volviendo atrás, junto a unas coladas y gours blancos, hicimos otra sesión. La tercera fue ante una colada cercana al Pozo del Arca. Finalmente la última sesión fue en el pasamanos. Fotografié desde atrás y desde delante el pasamanos pero pensé que, realmente, esas perspectivas no le hacían justicia al sitio.

A la salida sentimos el aire como un horno bochornoso, sobre todo al abandonar el río de aire frío que cae desde la cueva. Al salir del bosque tropezamos con un ternero recién nacido que aún no se tenía de pie. La madre tenia el cordón umbilical colgando aún. La vida en crudo y en directo.

De vuelta en los coches teníamos hambre. Roberto nos ofreció su suculento "segundo bocadillo" que había llevado por si acaso nos retrasábamos. Me sorprendió lo previsor que estaba siendo. De cualquier forma y de común acuerdo nos fuimos a Bustablado a tomar unas cervezas sentados a la sombra (que nadie se alarme: las niñas tomaron refrescos...) Realmente nos había cansado esta "corta y cómoda" salida de espeleo para niñas. Pero el placer de tomar unas bebidas juntos borraba todo lo demás. Probablemente se estaba iniciando el proceso de memoria selectiva...